Me preocupa, como pedagogo y como padre, la formación del carácter de los hijos y de las hijas. También la de los alumnos y de las alumnas. ¿Estamos formando personas blanditas, que rehúyen el esfuerzo, que se acobardan ante la menor dificultad, que no soportan el mínimo fracaso? ¿Estamos criando niños de mantequilla que se derriten al más leve rayo del sol de la adversidad? Lejos de ir haciéndose resilientes con el paso del tiempo, se van debilitando de forma progresiva. Las consecuencias son nefastas. Se están jugando la vida. No solo porque van a vivir infelizmente sino porque pueden llegar a bordear el precipicio de la autodestrucción. ¿Cómo explicar, si no, las terribles cifras de suicidios de jóvenes? “Es más fácil criar niños fuertes que reparar hombres rotos”, dice Frederick Douglas.
Mucho me temo que, en ciertos ambientes, la sobreprotección de los padres esté causando graves daños a los hijos y a las hijas. El amor está lleno de trampas. Queremos ganar su afecto, les evitamos los esfuerzos, rebajamos al mínimo las exigencias, disculpamos los errores, nos deshacemos en elogios por un éxito insignificante, accedemos a las peticiones más extravagantes, les cedemos los mejores sitios, renunciamos al derecho de elegir qué programa de televisión vamos a ver en familia…“No es fácil amar a los hijos”, es el titulo de un interesante libro de Georges Snyders. Claro que no es fácil. Porque con el amor no basta. Y porque el amor esconde riesgos inquietantes.
Holderlin utiliza una interesante metáfora para hablar de la educación. Dice que los educadores forman a sus educandos como los océanos forman a los continentes, retirándose. Para que el continente emerja, las aguas tienen que retroceder. El peligro es anegarlos.
Lo que nos tienen que decir los hijos y los alumnos a los adultos es lo siguiente: “ayúdame a hacerlo solo”. No es bueno que digan: “hazlo por mí”, “piensa por mí”, “decide por mí”, “responsabilízate por mí”… Porque algunos, acomodados en la inoperancia, la pereza y la falta de esfuerzo, pueden sentirse más cómodos sin asumir ninguna responsabilidad. Es entonces cuando el adulto tiene que decir: “no, porque te quiero”. Hay que practicar la negativa a las demandas excesivas, caprichosas o irresponsables. Decir no es una forma de decir te quiero. Decir no es una forma de forjar el carácter. Un no firme y razonado, no caprichoso. Un no sensato, no sádico.
Hay padres que llevan la mochila de sus hijos, que les hacen las tareas, que critican a los profesores por corregirlos, que insultan al árbitro que les pita una falta en un partido de fútbol… He conocido padres que se han presentado en el Instituto para agredir a una profesora que ha suspendido a su hijo o que le ha dado un castigo, he visto a padres que se han presentado en la Facultad para quejarse de una nota con la que el profesor ha evaluado a su hijo. Ese chico, ¿no tiene pies para ir a la Facultad, no tiene valor para solicitar una revisión del examen, no tiene tiempo para celebrar una entrevista? ¿No le da vergüenza que, a su edad, le tengan que sacar las castañas del fuego…? Y aquí tenemos un caso de doble irresponsabilidad: la del padre por hacerlo y la del hijo por no hacerlo.
Conozco el caso de una madre que le pide a su marido que se deje ganar al tenis para que el niño de cinco años se sienta orgulloso de su victoria Consideraba que era una forma de animarle.
– Una forma irreal, falsa, mentirosa…, decía con razón el padre.
Hay niños que se acostumbran a tener en casa camareros, taxistas, cocineros, limpiadoras, enfermeras, guardaespaldas, planchadoras, cuidadoras… Y es lógico y justo que así sea mientras son pequeños e indefensos. Pero, de forma progresiva, tienen que ir haciéndose autónomos, independientes, autosuficientes. No es sano prolongar esa situación inicial de dependencia.
El primer día que el niño (o la niña, que a veces está más sobreprotegida por ser una niña) pueda peinarse solo, que lo haga. Lo que pasa es que los papás disfrutan haciéndolo y sintiéndose imprescindibles. El primer día que puedan cruzar la calle solos, que no les lleven de la mano. El primer día que puedan viajar solos, que lo hagan. Todo esto significa que hay que asumir algunos riesgos. Decía María Montessori que cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para el desarrollo.
Algunos niños piensan que el dinero cae del cielo o que se fabrica en máquinas ocultas que los padres manejan mientras ellos duermen, creen que todo se lo merecen y que tienen derecho a todo lo que les dan y a todo a lo que no les dan. No son conscientes del sacrificio que cuesta ganar el dinero necesario para satisfacer necesidades y caprichos.
Tienen que aprender que hay formas de comportarse adecuadas e inadecuadas, responsables e irresponsables, egoístas y generosas. Y que no da igual elegir unas u otras. Porque existen consecuencias a las que deben hacer frente.
Desarrollar la tolerancia a la frustración es muy importante porque la vida no siempre es un camino de rosas. Afrontar pequeñas dificultades prepara para superar otras mayores.
La educación se realiza en el presente pero se proyecta hacia el futuro. La sobreprotección puede generar una situación placentera en el momento pero, lamentablemente, destruye las bases para hacer frente a las dificultades futuras. Es curiosa la trampa de la sobreprotección. Queremos cuidarlos tanto que les hacemos daño, les abrazamos con tanta fuerza que les asfixiamos.
Una cosa es proteger y otra, muy distinta, sobreproteger. La protección es necesaria, la sobreprotección es dañina y tiene graves secuelas. He aquí algunas muy notables:
Destrucción del autoconcepto y de la autoestima. Porque, a fuerza de mostrarles una y otra vez nuestra ayuda y nuestra protección, acaban por pensar que ellos no saben o no pueden hacerlo por sí mismos.
Inseguridad emocional. Se sienten inseguros porque siempre se han fallado a sí mismos ya que eran otros quienes, sin llamarlos, venían en su ayuda. era otros quienes les solucionaban los problemas.
Debilitación de la voluntad. Para fortalecer la voluntad hay que ejercitarla. No se consigue la fortaleza sin entrenamiento.
Dificultad para comunicarse. Al no considerarse valiosos para sí mismos piensan que tampoco lo son para los demás.
Mi querida amiga Cristina Gutiérrez Lestón, directora de La Granja, dice que hay padres que preparan el camino a sus hijos y otros que preparan a sus hijos para el camino. Son dos actitudes opuestas. Cuando se les prepara el camino, se quitan los obstáculos, se colocan señales, se aplaude el avance o, incluso, se les lleva a cuestas… no se piensa que se les está haciendo inútiles y que los padres no van a estar ahí siempre… Sin embargo, cuando se les prepara para el camino, se les hace autónomos para recorrerlo, tenga dificultades pequeñas o grandes.
Acostumbrados a oír hablar de derechos, a exigirlos o, más bien, a que otros luchen por ellos, se han olvidado del correlato de las obligaciones.
La periodista americana Abigail Van Buren dice: “Si usted quiere que su hijo tenga los pies sobre la tierra, cuélguele alguna responsabilidadsobre sus hombros”.
En la vida hay fracasos dolorosos, decepciones inesperadas, errores desastrosos, hechos desagradables, personas crueles, situaciones difíciles, muerte de seres queridos, rupturas amorosas, traiciones incomprensibles, jefes tóxicos, enfermedades horribles, trabajos ingratos… Para afrontarlos, hace falta fortaleza y espíritu de sacrificio. No se puede hacer solamente aquello que nos agrada, no es posible limpiar el camino de obstáculos… Hay que aprender a superar la adversidad. Tienen que saberlo los hijos y las hijas. Saberlo y hacerlo.
Lean el libro de Luis Rojas Marcos titulado “Superar la adversidad”. No es que su lectura les vaya a eliminar los obstáculos, pero quizás encuentren algunas estrategias para sortearlos y algunas sugerencias para trabajar con sus hijos y sus alumnos en el fortalecimiento de la voluntad.
Querido Miguel Ángel:
Después del desayuno material, me tomo este enjundioso espiritual
Para mi modo de entender das de tal manera en el clavo que solo me queda decir: estoy de acuerdo, es así.
Lo veo en la educación de mis nietos. El padre, en general, los lleva por buen camino. La madre no tiene ni idea, el cariño la nubla. A mi modo de ver, lo peor en la educación de los hijos es que la pareja no reme en la misma dirección.
La vida, y los seres humanos también debemos superar esas contradicciones.
No sólo educa o deseduca la familia, está la escuela, los amigos, los medios de comunicación, la sociedad en general.
La familia está en en el centro, debe ser freno de unas cosas y potenciadora de otras. Difícil, pero apasionante tarea la de educar.
No siempre los resultados se corresponden a los esfuerzos, y diría más, no creo que la mala educación dé siempre malos individuos. Siempre está la reflexión personal.
Un gran abrazo, Miguel Ángel, y saludos a todos.
Querido Joaquín:
Añades reflexiones muy interesantes, que comparto plenamente.
– Es cierto que la educación no es una ciencia exacta. El individuo tiene una omnímoda libertad que dasatiende el mal ejemplo o no hace caso del bueno. Por eso hay hijos de padres desastrosos que eligen un buen camino y a la inversa.
. También creo que es cierto lo que planteas sobre la necesidad de que el padre y la madre remen en la misma dirección. La metáfora no puede ser más elocuente.
-Claro que la escuela es un núcleo de influencia poderoso. Y la sociedad. Me preocupa la cultura hedonista en que vivimos.
Un gran abrazo, querido amigo.
Y gracias por el interesante y madrugador comentario.
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Maestro
Que buen articulo, ademas muy pertinente porque ese sobreproteccionismo dañino y perjudicial,se ha incrementado al regreso escolar despues de la panemia, pareciera que los padres lo están utilizando como una compensacion a las afectaciines sicoemocionales de sus hijos.
Querido Cristóbal:
Además de los problemas psicológicos que conducen a la sobreprotección hay que pensar, como dices, en otros factores sociológicos que pueden incrementar esa actitud perniciosa para el crecimiento de los niños y de las niñas. Puede haber, en efecto, una secuela de la pandemia que busque la compensación de las restricciones y de las dificultades que se han vivido.
Hay también otras circunstancias que incrementan el riesgo. Por ejemplo, haber perdido a un hijo puede llevar a sobreproteger a los hermanos que siguen vivos.
Qué decir del hijo único o de la hija única… Sobre todo si los padres tienen una edad avanzada.
Gracias or tu aportación.
Un cordial saludo.
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Querido Maestro:
El tema de hoy, la educación de los hijos,me resulta tremendamente difícil.
Tengo dos y los he tenido que educar sola, y con un padre que ejercía alienación parental.
Muy doloroso salir a flote cuando te ponen esa barrera delante.
He hecho y sigo haciendo todo lo que está en mi mano para quererlos y necesito que ellos me quieran y me encuentro a veces los estragos del daño que aún tienen en la mente.
Dos versiones, dos maneras distintas de ver la vida, y una única pretensión destruir la persona más frágil más ingenua más coherente.
¡Eso provoca grandes estragos en la mente!
Me habré, como madre, equivocado muchas veces, porque no hay manual editado para ser buena madre. Se actúa por intuición y por los indicativos que te da el corazón.
Y sin apoyos es aún más difícil.
Les he indicado cual es el camino que veo correcto, pero ellos tienen que andar su propio camino y equivocarse y acertar como yo lo he hecho.
Espero que tenga las suficientes herramientas para poder ayudarles y que sean grandes y buenas personas como su madre.
Y ya sin más, con mucha calor, me despido de todos con un fuerte abrazo.
¡Qué la semana os sea feliz y leve!
Querida Loly:
No cabe duda de que asumir la responsabilidad única en la educación de los hijos es más difícil, sobre todo si el otro cónyuge ejerce una influencia negativa respeto a los hijos y a su pareja.
Ha tenido que ser duro para ti hacer frente por una parte al problema de la relación y por otra a las obligaciones de la educación.
Sin embargo, algunas veces, esas dificultades acaban por hacer más fuertes a las personas.
Creo que ese ha sido tu caso.
Besos y gracias por escribir y compartir tu experiencia.
Feliz semana (como tú dices, haciéndola comenzar el sábado).
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Estimado y querido profesor, un saludo desde Chile y este tema me cae como anillo ya que estoy preparando mi tesis para terminar el Magister que estoy cursando y la deseo hacer en el tema del apego en el colegio y la dependencia que conlleva el educar y sobre todo el traspasar valores y acuerdos hacia nuestros estudiantes. Yo soy hijo de una familia sobreprotactora y se que ellos lo hicieron porque me amaban mucho, pero al final siento que muchos de los miedos que llevo a cuestas fue porque la primera vez que cruce la calle lo hice de la mano de ellos, y la segunda vez y la tercera. Me faltó explorar y es por ello que deseo revisar los fundamentos de la teoría del apego y ayudar de cierta manera a familias a no cometer errores en los primeros años de infancia que es donde más importante se vuelven las figuras de apego.
PD: Usted viene a Chile, a una charla magistral para la Fundación Flich, será además nuestra graduación espero poder asistir y ver la posibilidad de saludarle y expresarle mis agradecimientos por tantas enseñanzas.
Un abrazo
Querido Javier:
Cuántas cosas importantes en tu comentario.
En primer lugar, me alegra saber que nos vamos a ver en Santiago en el mes de agosto. Será una enorme alegría estar con vosotros y daros un abrazo.
En segundo lugar, gracias por la sinceridad que manifiestas al hacernos partícipes de tu propia experiencia.Qué claro se ve cuando lo tenemos tan cerca.
Es un error curioso el de la sobreprotección, porque es precisamente un amor mal entendido el que lleva a dañar a los hijos y a los alumnos.
Qu tengas mucho éxito en el trabajo que estás realizando.
Un gran abrazo.
Y gracias por tu comentario.
Hasta pronto
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Querido Miguel Ángel:
Un artículo muy interesante el de hoy, y que comparto plenamente.
Como dice alguna lectora más arriba, el tema de la educación de los hijos e hijas es muy complejo y complicado, sobre todo cuando has de hacerlo sola porque los padres se han separado, como es mi caso.
Siempre he intentado, quizás más con los hechos que con las palabra, eso es cierto, inculcar en mis hijos una serie de valores que tengo muy arraigados, quizás porque no tuve una infancia y adolescencia fácil (perdí a mi padre siendo adolescente y la situación económica en que quedó la familia fue muy mala porque la pensión de viudedad era muy escasa y los hijos dependientes muchos, cinco); esos valores que yo tengo: honestidad, honradez, espíritu de sacrificio, capacidad de esfuerzo y trabajo para alcanzar lo que quieres, sinceridad…he intentado inculcarlos; pero me ocurre que, aunque es cierto que mis hijos han interiorizado muchos de ellos (son buenos jóvenes, muy trabajadores y que han alcanzado sus metas con esfuerzo y tesón) aducen constantemente mi exceso de celo en orientar sus caminos y de haberlos convertido en personas demasiado exigentes. Ante ello, además de preguntarme si no me habré excedido un poco, quizás como fruto de lo que yo debí luchar para labrarme un futuro, siento algo que no acierto a describir, pero que me hace reflexionar acerca de cómo podría haber hecho yo para que mis hijos no tuvieran ese pensamiento sobre mí. Y es que siento que las nuevas generaciones, tienen unas influencias externas que antes no teníamos (redes sociales, internet) y el visionar cómo otras personas de su edad dedican mucho tiempo a otras cosas y menos a formarse como adultos responsables les has podido hacer sentir que a ellos se les ha exigido demasiado (en lugar de entender que su madre ha educado en unos valores que creía más sólidos). Puede que yo esté equivocada.
¡Qué difícil educar a los hijos!
Muchas gracias por tus lecciones de hoy.
Un abrazo
Mª Ángeles Peláez
Querida María Ángeles:
Muchas gracias por la sinceridad de tu comentario. Admirable.
Creo, desde fuera, que lo has hecho MUY BIEN.Te agradecerán a la larga esa exigencia que les ha ayudado a ser personas con capacidad de sacrificio, de esfuerzo, de superación.Eso es lo más importante y lo más difícil.
Las circunstancias de tu vida te han ayudado a valorar las cosas importantes. Y has querido que tus hijos sean personas honestas y responsables. Puedes estar orgullosa.
Es cierto que la cultura neoliberal está haciendo difícil el éxito a nuestros jóvenes. Tus hijos tienen las herramientas para hacer frente a la molicie, al individualismo, al relativismo moral…
Creo que te puedes felicitar por lo que has hecho por tus hijos Laura y Miguel y ellos pueden sentirse orgullosos de su madre.
Besos y gracias.
MñAS
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Buenas Miguel Ángel!
Excelente artículo que merece la pena leer varias veces. Gracias!!
No es fácil el equilibrio entre proteger y sobreproteger pero es un reto que diariamente debemos afrontar y más cuando tenemos un adolescente en casa.
En el artículo hay frases para enmarcar que llevaremos a nuestras formaciones para familias y Ampas. Creo que darán juego en asambleas dialógicas. Lo tendremos presente también en los planes de acogida de primaria y secundaria. Aunque no esté de moda tendremos que animar a forjar el carácter y la voluntad porque la realidad es hay cada vez más jóvenes mantequilla.
Estas dos primeras semanas de Julio estaremos fuera y los desayunos sabatinos nos están pillando sin cobertura y medio perdidos. Es agradable comprobar que sigues a tope y con las neuronas ágiles. Que envidia!!
Abrazos y besos en medio del mar dirección al Hierro. Mil gracias Magister.
Querido Miguel, querida familia viajera:
Se os echa de menos siempre.
Ya veo que habéis hecho una magnífica opción veraniega. Hace mucho que visité la isla y tengo hermosos recuerdos.
Sí, el tema es peliagudo porque el tacto y el equilibrio que hemos de tener solo lo decidimos los adultos.
Os enviamos un abrazo enorme lleno de admiración, gratitud y cariño.
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Importante cuestión.
La vida va a presentarnos a todos situaciones difíciles, muy difíciles.
Por otra parte, los padres no vamos a estar siempre al lado de nuestros hijos. Por lógica, nos iremos antes que ellos.
Es muy preocupante que no estén preparados par hacer frente a la dificultad.
Me ha parecido un artículo necesario.
Les hacemos mucho daño a los hijos cuando les sobreprotegemos.
Gracias por esta decisiva llamada de atención.
Querida Raquel:
Gracias a ti por tu comentario y por la lectura y valoración del artículo.
Es muy importante formar personas capaces de hacer frente a las adversidades de la vida.
Decir no es una forma de fortalecer la voluntad de los hijos.
Exigir que cumplan con sus obligaciones es una forma de ayudarles a ser personas valiosas, que puedan mejorar la sociedad.
Besos.
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Excelente reflexión. Muy necesaria en estos tiempos. La generosidad ha de estar por encima del egoísmo de sentirnos importantes y útiles. El amor es generoso.
Querida Mónica:
Gracias por tu breve comentario.
Creo que es muy importante reflexionar sobre la mejor manera de formar a nuestros hijos y alumnos.
A veces, les llenamos de cosas porque no tienen lo fundamental: un verdadero amor.
Besos.
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Este es un tema que siempre me ha quitado el sueño. Desde hace muchos años y trabajando con niños pequeños, me he preguntado de que manera producir un cambio significativo en la parte del mundo que me toca vivir. Realicé muchas elecciones, hasta concluir en la importancia de enseñar a madres, padres o a quienes cumplan su función eso tan sencillo y tan difícil de poner límites. Siempre entendiendo que límites son amores, que es la parte más compleja de querer bien. Hemos pasado en pocas generaciones de una educación rígida e intransigente a una muy permisiva. Amar es que te abriguen, que te protejan y que un adulto pueda decirle a un niño que no y pueda sostenerlo. Proteger, sin sobreprotección, no hacer por ellos. Entender que llenarlos de cosas nunca suplen los juegos, las risas, los abrazos, el aliento a intentar siempre algo nuevo, la mirada maravillada que los convierte en seres maravillosos. Un día uno de mis hijos a eso de los diez años me dijo muy serio: “mamá porqué mejor no me haces una lista de lo que puedo hacer, que va a ser más corta que lo que no puedo”. Ese mismo hijo a sus catorce años, con la misma seriedad me dijo: “ mamá cómo has cambiado”. Y yo me fui contenta por la vida , sabiendo que ese amor con sus necesarios límites habían sido muy útiles.
Querida Vero:
Qué bueno ese pensamiento: “límites son amores”.
Sé que siempre has estado preocupada por la educación de tus hijos.Y por la educación de niños y jóvenes que has tenido en tus trabajos.
Interesante y significativa la anécdota que cuentas de uno de tus hijos. Es un buen indicador.
Efectivamente, la exigencia no es incompatible con la simpatía, la cercanía y la risa.
Me alegra verte por aquí. Siempre haces aportaciones valiosas e inteligentes.
Besos. Gracias.
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Qué importante cuestión.
Formar a personas con voluntad que puedan hacer frente a las adversidades de la vida es fundamental.
Creo que los padres cometemos muchos errores en este sentido. Sin pretenderlo causamos un daño terrible. Deberíamos ser más generosos. Porque no se trata de que nosotros estemos felices sino de que ellos puedan serlo. Hay mucho egoísmo en la sobreprotección.
Estimado Javier:
Estamos viviendo un riesgo tremendo. Criar hijos mantequilla es causarles un daño difícilmente reparable.No dejarles pensar, decidir y responsabilizarse es dejarles indefensos para siempre.
No nos damos cuenta de que, por ley de vida, tendremos que irnos antes y dejarles solos.
Hay que decir no, ponerles límites, hacerles fuertes.
Por eso me parece magnifico el pensamiento de Gandhi que he elegido para ilustrar el artículo.
Gracias por tu aportación.
Besos.
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En general, los nuevos padres provienen de personas nacidas en los años noventa. Son hijos del ” regreso a la democracia””.había una sensación de aires de libertad social y se cambios. La mayoría decide, cómo mucho ,d tener uno o dos hijos
Es una realidad: cada nuevo padre que se ‘inicia” en la tarea de criar: tratará de hacer lo mejor posible para que ese hijo no le estorbe en sus intereses diarios. Que lo deje dormir, trabajar y hasta ver sus programas favoritos o sus fiestas con amigos. De ahí que a sus hijos le pasan el celular o los ponen frente a la tele para luego entregarlos al computador y a los juegos derivados.
¿Cuál será el resultado?
El resultado se está viendo y fue planteado muy bien en estos artículos. Son niños distintos, exigentes, desapegados y, hasta. Ingobernables por sus propios padres.
¡Hola Profesor!
Soy alumna del diplomado de Inteligencia Emocional de Flich y disfruté mucho sus clases. Sus historias las amé y desde ya le pido permiso para compartirlas con mis alumnos y padres.
Por aquí me pasaré muy seguido para leer lo que vaya publicando.
Que tenga un bonito día.
Marinés
Querida Marinés:
Muchas gracias por tus palabras.
No sé te veré cuando vaya a Santiago en agosto. Sería un placer.
Me alegra que compartas ideas e historias con tus alumnos y sus padres.
Sería estupendo verte por aquí con frecuencia.
Besos.
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Hola Maestro y a todxs. Me acabo de suscribir; estaré atento a lo que se diga por aquí. Gracias por ser y estar.
Estimado Javier:
¿Cómo suscribir?
Se puede entrar libremente al blog y se puede escribir en cualquiera de los artículos sin necesidad de suscribirse.
En cualquier caso, bienvenido.
Un abrazo.
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Estimado Sr. Santos Guerra:
Tiene Vd. toda la razón: estamos ante una generación de “blanditos”. Ahora bien, me extraña que no haya analizado en su artículo las causas de ese fenómeno. Algunos (por lo menos una parte de quienes nos dedicamos a la Enseñanza Secundaria) creemos que mucho tiene que ver el poder que han tenido psicólogos y pedagogos para orientar la educación de un tiempo a esta parte, al menos en España. Sus predicaciones han sido terreno fértil para justificar los malos modos de algunos alumnos que boicotean la clase y el aprendizaje de sus compañeros. Solo hay que ver la amplia aceptación que tiene esta jerga pseudocientífica entre los padres de los estudiantes menos aplicados y más problemáticos, que se agarran continuamente a las ideas disparatadas de ese lenguaje vacío que tanto se estila en los Departamentos de (Des)Orientación para disculpar las más intolerables actitudes de sus hijos. Se ha convertido en una situación bastante común la de que estos padres achaquen el fracaso escolar de sus hijos a que el profesor no ha sabido motivarlos o a que no ha sido lo suficientemente lúdico para captar su atención. Una situación esperpéntica, cuando la realidad es que esos jóvenes lo que necesitan son límites y una buena educación, no motivación ni “gamificación”.
Sería necesario, sobre todo en nuestra maltrecha educación pública, menos pedagogía y más conocimiento; menos, pedagogos, psicólogos y orientadores y más profesores que saben. Solo así podremos formar a los estudiantes para enfrentarse a la compleja realidad que les aguarda. Lo demás es vender humo y engañar a los alumnos y a sus familias con dinero público.
Un saludo cordial,
David Martínez.
Estimado David:
Creo que no te sorprenderá que discrepe de tus planteamientos en este comentario.
El problema es más complejo de lo que muestras. Atribuir TODO EL PROBLEMA DE LA FALTA DE VOLUNTAD al discurso de la pedagogía y de la psicología, me parece de escaso rigor. Como estás comprobando, tu comentario se enhebra en un artículo de un pedagogo que reflexiona sobre la cuestión.
Es tan injusto atribuir todo el fracaso de los alumnos y alumnas al profesorado como eludir cualquier crítica sobre nuestra responsabilidad en el fracaso. Si no hacemos autocrítica ers imposible que podamos mejorar.
Qué error es decir que sería necesario tener menos pedagogía. Es como decir que para mejorar la sanidad tendría que haber menos medicina. Lo cual no quiere decir que no haga falta mejorar la pedagogía o la medicina.
Nadie duda de que hacen falta conocimientos para enseñar, pero hace falta algo más, MUCHO MÁS. Hay que saber quién es el que aprende y qué es aprender y qué dificultades tiene el que aprende…
Me parece tan poco consistente oponer los conocimientos a la pedagogía que no logro entender a los antipedagogos. Parece que para ellos es una cuestión antagónica: o conocimiento o pedagogía. No: Conocimiento y pedagogía. Hay que saber, claro que sí. Pero hay que saber enseñar. El aprendizaje no se produce cuando alguien quiere enseñar sino cuando quiere aprender. El constructivismo dice que para que haya aprendizajes relevantes y significativos hace falta que el conocimiento tengo una lógica interna, una lógica externa (que case lo que se pretende enseñar con lo que el aprendiz ya sabe) y, ADEMÁS, tiene que haber una disposición emocional para el aprendizaje. Y eso se da cuando, además de conocimientos, existen otras exigencias relacionadas con las actitudes y las relaciones.
No cuestionar qué podemos hacer mejor los profesores nos condena a instalarnos en nuestras limitaciones y errores.
Y no me olvido de lo que hay que exigir a los alumnos y a las alumnas. Tienen deberes, no solo derechos.
Descalificar a los Departamentos de Orientación de esta manera tan burda y tan poco rigurosa me parece ofensivo y poco respetuoso. También en eso deberíamos dar ejemplo quienes nos dedicamos a esta tarea. Los alumnos y las alumnas no solo aprender DE sus profesores, aprenden también A sus profesores.
Gracias por lectura del artículo y por tu comentario.
Un cordial saludo.
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