Lo que hacemos mal en educación

14 Sep

 

La Editorial Octaedro acaba de publicar  (julio, 2019) un libro titulado “¿Qué hacemos mal en la educación?”. Lo coordinan los profesores Agustín de la Herrán, Javier M. Valle y José Luis Villena. A mí me encargaron un capítulo que titulé así: “Errores a troche y moche en la evaluación educativa”.

La estructura de la obra se ocupa de diferentes parcelas de la educación sobre las que diversos autores reflexionamos de forma crítica (mejor sería decir autocrítica), explorando las dimensiones defectuosas detectadas en las prácticas, sean éstas de aula, de las instituciones o de las políticas educativas.

Son trece los capítulos que configuran el libro, que roza las 400 páginas (399, exactamente): implantación de políticas educativas supranacionales, políticas educativas sobre el profesorado, curriculo escolar, educación de la sexualidad, uso de las TIC en las escuelas, evaluación, universidad, educación bilingüe, inclusión, educación social, investigación educativa, pedagogía y educación. Podrían ser otros los núcleos elegidos, podrían ser más. Muchos de ellos se entrecruzan, como es obvio. Creo que son suficientes para alimentar la reflexión e invitar al análisis crítico y a la mejora.

Quiero compartir con los lectores y lectoras algunas ideas que reflejan, a mi juicio, el espíritu y sentido de la obra.

Hace algunos años me pidieron que participase en un Congreso de Médicos que se iba a celebrar en Marbella. Un Congreso peculiar. Porque los Congresos de medicina, como casi todos los Congresos, suelen celebrarse a la luz de los éxitos alcanzados, de los hallazgos conseguidos. Éste, tan atípico como valiente, pretendía estudiar los fracasos de la medicina, los errores de diverso tiempo que llevan a desastres a veces irreparables. Deseaba consagrar el error como una forma de aprendizaje y de mejora profesional. Me encargaron la ponencia inaugural que titulé así: “La fertilidad del error”.

Entonces pensé que nunca se habia hecho algo similar en el campo de la educación. Y que sería necesaro hacerse muchas  preguntas críticas. Cuando recibí el encargo de participar en este libro sobre los errores que cometemos en educación, pensé que había llegado el momento de hacer algo similar a aquel Congreso, algo fructìfero (en formato libro ahora) que nos condujese a la necesaria actitud humilde con la que se debe afrontar la enseñanza y que, a la vez, nos pusiese en el camino de la mejora.

Reproduzco algunos párrafos de aquella intervención porque vienen como anillo al dedo.

“(…) En este Congreso, vamos a reflexionar sobre los fracasos como una estrategia de aprendizaje. Muchos de esos fracasos se apoyan en gravísimos errores. Algunos de ellos de consecuencias irreparables. Han muerto pacientes  a causa de errores de los profesionales de la salud. Otros han empeorado. Algunos se han quedado como estaban después de realizar  extremos sacrificios.

El catálogo de errores no tiene límites. Hay errores de conocimiento, de diagnóstico, de memoria, de habilidad, de voluntad, de coordinación, de estrategia, de organización, de orden… Hay errores individuales y colectivos. Hay errores reiterados y errores únicos. Ninguno intencionado, quizás, pero alguno fatal… A través de ellos, la ciencia puede avanzar, las instituciones aprender y los profesionales mejorar la práctica. Además, los médicos pueden, reconociendo los errores, hacerse más humildes y prudentes. Más sabios. Me decía José Luis Pinillos, famoso e imprescindible psicólogo español, ante una taza de café:

  • Desde el día en que me convencí de verdad de que no era Dios, se me solucionaron casi todos los problemas. Porque antes no podía cometer errores, no podía tener fallos, no podía aceptar desafecciones.

Aprender es arriesgarse a errar. El que nunca se equivoca es el que no hace nada. Lo decía lapidariamente Théodore de Banville: «Los que no hacen nada, nunca yerran». No hay mayor equivocación que pretender evitar cualquier equivocación. El temor a equivocarse puede resultar paralizante.

Hace ya más de cincuenta años decía Gaston Bachelard que «se conoce en contra de un conocimiento, destruyendo conocimientos mal hechos, superando lo que en la mente hace de obstáculo». Viene a decir que no hay verdad sin error rectificado.

Hace tiempo leí un pequeño libro de Jean Pierre Astolfi titulado «El error, un medio para enseñar». Dice el autor que si analizamos el error podemos comprender qué obstáculos existen para el aprendizaje. Por eso, el profesor puede decir a los alumnos: «Vuestros errores me interesan». El error es un indicador de procesos. Los errores no son fallos condenables sino ocasiones para identificar los obstáculos.

Hay que explorar en el contenido del error, en su naturaleza. No basta detectarlo. Es preciso ponerse de acuerdo en lo que vamos a considerar un error, descubrirlo y analizarlo con precisión. Y luego ver cómo y por qué se produce. Finalmente, hay que aprender del error.

Umberto Eco habla de la fertilidad del error, de las posibilidades educativas de las equivocaciones y de los fallos. Reflexionar sobre ellos es un instrumento para la enseñanza y para el aprendizaje de los profesores.

Lo pernicioso del error no es haberlo cometido sino obstinarse en él, aferrarse a él como si la rectificación fuese humillante. Lo pernicioso del error es despreciarse por haberlo cometido. Hay quien no se perdona haber incurrido en un error. Es inadmisible para su autoestima. Esa es la gran equivocación.

Me gustará comprobar qué líderes políticos reconocen algún error en público. Si rectificar es de sabios, ¿tendremos muchos políticos entre ellos? Precisamente ellos, que podrían sentirse felices con las palabras de John Kenneth Galbraith: «Aunque todo lo demás nos falle, siempre podremos asegurarnos la inmortalidad cometiendo algún error espectacular». Además, aprenderíamos del error de forma gratuita. Es buen maestro (…)”.

No hacerse nunca preguntas o hacerlas pero responderlas de manera interesada y poco rigurosa es el origen de la instalación en las rutinas y en el error. Téngase en cuenta que la enseñanza es una de las pocas profesiones en las que es muy fácil atribuir a otros el propio fracaso. Los alumnos fracasan porque son torpes, perezosos, distraídos, revoltosos, poco esforzados… Las instituciones educativas fracasan porque los políticos promulgan leyes estúpidas y recortan de forma irresponsable los presupuestos, el sistema educativo obtiene malos resultados en PISA porque los profesores están mal formados y porque las familias tienen un nivel sociocultural  desastroso…

 

El error reiterado, reconocido y nunca corregido constituye una calamidad profesional. Es empecinarse en la incompetencia o, lo que es peor, en la perversidad. Para que el error sea beneficioso son necesarias algunas exigencias:

  • Estar en una actitud abierta, humilde y atenta para reconocer cuando y dónde se ha producido una limitación, un error, un fallo.
  • Estudiar cuál ha sido el origen del mismo. No es lo mismo un error causado por la incompetencia, que otro que tiene su oirigen en la falta de esfuerzo o de interés.
  • En tercer lugar, es preciso asumir humildemente el fallo, de manera que no sigamos achacando a los demás las deficiencias desde una posición autosuficiente.
  • En cuarto lugar, es necesario poner en acción aquellos medios y cambios que son necesarios para que el error no vuelva a repetirse.
  • En quinto lugar, es conveniente evaluar la situación para comprobar que las iniciativas que se han llevado a cabo han producido el efecto deseado.

De nada sirve confeccionar un catálogo de errores si no hacemos nada para remediarlos. Resulta masoquista regodearse en los fallos y en las limitaciones como si hubiéramos sido deslumbrados por un hechizo pesimisa. Lo importante de la autocrítica y de la apertura a la crítica es avivar la reflexion y espolear el compromiso.

No se hace todo mal. No. Se hacen muchas cosas bien. Se conciben bien, se hacen bien, se tratan de hacer mejor. No es muy sensato ver solo los agujeros en el queso. Pero no podemos olvidarnos de que existen. No se trata de fustigarnos inútilemente. Se trara de ver lo que estamos haciendo mal para poder mejorarlo.

Este libro puede ser una cura de humildad, tan necesaria para algunos profesionales. Una cura que nos haga poner los pies en la tierra y reflexionar con rigor y responsabilidad sobre aquello que hacemos y dejamos de hacer con el fin de mejorarlo. Bienvenido sea.

 

35 respuestas a «Lo que hacemos mal en educación»

  1. Estimados lectores y lectoras:
    Ha habido un problema en la publicación del comentario de hoy. Como cada semana, programo la aparición del artículo a las 2 de la madrugada del sábado.
    Algún error desprogramó la edición, de modo que no se ha podido leer el artículo hasta las doce de la mañana.
    Alguien me ha escrito para preguntarme: ¿estás bien? Ha pensado que, al no poder leer el artículo a primeras horas, no había podido escribir este sábado.
    Un error que se presenta, precisamente, en una ocasión en la que hablo de los errores. Curiosa coincidencia.
    Un cordial saludo.
    MÁS

  2. Querido Maestro!
    Si de errores se trata yo soy la reina del error, alumna de la intuición y la profesora de las posibles soluciones y de la búsqueda de las mejores.
    Mi vida ha estado siempre enmarcada por la disyuntiva de errar y solucionar.
    He metido la pata muchas veces, algunas por mi profunda inocencia, otras por creer que las personas son iguales que yo, también por confiar en quien no merece confianza, otras por pensar que la familia no te puede engañar ni clavarte cuchillos por la espalda.
    Todo eso me ha hecho más buena persona, mucho más intuitiva , he creído más en caminar por el camino correcto y aprender de los errores.
    De todos esos fallos he salido tremendamente preparada para afrontar la adversidad con criterios de superación.
    No hay nada que te enseñe más y te ayude a salir adelante que los propios errores.
    Me he convertido en una persona más inteligente, más audaz, más perspicaz, que consigue ver cuando la van a engañar.
    Nada me va a cambiar, querido Maestro, todo lo malo me lleva a creer que algo bueno vendrá después.
    Y como usted dice a veces dos signos menos se convierten en un más.
    No puedo saber porqué pero los errores de mi vida me han hecho ser quien soy y eso es digno de agradecer.
    Así que venga lo que venga tendré la capacidad de afrontarlo con humildad, sensatez, paciencia, esfuerzo, voluntad y creencia en mí.
    Gracias por las bellas aportaciones de sus comentarios.
    Espero que la desenfrenada lluvia que está callendo no cause más estragos.
    Sin más me despido de todos y deseo que el sol salga después de esta tormenta.
    Abrazos!

    • Querida Loly:
      Hoy has abierto tú los comentarios. Ya he contado el problema que, por causas que desconozco, se ha producido. Se desprogramó solito el artículo y cuál no fue muy sorpresa cuando, por la mañana, entré en el blog y comprobé que no aparecía. Solucioné el problema a las 12 de la mañana.
      Gracias por ofrecernos el testimonio de tu experiencia. Has vivido errores propios y daños ajenos. Algunos, por lo que dices, inesperados y muy dolorosos.
      Pero has sabido remontar y esos errores se han convertido en alas que te permiten volar hoy libre y felizmente.
      Otros caen bajo el peso de esos errores.
      Incluso alguno hace de un signo más dos signos menos.
      Esta noche ha habido sobre nuestra casa una enorme tormenta. Pequeñas humedades. Y ya está.
      A ver si si esta «gota fría» se hace templada o caliente. Qué pena tantas familias afectadas tantos bienes destruidos.
      Besos.
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  3. Buenas Magister!
    Uff, casi cometo el error de no leerte este domingo.
    Buen tema para compartir en el equipo y hacernos reflexionar para actuar. Gracias
    Leer pausadamente un MÀS es un chute positivo y recomendable para nuestras neuronas, oxitocinas en estado puro, como se agradece.
    Un fuerte abrazo

    • Querido Miguel:
      Sí, es un tema que puede aplicarse a todas las parcelas del sistema educativo, también a la participación colegiada e individual de las familias.
      Lo que es un chute es tener lectores como tú: atentos, comprometidos, empíricos…
      Un gran abrazo gracias por leer y por comentar.
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  4. Hola Miguel Ángel.

    Poco más se me ocurre decir sobre lo que has argumentado. Por eso voy a jugar con las palabras que acompañan a la imagen que ilustra tu entrada de esta semana, y con ello tratar de darle colorido a los comentarios (si es que puedo)…

    Errar y herrar son términos homófonos, y aunque de significado distinto le encuentro cierta relación… Errar supone equivocarse, herrar equivale a «clavar y ajustar las herraduras a los caballos y otros animales en los cascos de las patas». Recuerdo que la frase de la imagen dice que: «No cargues el peso de tus errores (de errar) sobre tu espalda, mejor colócalos bajo tus pies y utilizalos como peldaño en tu camino». Curioso que las herraduras (vienen de herrar) se sitúen bajo los pies de los equinos para permitir un mayor agarre y hacer un mayor y mejor camino.

    Pero se me ocurre otro paralelismo, cuando uno yerra le llaman burro, y a los burros se le hierra.

    Tomemos como más beneficioso para acción educativa el primer paralelismo que el segundo. En primero implica motivación y el segundo reproche. La educación discurre mejor a través de la motivación y el refuerzo positivo que no desde la humillación o el castigo.

    Nuen finde a todos y todas….

    • Querido Juan Carlos:
      Ingeniosos juegos de palabras.
      Es bueno sacarle partido al diccionario con inteligencia y buen sentido.
      Yo también me apunto al refuerzo positivo. Todos estamos hechos de la misma pasta y creo que todo preferimos un elogio a un reproche.
      Un cordial saludo.
      Buen domingo.
      MÁS

  5. Creo, Miguel Ángel, que libros como este que llevar por título ‘¿Qué estamos haciendo mal en la educación?’ son totalmente necesarios, puesto que no abordar críticamente los males que afectan a nuestro trabajo lo que hace es contribuir a que el ‘currículum oculto’ vaya engrosándose y los males se enquisten, con la dificultad que conlleva el que no se mejore, individual y colectivamente, una actividad tan compleja como es la enseñanza-educación.

    Solicitaré un par de ejemplares para que los tengamos en el Departamento y lo leeré con toda atención. Ya es garantía suficiente que tú participes en él con un artículo.
    Puesto que, como muchas veces he manifestado en este blog, mi ámbito de trabajo es la Universidad, no quisiera dejar de citar un problema bastante extendido y que supone un gran desaliento.

    El otro día estuve hablando con un gran amigo, al que tú conoces, catedrático de Psicología y que, sin lugar a dudas, es el mayor especialista de Lev S. Vygotski en nuestro país.

    Pues bien, animado por compañeros de su Facultad que le aprecian y que desean tenerlo por la enorme formación que posee, solicitó tras jubilarse a los 70 años continuar como profesor emérito.

    ¿Respuesta? Le fue denegada por la Agencia de Evaluación la petición en una hoja con cuatro líneas manuscritas indicándole que no tenía requisitos suficientes para la concesión.

    Hablé largo y tendido de un cáncer que existe en las instituciones académicas: la envidia. Finalmente, le dije que lo mejor podría hacer era enmarcar la hoja en la que se le denegaba esa función a la que generosamente quería contribuir, puesto que en su Universidad ser ‘emérito’ no conlleva ninguna retribución.

    En fin, que, hay situaciones que te hacen pensar que las ‘miserias’ que no se hacen públicas o visibles en esta vetusta institución pueden ser de escándalo.

    • Querido Aureliano:
      Me parece estupendo que el libro esté en la biblioteca de la Facultad. Gracias.
      No puedo creer lo que nos cuentas.
      Parece mentira que se le pueda negar la continuidad a una persona que, GENEROSAMENTE, quiere seguir.
      Yo no lo atribuyo tanto a la envidia como a la torpeza.
      Y esa explicación en cuatro líneas me parece una falta de respeto. Siempre lo he dicho: no se puede solicitar algo con un trabajo tan enorme y ser contestado de una manera tan displicente.
      Tú sugerencia de enmarcar esa respuesta me parece una respuesta eficaz a la estupidez humana.
      Un abrazo.
      Gracias por estar siempre ahí.
      MÁS

  6. A mi modo de ver magnífico artículo. Me parece inimaginable que haya gente que se considere infalible, libre de cometer errores, equivocaciones. Este endiosamiento parece solo privilegio, por cierto de los que más errores cometen, de los políticos. Aceptar sus errores, para algunos, parece como si les arrancarán la piel.
    El error, la equivocación es algo totalmente humano y no creo que haya persona que se libre, en mayor o menor medida de ellos.
    El error es fuente de progreso, la ciencia avanza por ensayo error. Lo triste y malo es cuando no se reflexiona sobre el error y se tropieza una y otra vez sobre la misma piedra. La necedad también es humana.
    No se suelen plantear reuniones para hablar de errores, pero en cualquier reunión que se buscan mejoras, en el fondo se está aceptando que hay cosas que no se hacen correctamente, es decir, se cometen errores.
    Personalmente sé que he cometido y cometo muchos errores que he tratado y trató de evitar y también creo que algunos aciertos. En fin, soy humano.
    Un afectuoso saludo, Miguel Ángel, extensible a todos los lectores.

    • Querido Joaquín:
      Yo creo que, teóricamente, todos reconocemos que cometemos errores.El problema es que esa aceptación teórica no se convierte en transformación y mejora de la práctica.
      También me preocupa la facilidad que tenemos de detectar los errores que otros comenten. Mirar para otro lado es una forma de no poner en cuestión lo que uno hace.
      Así, los alumnos echan la culpa de su fracaso a la incompetencia de los profesores, los profesores piensan que los alumnos son torpes y vagos, los padres achacan los males a la escuela y los ciudadanos a los políticos de la educación..
      Me parece importante hacer autocrítica y, al mismo tiempo, abrirse humildemente a la crítica.
      Un gran abrazo.
      Y gracias.
      MÁS

  7. Querido Miguel Ángel:

    Eran las seis de la mañana del Sábado cuando me di una vuelta por el barrio con ánimo de charlar un poquito. Ante lo que me encontré, pensé lo mismo que tu comentas en tu primera intervención.

    Me gustan mucho todos los comentarios de mis vecinos y también, por supuesto, todo lo que dices en el artículo.

    Para mí, todo lo que rodea al error es clave en el proceso de enseñanza y aprendizaje.

    Una de las cosas en las que pienso es en lo estúpidos e insoportables (incluso dictadores o inquisidores) que nos convertimos ante el error o el fallo del otro cuando actuamos como enseñantes, se sea profesional o no. Recordemos que todos tenemos algo que enseñar y mucho que aprender.

    Recuerdo que Aureliano utilizaba, no hace mucho, la palabra paciencia. Y otra que se menciona más de una vez en tu artículo es humildad. Si le unimos amor ( ), tenemos un buen principio para poder empezar a aprender a enseñar.

    (CONTINUARÁ).

    • Querido José Antonio:
      Siempre me gusta verte por el barrio, pero no esperaba que te pasearas por él a las 6 de la mañana.
      Decía Manuel Alcántara que el amanecer es un espectáculo maravilloso pero que sucede a unas horas intempestivas.
      Me ha gustado verte por aquí, digo, y prometer que volverás a hacerlo. Me ha gustado, en efecto, ese «continuará».
      Esos tres ingredientes (amor+humildad+paciencia) son indispensables no solo para hacer un buen trabajo en la enseñanza. Son indispensables para poder MEJORARLO.
      Un gran abrazo.
      Y gracias por tus paseos por el Adarve.

  8. Hacemos cosas más porque no somos perfectos. Y, a veces nos falta la formación necesaria. Tendríamos que ser más competentes. A todo esto se añade, en otras ocasiones, la pereza, la falta de voluntad o la desidia.
    No basta reconocer los errores. Hay que ir a la causa y tratar de evitarlas. De lo contrario enteraríamos en un ejercicio de hipocresía completamente estéril.
    Saludos.

    • Querida Marina:
      Ahí estile problema. En las causas. En mi capítulo del libro ¿Qué hacemos mal en la educación? dedico la parte más importante a las CAUSAS. ¿De dónde nacen los errores? Porque solo conociéndolas analizándolas se puede poner remedio a los males.
      Hay que partir del reconocimiento del error, pero no quedarse ahí. De lo contrario, como dices, solo estaríamos cutivando una actitud hipócrita o un sentimiento masoquista. Pero todo seguiría igual.
      Gracias por tu aportación.
      Saludos.
      MÁS

  9. Seré muy breve: ¿Incluyes, José Antonio, el sentido del humor dentro de ese conjunto de valores que describes del campo educativo: paciencia, humildad, amor; o esto lo dejamos aparte, pues utilizarlo daría lugar a que se nos desmadraran ‘las fieras’? Si la respuesta es afirmativa, ¿cómo llevarlo adelante?

    Fíjate que no te provoco, puesto que has acabado tu escrito con un ‘continuará’.

    Posdata: al igual que a Miguel Ángel no le gusta la palabra vocación (quizás le recuerde su etapa de monaguillo, por lo que la relaciona con el campo religioso), a mí me sucede lo mismo con la de ‘humildad’ que no logro separarla del ‘olor a incienso’.

    ¡Ah! Y lo de amor tiene mucha enjundia, porque todo el mundo está dispuesto a amar… aunque sea al vil metal.

    • Queridos Aureliano y José Antonio:
      No voy a interferir en vuestro diálogo.
      Solo quiero deciros que acabo de comprar en el aeropuerto de Barcelona un libro que se titula «Todo el año de buen humor», de Michel Lejoeyux. Todavía no os puedo halar de él porque no he hecho nada más que comprarlo. Se subtitula «Un programa para las cuarto estaciones».
      La compra se ha debido a la importancia que concedo al sentido del humor.
      Ahí os dejo.
      Saludos desde la Ciudad Condal.
      MÁS

  10. Buenas tardes a todo el mundo.

    Esta semana me ha gustado el artículo sobremanera. Como sigan en esta onda el Sr. Guerra y su ejército de contertulios hay aquí Don Quintiliano para rato. Por cierto, para el que no guste la humildad, como así he leído por ahí, gracias a quien lo dijere, yo la trabajo y ejercito hasta grado superlativo, una prueba irrefutable, tengan en cuenta que mi verdadero tratamiento ha de ser Excmo. Sr. Don, y yo lo dejo en Don, solo. Vaya, estoy tan entusiasmado esta semana que se me va la olla y desvarío del tema. El entusiasmo no es gratuito, viene de que el artículo da cometido a mi principal obsesión en esta vida, y que tal vez sea, decir, ver, hacer ver, leer, comentar, admirar, cuan contenido escrito ha de versar sobre la “realidad de la vida”, sobre la realidad del mundo en que vivimos. Sus miserias inclusive, considerando que datos inequívocos las colocan en mayor medida y cantidad más abundantes que el buenismo. Aquí se habla de error, hombre, por fin se habla de algo casi tabú, como puede ser una negatividad del ser humano, hasta ser causa de un artículo. Esto es magnífico, vamos tomando la medida a la realidad de la vida. No sé ni cómo me vino al pensamiento desde muy joven que el triunfo a la muerte se consigue teniendo en la vida el sentido/medida/valor exacto de las situaciones; vamos, y si ya usas comportamientos y te expresas siempre con valoraciones exactas de lo que somos en realidad, puedes llegar a estar deseando morirte. Fíjate si será emocionante, o quizá importante por mera existencia, la miseria humana, que hasta el siempre ilusionado Juan Carlos hace bromas sobre colocarle una herradura, o algo similar quiere decir, creo, a medida del intelecto del errado herrado, al que no desista y aborrezca de su error; y de otra, el Sr. Lema nos anuncia que continuará, cómo no continuar lo que el error puede dar de sí.

    También se podrían escribir artículos tan valiosísimos como este sobre la envidia, el rencor, el egoísmo, el odio, y de similar calaña otros muy típicos y abundantes en las personas; que también nos ayudan a saber de la medida exacta de lo que es el ser humano.

    Enhorabuena por este su artículo, Sr. Guerra.

    Que tengan una buena tarde.

    • Excmo. Sr. Don Quintiliano:
      Había un virrey de las Indias tan humilde, tan humilde que deseaba prescindir de la mitad de su título…
      ¿Y si soy yo quien dice hoy que esos elogios son excesivos?
      Desde luego que estas postura no es nueva. Siempre he pensado y dicho en este blog y en otros momentos y lugares que sin autocrítica y sin una apertura sincera y valiente a ala crítica no había posibilidad de mejora.
      Aquel Congreso de Médicos sobre los errores me pareció novedoso y valiente. Por eso acepté de muy buen gusto la participación en este libro y por eso aplaudí la iniciativa.
      Es precirso recordar cada día el dicho latino: Errare humanum est, perseverare autem diabolicum.
      Temas sugerentes los que apuntas.
      Un cordial saludo.
      Y gracias por el comentario y por la felicitación (valorada especialmente por venir de quien viene, es decir, de alguien que no regala elogios porque sí).
      MÁS

    • Hola «Quinti». Dado que a todo el mundo le pones el Sr. por delante salvo a mi, entiendo que se trata de un tratamiento de amistad y cercanía, de ahí que te corresponda en la misma medida.

      Gracias por lo de ilusionado. El optimismo (del que ya ha hablado en ocasiones el anfintrión de este blog) hace que la vida sea más sencilla, más agradable (aunque uno lo esté pasando mal). El pesimismo, por el contrario, debe hacer de la vida algo complejo, amargo e ingrato. Espero que no sea esta tu línea a seguir…

      Mira Quinti, es posible que cuando me expreso a veces sea un poco retorcido y se haga espeso entenderme, pero hay mentes que entienden bien el doble sentido de las cosas y comprenden los sencillos paralelismos que he incluido en mi primer comentario. Lástima que en tu caso no lo hayas comprendido… Sigue intentándolo…

      Saludos Quinti.

      • Hombre, Sr. Juan Carlos, la omisión del Sr., reconozco imperdonable en mí, tal vez sea un arrebato de espontaneidad por la jovialidad o juventud que transmites. Por favor, intenta tomarlo solo en sentido positivo. Claro, que si lo deseas, te puedo colocar un Excmo. o un Buesencia sin ningún género de perjuicio por mi parte; claro, doy por sentado que no te pegan mucho.

        Y de otra, lo del entendimiento de tu mensaje, no suelo estrujarme en averiguarlo hasta las últimos matices, solo hablo aforado y por seguirte la corriente. No más allá. Quizá, hablando incluso con algo de inseguridad, solo quise hacer notar que leí tu mensaje, quizá solo quise hacer notar que llamaste mi atención con tu mensaje, quizá en algún lugar recóndito de mi cerebro quedó resaltada tu frase: «Pero se me ocurre otro paralelismo, cuando uno yerra le llaman burro, y a los burros se le hierra».

        Que tengas buena tarde.

        • Efectivamente lo de vuecencia sobra, suena a militar y lo de excmo suena a político local
          No me pega en absoluto. Gracias por recordármelo. Prefiero seguir siendo Juan Carlos a secas para ti y para mí alumnado. Eso nos hace más cercanos. Aunque ya veo que a ti te gusta la distancia…

          Gracias por leer mis comentarios a pesar de errar constantemente. Ya he visto que a ti te ha pasado lo mismo con «vuecencia». Aunque por mi jovialidad soy consciente que habrá sido una mala pasada del autocorrector de tu dispositivo móvil. No creo que necesites que se te hierre..

          Yo también te deseo lo mejor…

  11. Mis dos queridos profesores eméritos:

    Intentaré ser breve porque no tengo el mejor cuerpo para saber contar lo que pienso y querría decir. Os contesto porque soy persona educada y agradecida, y me parecería una grosería el no hacerlo.

    El CONTINUARÁ del otro día lo puse porque mi opinión la escribí de forma apresurada, no tenía más tiempo, y me dejaba todo en el tintero de mi cabeza. Lo quería expresar mejor más tarde y con más paciencia.

    Cuando yo utilizo la palabra paciencia para un educador, no estoy pensando en ¡qué paciencia hay que tener!, o en la capacidad de padecer o soportar (como pone el diccionario en el punto 1), ni en la capacidad de hacer cosas pesadas. Seguro que sí esas personas tienen la capacidad de hacer cosas minuciosas, saben esperar resultados y frutos que recogerán, quizás, mucho más tarde de cuando actúan, y le dan a las cosas, acciones o personas el tiempo adecuado.

    Pues mira Aureliano, lo de la vocación sí me trae a la cabeza curas y monjas, pero lo de la humildad me lleva a Iniesta, José Mújica, Cristiano Ronaldo, Valerón, José María Aznar, Fernando Alonso, …

    El humor siempre. Prefiero fieras desmadradas en la buena dirección que corderitos dormidos, de esos que no sabes si están o no. El humor es optimista, despierta, motiva, hace reflexionar y aprender. Humor y cachondeo no es lo mismo. El humor acerca, desinhibe, ablanda, crea lazos, humaniza. No tenemos más que fijarnos en cualquier conferencia de Miguel Ángel.

    Tengo intención de conocer qué es lo que hacemos mal en educación, así que no me queda otra que comprar y leerme el “librito”.

    Un saudiño a todas e a todos os vecinos de este formidable e amable barrio de intercambio de opinións e ideas.

    • Querido José Antonio:
      Si me alegra que te pases por el barrio una vez pos semana, me alegra más que lo hagas dos veces (o más, si te apetece pasear por aquí para hablar con los lectoras y lectoras.
      Hablando de paciencia (y de humor) en educación, he recordado al humorista Perich cuando decía: «La educación es una cosa de mucha paciencia, sobre todo por parte de los niños».
      Permíteme corregir un error en el que incurren muchísimos autores:
      Dices: » …porque mi opinión la escribí…».
      Deberías decir: «…porque escribí mi opinión…»
      La he corregido miles y miles de veces en trabajos de la Facultad…Para que se viese claro lo hacía así. Ponía números sobre las palabras:
      1 sobre porque
      2 sobre escribí
      3.sobre mi opinión

      Y tachaba el la que había sobrado.
      Gracias, perdón y un abrazo.
      MÁS

    • Hola José Antonio.

      Comparto con MÁS que es siempre muy grato leerte, pero más lo es compartir pensamientos e ideas. Y en este caso comparto plenamente la necesidad de incluir el buen humor dentro de la escuela. Aunque, como indica Aureliano, puede tener algunos efectos secundarios («se desmadran las fieras» dice), los resultados suelen ser tan potentes como el mejor medicamento. Así me lo ha demostrado mi larga experiencia en el área de la Educación Física.

      Entre muchos otros roles, el maestro ha de ser un animador, sea en la materia que sea. Es posible que no se tenga buen humor con los niños y niñas porque se carezca de este sentido. Pero más lamentable sería disponer del mismo y tenerlo oculto. A mi juicio se estaría desperdiciando una gran herramienta para educar y formar. Estas personitas con las que trabajamos a diario saben muy bien qué maestros/profes les gustan o disgustan y eso condiciona de forma considerable su aprendizaje. De ahi que si se ha de hacer el gracioso, el payaso, el tonto,… para que estén a gusto en el aula o en el patio, yo lo sequiré haciendo; la recompensa no tiene precio.

      José Antonio, comparto esa ingenios frase que has dicho: «Prefiero fieras desmadradas en la buena dirección que corderitos dormidos, de esos que no sabes si están o no». Brillante.

      Un abrazo.

      P.D. Hay que reentrar en el blog para leer los comentarios posteriores a los emitidos uno mismo porque suelen tener mucha sustancia…

      • Querido Juan Carlos:
        No me voy a inmiscuir en lao diálogos que mantiene con D. Quintiliano y con José Antonio. Solo lo harían el caso de ser directamente aludido.
        Te escribo para decirte algo que probablemente sabes. Se va a celebrar un Congreso sobre Evaluación en Educación Física. Yo participo como ponente on Line (todo el Congreso es on line, como quizás sepas). Al decirme Kisco si conocía a alguien de EF, le hablé de ti y de tu revista. Me dijo que te conocía, que conocía la revista y hasta creo recordar que me dijo que había escrito en ella. Fue ya hace unos días.
        Un cordial saludo.
        MÄS

  12. Sí. Conozco el Congreso. Hoy era el último día. Y Kisco forma parte de la comisión científica de la revista a igual que tú.
    No he visto tu intervención porque apenas he podido entrar a ver a los ponentes. Está claro que Kisco se lo sabe montar muy bien y ha traído a este congreso virtual a grandes ponentes, como es tu caso.

    Un abrazo

    • Querido Juan Carlos:
      Grabamos mi intervención en mi casa pero no me ha gustado nada el enfoque de la cámara ni la iluminación.
      Cuando lo veas (si lo ves) dime qué te ha parecido la imagen y la palabra.
      Un abrazo.
      MÁS

    • Querido Coordinador e inspirador del libro:
      Quien merece gratitud eres tú por todo el trabajo y la ilusión que conlleva coordinar una obra tan ambiciosa.
      Gracias.Un abrazo.
      MÁS

  13. No, no , Miguel Ángel, no te perdono, me es imposible. Porque no tengo nada que perdonar. Al contrario. Agradecerte la corrección de mis errores, enseñarme para que pueda mejorar. Lo que sí voy a hacer es recoger tu abrazo y mandarte otro.

    Y hablando de abrazos, ¿has visto cómo empiezo a recoger frutos de los que le fui enviando a Juan Carlos? Me dice ingenioso y brillante. Pienso que solo pude deberse al cariño que me ha cogido. (Es broma, Juan Carlos. Gracias. Yo también te aprecio).

    Ahora que os tengo a los dos reunidos, os voy a contar una historia que me ha pasado esta mañana para llegar a algo que me ha hecho sonreír porque hace referencia al tema de la semana.

    Resulta que la vaca rubia galega de La Domus (museo interactivo dedicado al ser humano) ha dejado de dar leche y los niños no podían ordeñarla. Los de mantenimiento no sabían solucionar el problema. Buscaban a alguien cercano y que entendiese un poquito de vacas, leche y niños. El caso es que allí estaba yo, en La Domus, frente a la vaca. Y muy cerquita, casi pegado a la zona dedicada a los alimentos, veo un cartel que dice:

    APRENDER DE LOS ERRORES.

    Los errores de la naturaleza son fuente de conocimiento para la ciencia.

    Las rarezas, los defectos y las excepciones suelen encerrar la clave de importantes cuestiones científicas. …

    Por cierto, los niños ya pueden seguir aprendiendo de dónde sale la leche que se toman en el desayuno o cuando gusten.

    Y ya, por esta semana ya.

    • Querido José Antonio: Preciosa y oportuna la anécdota que nos cuentas.
      Muchas gracias por compartirla.
      ¿Ves por qué me gusta que te pasees por el barrio?
      Un abrazo.
      MÁS

      • Me acaban de decir en la librería que el libro no está disponible. No he podido ni pedirlo. Esperaré.

        Respecto a lo que te tengo comentado más de una vez,no estoy seguro de si se puede ser amable de más. Pero de verdad siento que lo que tú me das (no sé si es merecido o no) excede con creces lo que yo pueda ofrecerte.

        • Querido José Antonio:
          Qué raro.El libro ha salido en julio. No creo que esté agotado. Preguntaré al coordinador qué es lo que pasa.
          Creo que ni me excedo ni me quedo corto. Sencilla y llanamente te digo que me gustas que andes por aquí porque tus comentarios suelen tener ideas interesantes.
          Un abrazo.
          MAS

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