Vacunarse contra la insensatez

14 Jun

Acabo de leer el último libro de José Antonio Marina  qu recientemente ha publicado con este sugerente título: ”La vacuna contra la insensatez” (Editorial Ariel). Es un libro que ayuda a pensar en tiempos de tanta confusión.

En un “prólogo de urgencia” dice el autor: “Sin pretenderlo y, desde luego sin desearlo, tengo frente a mí un colosal ejemplo de todo lo que he estudiado en este libro: el éxito de una gigantesca campaña de persuasión utilizando trucos elementales y tecnología sofisticada. Trump ha vencido abrumadoramente en el combate de las ideas y de la comunicación política y seguirá haciéndolo mientras nadie sea capaz de enfrentarse a él en ese nivel. Las críticas que se reducen a un insulto (es un loco, un payaso, un ignorante) son insolventes”.

Al abrir la puerta del libro, antes del índice, del “prólogo de urgencia” y de la introducción, procede el autor a definir la palabra insensato. Y me parece muy bien. Eso deberíamos hacer antes de cualquier discusión o de cualquier análisis. Porque el problema no es que no nos entendamos sino creer que nos entendemos cuando decimos con las mismas palabras cosas diferentes e, incluso, opuestas. Dice el autor: “Insensato. Que ha perdido el seso. Carente de sentido común, de buen juicio y de capacidad de aprender. Que hace estupideces a sabiendas y tira piedras contra su propio tejado”.

Y define también otros dos conceptos que van a aparecer con frecuencia a lo largo de las 350 páginas de la obra y que tienen que ver con la vacuna que nos ofrece para superar la insensatez. Una de ellas es virus mentales: “Información cognitiva o afectiva que perjudica el funcionamiento de la inteligencia, provocando errores previsibles” y otra marcos de insensatez: “Estructuras complejas  de noticias falsas y virus mentales que configuran una concepción del mundo. Por ejemplo, las ideologías”.

Con estos pocos y breves elementos voy a tratar de explicar por qué la señora Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid,  es una magnífica candidata para  aplicarse algunas dosis de la vacuna que describe con indudable acierto  el filósofo español.

Ayer me enteré en la ciudad argentina de Tucumán de que la señora presidenta se había ausentado de la conferencia de presidentes autonómicos que se celebra en el Palacio de Pedralbes de Barcelona porque el presidente del País Vasco había empezado a hablar en euskera siendo el propósito de la señora Ayuso, al parecer, incorporarse de nuevo cuando se utilizase la lengua castellana. Y así pasaría la conferencia ausentándose y regresando, regresando y ausentándose. Qué ridículo.

Su manera de ser patriota parece que no tiene que ver con la riqueza lingüística del país. Ella aplaudiría encantada al caudillo si, gloriosamente resucitado, volviese a caballo prohibiendo cualquier brote lingüístico autonómico. España una, grande y libre.

Yo creo que esta señora tiene el pensamiento de un párvulo, sin el seso necesario de la madurez. Y no tiene sentido del ridículo: todos los compañeros de su partido que permanecieron en la sala son menos listos, menos coherentes, menos patriotas, menos ejemplares y menos valiente que ella. Consideran que ponerse el pinganillo no es nada incongruente ni humillante.  Ella tiene que dar la nota, tiene que hacerse ver. También dice que utilizar otras lenguas distintas al español es declarar que tenemos un estado plurinacional. Lo que tenemos, señora presidenta, es un estado con varias lenguas oficiales, de las que podemos sentirnos orgullosos.

Ella toma una decisión que, a mi juicio, sería incumbencia del señor Feijóo porque debería afectar a todos los presidentes autonómicos de su partido. ¿Por qué ella puede irse si los demás tienen que quedarse? Ya había protagonizado al llegar otra reacción infantil y ridícula al no querer saludar a la Ministra de Sanidad, Mónica García, porque la había llamado asesina (la Ministra niega que haya sido así). Ella puede llamar hijo de puta la presidente del gobierno de su país y hacer bromitas estúpidas sobre la cuestión sin que nadie pueda retirarle después el saludo o excluirla de una convocatoria. Ella tiene patente de corso.

Es una insensatez de primer orden decir que lo que pretende esa medida lingüística es dividir. Vamos a ver, señora presidenta: la que ha dividido es usted. Usted ha dividido al grupo de presidentes en dos: el de los que se quedan y el de la que se va. No entiendo la manía que tiene de ver intentos de dividir cuando ella se aparta de cualquier acercamiento a quienes no piensan como ella. Ella solo es feliz en la división.

Dice también que si se están comunicando en castellano media hora antes, ¿por qué se va a tener que poner un pinganillo para hablar en gallego, euskera o catalán? ¿De verdad que no lo entiende? Pues es muy sencillo. Porque esas son también lenguas oficiales del estado y, como usted no las entiende y no tiene el menor interés en aprenderlas, tendrá que utilizar el recurso necesario para hacerlo.

Se trata de una reacción infantil, de una rabieta de niña consentida (y temida), con un ego que no le cabe en el cuerpo y que le obliga a estar en el centro de la polémica. Ella no puede ser una más. Y eso pasa porque el señor Feijóo no se atreve a decirle que deje de dar la nota y que no se comporte como m una niña estúpida y caprichosa. En otra ocasión se negó a acudir a la Moncloa como presidenta de la Comunidad de Madrid para analizar los problemas de los madrileños.

Algo le pasa a esta señora. Está tan llena de contradicciones que no le cabe una idea nueva en la cabeza.  No hay quien necesite con más urgencia la vacuna que nos ofrece en su libro José Antonio Marina. He aquí algunos virus mentales que “perjudican el funcionamiento de la inteligencia”:  

  • Ataca a todo adversario que a ella le huela a corrupción teniendo la corrupción en casa.
  • Se molesta por un insulto cuando se pasa insultando el día y parte de la noche.
  • Alardea de que a los madrileños les gustan las cañitas como si el resto de la población fuese estúpida y las odiase.
  •  Dice que su pareja es un particular cuando le defiende desde las instituciones públicas.
  • Afirma que a su novio le persiguen todas las instituciones del Estado cuando ha sido un confeso defraudador fiscal.
  • Piensa que a su novio no se le puede llamar defraudador aunque él mismo se haya declarado autor de dos delitos fiscales.
  • Acusa a los demás de corrupción mientras vive en un ático cuya compra pudo realizarse con dinero robado.
  • Maneja eslóganes tramposos e insultantes como “socialismo o libertad”, “que te vote Chapote”, “me gusta la fruta”.
  • Le acabo de oír decir que los mil asesores de Sánchez y todos los ministros del gobierno están dedicados a  perseguirla.
  • Dice de forma engañosa que su comunidad es perfecta, que la admiran y envidian en el mundo entero y que a todos les encantaría estar bajo su benéfica autoridad.

Comprendo que no tiene fácil cura su mal de insensatez. ¿Saben por qué? Porque lejos de  ayudarla a entrar en razón, el presidente de su partido (que la teme porque ya sabe dónde está su antecesor por tener la osadía de meterse con ella) se lava las manos dejando en ridículo a los demás presidentes y a él mismo. Tampoco le reprochan su actitud los compañeros y compañeras de partido, que se callan ladinamente. El jefe de su gabinete no le afea la postura ridícula y despectiva con los compañeros porque piensa que ese hecho le da votos.  Una buena parte de la ciudadanía (que la adora, precisamente por decir y hacer insensateces), le aplaude sus salidas de tono, sus insultos y  sus perversos comportamientos. Digo perversos comportamientos porque eso fueron los protocolos de la vergüenza y sus palabras para justificarlos cuando dijo que esas personas mayores tendrían que morir más pronto que tarde.

La masa enardecida que el pasado día 8 gritó contra Pedro Sánchez ve en ella a la heroína que le llamó hijo de puta. Por eso ahora dice en su discurso que es un mafioso. Y se queda tan pancha.

Su gran argumento es que gana elecciones. Como si tener mayorías absolutas fuese un indicador de que una persona está cuerda, es sensata y está haciendo las cosas como hay que hacerlas. Si cree que las victorias de Trump o de Milei son ejemplos de éxito político, pues nada, a imitarlos. Son sus ejemplos. Sé que el señor Milei al que ella condecoró de forma vergonzosa acaba de llamar a Pedro Sánchez en su propia casa “bandido local”. Ella, como buena patriota, lo ha recibido en su despacho. Dios los cría y ellos se juntan.  Le aconsejo que lea el libro de Marina si es que tiene tiempo y ganas. Ya sé que no tendrá conciencia de la necesidad de enterarse de lo que se dice de esa vacuna que le es tan necesaria.

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