Un alumno toma palabra

19 Sep

Siempre me ha parecido fundamental la participación de los alumnos en la dinámica del aula y en la gestión de la escuela. Pocas veces he visto auténticos procesos de participación en las cuestiones nucleares de la organización, de la convivencia y del aprendizaje. Se ha entendido que todo lo que pensamos, hacemos y  decimos los docentes tiene como único e indiscutible fin el bien del alumnado. Sin consulta, sin duda, sin admitir la posibilidad de error. Ellos y ellas tienen que ser disciplinados, obedientes y aplicados.

Dice Holderlin que los educadores forman a sus educandos como los océanos forman a los continentes: retirándose. Si las aguas no retroceden, no hay continente. La tentación es anegarlos. La tentación es pensar por ellos, decidir por ellos y responsabilizarse por ellos y por ellas. Con lo cual acaban por no pensar, por no decidir, por no responsabilizarse. Lo que nos dicen los alumnos a los docentes y los hijos a los padres es lo siguiente: ayúdame a hacerlo solo. Y ahí está la dificultad. Cuál es el ritmo y cuál es  el grado progresivo de la autonomía. Y cuáles son los riesgos mínimos razonables.

Pocas veces hemos preguntado a los alumnos y a las alumnas lo que piensan, lo que sienten y lo que quieren. Ellos y ellas tienen que escuchar, preguntar, estudiar, callar, comportarse  y examinarse.

La Editorial Homo Sapiens de Rosario (Argentina), en la que he ido publicando algunos libros durante casi veinte años, me acaba de enviar una recentísima obra de su fondo, aparecida en el mes de julio de 2020.

 Se trata de un interesante libro titulado “Critica a la Escuela Media. Reflexiones de un egresado”, escrito por Ezequiel Vasen,  un alumno que finalizó los estudios en 2017 en un centro de la capital bonaerense. Tiene ahora 20 años. Actualmente estudia filosofía y comunicación social, ambas en la Universidad de Buenos Aires (UBA).

No es frecuente este hecho. Porque solemos escribir los profesores y las profesoras. Los que supuestamente sabemos y tenemos experiencia de lo que son y necesitan los alumnos y alumnas. Y de alguna manera parece lógico que sea así. Pero, en este caso, ha sido un alumno el que ha decidido escribir. Y la editorial, acertadamente, ha liberado su voz.

El libro se lee de un tirón. Al menos, eso ha sucedido en mi caso.  Son 177 páginas vibrantes, nacidas no solo de la experiencia del autor sino de sorprendentes referencias intelectuales. Resulta llamativa la contundencia del texto. Resulta inquietante y, a mi juicio, aleccionadora la crítica que hace al sistema  educativo y, en concreto, a la enseñanza media que es, otra vez a mi juicio, la etapa más necesita revisión.

Frente a tantas obras escritas por docentes, hay que dar la bienvenida a una obra escrita por un alumno que se muestra muy crítico con el sistema de enseñanza. Creo que nos vendría muy bien a quienes enseñamos, detenernos un poquito, leer con humildad y calma el libro de Ezequiel y ponernos a ver la realidad desde su perspectiva. Nos vendría muy bien a los docentes ver nuestra experiencia a través de la mirada de los alumnos y de las alumnas. Ahora lo podemos hacer a través de este libro, pero podemos arbitrar estrategias para hacerlo de forma cotidiana en las aulas y en los institutos.

Algunos  epígrafes pueden dar una idea del contenido de la obra: Grilletes silábicos; La profanación del aula; Anacronismo; Crisis de autoridad; Destitución del tiempo; Pedagogía del oprimido; Pedagogía del aburrido; Retrógrados; El maestro ignorante; Flipped clasroom;  Exámenes, exámenes, exámenes, exámenes, exámenes; Náuseas; Aburrimiento; (Des)orientación vocacional; Eutanasia institucional…

Citaré algunos párrafos a modo de ejemplo del espíritu que recorre toda la obra:

 Sorprende la contundencia de las dos primeras líneas: “Todo problema educativo es un problema pedagógico y, por tanto, un problema político.

Cierra la introducción diciendo: “Las reformas podrían consultar a aquellos que las padecen; la pregunta y la escucha son las vías para una virtual restitución de la voz”.

El libro está lleno de preguntas sustanciales desde las primeras páginas:

¿Por qué tiene que ser así? ¿No puede ser todo de otra manera? ¿Se puede pensar en una escuela en la  que el ser se realice y no esclavice a sí mismo, en la cual el alma no esclavice al cuerpo, en la cual el individuo deje de ser amo y esclavo de sí? Un escuela en la que los sujetos luchen contra si mismos por su libertad… Pero, sobre todo y particularmente en la cuestión que nos trajo hasta aquí, ¿es posible una educación sin adoctrinamiento? ”.

Citaré finalmente un párrafo del epígrafe Eutanasia institucional:

“¿Qué hacer con la escuela? Tres opciones: dejar obrar al verdugo y adaptarnos; o resistir, ya sea en un ciclo de educción virtuosa con una reforma permanente, ya sea destruyendo las instituciones, martillando sus paredes para construir senderos direccionales por el lenguaje de una búsqueda”

Tiene otra característica este libro. Está bien escrito. Utiliza referencias oportunas e interesantes, tiene una buena estructura y está inspirado por un  valiente y espero que eficaz empeño: provocar una reflexión que nos lleve a un profundo cambio de rumbo. Porque lo que hace es una enmienda a la totalidad. Pero no al estilo de lIvan Illich, en su “La sociedad desescolarizada”. Aquí se proponen caminos y se hacen propuestas.

La obra de Ezequiel Vasen contiene críticas duras pero también propuestas coherentes con la tesis radical del libro. No es un libro demoledor, es un libro constructivo.

Bien sé que no es fácil liberar la voz de los alumnos y de las alumnas en condiciones de libertad. ¿Pueden decir realmente lo que piensan? Alguna vez he citado aquella recomendación de un empresario: A mí me gusta que mis trabajadores me digan la verdad, aunque eso les cueste el puesto. Y he contado la anécdota de aquel otro que invitó a sus trabajadores a una cena de fraternidad. En los postres se puso de pie y pronunció un discurso. En un momento del mismo contó un chiste. Se rieron todos los trabajadores estrepitosamente menos uno que se quedó impasible. El empresario, que sabía muy bien que era no era sordo, le interpeló:

– A usted no le ha hecho ninguna gracias el chiste que acabo de contar?

El trabajador respondió:

– Mire usted, a mí me ha hecho la misma gracia que a todos los demás, pero yo me jubilo mañana.

Creo que si contásemos más con los alumnos y las alumnas a la hora de planificar, desarrollar y evaluar el curriculum de la escuela, nos iría mucho mejor no solo a ellos sino también a los profesores y las profesoras. Es preciso conocer quiénes son, cómo son, qué  piensan, qué sienten y qué quieren los alumnos y las alumnas.  Decía un pedagogo italiano: Para enseñar latín a John, más importante que conocer latín, es conocer a John.

Para que esta participación se produzca hace falta una concepción ambiciosa y comprometida de la institución, una voluntad de transformación y de mejora y, también, unas estructuras que la hagan no solo posible sino fácil, casi inevitable.

MI amigo Francesco Tonucci me dijo en cierta ocasión que las escuelas son instituciones ilegales. Ante mi curiosidad y extrañeza, contestó: existe una ley que obliga a que se consulte a los niños y a las niñas sobre aquellas cuestiones que les conciernen. Y vaya si la escuela les concierne.

12 respuestas a «Un alumno toma palabra»

  1. Profesor, buenas noches desde Chile

    Me sorprende positivamente leer esta publicación, ya que justamente estuve pensando en ello estos días ¿cómo conseguir que los niños y niñas quieran contarnos lo que más anhelan de la escuela? Estoy cursando el Diplomado de Educación Emocional de la Fundación Liderazgo Chile y tenemos clases con usted mañana (hoy en España), la semana pasada en la clase usted habló sobre Educar con (y desde) el corazón y estoy muy de acuerdo, aunque se debe reconocer uno de los grandes problemas que existe para ello y es que muchos de los corazones docentes se encuentran sumidos en un ego que va más allá del entendimiento racional, además del cansancio que tienen por la situación actual a nivel mundial.

    Le menciono estas dos situaciones, ya que lo he visto y leído desde cerca, docentes cansados que no desean reflexionar sobre su labor o que les importa más a ellos ser escuchados que escuchar a esas estrellas que están dentro de los estudiantes ¿qué recomendaría usted para llegar al corazón de esos docentes?

    Un saludo fraterno
    Muchas gracias!

  2. Querido Miguel Ángel!
    Hoy nos llevas al corazón de la escuela, a sus verdaderos protagonistas!!
    Dar Voz a los sin voz..
    Qué necesario, conveniente y difícil a la vez.
    Cómo romper miedos..?
    Como abandonar rutinas..?
    Nos hace falta un master de Valentia y humildad.
    Pero se puede y se da;
    (tengo la suerte de compartir Tertulia pedagógica los jueves, con dos compis que sus tesis doctorales se centran en su trabajo diario dando voz al alumnado a través de las Asambleas de aula y el banco de resolución de conflictos.)
    Gracias por recomendarnos el libro de Ezequiel que nos hará reflexionar y actuar..por cierto AC (antes del covid) no se les escuchaba. pero ahora, DC tampoco.
    La vuelta a las aulas en tiempos de covid sigue resonando el silencio de los sin voz… Tenemos otra oportunidad para escucharles.
    Bueno Magister, aunque si creo que Illich ofrece propuestas educativas… en un plano de educación no formal…lo comentaremos en una cena celebrando la vacuna del covid.
    Un súper abrazo, por ahora virtual, para Carla, Lourdes y a tú mismidad. Cuídate que te queremos un montón!

  3. Querido Miguel Ángel, saber escuchar a los demás en cualquier campo de la vida, como seres sociales que somos, es algo indispensable.
    ¿Qué ocurre con frecuencias? Creo que no escuchamos, como mucho oímos y mientras oímos vamos preparando la contrarespuesta. Creo que eso no es escuchar. Escuchar es meterse en el alma del otro.
    Hay cosas que son muy difíciles de cambiar porque llevan años y años siendo de la misma manera y no nos cuestionamos otras mejores. Tenemos muy interiorizado lo que es el jefe, el director, la autoridad, el técnico, el profesor. En el pensar colectivo son los que ejercen la autoridad, no se les discute. En los ejércitos eso está llevado hasta el extremo porque una cosa extrema es obedecer hasta perder la vida.
    Hay muchas cosas que están cambiando en nuestro mundo, y muchas para bien.
    La educación debe ser vanguardista. En el tema de esta semana estoy muy de acuerdo en que hay que escuchar a los alumnos, de lo contrario ocurrirá lo que un profeso que tuve nos dijo mil veces: ” Vox clamantis in desertó.” Y es que nosotros estábamos a otra onda.
    Como siempre nos has interpelado a todos, a los educadores y a los padres, que son los primeros e importantes educadores. También debemos preguntar y escuchar a los hijos.
    Gracias por todo. Un abrazo y saludos a todos.

  4. Querido Maestro!
    Muy novedoso y sustancial el comentario de hoy.
    Es muy importante dar voz y escuchar a los educandos para que sea todo más prometedor, más natural y más sano.
    Ellos ven las cosas desde otro punto de vista que no llegamos a ver los educadores.
    Yo he tenido toda clase de experiencias en mi trayectoria profesional y ahora las tengo en mi experiencia de vida.
    La implicacion de cada uno en querer cambiar las cosas para mejorar depende de la conciencia individual y colectiva, de las formas de ser y de comportarse, de el lugar y la perspectiva en que estés situado.
    Ahora estoy metida en un laberinto de emociones que me llevan aún entramado de preguntas sin respuestas que hacen tambalear mi mundo.
    ¿Por qué a mi me toca la responsabilidad de resolver tantos enigmas?
    ¿Por qué según estés o no en algún lugar privilegiado te hace ser y ver los asuntos diferentes?
    ¿Por qué llevo toda la vida resolviendo problemas?
    ¿Por qué la avaricia y el egoísmo perpetúan la malignidad en los seres humanos?
    Seguiría haciendo preguntas pero no quiero aburrir a la gente.
    Hay una frase que dice que la realidad supera a la ficción.
    ¡Yo la suscribo!
    En la escuela como en la vida hay víctimas y verdugos.
    Las víctimas viven en las más oscuras de las tinieblas deseando que alguien se acuerde de ellas para poder expresar y manifestar sus sentimientos.
    ¡Pero no tenemos tiempo !
    Me parece impresionante que un alumno levante la voz y de manera magistral, según usted, escriba un libro y haga replantearse a los educadores numerosas ideas obsoletas y preconcebidas.
    La sociedad evolucionara de eso estoy segura. Si no nos cambia el tiempo nos cambiará las circunstancias.

    Parece ser que el otoño asoma y está ya a la vuelta de la esquina.
    ¡Disfruten de ello!
    Sin nada más por hoy me despido con un abrazo generoso de cariño.

  5. Hola Miguel Ángel.

    Cuando el profesorado imparte o transmite sus conocimientos a su alumnado y adopta el papel protagonista del proceso de enseñanza es posible que con ello trate de ganar tiempo. Tiempo que el alumnado perdería si tuviera que descubrir el conocimiento por sí mismo. De la misma forma quizás al monopolizar este proceso piense que con ello se evitan distracciones en aspectos superfluos y se centre el aprendizaje en lo que realmente debe interesar a su alumnado. ¿Qué pueden saber ellos de los contenidos o de lo que les interesan? podrían decir…

    En cuanto a los que piensan en el ganar tiempo, es muy posible que causen el efecto contrario, es decir, que lo pierdan. No hay mayor pérdida de tiempo que dar una clase en donde tu alumnado se desconecta… Porque sin motivación ni interés no cabe aprendizaje. El que no quiere escuchar o ver no la hará por mucho que insista su profesor/a. Difícilmente un sordo escuche por muy alto que le hablemos, o que un ciego vea, aunque aumentemos la intensidad de la luz de la habitación…

    Por ganar tiempo la tortilla de patatas se puede quedar cruda, las tostadas se quemen o las lentejas se peguen… En educación hay que cocinar a fuego lento… Ello conlleva implicar al alumnado en su propio proceso de enseñanza y aprendizaje. Hay que escuchar al alumnado para detectar intereses y reconducir los aprendizajes, hay que dar protagonismo a una enseñanza activa, al descubrimiento, a la cooperación, al movimiento, a la interrelación, a la creatividad,… Es así como aprende un niño o niña del siglo XXI, no sentado en el pupitre y escuchando de forma pasiva las clases magistrales de su profesor/a.

    El alumnado toma la palabra en casa, allí pone a cada uno de sus profesores y profesoras en su sitio. Va siendo hora de que también tome la palabra en el colegio, aunque no nos guste lo que nos dicen.

    Un abrazo.

  6. Si el alumnado tomara la palabra sin miedo a ser cuestionado y se le escuchara de verdad, provocaría “un efecto mariposa” cuyo aleteo de sus alas , se podría sentir al otro lado del mundo»
    Cuando se le da la palabra al alumnado, sus ojos se abren y sonríen, deseosos de expresar todas sus dudas, incertidumbres, ideas, propuestas, soluciones y problemas. He comprobado que en la etapa de Infantil y con las asambleas esto ocurre muy a menudo, pero a medida que avanzan en edad y cursos, prefieren hacerlo entre ellos/as y bajito para que no sean escuchados por los adultos. Deberíamos reflexionar si educamos para el silencio o para formar personas críticas, porque para esto último es necesario que tomen la palabra y mucho.
    Existía un programa “Todo tiene arreglo”, donde niños y niñas debatían y daban consejos a lo que los adultos considerábamos grandes problemas (la pobreza, la libertad, las drogas …) y ellos daban soluciones propias de personas grandes. Siempre soñé, como alumna, que la Escuela me diera la confianza suficiente para pensar que todo tiene arreglo, al menos que hay soluciones para afrontar determinados retos, problemáticas. Estuve en muchas escuelas ( Andalucía, Cataluña, Aragón…) y siempre vivencié la Escuela desde el silencio y desde la respuesta correcta “si no vas a contestar bien a lo que te pregunto, mejor que te calles y no hagas perder el tiempo”.
    ¡Qué interesante el libro escrito por Ezequiel y sus epígrafes: aburrimiento, pedagogía del aburrido y oprimido, retrógadas….)!. Leí hace tiempo un artículo de Ángeles Parrilla, que me encantó ¿Compañeros/as de pupitre?. Hizo una entrevista al alumnado con necesidades educativas,o más bien necesidades inclusivas, una vez que terminaron la educación obligatoria y sus respuestas fueron emocionantes y daban con sus testimonios pinceladas de por dónde empezar: ESCUCHANDO:“Nunca me sentí una más en la clase. Entraba y salía de allí como quien entra en una casa de otros. (Luisa, 22 años.)
    Como tu bien dices en el artículo, la Escuela es ilegal. Lo dice la propia convención de los Derechos de los niños/as, que estipula que tienen derechos porque son ciudadanos de hoy. Tonucci escribe de la necesidad de escucharlos y nos dice que “Los niños y niñas han desaparecido de las ciudades” y yo añadiría también de las Escuelas. “Los adultos hemos hecho una ciudad (y Escuelas) para nosotros, en la que los niños, han desaparecido. -¿Eso es debido a que no los consideramos como ciudadanos del presente sino del futuro? Esta idea de ciudadanos del mañana es muy conservadora porque significa que van a ser como nosotros. Si yo, que soy parte del pasado, me pongo como modelo del futuro, significa que no quiero cambiar nada. Aceptar a los niños como ciudadanos de hoy, escucharles y tener en cuenta lo que piden, significa aceptar la diversidad y los conflictos que eso conlleva” (Tonucci). Sueño y trabajo por una ESCUELA para los niños y niñas.
    Muchas Gracias Miguel Ángel me ha emocionado el artículo.

  7. Buena tarde desde México.
    Que interesante obra nos acaba de presentar y que maravillo que una persona a tan corta edad nos haga reflexionar tanto en el hecho educativo. Muchas veces pensamos que como maestros tenemos que seguir volteando hacia arriba en busca de referentes para seguir aprendiendo, pero no nos damos cuenta que nuestros principales referentes los tenemos en nuestras narices y son por supuesto nuestros alumnos. Monereo cuando menciona la construcción de ambientes de aprendizaje, establece el lazo de humildad que debe tener un maestro ante sus alumnos y dice que tenemos que aceptar que no lo sabemos todo y que nuestros estudiantes nos enseñan mucho. El docente que entra al aula con la idea de que lo sabe todo y que piensa que sus alumnos no le enseñarán nada, no es para nada un buen maestro. Hace tiempo hicimos un estudio sobre el desempeño de los maestros de las Escuelas Normales desde la opinión de los alumnos y nos topamos con muy buenas ideas para mejorar los procesos. Los alumnos tienen mucho que decir, pero nos falta poner atención, porque en esas ideas muchas veces encontramos el hilo de madeja, la atlántida escondida o el mismísimo al santo grial en cuanto a la mejora de los resultados se refiere.
    Un saludo en la distancia.

  8. Buenas tardes. He intentado conseguir, haciendo el pedido correspondiente, el libro de Ezaquiel Vasen, pero el librero me ha dicho que le es imposible conseguirlo. Por un casual no sabrá cómo se puede adquirir ese libro. Le estaría, como docente en continua evolución, muy agradecida.

    • Querida Inmaculada:
      Es muy fácil.
      hay una distribuidora en Madrid que se llama Premisa.
      Pregunta por Pablo: 696798462.
      Besos y gracias por leerme.
      MÁS

    • Querida María José:
      Cuando entraba en el blog para decir que he tenido una semana casi imposible (entrega de un artículo, redacción de un prólogo, conferencias varias, intervención en el parlamento andaluz entre otras cosas…) me encuentro con tu comentario sobre mi ausencia en las contestaciones.
      Solo ha sido eso. Espero que la próxima semana disminuya la presión.
      Besos.
      MAS
      Tu comentario, excelente como siempre.

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