Me contaba un amigo que, arrastrado por ideales pedagógicos, solía reconvenir a su hijo, cuando no se portaba bien, a través de razonamientos convincentes. Un día, después de que el pequeño (solo tenía cinco años) cometiese una fechoría, el padre le llamó con tono severo. El niño se acercó al padre cruzando los brazos delante de la cabeza para protegerse y diciendo mientras tanto:
– Papá, razonar, no; razonar, no.
Al pequeño de nuestra historia le resultaba insoportable un largo razonamiento que le hacía sentir torpe y mezquino. Un castigo que no le retuviera mucho tiempo separado de sus juguetes hubiera sido, seguramente, más tolerable.
Algunos piensan que todas las normas son igualmente justas y que su cumplimiento es exigible de forma inequívoca en bien del individuo y de la colectividad, que las normas se elaboran siempre de una forma justa y bienintencionada, que toda infracción es fruto de la desaprensión, que la correspondencia de infracciones y castigos se puede establecer mediante tablas de aplicación mecánica, que las consecuencias de los castigos se producen de forma predecible y deseable, que el escarmiento surge en los testigos de forma automática y clara cuando se aplica una sanción justa.
En mi opinión, ninguno de estos enunciados es del todo cierto. Al menos, no lo es sin matices. Lo que sucede es que la disciplina se establece en los centros, algunas veces, de forma rutinaria y autoritaria. Disciplina es un concepto polisémico que es difícil descomponer en significados claros y contrastables. Unos entienden la disciplina como sumisión y acatamiento mientras otros consideran que la disciplina es el ejercicio del respeto y el fruto de la convivencia.
La disciplina es una de esas cuestiones que permite poner sobre el tapete todas nuestras concepciones educativas. Podría decirse a cualquier profesional: dime lo que piensas de la disciplina y te diré qué tipo de profesional e incluso qué tipo de persona eres,
Hay quien entiende la disciplina como sometimiento. La jerarquía elabora la norma, la impone, vela por su cumplimiento y sanciona de forma contundente. Desde esta perspectiva, preñada de autoritarismo, es difícil que se produzca el deseado proceso educativo. Puede haber silencio y orden, pero no emancipación y liberación. Educar es liberar, no es domesticar.
Para educar en la libertad hace falta poner en marcha procesos de análisis, de respeto, de igualdad y de justicia… Otra cosa muy distinta es implantar un régimen disciplinario encaminado a conseguir el orden. La autoridad no tiene normas que se puedan aplicar con la misma lógica. El superior nunca se equivoca, nunca infringe la norma. La autoridad está para imponerla, no para someterse a ella. Este planteamiento ha envenenado muchos enfoques y actuaciones sobre la disciplina. Lo que ha conseguido es reacciones de sometimiento y de servilismo o de rebeldía y de rabia.
Se ha utilizado el discurso sobre la disciplina (más bien el discurso sobre la indisciplina) como una amenaza para la autoridad del profesor. Se ha presentado el conflicto como un fenómeno que hace difícil la tarea y la vida del docente. Creo que existen, en efecto, algunas situaciones conflictivas que exigen un temple y una habilidad extraordinarias. Pero no es esa la práctica común. Lo que sucede en los centros y en las aulas es que el poder se ejerce con impunidad. El poder de imponer normas, de mandar, de evaluar, de castigar… La democracia escolar tiene escasa posibilidad de desarrollo al tratarse de una democracia cautiva: la institución escolar es jerárquica, posee un conocimiento hegemónico, tiene la capacidad de evaluar…
Es necesario liberar la voz de los alumnos en condiciones de libertad. Solamente en espacios de participación se puede construir una disciplina presidida por los derechos de todos y encaminada al bien de la comunidad. La responsabilidad solamente se alcanza con la libertad. No a la inversa. No es verdad que mientras no seamos responsables no debemos ser libres. Lo cierto es que no podremos nunca ser responsables si antes no hemos sido libres.
La autoridad puede imponerse de forma irracional, interesada e, incluso, brutal. Puede también anteponerse el orden a la justicia, los intereses de los que mandan sobre el bien común, la venganza sobre el aprendizaje, la rutina sobre la reflexión… La imposición de la disciplina puede convertirse en un proceso instrumental, no moral, en el que se persigan unos fines sin reparar en la naturaleza de los medios. No son muy precisas las fronteras entre coerción y persuasión legítima.
Desde este punto de vista cualquier medio sería bueno con tal de que alcanzase el fin pretendido del orden. Pero la educación (y también la disciplina) son procesos de naturaleza moral y por consiguiente importa sobremanera interrogarse por la naturaleza moral de los medios. La cuestión fundamental no es saber qué castigo corresponde a qué falta sino por qué ha de haber castigos y qué se pretende con ellos. La lógica exigiría preguntarse luego si esas pretensiones se han alcanzado y a qué precio. No es cierto que una fuerte disciplina genere un buen ambiente de aprendizaje. Lo cierto es que un buen ambiente de aprendizaje trae consigo la disciplina. La construcción compartida de la norma, los acuerdos que nos reconocen derechos, el respeto compartido…, instituyen un clima de signo positivo en el que son posibles el aprendizaje y la convivencia.
Los efectos secundarios de los castigos suelen ser demoledores. Suponiendo que alcancen el fin de erradicar una conducta negativa, hay que pensar en la rabia que generan, en la culpabilidad que desarrollan, en la vivencia subjetiva de su justicia… Muchas veces se pone en marcha el mecanismo infracción/castigo sin pensar en el ambiente que genera la infracción, en los motivos del comportamiento, en la finalidad de ese orden pretendido, en la importancia de las acciones disruptivas…
EL poeta griego Arquíloco (siglo VII antes de C.) se atreve a contar en verso yámbico cómo escapó de una batalla arrojando su escudo para huir mejor. Para un griego de aquel tiempo era una deshonra ser tachado de cobarde. Precisamente se le denominaba “el que ha tirado el escudo”. Arquíloco tiró su escudo, salvando de ese modo la vida. Y se siente muy orgulloso por ello. Incluso bromea diciendo que estando vivo podrá comprar muchos otros.
Muchas personas que han infringido las normas han hecho avanzar la historia, han conducido a la liberación de la tiranía y a la emancipación del ser humano. El infractor es molesto porque cuestiona el orden establecido, genera interrogantes y provoca la reflexión. Cuando se responde a las preguntas con la fuerza, con la coerción o con la contundencia del castigo, no se provoca el diálogo sino el silencio. No se suscita el cambio sino el sometimiento. No se consigue la libertad sino que se alimenta la opresión.
Querido amigo y maestro:
El artículo no tiene desperdicio. Aborda enfoques que permitirían debatir durante horas. Quisiera centrarme en el polisémico concepto de disciplina, pues su carácter multidimensional invita a clarificar qué prisma pedagógico se defiende.
Algunos de los conceptos, en términos generales, relativos a la disciplina, podrían ser los siguientes:
– La instrucción de una persona, especialmente en lo moral, con lo cual puede presentar connotaciones de adoctrinamiento.
– El arte o la ciencia.
– La observancia de las normas en una institución determinada.
En cuanto a la última definición propuesta, me parece muy acertada tu tesis cuando afirmas que:
“Muchas personas que han infringido las normas han hecho avanzar la historia, han conducido a la liberación de la tiranía y a la emancipación del ser humano. El infractor es molesto porque cuestiona el orden establecido, genera interrogantes y provoca la reflexión.”
Cuestionar el orden establecido implica una carga de responsabilidad difícilmente cuantificable –seguramente imposible-, dado que precisa sopesar la situación histórica de partida y la transformación que pueda implementarse posteriormente, con el análisis del balance de logros y costes en función del momento y lugar en el que se haya producido la ruptura con el precedente orden establecido. Desde luego, la reflexión es profunda y con la potencialidad de llegar a ser prolija, incluso en todas las acepciones de este término. Obviamente, este matiz enriquece cualquier tema, difícil de agotar, y suscita la necesidad de trabajar un terreno fértil, desde mi punto de vista; de ahí mi agradecimiento por plantear un tema abundante, valioso, rico en posibles interpretaciones.
Poner en tela de juicio el orden establecido precisa ejemplaridad en quienes lo planteen, dado que ha de conducir a la mejora de la situación previa, y no a la inversa, puesto que también observamos involuciones en muchos momentos de la historia, en lugar de evolución. Cada contienda, cada guerra, la entiendo como sinónimo de involución. Ello no significa que las guerras, rebeliones o cualquier tipo de acciones bélicas no hayan desembocado en sociedades más justas e igualitarias, si bien el precio que cada guerra ha tenido y tiene es un coste humano, algo que considero excesivo…
Pienso que es imposible cuantificar logros y costes, considerando que planteo un enfoque general y que habría que circunscribirlo a hechos históricos concretos. Aún así, ¡qué difícil!, ¿verdad?
De modo análogo atendemos en estos días a procesos de evaluación. ¡Qué difícil “poner un número” a cada discente, a tenor del balance de su rendimiento! Pretendemos cuantificar lo incuantificable, regular y valorar de modo matemático la vida singular de cada persona, con injustos puntos de partida por distintas razones. Ningún educando elije sus capacidades innatas o el seno familiar en el que va a nacer (y que lo va a apoyar o no); ni siquiera, en tantísimos casos, el centro educativo que lo va a formar.
¿Por qué, como especialista en Educación Musical, tendría que valorar una ejecución vocal en función de la afinación del alumnado? ¿Acaso ellos elijen sus cualidades innatas relativas al “oído”? ¿Acaso elijen a unos progenitores que cultiven en el seno familiar el arte de la Música? ¿Qué responsabilidad tienen con respecto al nivel con el que llegan a Primaria? La respuesta es clara: ninguna. ¿Y se supone que debo cuantificar todo eso? ¿Ponerles una “nota” que podría etiquetarlos? ¿Acaso no es mejor promover enseñanzas que les conduzcan a que amen la Música?
Cuantificar las consecuencias de alterar el orden establecido es tan complejo como hacer lo propio con las capacidades demostradas por el alumnado. Tendemos a simplificar por pura operatividad. En todo caso, sí coincido plenamente en que personas que han infringido las normas han conducido al avance de la historia.
En cuanto a la disciplina que implica exigencias, prefiero el concepto de “auto-disciplina”. Si me exijo a mí mismo, si conozco en primera persona el esfuerzo que implica someterme a ejercicios que me impongo personalmente, me resultará más sencillo empatizar con los demás y evitar métodos disciplinarios (con connotaciones peyorativas) porque seré más cercano, porque habré experimentado el peso de la disciplina en primera persona. Cuando ayunamos, nos acordamos más de los pobres. Cuando sufrimos una enfermedad, nos acordamos más de los que están en hospitales.
Cuando redacto cualquier documento, me acuerdo de que mi maestro MÁS (¡con acento y tilde en la “A”!), se esfuerza por regalarnos cada sábado “alimento pedagógico”. Igual que necesito comer cada día, como maestro necesito nutrirme continuamente.
Muchísimas gracias por tu presente.
Un gran abrazo.
Saludos.
¡Maravillosa reflexión, maestro!. Maravillosa.
A mi humilde modo de ver, tras varias penosas experiencias con algunas autoridades educativas muy exigentes con el orden y la disciplina en sus centros, para evitar los desmanes y los desmadres de la muchachada, suelen ser, luego, cuando les toca a ellos a cumplir con sus propias normas, muy remisos a cumplirlas, “escudándose” en los manidos: “…eso, no me consta”, o “… esto, puede tener otra interpretación”.
He llegado a presenciar como algunos respetables “funcionarios escolares”, (con la protección de la Directiva del Centro e incluso la propia Inspección Educativa, y ante padres y madres indignados por graves negligencias en el cuidado de sus hijos o hijas durante el horario escolar), eran capaces de trastocar los hechos, liberando sus responsabilidades, sin importarles el dejar a sus propios alumnos por fantasiosos o mentirosos, cuando en realidad habían sido víctimas de dolorosos atropellos.
El sistema educativo, tan funcionarial y burocrático en muchas ocasiones, se convierte en un gran escudo protector para imponer auténticos reinos de autoritarismo, muy lejos de lo planteado en su reflexión, y que nada ayudan a mejorar el clima de convivencia y participación. LLegándose incluso a disponer de las prescriptivas Comisiones de Convivencia, en que se supone que participa toda la Comunidad Educativa, en meras comparsas sólo necesarias para rellenar los informes que se requieren a final de curso.
Me ha encantado el artículo.
Para pensar.
Y para actuar.
No conocía la historia de Arquíloco, pero me parece muy esclarecedora.
Saludos cordiales a todos los lectores y lectoras.
Hay mucha tela que cortar en este artículo. Cada párrafo me ha hecho pensar, por no decir cada frase.
Damos por hechas y sabidas muchas cosas que pasan en las escuelas, pero no es tan sencillo descifrar los significados.
Como en todo, un equilibrio. El niño debe concebir que hay límites y que infringir los mismos, tiene o puede tener consecuencias. Si queremos educar a personas en el marco de la ciudadanía democrática, las normas éticas y cívicas deben comenzar a ser conocidas desde muy pequeños. Ayer veía esa serie que se llama Hermano mayor y me aterrorizaba ver a un joven que es evidente que no concibe excepciones a sus propios deseos, incapaz de asimilar sus frustraciones. Mucho, muchísimo deben reflexionar los padres al respecto, como pilar fundamental de la educación de sus hijos.
Insisto sobre una cuestión fundamental, que veo que se omite, supongo que por razones evidentes, pero invito a hablar de la Universidad en estos foros:
la Endogmia universitaria: “En el peor de los casos, se trata de plazas a medida. En el mejor, de puestos para los que solo compite la gente de casa. El 73% de los profesores e investigadores trabajan en el mismo campus en el que leyeron la tesis. La endogamia es uno de los males que, según la mayor parte de los expertos, lastra a la Universidad española”
http://elpais.com/especiales/2014/debates-sobre-la-universidad/
Publicado hoy en el diario ElPais, es el primer artículo de dos entregas previstas al respecto de la histórica y asentada endomagia universitaria. Creo que es un tema que requiere, en pleno siglo XXI, soluciones urgentes en la Universidad. Una de las causas de su constatada mala calidad (lista de Shanghai) puede ser esta tradición histórica de plazas “a medida”, independientemente de los méritos del/de la candidato/a. Un tema interesante que podría debatirse en estos foros. Saludos.
Querido Miguel Ángel,
Estupenda reflexión la que haces en tu artículo, me gusta especialmente la frase en la que indicas tan acertadamente que “Educar es liberar, no es domesticar”.
Ojalá muchos padres entendieran estas palabras y aplucaran la sabiduria que hay detrás de ellas.
Un abrazo,
César Gómez
Hoy, en ElPais:
“Ser mal profesor sale barato. Recortes, falta de rendición de cuentas y un sistema que premia sobre todo investigación lastran la docencia. Solo 12 universidades públicas tienen evaluaciones obligatorias”
http://politica.elpais.com/politica/2014/12/04/actualidad/1417715642_210029.html
Creo que a Miguel Ángel no le molesta en absoluto que se pase del tema que trata en el artículo a otro que, en principio, está alejado, porque lo más interesante es el debate se abre con el mismo.
Con respecto a la Universidad y sus problemas, tal como pretende Joe (sería bueno firmar con el propio nombre, aunque no sea obligatorio), me temo que desborda los límites de un breve escrito.
De todos modos, desde mi punto de vista, la segunda parte de las que ofrece El País es más interesante que la primera. Y es que como bien se apunta en el artículo del diario, a la Universidad, y menos aún a ese repelente personaje que es Wert, le interesa la calidad de la docencia; interesa la investigación (que ciertamente es uno de los pilares de la estructura universitaria).
De ahí que haya profesores excelentes (los menos), buenos, regulares y malos. Y esto no va a cambiar, pues para ello se necesitarían buenas evaluaciones cualitativas, lo que implicaría una importante inversión en investigadores cualitativos y si en épocas anteriores no se ha hecho, menos aún en los tiempos de los inmisericordes recortes.
Y si la calidad docente apenas interesa, menos aún la formación cultural, crítica y humana de los estudiantes. Ahora se buscan buenos “técnicos” que se adapten a las necesidades del mercado.
En fin, que la lucha, porque de eso se trata, es dura y larga para los que nos movemos en parámetros muy alejados de los vientos neoliberales que arrasan todo lo que encuentran a su paso, entre ellos las universidades públicas; porque, eso sí, las privadas suben como la espuma.
A veces, jugar con las palabras conducen a ideas totalmente distintas:
Miguel Ángel concluye su reflexión con:
“Muchas personas que han infringido las normas han hecho avanzar la historia, han conducido a la liberación de la tiranía y a la emancipación del ser humano”.
También se puede interpretar:
“Muchas personas que han infringido las normas han hecho retoceder la historia, han conducido a la tiranía y al sometimiento del ser humano”.
Y es que entre un razonamiento y otro cabe muchas interpretaciones en función del contexto y la finalidad con las que se inflinjan las normas.
Me gusta más…
“Para educar en la libertad hace falta poner en marcha procesos de análisis, de respeto, de igualdad y de justicia…”
Saludos.
Estando de acuerdo en parte con lo expuesto por JC Muñoz, de que en las lecturas, las interpretaciones pueden tener (y se puede añadir que deben) dos visiones diametralmente opuestas, tal como destaca con una de las afirmaciones enunciadas.
También es cierto que un buen lector no sólo se centra en las afirmaciones concretas, aislándolas sin más del contexto, y en este caso éste esta claramente descrito con anterioridad a la afirmación, y creo que es en ese ambiente escolar tan habitual en que la disciplina es rutinaria y autoritaria, donde reinan los forzados silencios y la servil sumisión, no se favorece la libertad y la emancipación, tan necesarias e imprescindibles para la verdadera educación, por lo que parece más adecuada la interpretación histórica del autor, de que los libertadores, que necesariamente tendrán que infringir las reglas impuestas son los que nos harán avanzar, como tantas veces ha sucedido en todos los tiempos.
Sin perjuicio, por supuesto, de que la otra interpretación es totalmente posible y también cabe citarla, pero sería un contrasentido en este caso.
La historia de Arquíloco es muy pertinente.Si él no hubiera quebrantdo la norma no hubiera seguido vivo. Pero, sobre todo, probablemente todos hubieran seguido entregando la vida por una estupidez. Poner en cuestión muchas normas es imprescindible para avanzar.
María Soldevilla:
Eso no quiere decir que tengamos que quebrantar todas las normas.
Yo haría una división.
a. Normas que benefician a todos
b. Normas qie benefician a algunos.
Si al quebrantar la norma se daña a los demás, hay que tener cuidado.
Excelente reflexión siobre la disciplina. Lo primero, que nos hace ver es la complejidad del tema. Y luego nos permite relativizar el valor de las normas.
En efecto, no siempre auydan a ser mejores, sino a someter mejor.
Sin duda rico el artículo para reflexionar y apropiarnos de él. Yo trabajo con adolescentes de secundaria y en otras palabras, yo utilizo el término “negociar”, de esa manera he logrado aplicar disciplina en el aula, he logrado que se interesen por participar y que busquen los recursos de participación que sean atractivos no solamente para mi, sino para el grupo.
Me encanta la frase “educar es liberar, no es domesticar” y me queda claro que dependerá en gran medida del ambiente que generemos para la negociación en el aula.
Gracias…! cuánto me ayuda a reflexionar en relación a mi actuar… mi compromiso es insistir en la formación para la vida, no para su estancia, que además es breve en la escuela secundaria… Alma
Querida Alma:
Es magnífico lo que dices, que te gusta “reflexionar en relación al modo de actuar”. Es la mejor (por no decir la única) forma de mejorar lo que hacemos.
Si nos encerramos en las rutinas, dando por bueno todo lo que hacemos será muy difícil transformar las prácticas.
Y sí, creo contigo que educar es liberar y no domesticar.
Muchos besos.
MAS
Hola Aureliano, no creo que Wert tenga mucho que ver con la endomagia universitaria. Temo que la misma lastra la Universad Española desde sus orígenes…. Mi hijo, mi mujer, mi amigo (Podemos)… plazas a medida, más allá del curriculum de los/as candidatos/as.
“Ninguna universidad española se sitúa entre las 150 primeras del mundo según el ranking de Shangai…”
http://www.eldiario.es/cienciacritica/universidad-espanola-esquiva-Shangai_6_113098711.html
Excelente reflexión.
Creo que siempre es bueno cuestionarse las cosas. Es decir, pensar cuál es el sentido de las normas y de las costumbres.
Efectivamente, si nadie se hubiese cuestionado nada, seguiríamos teniendo o siendo esclavos, seguiríamos con el apartheid, continuaríamos viendo a las mujeres sin votar…
Ahora nos felicitamos del gesto de Arquíloco, pero en su día lo despreciaron por lo que hizo.
SALUDOS
Efectivamente, la educación pretende conseguir hombres libres, no esclavos sumisos y silenciosos. Lo cual supone que las personas aprendan a pensar, a criticar, a discernir.
La educación no se sustenta en el cumplimiento de estas órdenes.
– Cállese
– Obedezca
– No discuta
– No critique
– No moleste
La educación se sustenta en estas demandas:
– Piense
– Analice
– Discuta
– Respete
– Lib{erese.
El problema de la disciplina se las trae.
No tanto porque es difícil conseguirla cuanto que es difícil justificarla.
La principal razón, como se plantea en el artículo, es que sea el fruto del respeto y el sostén de la convivencia para hacer posible el aprendizaje.
No se trata de que el poder haga sentir su espuela sino de que en un clima de respeto se pueda trabajar y convivir felizmente.
Es un articulo que da que pensar. Cada párrafo tiene su miga.
Es una cuestión sobre la que debemos reflexionar los profesionales de la educación en las escuelas y los padres y madres en las casas.
No se trata de que estemos más cómodos los adultos, se trata de que aprendan a comportarse, a respetarse, a convivir.
Hay que revisar las normas y los castigos que se imponen para conseguir la disciplina. Creo que muchos son más que discutibles.
Querido Juan Miguel:
He vuelto a leer el comentario con que se inician las contribuciones a este artículo y tengo que manifestar mi gratitud a tu fidelidad en la lectura, a tus valoraciones positivas y a tus contribuciones que nos enriquecen a todos quienes te leemos.
Un abrazo.
Miguel. A. Santos