La periodista Aurora Campuzano me ha planteado para su programa de Radio Nacional unas preguntas sobre el sentido de la obediencia. En una de ellas deseaba conocer mi opinión sobre esta cuestión de actualidad: ¿son menos obedientes los niños y jóvenes de hoy que los de antaño?
Le contesté que probablermente sí, pero que no era ese el dato importante. Dije que probablemente sí porque, antes, cuando un profesor mandaba callar en un aula, por ejemplo, era raro que alguien desobedeciera la indicación. Hoy, ante similar demanda, es frecuente que pocos se callen. Antes, cuando los padres señalaban la hora de regreso al domicilio durante el fin de semana, a pocos se les ocurría rechistar. Hoy negocian la hora con dureza o la imponen sin contemplaciones. Pero también dije que lo verdaderamente importante era, a mi juicio, saber lo que significaba ese hecho. Porque de lo que se trata, no es de obedecer por obedecer. Se trata de saber por qué y para qué se obedece.
Es cierto que hoy se cuestiona más abiertamente la autoridad y, sobre todo, el sentido de la misma. Hoy se ponen en cuestión los fines de la obediencia y se temen mucho menos las consecuencias de la desobediencia.
¿Para qué sirve la obediencia? La pretensión del desarrollo humano es alcanzar la responsabilidad a través de la libertad (y a la inversa). La pretensión no es llegar a ser perfectos súbditos, sino perfectos ciudadanos, es decir personas críticas y solidarias.
¿Es deseable aprender a obedecer mandatos irracionales o injustos? ¿No es mejor interrogarse sobre la naturaleza de la autoridad y el carácter racional y ético del mandato? Habrá que preguntarse sobre los porqués de la obediencia. Afortunadamente, hoy se acude menos al “porque lo digo yo”, “porque sí”, “porque soy tu padre”, “porque soy tu profesora”, “porque me da la gana”… O a los consabidos “tú te callas”, “cuando seas padre comerás huevos”, “donde hay patrón no manda marinero”…
¡Qué decir de la obediencia a las leyes emanadas de la política! ¿Da igual una dictadura que una democracia? ¿Da igual una ley que otra?¿Y si alguien manda hacer algo injusto o dañino para el prójimo?
La cuestión me lleva al inquietante yexperimento del psicólogo Stanley Milgram, nacido en Nueva York y fallecido en la misma ciudad a los 51 años de un ataque al corazón.
El experimento, realizado en 1961, trataba de responder a este interrogante: ¿puede cualquier ser humano cometer los más atroces crímenes contra la humanidad solo por obediencia a la autoridad? La pregunta plantea, en definitiva, con qué facilidad puede el ser humano quebrantar su sistema de valores. En los juicios posteriores a la Segunda Guerra Mundial muchos criminales de guerra respondieron que cumplieron órdenes y que no deberían ser considerados responsables de sus actos.
Milgram se planteó una cuestión de calado moral a través de un experimento, todo hay que decirlo, de más que dudosa ética. Pretendía conocer la reacción de personas que tenían que dar órdenes lesivas para la integridad física de los sujetos. La pregunta del experimento era esta: ¿Cuánto tiempo puede alguien seguir dando descargas a otra persona si se le dice que lo haga, incluso si creyera que se le pueden causar heridas graves?
Milgram reclutó 40 participantes por correo y por un anuncio en el periódico en los cuales se les invitaba a formar parte de un experimento sobre “memoria y aprendizaje”. Por el simple hecho de participar se les pagaría una cifra de cuatro dólares (equivalentes a unos treinta de nuestros días), cantidad que conservarían “independientemente de lo que pasara después de su llegada”.
Para el experimento hacían falta tres personas: el investigador (que vestía una bata blanca como signo de autoridad científica), el maestro (que hacía las preguntas) y el alumno que las contestaba. El maestro y el alumno estarían situados en habitaciones diferentes. El maestro observaba desde la suya al alumno, que permanecía atado a una silla para “evitar movimientos involuntarios” y tenía colocados electrodos, mientras el maestro, desde su habitación, manejaba un generador de descargas eléctricas con treinta interruptores que regulaban la intensidad de la descarga en incrementos de 15 voltios, oscilando entre 15 y 450 y que, según el investigador, proporcionaba la descarga indicada al alumno.
Milgram colocó etiquetas que indicaban la intensidad de la descarga (moderada, fuerte, peligro, descarga grave y XXX) pero, en realidad, dicho generador era falso pues no proporcionaba ninguna descarga al alumno y solo producía sonido al pulsar los interruptores. De ese modo, el maestro creía que hacía las descargas, aunque el alumno no las recibía.
A los voluntarios siempre se les asignaba mediante un falso sorteo el papel de maestro, mientras que el papel del alumno siempre sería asignado a un cómplice de Milgram. El maestro fue instruido para enseñar pares de palabras al aprendiz. Cuando el alumno cometía un error, el maestro fue instruido para castigar al aprendiz por medio de una descarga, con 15 voltios más por cada error.
Si se llamaba al investigador que estaba sentado en la misma habitación para expresarle la duda si se debía continuar, éste respondía con una respuesta predefinida: “Continúe, por favor”, “Siga, por favor”, “El experimento necesita que usted siga”, “Es absolutamente esencial que continúe”, “No tiene otra opción, debe continuar”, empezando con la respuesta más suave y avanzando hacia las más autoritarias a medida que el sujeto contactaba al experimentador.
Si el sujeto preguntaba quién era responsable si algo le pasaba al aprendiz, el experimentador respondía: “Yo soy responsable”. Esto brindaba alivio al sujeto y así muchos continuaban.
Durante el Experimento de Stanley Milgram, muchos sujetos mostraron signos de tensión. 3 personas tuvieron “ataques largos e incontrolables”. Si bien la mayoría de los sujetos se sintieron incómodos haciéndolo, los 40 sujetos obedecieron hasta los 300 voltios. 25 de los 40 sujetos siguieron dando descargas hasta llegar al nivel máximo de 450 voltios.
Antes del experimento de Stanley Milgram, los expertos pensaban que aproximadamente entre el 1 y el 3% de los sujetos no dejaría de realizar las descargas. Creían que tendrían que ser morbosos o psicópatas para hacerlo. Sin embargo, el 65% no dejó de realizar las descargas. Ninguno se detuvo cuando el aprendiz dijo que tenía problemas cardíacos. ¿Cómo puede ser? Ahora creemos que tiene que ver con nuestro comportamiento casi innato que indica que tenemos que hacer lo que se nos dice, sobre todo si proviene de personas con autoridad
La famosa demanda de San Ignacio a los jesuitas cuando decía cómo tenían que obedecer a los superiores y al Papa (perinde ac cadáver, como un cadáver) es, a mi juicio, más que discutible. Cuando se habla de autoridad solo preocupa cómo obedecen los hijos y los alumnos. Hay menos inquietud sobre lo que ordena y cómo exige el cumplimiento quien manda. “Históricamente las cosas más terribles (guerra, genocidio, esclavitud) resultaron no de la desobediencia sino de la obediencia”, dice el historiador social Howard Zinn.
Más preocupados que por saber si los alumnos y los hijos saben obedecer, tenemos que estarlo por el sentido y finalidad que tiene la autoridad que ejercemos y por el valor que encierra lo que mandamos.
Estimado Dr. reciba un cordial saludo y también a todos.
Grandes análisis. Sin duda que existen peligros que esconde la obediencia, ante una relación vertical asfixiante. Sobre todo cuando los mandatos de otros, mediados por las circunstancias, causan una crisis emocional en quienes se sienten sometidos, intimidados y/o obligados a realizar o dejar de hacer algo, o persuadir a otros, pese a que identifican que se contraviene a la lógica y/o la ética.
También inquieta, quienes promueven con un fanatismo exacerbado que las prácticas de obediencia pasen de generación en generación. Aunque en ello les falte analizar la forma en la cual las personas viven, piensan y sienten la obediencia. Son asuntos a revisar en la agenda.
Así que para algunos la obediencia es conveniente y para otros, representa un el abuso de poder. Y sin embargo, es lamentable que la evaluación se vea afectada por prácticas abusivas de obediencia, cuando le usa para intimidar en las calificaciones o por conservar el trabajo y los recursos. Y otras veces, como bien señaló en su artículo del efecto Mateo, el más vulnerable, si centran en la obediencia estando al final de la cadena es a quien se evalúa, se le supervisa a detalle y se le trata con más rigor. En tanto también a veces, para quien se desempeña más arriba, se valora con criterios más flexibles o justificables o se le omite la evaluación. Y es que así, que las practicas injustas de obediencia diluyen la oportunidad de iluminar el proceso, limitan el consenso, la sinceridad y la mejora real. La buena noticia es que hay avances y aprovechar que ya existen quienes están implementado los cambios, o quienes al menos los analizan, aunque lamentablemente todavía es un asunto inacabado y algo que Usted enfatiza, se avanza muy despacio. Gracias por los análisis Dr.
Querida Lourdes:
Me ha gusta mucho tu comentario.
Me gusta la expresión “relación vertical asfixiante” que utilizar para describir las prácticas de autoritarismo.
Los de arriba están muy preocupados por decir que no se puede convertir libertad con libertinaje, pero están menos atentos a no confundir autoridad con autoritarismo.
Hay peligros en la obediencia ciega o en el mandato cruel.
Y esos peligros están presentes en todos los campos: en la política, en la academia (tú sabes mucho de eso) y en la evaluación, como apuntas.
Ojalá que la reflexión nos lleve a la mejora.
Besos y gracias por tu excelente comentario.
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Me parece un excelente artículo. A mi modo de ver es un imposible conjugar la obediencia, digamos, a la autoridad y la obediencia a las propias convicciones. En la vida estamos sometidos a la obediencia; de niños, a los padres; de adultos, a las leyes, a la constitución, a los poderes políticos, a las normas de convivencia ciudadana, a las señales de circulación y sus normas. Si eres creyente, a las leyes divinas y eclesiásticas. Si se declara una guerra, tienes que obedecer para enfrentarte a la muerte o matar a un desconocido que llaman tu enemigo. En fin, somos seres de obediencia.
El ser que, decimos rebelde, porque solo obedece a su conciencia o convicciones personales, su destino, casi con seguridad, es la cárcel.
La autoridad siempre reclama obediencia a sus normas y leyes. La sociedad verdaderamente democrática estudia la oposición a sus leyes para adaptarlas. De hecho las sociedades avanzan gracias a la rebeldía o desobediencia a normas que la mayoría comienza a considerar injustas.
Hay normas o leyes que todos obedecemos, o la mayoría, por su reconocida necesidad o bondad.
Hace un par de días oí por televisión, al propuesto por Vox a Albacete que se debía restituir la dignidad a los juzgados en Nuremberg porque solo habían cumplido órdenes, órdenes que supusieron millones de muertos.
¿Hasta dónde debemos llegar en la obediencia, aunque nos so ponga la muerte?
Yo creo, que este tema, es un campo imposible de resolver.
Vivo en Cataluña. Este asunto está a la orden del día.
Quizás no se trate tanto de obedecer o desobedecer, sino de negociar y encontrar puntos de acuerdo aceptados por ambas partes. Cuestión también difícil en todos los campos.
Saludos a todos.
Querido Joaquín:
Magnífico comentario.
¿Somos seres de obediencia o seres de libertad?
Las leyes a las que obedecemos deberían ser fruto del consenso. Y ser leyes encaminadas a generar equidad, libertad y respeto a la dignidad humana.
Lo que pasa es que hay unas leyes superiores a esos acuerdos que son las leyes de una ética universal (ética para una sociedad civil, de la que habla Adela Cortina) que nos obligan a todos: la justicia, la libertad, la igualdad, la solidaridad, la compasión, la equidad… Estas leyes de la ética nos obligarían a todos.
¿Qué pasó con los nazis? Que los que ni los que mandaban ni los que obedecían estaban respetando esa ética, que obliga a respetar lea vida de otro y a tratarlo con respeto.
El inquietante experimento de Milgram muestra que quienes obedecían se olvidaban de sus valores para atender el mandato. Preocupante.
Un abrazo y gracias, amigo.
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Querido Miguel Ángel:
Siempre me llamó la atención el vínculo paradójico que existe entre la enseñanza y la autoridad….posiblemente porque la autoridad se legitima en la auténtica enseñanza…y la enseñanza se legitima en quien tiene genuina autoridad.
También siempre me llamó la atención de que en el Evangelio se narra en varias oportunidades este tema y haya citas muy concretas en torno de este binomio de palabas tan mutuamente dependientes: “Enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas”…. “enseñaba de una manera nueva, llena de autoridad”…. “enseñaba, porque hablaba con autoridad.”
Hoy se habla mucho de “recuperar” la AUTORIDAD PEDAGÓGICA DEL DOCENTE…menudo tema…. ¿no?
Abrazo desde Argentina
Horacio
Querido Horacio:
Sí, menudo tema.
Creo que le dedicaré el próximo artículo.
Lo digo porque he escuchado al Consejero de Educación de mi comunidad autónoma (afamado entrenador de baloncesto) que estaba en marcha la promulgación de una ley para recuperar la autoridad de los docentes… Creo que no es así como se gana la autoridad. Emilio Lledó proponía un camino bien distinto al articulado de una ley: “Esta profesión gana autoridad por el amor a lo que se enseña y el amor a los que se enseña”.
Hay mucha tela que cortar en este asunto.
Mi respeto por las citas evangélicas, que agradezco. Sin interesantes y significativas.
Un gran abrazo.
Mañana salgo para Chile. Estaré en Pucón y haré un salto a la isla de Chiloé para impartir allí dos conferencias.
Y gracias por el sugerente comentario.
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Querido Maestro!
El comentario de hoy me lleva a la siguiente reflexión:
“O te amargas o te vuelves mejor.
Es así de simple.
O tomas los dones que se te han dado y te permites convertirte en una mejor persona o les permites que te hagan pedazos.
La elección no pertenece al destino, está elección te pertenece a ti”.
¡La actitud es lo que cuenta, cree en ti!
Está semana de vacaciones por Cantabria y País Vasco.
¡Unos lugares de ensueño!
Nos ha hecho un tiempo magnífico.
Saludos a todos.
Querida Loly:
Hermoso y profundo pensamiento: “O te amargas o te vuelves mejor”.
Estoy leyendo un libro que me confirma las tesis de Milgram. Una magnífica novela titulada LAS MUJERES DE LA CASA DE LAS LILAS, de Marta Hall Kelly.
Profunda y entretenida a la vez. La historia de tres mujeres: una médica nazi, una presa polaca en un campo de concentración y una norteamericana que ayuda desde Nueva York. Se ve cómo la médica nazi justifica su actuación en la obediencia a Hitler… Emocionante libro.
Me alegro de que hayas disfrutado del tiempo y la belleza de los lugares del norte.
Besos y gracias.
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Gran entrada y grandes comentarios. No sé que decir más. Estaré atento a la entrada de la semana que viene… Mientras tanto intentaré ganarme la autoridad o respeto de mi alumnado mostrando atención y respeto a ellos y ellas…
Saludos.
Querido Juan Carlos:
Gracias por tu presencia en el blog y por ese propósito de seguir conquistan la autoridad con un trabajo lleno de exigencia, compromiso y amor por tus alumnos y alumnas.
Estoy seguro de que eres uno de esos profesores a quienes los niños y las niñas aprecian, admiran y respetan. Porque la autoridad se gana así: trabajando como tú lo haces.
Creo que la próxima semana voy a seguir trabajando este tema porque le he oído decir al Consejero de Educación de Andalucía que va a promulgar una ley sobre la autoridad del docente. Para echarse a temblar. La derecha suele funcionar así.
Un gran abrazo.
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Querido Miguel Ángel:
Este mediodía del domingo, se han cerrado las XIV Jornadas de Europa Laica. Tal como apunté la semana pasada, el sábado nos manifestamos en las traseras de la Mezquita y al lado del Palacio Episcopal en el que reside el señor obispo de Córdoba.
Como no todos estamos dispuestos a obedecer y a “comulgar con ruedas de molino”, os adjunto el enlace en el que aparece una de las informaciones en laicismo.org con algunas de las fotografías de la concentración.
https://laicismo.org/europa-laica-reclama-durante-su-xiv-jornada-laicista-en-cordoba-la-lista-de-bienes-inmatriculados-por-los-obispos-su-nulidad-y-la-reforma-de-la-ley-de-patrimonio/
Para que nadie se llame a equívoco, la conferencia sobre la inmatriculación de la Mezquita la llevó a cabo Miguel Santiago, profesor de Biología y miembro de las Comunidades cristianas de base y uno de los grandes luchadores para que este Patrimonio de la Humanidad vuelva a ser de dominio público.
Querido Aureliano:
Ya te veo sosteniendo la pancarta de tan noble y razonable manifestación.
Lástima que no sean multitudinarios estos acontecimientos. No hay razones que permitan sostener la postura contraria.
Desespera que causas tan justas y tan obvias tarden tanto tiempo en conseguir sus fines.
Qué decir de la obediencia que imponen las religiones a sus fiel. Lo decía San Ignacio: hay que obedecer “perinde ac cadaver”, como si fueran un cadáver.
Un gran abrazo desde Pucón (Chile).
Gracias por el comentario y enhorabuena por el compromiso.
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Queridos lectores y lectoras:
Estoy en Temuco (Chile).
Esta noche tendré tiempo para contestar a los últimos comentaristas.
Siento no haberlo hecho antes debido al largo viaje y a las 8 horas de trabajos con las que me encontrado en este primer día.
Gracias y disculpas.
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En realidad, Miguel Ángel, no era una manifestación convocada públicamente, sino una protesta que los participantes a la XIV Jornada de Europa Laica hacíamos en una pausa de la mañana delante del Palacio de monseñor Demetrio Fernández, el mismo que ha recibido con gran entusiasmo la aparición de VOX, el mismo que delante de los militares expresó que “la patria estaba en peligro”, el mismo que indicó que “la Unesco pretendía que la mitad de la población mundial se hiciera homosexual”, el mismo que indicó que “la ideología de género es la nueva bomba atómica”, el mismo que manifestó que “la inseminación artificial era un aquelarre”, el mismo que sin sonrojarse expresó que “la arquitectura de la Mezquita no era árabe, sino bizantina, y que los moros (sic) solo pusieron el dinero”, el mismo que inmatriculó, con nocturnidad y alevosía, en 2006, la Mezquita por 30 euros, etc., etc.
Es decir, un señor que vive a cuerpo de rey (de los de antes) y cuyas ideas configuran una auténtica joya del pensamiento bien fundamentado.
Por cierto, que el teólogo y amigo Juan José Tamayo manifestó que “la inmatriculación de la Mezquita es el mayor pelotazo urbanístico de la historia de la humanidad”.
Querido Aureliano:
Yo creo que una causa tan justa como lógica ser< apoyada por mucha gente. Ya sé que hay otros que se sentirían ofendidos, pero no creo que puedan aportar argumentos muy sólidos contra vuestra propuesta. Por eso lamenté no ver más gente ante el "palacio episcopal" (contradictio in terminis).
La que tienen montado algunos obispos (como el de Córdoba) contra la ideología de género es patológico. No digo descabellado e indecente: es patológico.
Son para enmarcar, por ciertas y elocuentes, las palabras de Juan José Tamayo.
Un cordial saludo.
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Un saludo desde Veracruz, México. Espero le recuerde en un encuentro en Pachuca, Hidalgo, México. Espero tener contacto por estos medios con Ud. Saludos y que tenga mucho éxito!!!
Querido Gustavo:
Te contesto desde Chile.
Estaré encantado de seguir en contacto contigo.
También puedes hacerlo a través de mi correo particular.
Saludos.
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¡Razonar no, Miguel Ángel, razonar no!
Porque muchas veces, pensar, tener opinión propia, discrepar (sobre todo si te pasa con personas queridas, pero también con las que acabas de conocer), puede producir malestar (a mí me ocurre), y el malestar produce dolor. Y del sufrimiento escapamos todos.
Sí, es verdad, somos muy obedientes (aunque parezca lo contrario). Puede que lo seamos por educación o responsabilidad. También puede tener explicación en la instrucción que hemos recibido. O para eludir responsabilidades.
Seguramente estaré equivocado, pero por lo que llevo observado en lo que tengo vivido, a obedecer se aprende. A quién y a qué (que va a ser lo que ese quien decida). Y lo hacemos por lo mismo que aprendemos todas las demás cosas, por adaptación al medio o circunstancias en las que vivimos, por supervivencia, por escapar del dolor (de los problemas).
Siempre es obediencia al poder (de cualquier tipo, poder bajo el que estamos, puede incluso estar en nosotros mismos, como nuestros instintos, o nuestros valores).
Un ejemplo en unas palabras tuyas escritas para otro tema (la evaluación), pero que, como las distintas cuestiones no se dan de forma aislada sino que se entrelazan, me valen para la esta del poder y la obediencia ciega a sus mandatos:
¿QUÉ ES LO QUE SE DEBE HACER? Aquello que conduzca al ÉXITO, tal como lo entienden quienes gobiernan. El círculo nace en la voluntad de los legisladores y se cierra después de haber pasado por los profesionales CUMPLIDORES Y ACRÍTICOS. No se puede DISCREPAR porque CAES EN DESGRACIA. Sin embargo QUIENES SE ACOMODAN a las exigencias del poder y lo ADULAN diciendo que esa es una forma rigurosa de proceder, SALEN GANANDO. Cuando en una sociedad o en una institución los ADULADORES PROSPERAN y los críticos son condenados al ostracismo o a la persecución bien podemos hablar de una sociedad o de una institución corrompida. (“Cuando hacerlo bien es hacerlo mal”, MÁS, 2007).
¿Te acuerdas del señor que se jubilaba mañana? Otra muestra más de poder y obediencia.
¿Ves? ¡Otra vez he caído en la dictadura de mis deseos, en las ganas de contarte cosas por el placer que me produce el charlar un ratito contigo! Solo iba a saludarte y dar señales de que sigo vivo, (porque soy obediente), y a seguir peleándome con mis hijos para ver si consigo una fe ciega en mis órdenes y me hacen caso a la primera, o a la segunda que tampoco estaría mal. Bueno, yo sigo intentándolo (lo de mis hijos y lo mío, lo de obedecer a mi razón, que me dice que eres una persona muy ocupada con mejores cosas que hacer que leer mis chorradas, en vez de a las evaluaciones-valoraciones-calificaciones que me haces cuando, por respeto a ti y tus lectores y comentaristas del blog, no dejo comentario alguno. Tú eres el experto, tú sabrás, pero (con dolor de mi corazón) permíteme que discrepe, por lo menos en gran parte).
P.D: Como sabes, soy un machista feminista. Y para hacerles la competencia en esto del machismo feminista a todos los candidatos que se presentan a las elecciones, voy a decirte que me hizo gracia el error del título que aparece como segunda parte en tu libro “La pedagogía contra Frankenstein” (El que yo tengo es la 7ª reimpresión) . Pero es verdad, los comienzos, el primer paso, la toma de contacto con un tema, siempre resultan complejos, pero decisivos.
Un fuerte abrazo. Y deja de “malcriarme”. Y, por cierto, y te juro que ya termino, ¿has visto que copión me ha salido Manuel Alcántara en el prólogo de tu libro antes mencionado?
Querido José Antonio:
¿Ves cómo no te “malcrío”? ¿ves como al decir lo que dije estaba más que acertado? No hay mejor prueba que este comentario.
Es abrumador que para charlar ese ratito conmigo hagas referencias a artículos de diversas épocas e, incluso, a un libro en su 7ª reimpresión, incluida la detección de un gazapo. ¿Cómo no echar de menos comentarios ricos e incisivos?
Respecto al tema de esta semana acabo de cerrar la página de un libro del que creo que he hecho referencia en algún comentario: LAS MUJERES DE LA CASA DE LAS LILAS. Excelente novela. En los relatos relativos a una de las tres mujeres protagonista (me refiero a Herta, una médica que trabaja en un campo de exterminio, es sobrecogido ver cómo justifica los que hace, cómo le dice a un médico compañero que no pueden dejar de hacer lo que hacen.
¿Cómo es posible llevar la obediencia hasta esos extremos?
Tengo a Manolo Alcántara, admirado escritor y querido amigo, como vecino en el Rincón de la Victoria, a pocos metros de mi casa. Tiene 91 años. Vive frente al mar que yo veo cada día. Ha dejado de escribir. Su hija Lola, compañera de Departamento, me tiene al tanto de sus vicisitudes.
Un gran abrazo desde Pucón.
Mañana trabajaré en Temuco. El viernes, en la isla de Chiloé.
Y el sábado, a casa.
Y muchas gracias por la presencia.
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No conocía esos experimentos. Por cierto, me han hecho pensar en muchas situaciones de la política, de la empresa, de la educación…
Se dan muchas órdenes para obedecer órdenes, sin poner en tela de juicio si son buenas o malas. Más aún, sabiendo que son malas.
¿Es que solo importa tener contentos a los de arriba?
Leeré ese libro que recomiendas. Tiene muy buena pinta.
Saludos y gracias.
Querida Carmen:
Eso que te sorprende y preocupa es lo que me impulsó a escribir el artículo.
Ya ves que he seguido dando vueltas al tema de la obediencia una semana más, ahora en otro aspecto.
Creo que enseñar a obedecer tiene sus interrogantes. Y también los tiene saber mandar.
¿Quién nos da autoridad sobre el otro?
Besos y gracias.
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