Tengo delante un interesante libro de mi compañero y amigo Mariano Fernández Enguita, sociólogo de la Complutense, que lleva años trabajando con denuedo en el ámbito de la educación. El libro se titula “Más centro y menos aula” (Editorial Morata). Un libro bien concebido, muy bien documentado y bien enraizado en los tiempos que vivimos y en la realidad en la que nos encontramos.
Dice el profesor Fernández Enguita en el libro citado: “¿Qué diferencia hay entre escuela y aula? Más bien poca. La escuela es hoy, básicamente, un conjunto de aulas alineadas y apiladas, y no solo físicamente. El juego de palabras es fácil y no falla: tarde o temprano algún alumno revoltoso añadirá la j delante del letrero y listo: jaula. Porque jaulas es lo que son esos espacios diminutos en los que la institución obliga a los alumnos a pasar la mayor parte de su tiempo escolar, salvo el paso ocasional por aulas especializadas (aulas informáticas, laboratorios de ciencias o de idiomas), salas de lectura pero tan parecidas al estereotipo como sea posible, que hace su aparición en la enseñanza secundaria. María Montessori afirmaba que el aula de pupitres inmóviles era la mejor prueba de que el principio de esclavitud todavía invadía la pedagogía y, por tanto, el aula”.
No creo que haya que recortar la importancia del aula, donde el profesor y el grupo desarrollan los contenidos del curriculum. Lo que hace falta es romper la estricta rutina que impide la acción interdisciplinar, que rompe la posibilidad de trabajar en proyectos didácticos ambiciosos, que olvida las potencialidades del aprendizaje digital, que deja a cada profesor en la soledad de su acción en un escenario hermético. El autor del libro citado dedica un capítulo a reflexionar sobre “el microequipo en la hiperaula”. Varios docentes trabajando simultáneamente en un aula grande. Entonces sí: más centro y menos aula (mala). Pero más aula rica y estimulante.
También es cierto que fuera del aula se puede trabajar en las dimensiones intelectuales del aprendizaje. Los aprendizajes no solo se pueden desarrollar en el aula (ni solo en la escuela, claro).
Comparto la tesis básica del libro: más centro, más proyecto compartido, más coordinación, más colegialidad, más innovación institucional… Pero no creo que ese planteamiento sea incompatible con el valor del trabajo en el aula. Más bien pienso que se complementan y se enriquecen. Por eso me he permitido sustituir el “menos” del título del libro por otro decidido “más”. Le oído decir hablando del libro que hay que escoger entre escuela y aula y que él elige la escuela. Yo creo que se trata de una falsa dicotomía. ¿Por qué no más escuela y más aula, aunque sea otro tipo de aula?
No me gusta el profesor que dice: “yo, cuando me siento bien de verdad es cuando cierro la puerta del aula y me quedo solo con mis alumnos”. Lo que significa que el trabajo compartido, el proyecto de la institución, los fines colegiados, las actitudes cooperativas no constituyen prioridad alguna para él. Lo que significa que lo único importante son los contenidos de las materias.
Cuando digo “más centro” quiero enfatizar la importancia que tiene el proyecto elaborado por la comunidad. Un proyecto que aprueba el Consejo Escolar de la Escuela, como órgano de máxima representación. Ya sé que el proyecto, a veces, no lo elabora la comunidad sino que es el fruto del trabajo realizado por el Director y alguno más.
He visto cómo se ha aprobado alguno en el Consejo Escolar. Sin participación, sin conocimiento de su contenido, sin debate, sin pasión. Y se ha pedido que se apruebe en esa sesión porque al día siguiente hay que llevarlo a la Inspección. Si alguien levanta la mano y dice: “Se me está pidiendo algo irracional y ofensivo, que apruebe un documento que desconozco”, es casi seguro que fuera tachado de extorsionista y de poco colaborador.
Alguien (puede ser profesor/a o padre/madre) podrá añadir que considera excelentes profesionales a los docentes del centro y que poner en tela de juicio la calidad del proyecto que se ha presentado podría ser considerado una ofensa.
Incluso alguien podrá argüir que los padres o madres no son profesionales y que carecen de competencia para abordar cuestiones de carácter técnico como es la elaboración del proyecto.
Hablo de experiencias que he visto más de una vez. En una de ellas, el hijo del padre que pidió tiempo y condiciones para estudiar el Proyecto antes de aprobarlo, fue recriminado por un profesor:
– A ver si le dices a tu padre que al Consejo Escolar se viene a colaborar, no a poner zancadillas.
Ese tipo de actitudes debilitan los procesos de participación. El alumno en cuestión le dijo a su padre:
– Papá, ¿qué has dicho en el Consejo Escolar? No vuelvas a ir porque voy a tener problemas con algunos profesores.
Que haya “más centro” exige actitudes cooperativas en los profesionales que no siempre han sido objeto de atención en los procesos formativos ni en los de selección. La vieja expresión de que “cada maestrillo tiene su librillo” hace referencia a esa actitud individualista que destruye o complica la formulación y el desarrollo de un proyecto compartido.
Para que este enfoque tenga éxito se requiere, en segundo lugar, que haya coordinación vertical, horizontal e integral. Y la coordinación exige tiempo. Uno solo decide lo que quiere hacer con rapidez inusitada, pero el grupo tiene que dialogar, argumentar y consensuar para tomar una decisión razonada y compartida. Y también hace falta tiempo para saber si se han hecho bien las cosas y, cuando no se han hecho bien, explicar cuáles han sido las causas y de quiénes han sido las responsabilidades.
“Más trabajo en equipo es también, dice Fernández Enguita en su nuevo libro, la forma más efectiva de difundir la mejores prácticas y la innovación”.
Una tercera exigencia tiene que ver con la configuración de los espacios. Hay una forma de entender la acción educativa de la escuela asentada en la aglomeración de pequeños espacios, en la acumulación de pequeñas celdillas en la que cada profesor desarrolla su tarea. La concepción individualista de la práctica configura los espacios de una manera determinada y la configuración de los espacios retroalimenta esa concepción.
Trato de poner el énfasis en el centro como unidad funcional de planificación, de acción, de innovación y de evaluación. Creo que los centros viven independientemente de su éxito. Es más, sin necesidad de definir qué vamos a entender por éxito. Me imagino a veces los centros escolares como barcos en alta mar, con todos los miembros de la tripulación extenuados, agitados en la acción. Pero es necesario preguntarse hacia dónde va el barco, si avanza en la buena dirección y, si no es así, por qué motivo.
Solo desde una actitud autocritica exigente y desde una apertura honesta a la crítica se puede corregir el rumbo si se navega en la dirección equivocada o acelerarlo cuando se está bien orientado. Hace ya muchos años escribí el libro “Hacer visible lo cotidiano. Teoría y práctica de la evaluación cualitativa de las instituciones escolares”. Considero fundamental esta exigencia que, de ser rechazada, nos instala en los errores y nos disculpa la pereza.
Cuando estaba cursando el cuarto año de la carrera de educación en la universidad, empezamos a realizar nuestras prácticas pre profesionales, de observación de las clases. Me llamó la atención que en un colegio público de educación secundaria, ubicado en Barrios Altos, en el centro de Lima., capital del Perú, las aulas tenían la puerta de entrada y una puerta de reja. Con un compañero, de manera irónica empezamos a observar las interacciones entre los estudiantes y el profesor. El profesor demostraba ser enérgico, estricto y rígido con los estudiantes, porque justificaba que ellos «debían obedecer porque eran chicos callejeros y malcriados». Cuando salimos del aula, mi compañero se había adelantado con una impresión: «Mira, dice Aula 3B»; ¿o Jaula 3B?…» Nos reímos porque la comparación era exacta a una Jaula, el profesor el domador y los estudiantes, malcriados y callejeros, los domados.
Con los años, mi compañero y yo egresamos de la universidad para ejercer la carrera, nos hemos comunicado por teléfono en una ocasión hace años y conversamos ocasionalmente por Facebook. En este tiempo he encontrado muchas formas de «Jaulas» donde los docentes ejercen el poder de muchas maneras y sus expectativas con el futuro de todos sus estudiantes son inventadas, creyendo que unos nacieron para tener éxito y otros para ser jornaleros, asalariados, mediocres o perdedores. Esta atribución es el resultado de la profecía de autocumplimiento.
Juan luis
Querido Juan Luis:
Muchas gracias por aportarnos tu experiencia y tus preocupaciones en este estupendo comentario.
Pues si, la vida del aula (ah, inolvidable libro de Jackson) está marcada por la idiosincrasia y la experiencia del profesor (o los profesores) que la inspiran. También influyen los alumnos con su actitud, disposición y capacidad.
En efecto, las expectativas de los docentes sobre los alumnos son decisivas, como han demostrados muchas investigaciones.
Ojalá que las aulas sean cada día, cada minuto, menos jaulas.
Un gran abrazo para ti y para tu compañero de sueños y fatigas.
MAS
Buenos dias!! un artículo enquecedor para todos los educadores, un escrito para reflexionar a cerca de nuestras prácticas, a veces estamos tan ocupados intentando preparar a los niños para le vida que nos olvidamos de llevar la vida al aula… Personalmente ienso que el niño debe descibrir, crear, imaginar y comprobar, con sus pares.
Un cariño grande desde Argentina
Querida Marisa:
Sí, creo que en el libro de Mariano Fernández Enguita y en este artículo que lo glosa hay muchas cosas que pensar.
Quizá el título podría haber sido MÁS CENTRO Y MEJOR AULA. Porque lo que el autor del libro critica es la rutina, el aislamiento y la falta de interdisciplinariedad en las aulas.
Lo que defiendo en mi artículo es la importancia del proyecto de centro, un proyecto de toda la comunidad.
Gracias por leer y por escribir.
Besos
MAS
MAS centro es necesario para romper con el individualismo con el que afrontamos muchos en nuestras realdiades educativas.
¿MAS aula? no sé que decir… Traslado aquí el texto de la viñeta del recordado Forges :
El funcionario le pregunta a una mujer….
– ¿Profesión?
– Animadora, educadora, actriz, mamá, psicóloga, guía turística, acompañante, traductora, ponente, lingüista, psiquiatra, diseñadora, formadora, escritora, dibujante, gesticuladora y paseante.
– Todo eso no cabe
– Pues ponga maestra que es lo mismo.
Siempre cabe más, pero no por ello el océano es inmeso….
Y MAS te deseo un buen fin de semana… A los demás también….
(Sigo jugando con las palabras…)
Querido Juan Carlos.
Yo creo que «más aula», pero de la buena. Más aula abierta, interdisciplinar, dinámica, participativa, digital, creativa, investigadora…
Conocía la viñeta de Forges que ahora ha circulado veloz e intensamente por la red. Acertada y emocionante.
Y sí, «más centro» para potenciar el proyecto de escuela. Un proyecto potente y atractivo.
Un abrazo.
Buena Semana Blanca.
MAS
Buenas noches estimado profesor Santos Guerra, reciba cordial saludo.
Posiblemente peco de radical pues la disfuncionalidad en los órganos que rigen la educación se reproduce en las instituciones escolares. A ver el concepto de aula, fue cambiado al menos en mi vivencia por espacios de aprendizaje, sin mayores transformaciones ni en el espacio, equipos o mobiliarios que en algunos casos desgastados por el pésimo uso y abuso del estudiando y del operario de limpieza al manipularlos cunado se limpian los espacios también los multarán. Por lo demás “ ambientes lúgubres” escasamente iluminados con precaria ventilación, una pizarra cuando hay suerte y la fuerza y voluntad del profesional de la docencia juega lo preponderante para alcanzar o simular alcanzar los propósitos escolares, pues a la final solo exigen es la cantidad de aprobados sin valorar las competencias que el nivel escolar pretende alcanzar.
Lo cierto las transformaciones en educación obedecen a factores decisorios de corte político partidista que poco les interesa tener una buena formación de ciudadanos.
Estimado Williams:
Planteas dos problemas de mucha envergadura:
Uno: cómo son las aulas como espacios físicos y didácticos.
Hay mucho que mejorar en ese aspecto, por parte de los responsables de las Políticas educativas y por parte de los docentes. Por eso he dicho más aula, mejor aula.
Dos: las prescripciones políticas que pretenden cambiar la escuela.
Me remito al título del libro de Muchel Crozier que yo traslado a la institución escolar: «La sociedad no cambia por decreto».
Cordiales saludos y gracias por participar.
MAS
¡Qu¡é casualidad! Visitando esta tarde el Museo Nacional en Edimburgo me he encontrado con un cuadro de Jan Steen, pintor alemán que vivió entre 1626 y 1679 en el que nos presenta una escuela para niños y para niñas. Con tres maestros. Y una diversidad de acciones y de situaciones casi inaudita.
Bien es cierto que el pintor quiere presentarnos una escuela indisciplinada en la que uno duerme, otro declama encima de un pupitre, otros están cerca de la mesa donde uno de los profesores orienta a un alumno, otros se pelean…
La clase esta llena de objetos y de materiales de trabajo, incluso un ave rapaz…
El comentario que acompaña al cuadro recoge una proverbio alemán que dice: «¿De qué sirven las gafas o la luz si el búho no quiere ver?», en clara referencia a la actitud ausente de uno de los profesores.
Me ha llevado el cuadro a pensar en los profesores/as que no se hacen con el aula, en el desperdicio de tiempo que conlleva la situación, en la inutilidad de de coordinación, en la imposibilidad del aprendizaje de los docentes…
Me hallado también a pensar en las aulas multigrado de muchas escuelas rurales….
Cuántas ideas para pensar y para compartir.
Cordiales saludos.
MAS
Pues sí, Miguel Ángel, cada vez menos participativo. Pero solo en la escritura, porque en la lectura de El Adarve no me ganas ni tú.
No voy a desaparecer de comentar, pero supongo que dejaré de ser de los que tú llamas tus comentaristas de cabecera. Es algo buscado. Ya te tengo comentado sobre el tema.
Me imagino que cuando no pueda mantener la boca cerrada y las manos quietas, aunque no sea más que para saludar al barrio y a ti, aunque no sea más que para dar señales de vida, aunque no sea más que para decir alguna de mis tonterías, o para no olvidar demasiado las normas ortográficas, …
Puedes estar seguro de que, aunque no comente, estaré bien atento a tus artículos, a los comentaristas y a las respuestas que a cada uno das. Seguro que consigues que le dé unas cuantas vueltas a las cosas que nos cuentas.
¿Qué te voy a contar yo del colegio o del aula?
Estoy esperando que quienes están en mejor disposición de saber de eso, tengan la amabilidad, o la generosidad, o el compromiso de enseñarnos un poquito a las familias. Supongo que es cuestión de falta de tiempo. Lo digo en serio, sin segundas.
Querido José Antonio:
Pues ya ves, yo echo de menos aquellos tiempos en que estabas activo y aportando como el que más.
Sobre la cuestión de esta semana, por ejemplo, ¿cómo es posible que invites a participar a «quienes estén en mejor disposición de saber de eso»?
Tú eres un magnífico profesional «de eso», tú eres padre de hijos en etapa escolar, tú has sido alumno durante muchos años, tú eres un ciudadano comprometido, tú eres una persona que lee y sabe pensar con criterio?
¿Cómo no esperar las aportaciones largas y frecuentes que hacías?
De cualquier modo, agradezco la fidelidad que prometes a la lectura y a una poquita escritura.
Contra mis deseos, ya sabes.
Un abrazo.
MAS
Estoy jubilado. Ya solo he vuelto por mi último centro de trabajo para alguna fiesta escolar y espero no tener que reingresar a la fuerza (es un centro penitenciario). He sido maestro durante 38 años. He pasado por casi todos los niveles escolares y desde distintos perfiles (tutor, PT, logopeda, profesor de Asistencia Domiciliaria y profesor en centro de adultos). He trabajado hombro con hombro con profesoras (y profesores) de EI, profesores de EP, de ESO y de personas adultas… En todos estos años llegué a una curiosa conclusión que paso a exponer:
Existe una relación inversa entre la valoración social al profesorado y la edad de los alumnos que son atendidos. Es decir u profesor universitario es visto como una elevada y reconocida autoridad mientras que los profesores de alumnos de pocos años ven reducido su rango de autoridad al de un colega y el respeto desciende, en algunos casos, al nivel del compadreo. «En la sociedad, en general, si lo representáramos en una gráfica, se produciría una pirámide invertida entre Presitigio profesional/valoración social y cooperación/adaptación educativa en las instituciones educativas. Me explico: se valora más a un catedrático subido en su tarima impartiendo una clase a veces en modo «autista» que a una profesora de infantil sentada en la colchoneta y «conectando» maravillosamente con sus pequeños alumnos «jugando» todo el día y aprendiendo cosas tan «pueriles» como (canciones, juegos, adivinanzas… es decir trascendentales estrategias cognitivas y sociales…). ¿Acaso no dice una famosa expresión popular «El que sabe, sabe; y el que no para maestro de escuela»? Así que los personajes más encumbrados en educación son los menos adaptados a los alumno. Los que menos interactúan como «grupo profesional» con sus colegas o como «grupo social» con los alumnos, los menos interesados en el concepto de «centro» de enseñanza;los más interesados en un concepto territorial del «aula» como coto pedagógico son «los más competentes» a ojos de mucha gente.
Siempre ha sido caballo de batalla en los centros la llamada «coordinación» («Es necesaria la coordinación entre tutores, entre profesorado especialista y generalista, entre equipo directivo y profesores, entre familia y profesores… Pero ¿dónde sacar tantas horas necesarias? ¿y cómo compatibilizarlas? ¿y las otras muchas cosas que es necesario preparar en un centro? ¿y los refuerzos pedagógicos? ¿y las sustituciones? ¿y programar, corregir, reunirse con padres, editoriales…? ¿y preparar materiales, actividades? ¿y la actualización profesional? ¿y los imprescindibles «cursos» de manual de fotocopidora, uso de equipo informático, pizarra digital…? Es increíble que el profesorado de los niveles más bajos (quizás por trabajar en espacios más abiertos y de forma más colaborativa) saca tiempo para todo eso y para más. Son además los que menos «pegas» suelen poner a actividades conjuntas del centro (y de los más participativos en ellas: carnavales, graduaciones, días especiales,campañas…). A partir de ahí he observado más y más resistencia a mojarse en proyectos comunes a medida que se suben los niveles llegando a situaciones de completo «autismo» en la universidad (al menos la que yo conocí). Recuerdo el irónico comentario de un profesor de ESO en un instituto al que acudí a coordinarme con el profesorado de un niño enfermo y con el que hacía asistencia domiciliaria. Ante mis quejas por la pegas que me ponían algunos profesores para reunirme con ellos y elaborar unos criterios comunes decía «Es que aquí todo el mundo va a su bola menos yo… que voy a la mía» . De mi paso por EI, como logopeda, en donde tuve que intervenir dentro de las clases, recuerdo con admiración la excelente acogida del profesorado, la fluida inmersión en el grupo de clase, la apertura a las iniciativas propuestas… Algo parecido ocurrió en EP con la mayoría de profesores aunque, en estos niveles, las clases tienen ya las puertas cerradas generalmente y los profesores no suelen moverse del aula asignada (no obstante se dan casos de equipos muy colaborativos). No conozco tanto el asunto en ESO. En enseñanza de adultos he observado a lo que ocurre en EI (niveles de alfabetización) y EP ¡Pero en la universidad…! ¡Allí se apelaba a la libertad de cátedra y a la existencia del «programa» para hacer que las clases fueran de una rigidez absoluta! Supongo, ¡ojalá!, que tuve muy mala suerte en los años en que estudié magisterio o psicología, pero eso es lo que percibí.
Afortunadamente, al igual que en los puestos de difícil desempeño donde muchas veces ha de ir el profesorado más joven y motivado, se da una especie de justicia poética: el mejor profesor -gracias a Dios- es el que al final se encarga de los alumnos más necesitados.
Querido Jesús Marcial:
Acabo de recuperar tu estupendo comentario del cajón del spam. Miro de vez en cuando porque los duendes de la técnica nos hacen esta malas pasadas.
Para quien no sucede lo que dices es para los niños y niñas de EI. Para ellos, la palabra de la seño es más que la voz de Dios. Me remito a un artículo que escribí hace años titulado «Una simple maestra de infantil». En él cito el libro de Robert Fulghum: «Todo lo que necesito saber en la vida lo aprendí en el parcelario»
Comparto la preocupación que tienes por el «autismo universitario». No se puede (no se debe) generalizar, pero yo también lo he visto. Qué mal se ha entendido el principio deliberada de cátedra.También en la ESO, donde el profesor lo es de su asignatura y donde la acción de desarrolla en un aula con un único docente.
Gracias por compartir con nosotros tu rica experiencia.
Un gran abrazo.
MAS
Que disfrutes de tu jubilación.
Y enhorabuena por la tarea realizada durante tantos años.
A mi mujer que se jubiló hace unos días le llevé un manojo con 34 flores (los dos de trabajo). Con esta frase: «Enseñar no es solo una forma de ganarse la vida. Es, sobre todo, una forma de ganar la vida de los otros. ¡Por todas las vidas que has ganado en estos 34 años! Para ti, 38.
Efectivamente: no se debe generalizar. Yo tuve un roedor de bachillerato en Tuy para el que nunca fue un problema participar con las actividades del centro, proponer algunas e implicarse con todos los iré vros de la comunidad educativa. Se llamaba Miguel Ángel Santos Guerra.
Querido Jesús Marcial:
Guardo un recuerdo imborrable de aquellos años. Lo que había allí era una receptividad y unas ganas de aprender y de hacer enormes de todos vosotros.
Hace un par de semanas me llamaron de la Radio Municipal de Tui para hacerme una entrevista sobre la importancia de la participación de las familias en las escuelas.
Creo que la plena participación de la comunidad en el diseño, desarrollo y evaluación del curriculum es esencial para motivar, responsabilizar y prevenir. Siempre me he preguntado por qué hay tantas reticencias de la Administración y de algunos colegas al respecto.
Un gran abrazo a través del tiempo y del espacio.
Y gracias por tus palabras.
MAS
Profesor y no roedor… (Que de verdad, no era un hueso duro de roer, al contrario…) ¡Los teclados predictivos a veces tienen unas cosas…!
Sí, los teclados juegan malas pasadas. Vi un cartel de un pueblo en el que surcaban los festejos del SAN ISIDRO LADRADOR…
Más contundente fue aquella errata en la crónica de la visita del Prelado: «Ayer nos visitó nuestro querido señor obispo, TONTO más amado cuanto más conocido».
Saludos.
MAS
Si estás dando una vuelta por aquí, no creo que estés buscando algo sobre el Real Madrid o el PSG, salvo que andes muy perdido. Tu presencia me hace suponer que disfrutas con todas las temáticas educativas que Miguel Ángel trata.
Como esta semana nos acerca al libro del profesor Fernández Enguita, “Más escuela y menos aula”, yo he estado escuchándolo en esta entrevista que le hace Ana Torres Menárguez seguida de preguntas de los asistentes (sobre el mismo).
https://www.youtube.com/watch?v=qMLdIpetVUk
Quizás prefieras su conferencia sobre la misma temática. No sé tus gustos pero a mí no me aburrió.
https://aulaenred.ibercaja.es/contenidos-didacticos/conferencias-del-programa-educar-futuro-2018/mariano-fernandez-enguita-mas-escuela-y-menos-aula-254844792/
(Miguel Ángel, un abrazo)
(Unos cuantos tenemos pendiente hacer un (pequeño) comentario (opinión) sobre “El coraje de enseñar”, reconociendo que Aureliano ya nos dio un adelanto de lo que le parecía).
Querido José Antonio:
He leído una entrevista a mi colega en la Voz de Galicia y otra en El Mundo. En general estoy de acuerdo con sus ideas y propuestas.
Ya sabes que hace unos años un artículo suyo (¿Es pública la escuela pública?) levantó una enorme polvareda. Yo apoyé sus artículo aunque tuvo muchos detractores.
Espero los comentarios al «Coraje de enseñar», que ya empezó a plantear nuestro querido y (lamentablemente) ausente amigo Aureliano.
Un gran abrazo.
MAS
Querido José Antonio:
Olvidé decirte que escucharé la conferencia. No hoy. Acabo de digerir una estupenda charla impartida en Madrid por Philippe Merieu el día 7 de febrero. Me ha parecido magnífica. Dos horitas.
Regalo por regalo.
Cordiales saludos.
MAS