Mi última clase

9 May

El pasado día 5 de mayo impartí la última clase de mi vida laboral. Una clase de varias horas, que cerraba la asignatura “La evaluación como aprendizaje”, materia que forma parte del curriculum de un master departamental que lleva por título “Políticas y prácticas de innovación educativa”.

En el descanso fui sorprendido por una oleada de emociones. El grupo habría preparado una estupenda merienda y había comprado una tarta en la que dos velas (un 5 y un 4) formaban un número que se les antojaría a ellos y a ellas, tan jóvenes, una cifra desmesurada. En una tarjeta escribieron frases emocionadas de agradecimiento y de felicitación que me hicieron soltar alguna lágrima.

Ha sido casi imposible resistir la emoción que, desde días antes, me invadía. Recordaba la primera clase que di  a un numeroso grupo de alumnos de Primaria en el colegio Auseva de Oviedo, en el día de apertura  del curso escolar del año 1961.  Recuerdo cómo subía las escaleras, con el corazón alborotado. Iba a ver las caras de mis primeros  alumnos.

Han pasado más de cincuenta años. Un suspiro. No sé muy bien cómo ha podido transcurrir todo ese tiempo en un abrir y cerrar de ojos, de la noche a la mañana. No he pedido una sola baja, no he vivido ninguna deserción, no he protagonizado ningún desfallecimiento. Afortunadamente.

Ojalá que los jóvenes que empiezan lo hagan con la mitad  de la ilusión con la que yo termino. Habré causado daños, habré cometido omisiones lamentables, habré incurrido en errores garrafales. Por todo ello pido disculpas a quienes perjudiqué indebidamente y a quienes  no ayudé en la medida que necesitaban.

Tengo que agradecer miles  de cosas a mis alumnos y alumnas de todos los niveles del sistema educativo. A los de Primaria de Oviedo, a los de Secundaria de Tuy, a los del Colegio La Vega de Madrid, a los que tuve en la Universidad Complutense, en el CEU, en la UNED y, finalmente, en la Universidad de Málaga. Miles  de cosas relacionadas con la mente y también con el corazón. El título del primer libro que escribí, “Yo te educo, tú me educas”, sintetiza muy bien mi pensamiento y mi actitud ante ellos y ante ellas. Los alumnos y las alumnas son nuestra razón de ser. Sin alumnos no habría necesidad de profesores.

Esa última clase del día 5  tuvo dos partes. En la primera abordamos algunas cuestiones teóricas sobre metaevaluación y analizamos algunas experiencias a través de la técnica de la entrevista colectiva.

En el descanso fui sorprendido por una oleada de emociones. El grupo habría preparado una estupenda merienda y había comprado una tarta en la que dos velas (un 5  y un 4) formaban un número que se les antojaría a ellos y a ellas, tan jóvenes, una cifra desmesurada. En una tarjeta escribieron frases emocionadas de agradecimiento y de felicitación que me hicieron soltar alguna lágrima.

Reanudamos la sesión para abordar, a través de un pequeño documento, 25 principios que deberían presidir las evaluaciones de diagnóstico. En pequeños grupos primero, luego en plenario.

Pasito a paso nos íbamos acercando al momento final. Todo llega en la vida, aunque nos parezca lejano. De pronto, llegó el final. Planteé una singular técnica de evaluación para hacer la valoración de la asignatura. En el encerado fueron dibujando y escribiendo sus sentimientos, sus ideas, sus valoraciones a través de imágenes y palabras. Ya sé que se trata de una técnica limitada puesto que todos y todas quienes escriben lo hacen en presencia de su profesor que se despide, de su profesor que les va a calificar.  El encerado se fue llenando de ideas y de emociones. Yo también participé expresando lo que había vivido durante la asignatura.

Llegó la hora del adiós. En cada clase les había hecho el pequeño regalo de un texto significativo sobre lo que habíamos trabajado. Para ese momento elegí un breve artículo que escribí hace años y que se publicó  en esta misma columna, titulado “Los adioses”. Decía en él: “Hay que preparar el corazón para los adioses Para recibirlos cuando nos vamos y para darlos cuando alguien se va. Hay que saber encajar los adioses de manera que nos hagan fuertes y sólidos en la vida emocional. Nuestro yo se hace fuerte a fuerza de dar y recibir adioses”.

Leí  como pude aquel texto. Un texto que hablaba de múltiples adioses y que terminó (no podía ser de otro modo) con el adiós de la jubilación. “Hoy me jubilo definitivamente: adiós, queridos alumnos, queridas alumnas. Adiós”.

Luego hubo muchos abrazos y muchas lágrimas. Algunas mías. Era un momento de felicidad y de tristeza. De fin y de comienzo, de encuentro y de separación.

Asistieron a esa clase tres personas singulares. Dos que habían cursado la asignatura sin estar matriculados. Lo cual dice mucho de su afán de aprendizaje y de su escasa obsesión por los aprobados y los títulos. Y un exalumno que quiso compartir conmigo las últimas horas de mi  profesión. Y, al final, para poner el broche de oro, llegaron a la clase dos queridas compañeras del Departamento con una preciosa orquídea como regalo de despedida. No hay otra profesión que ofrezca recompensas tan profundas.

Dice Rubem Alves en su precioso libro “La alegría de enseñar”: “Enseñar es un ejercicio de inmortalidad. De alguna manera seguimos viviendo en aquellos cuyos ojos aprendieron a ver el mundo a través de la magia de nuestra palabra… Por eso el profesor nunca muere”.

Quise rendir homenaje en ese pequeño grupo a todos los alumnos y alumnas de mi vida. Lo hice de una manera simbólica y a la vez pragmática. Anuncié que todos y todas iban a tener la calificación de sobresaliente. Era una manera de redimir mis equivocaciones a la baja, es decir, de reparar de algún modo las injusticias que, sin duda, habré cometido en las calificaciones.

Quisiera que mis lectores y lectoras entendieran este artículo no como una reflexión personalista sobre mi experiencia profesional y sobre el momento de la jubilación sino como una reflexión sobre la importancia de la carrera docente. Empecé a dirigir hace años una tesis sobre este inquietante asunto: ¿cómo envejecen los profesores en la enseñanza? Lamentablemente, el doctorando enfermó de gravedad y tuvo que desandar el camino que había recorrido.

Aunque este es un artículo que se abre con mi despedida quiero aprovechar la ocasión para plantear tres cuestiones de carácter genérico: Primera: ¿Qué es lo que nos hace vivir la experiencia de manera enriquecedora y optimista y qué es lo que erosiona nuestras ilusiones iniciales? ¿Cómo es posible que con parecidas circunstancias unos pidan la jubilación anticipada y oros no quieran retirarse? Segunda: ¿Por qué hay que jubilarse obligatoriamente de una tarea que puedes y quieres hacer? ¿No se podría acusar a quien esto ordena de discriminación por la edad? Tercera: ¿Qué es lo nos hace aprender de la experiencia vivida? Creo que no es tanto lo que nos pasa cuanto la reflexión rica y exigente sobre lo que nos pasa.

La actitud positiva ante la vida que me ha brindado esta bendita  profesión hace que pueda repetir lo que dijo el escritor francés Edmond Rostand el día de su 80 aniversario cuando se miró en el espejo: ¡Desde luego los espejos ya no son lo que eran!

26 respuestas a «Mi última clase»

  1. Querido Maestro!
    No hay más que escuchar sus palabras y leer sus comentarios para comprender que lo suyo con la enseñanza es amor por la profesión a la más bella usanza.Eso le ha llevado a pasar los años de profesión de una manera gratificante,liberadora de sueños,casi todos cumplidos,y con un sentir en el alma del ejercicio bien hecho y agradeciendo a la vida poder haber pasado tantos años en una tarea tan gratificante, donde el mejor cometido es llenar las aulas de un amor inigualable hacia los alumnos.Su sabiduría ,su temple, su infatigable trabajo, su humanidad, hace que los que tenemos la suerte de haberle encontrado por el camino, nos llena de satisfacción y de fuerzas para que su adiós nos sea lo más leve posible.
    Que siga ejerciendo su profesión aunque sea fuera de las aulas para que sintamos su cercanía más allá de las palabras!
    Que viva feliz esta nueva etapa de su vida y que la veamos y disfrutemos todos!
    Sin más me despido con un afectuoso saludo.

  2. Querido Miguel Ángel: lejos de la emoción y sentimientos que me han causado tus palabras, no dejo de sorprenderme por tu optimismo y la nitidez de tu vocación docente, hasta el último instante has querido que sea plena y radiante. Este año se cumplirá 15 que nos conocimos en una templada primavera de Malargüe al sur de Mendoza; aún recuerdo con emoción ese momento…inolvidable creo para los dos…nunca tuve la dicha de asistir a una de tus clases pero te considero -con toda la fuerza de lo que significa y su sentido- mi maestro. Hoy en este hito de tu vida quiero agradecerte en nombre de todos los que hemos aprendido de tu ser docente, en nombre de todos los que han “convertido” sus vidas en esta profesión tan maravillosa como apasionante, gracias por enseñar a descubrirla y sobre todo a vivirla en intensidad y plenitud… que como bien tú dices “no es una forma de ganarse la vida, sino ganarse la vida de los demás”. Conociéndote, sé que nunca te jubilaras, ser docente se es para siempre,algo que es misteriosamente eterno. Valgan estas palabras de sentido homenaje a mi querido maestro.

    San Rafael, Mendoza, Argentina

  3. Querido Miguel Ángel.

    Afortunadamente, la enseñanza también transcurre fuere de la aulas, de las cuatro paredes de los colegios, institutos, universidades,… Este medio desde el que nos comunicamos es un aula abierta para seguir impartiendo tu docencia. Aquí encontrarás a tus “otros” alumnos, a los que te leen semanalmente, éstos que intentamos aprender tus reflexiones en voz alta, tanto de la educación como de la vida (¿acaso ambos conceptos no están íntimamente unidos?).

    Podrías pensar que al dejar de dar clases directas en la universidad dejarás de experimentar las múltiples emociones que comporta el contacto directo con el alumnado. Pero no va a ser así, ya se a través de este medio, o de las múltiples conferencias o charlas que sueles impartir, seguirás cosechando emociones y sentimientos de tosos los que te leemos y escuchamos.

    Por tanto, déjate de adioses, y hasta el sábado que viene…

    P.D. Por cierto, es verdad, ya no sabe uno donde comprar los espejos…

  4. Querido Miguel Ángel:

    Siempre felicitarte por las hermosas letras que compartes con nosotras y nosotros. Un placer leerte.

    Hoy pongo el acento en brindar mi humilde opinión sobre lo afortunada que me siento de que, en algún momento de mi crecimiento no sólo como maestra sino como también como persona, nuestros caminos se encontrasen y haya podido aprender tanto de ti.
    De tu calidad de docente, de tu mirada positiva hacia la educación, de tu afán de superación, de tu impulso de cambio, de tu negación a “estancarse”… y de un sinfín de aspectos que guardo, con mucho cariño, en mi mochila personal.
    Simplemente gracias por todo.

    Mi abuela siempre me dice una frase cuando nos despedimos “hasta mañana” porque vamos a seguir viéndonos pase lo que pase. Ahora la extrapolo aquí, “hasta la mañana” porque no dudo de que seguiré aprendiendo de ti.

    Un abrazo, Ana Merino.

    • Querida Ana:
      Qué bien te recuerdo en aquellas sesiones del master, a la entrada de la clase, a la izquierda, con esa sonrisa maravillosa que tienes, con tus cuadernos de puntos, con esa avidez enorme por aprenderlo todo…
      Qué bien recuerdo nuestro encuentro en el aeropuerto de Dublín en aquella mañana de vuelos.
      Y qué bien recuerdo nuestras conversaciones y nuestras inquietudes compartidas por la educación, por el sistema de selección de profesorado, por los problemas que todavía genera la discriminación de la mujer (no olvido tu triste cita laboral con El Corte Inglés…).
      Me apunto a la expresión de tu abuela.
      Hasta mañana.
      Besos.
      MAS

  5. Querido Miguel Ángel:
    Con los sentimientos y emociones con los que eres capaz de cautivarnos a través de este medio, de tus libros, de charlas… y hacernos ver lo maravilloso que tiene ejercer la labor docente, no alcanzo a imaginar todo lo que has transmitido a tu alumnado a través de estos años. Sin duda has sembrado magníficas semillas en esos futuros maestros y maestras que, a los que vivimos cada día esta profesión con auténtica ilusión nos llena de esperanza en el futuro. Puedes estar tranquilo, ese “ejercicio de inmortalidad” del que habla Rubem Alves, lo tienes grantizado.
    Te deseo toda la felicidad del mundo en esta nueva etapa de la vida en la que espero seguir leyéndote y escuchándote de vez en cuando.
    Un abrazo.

    • Querida Mayte:
      Muchas gracias por tus palabras.
      Nacen más de tu corazón generoso que de mis méritos o cualidades. Siempre he pensado que esa capacidad de reconocer o de agradecer o de felicitar tienen más base en quien lo hace que en quien lo recibe. Tus frases son fruto de la generosidad, no tanto de la justicia.
      En realidad lo que he hecho es ser afortunado por elegir (o porque la vida me eligió) para hacer esta singular tarea que es trabajar con la mente y con el corazón de las personas. Creo que los docentes necesitamos una buena dosis de humildad para hacer bien lo que hacemos.
      Sí, yo también espero encontrarme de nuevo contigo en la plaza de la palabra y de la acción educativas
      Muchos besos.
      MAS

  6. Amigo Miguel Ángel.

    Creo entender los sentimientos que podían embargarte ese 5 de junio que suponía tu última clase. Y lo entiendo porque yo me siento próximo a esa fecha en la que también tenga que decir adiós al aula, ese mágico espacio con el que uno ha convivido tantos años. Bien es cierto que en mi caso alejo esa fatídica fecha diciéndome que continuaré como colaborador honorífico, para seguir con Flora hasta que ambos digamos que nuestra labor docente directa ha llegado a su conclusión.

    Pero si hay algo que especialmente me apena es saber que tú formas parte de ese excelente grupo de pedagogos que vino a iluminar y renovar el panorama educativo de este país. Y la pena se acentúa cuando veo que no hay una generación que supla a la que habéis formado parte de ella. No voy a darte nombres, pues tú los conoces a todos: alguno ya no está con nosotros; otros se han jubilado y los que quedan en activo se encuentran más o menos próximos a ello.

    Dado que a ti te conozco de una manera más personal, te puedo decir que tú tenías (tienes) una cualidad añadida: eres un excelente comunicador que lograbas que los que asistían a tus clases o conferencias disfrutaran del tiempo que estaban contigo. La verdad es que las veces que venías a los cursos de doctorado, y me encontraba en el aula con los doctorandos, escuchaba en ocasiones las anécdotas o los ejemplos que ponías, y, a pesar de que algunas veces ya te los había oído, de nuevo la risa o la sonrisa emergían como si fuera la primera vez. Esa cualidad es personal e intransferible, aunque se puede aprender algo de la misma: yo lo he intentado, aunque no sé si con fortuna.

    Sé que seguirás con tu labor, pues tenemos que reconocer que la Universidad nos proporciona unos cauces que dan continuidad a la labor docente más allá del aula. Es la gran diferencia con los compañeros y compañeras de la educación no universitaria que a los 60 años cierran su ciclo, pues su trabajo, en bastantes ocasiones, es agotador y no se ven con fuerzas para continuar.

    Como homenaje a ese gran profesor y amigo que has sido y eres, en la próxima semana escribiré en los diarios digitales en los que publico un artículo titulado “Jubilarse”, en el que tomaré como referencia tu caso para hacer ver que el significado de ese verbo adquiere matices distintos según el entusiasmo con el que se ha llevado el trabajo que ha marcado la vida.

    Un fuerte abrazo, esperando que pronto nos veamos en Málaga en la próxima tesis doctoral y charlemos tranquilamente de todo lo que hay que hacer adelante (que creo que es mucho).

    • Querido Aureliano:
      Todas tus contribuciones rebosan inteligencia y buen decir. Muchas de ellas mejoran el texto de inicio. Así que muchas gracias.
      Sé que eres un profesional de cuerpo entero y sé cómo trabajas y cómo te preparas y cómo te relacionas.
      Desde aquellos tiempos de la tesis has ido avanzando sin cesar, a pasos agigantados.
      Te agradezco mucho el texto “Jubilarse” que estás preparando. Estoy seguro de su valor.
      Nos seguiremos viendo.
      Un gran abrazo, querido amigo.
      MAS

  7. Querido Miguel Ángel:
    ¡Cuántas positivas emociones a lo largo de tu tiempo en la educación, yo diría que concentradas todas ellas en ese 5 de mayo!
    Si que es verdad que vista la vida desde arriba parece que ha sido un soplo. Apenas nos damos cuenta y,mira, la jubilación… Yo estoy seguro, ya te lo he dicho alguna vez, que tu jubilación autentica solo llegará cuando llegue lo inevitable, que te deseo que sea pero que muy tarde.
    Eres todo un ejemplo de entusiasmo y de amor por lo que has practicado toda la vida: la EDUCACIÓN.
    Te conozco, conozco tu optimismo, te gran capacidad de comunicación, tu disposición siempre positiva para ayudar al que lo necesita.
    En fin, tu siembra ha sido maravillosa y seguirá, sí que seguirá .
    No necesito decirte que al leer este artículo me has traído a la memoria muchos recuerdos, pues mi vida – y no quiero comparar gorriones con Águilas- se ha desarrollado toda ella en la educación y, cierto, que hay sombras, pero también llevo recuerdos maravillosos.
    Miguel Ángel, un gran abrazo y a seguir con el mismo entusiasmo la nueva etapa.
    ¡Cuántos tienen, tenemos, que agradecer tus charlas, tu compañía, tus clases, tus conferencias!

    • Querido Joaquín:
      Le decía a Rufino que un gran soporte de la pasión por la enseñanza la ofrecen los alumnos y las alumnas. Otra radica en los amigos y las amigas, entre los que tengo la suerte de contarte.Creo que una de las columnas que sostienen este mundo es la amistad.Los amigos son como la sangre, que acuden a la herida sin necesidad de llamarla. Un amigo es una persona que, a pesar de conocerte muy bien, te sigue queriendo. Basta leer tus palabras para darse cuenta de que nace de un gran corazón. De un corazón generoso.
      Muchas gracias por estar siempre ahí.
      MAS

  8. ¡Por favor, Miguel Ángel, no digas más mentiras!
    ¡Sabes que te es imposible no dar clase, porque la tienes dentro de ti!
    Lo otro es circunstancial aunque cause dolor.
    ¡Mucho ánimo y a tu disposición!

    • Querido Rufino:
      Siempre te ha distinguido un exquisito sentido del humor. Pero las cosas son así. He dado la última clase DE MI VIDA LABORAL. El reloj es inexorable. Seguiré, eso sí, impartiendo cursos y conferencias mientras el cuerpo aguante y mantenga la ilusión. Pero la vida laboral ha terminado después de la prórroga de los tres años que te concede la condición de emérito. No es poco. Sé que algunos anticipan la jubilación y otros terminan hartos. Yo he tenido mucha suerte. Una buena parte de esa suerte han sido mis alumnos y alumnas.
      Habría que plantearse lo de la jubilación. Hay Universidades por el mundo en las que los profesores siguen hasta que pueden (si hay conformidad de la comunidad universitaria, claro). Ahí está Robert Stake con 85 años dando clase e investigando… Creo que es mejor aprovechar la experiencia que desperdiciarla.
      Un gran abrazo, querido amigo.
      MAS

  9. Insisto, ya sabes los de León… Cada vez que yo les dé a mis alumnos un texto breve, de esos que muy pocos sabéis construir, de esos que pellizcan para despertar y que obligan a actuar al derecho, tu clase seguirá tan viva como ahora.
    Lo otro lo siento como tú, pero nos podremos aprovechar (como siempre) de que estés más libre para todos los demás, no solo para los “malagueños”.
    ¡La suerte es para repartir!
    ¡Reitero, mucho ánimo y a tu disposición!

  10. ¡Vaya!
    Una pena que no puedas seguir haciendo lo que te tanto gusta y tan bien te sale.
    Aunque no he tenido la suerte de ser “alumna presencial” de tus clases, he aprendido mucho y bueno de lo que has compartido en tus conferencias, libros y en este espacio mismo.
    Recuerdo con mucho agrado la cercanía que muestras, recuerdo la facilidad con la que transmites tu gran amor por la educación (por lo que entiendo muy bien a tus alumnos el último día …) y tengo la suerte de poder contar con un regalo personal tuyo: el libro que me dedicaste cuando viniste a Chiva, hace ya algunos años.
    ¡Gracias por todo!
    Y ahora … toca disfrutar de una nueva etapa de la vida, en la que no dudo que esa actitud positiva tuya, tendrá un hueco grande.
    Y… ¡hasta luego!

  11. Querido Miguel Ángel, si bien yo no tuve la fortuna de haberlo disfrutado como docente tuve la fortuna de haberlo conocido hace un par de años en la provincia de San Luis. Como le manifesté en ese momento para un docente de Educación Física fue poder sumar a mi profesión un valor agregado de conocimientos que los pude y puedo incorporar a través de sus enriquecedores textos, charlas, conferencias que me dan el sustento para llevar adelante la hermosa tarea diaria de la docencia. Además de valorar y resaltar su generosidad como profesional y su hombría de bien puestas de manifiesto en todos los años del ejercicio de la docencia. Ejercicio que indudablemente usted no dejara de hacer nunca, porque a partir de ahora cambiara aulas por salones y alumnos por docentes que en definitiva seguirán siendo sus alumnos deseosos de mantener intacta la gran ilusión de esta digna profesión como lo hace usted “Maestro”.
    PD. Si bien vivo en Mendoza, espero verlo mañana en San Luis para darle un gran abrazo de agradecimiento.

  12. Mi querido amigo.

    Con el texto de este sábado, has hecho que me enorgullezca (otra vez y ya van muchas…) de haber sido tu alumno.

    Me uno a los comentarios de tus lectores: nunca dejarás de impartir lecciones.

    Un abrazo.

    JOSE

  13. Querido JOSE:
    Yo soy quien se enorgullece de tener alumnos como tú. Sé cómo vives la enseñanza y cómo te entregas a ella. Y con qué escasa remuneración económica. Solo se entiende tu trabajo desde la pasión por una tarea.
    Un gran abrazo.
    MAS

  14. Estimado Miguel Ángel:
    Afectada por su adiós quisiera decirle que desde mi pequeño país (Uruguay) lo sigo cada sábado en esta columna. Creo que no solamente en las instituciones donde ha trabajado usted deja huellas. También lo hace en este espacio para quienes esperamos con ansias la llegada del sábado porque descontamos que habrá algo servido para hacer pensar. Creo que eso es lo que usted seguramente ha hecho siempre en las instituciones que han sido bendecidas contando con usted como profesor: ha ofrecido siempre algunas ideas para generar pensamiento, para profundizar, para discutir. Sus mesas han sido en este espacio, las mejores mesas. Por eso espero que esto siga, porque como usted mismo ha citado, Alves asegura que un buen profesor trasciende cualquier tiempo y cualquier época y pervive en la mirada y las ilusiones de los alumnos que con él aprender a ver el mundo más allá de la simple mirada.
    Desde Uruguay, gracias y un fuerte abrazo
    Virginia

  15. Querido Miguel Ángel:

    Quiero estar presente en esta cita, deseo expresar la suerte que tuve y agradecer la oportunidad de coincidir en el camino contigo como mi profesor.

    “Lo que tomamos debemos reponerlo, es simple justicia”, del libro Martes con mi viejo profesor de Mitch Albom.
    Yo aprendí a ver el mundo como dices a través de tus mágicas palabras y en la medida que puedo, intento trasladar lo que de ti aprendí a mi trabajo, reconozco que unas veces con más acierto que otras. Lo tuyo es de nota.

    Hoy, al leerte siento que yo era una alumna más del grupo que el día de tu última clase estuvo allí y, con este artículo, me das la oportunidad de poder despedirme con emoción de ti como mi profesor, aunque es un secreto a voces que nunca dejarás de serlo, que la enseñanza continúa.

    “El adiós, los adioses forman parte de ser humanos: Terminar, renovar, terminar, renovar.” Este es uno de ellos y ahora te toca tomarlo. No dudo que sabrás encajarlo haciéndote más fuerte.

    ¡Muchas gracias!

    ¡Mucha suerte!

    Un abrazo.

    MJA

    • Querida MJA:
      Yo también tuve la suerte de tenerte en clase y, después, de tenerte como amiga.
      Y, como viste, en aquel año inolvidable en el que llegué a Málaga, “lo tuyo sí que fue de nota”. No puedo olvidar aquella mirada incisiva.inquieta, curiosa, retadora que exhibías en aquellas clases. Y que todavía conservas,aunque ahora de forma más acendrada.
      No. No eras una alumna más. Eras MJA.
      Y lo sigues siendo.
      Afortunadamente.
      Gracias a ti.
      Besos.
      MAS

  16. Me hubiera gustado ser alumna del profesor Santos Guerra. He asistido a algunas conferencias y su discurso me ha parecido a la vez sugerente y profundo.
    Yo creo que en la enseñanza a quienes deseen seguir debería permitírselo el sistema.

  17. Es emocionante el relato de esta despedida. Yo me pregunto por qué quien puede seguir tiene que dejarlo. Se pierde así toda la experiencia acumulada.
    Es una pena que si alguien está condiciones tenga que irse por la edad. Hay Universidades de otros países en las que no es así.
    Saludos.

  18. Miguel Ángel he tenido la suerte de leerte en algunas ocasiones y siento respeto y mucha admiración. Mi profesión es Educador Social aunque maestro y pedagogo de formación. Quiero desearte mucha suerte y mucha salud para que sigas sembrando en este arte que nunca es para navegantes solitarios.
    saludos,
    Antonio Muñoz.

  19. Cuantas gracias hay detrás de este adiós. Un privilegio haber tenido la suerte de conocer a una persona como tú.

    Un abrazo y hasta pronto.

  20. “Maestro y psicopedagogo MIGUEL ANGEL SANTOS GUERRA” he estado presente en la conferencia que dió en Villa Mercedes-San Luis ,el día lunes 11/5/15,”APRENDER A PENSAR,ACTUAR Y A INNOVAR LOS DSAFÍOS DEL SIGLO XXI”.
    QUIERO DARLE LAS GRACIAS POR COMPARTIR SUS EXPERIENCIAS, ya que a través de ellas se aprende mucho y más aún con aquellos ejercicios introvertidos que da de pensar.Realmente me sorprendió su inteligencia y habilidad.
    Mi mayor respeto!
    Saludos afectuosos!

    Angela Leone

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