Me cuenta una madre que a su hijo le han castigado en el Colegio haciéndole copiar cien veces una frase. Creí que esos castigos se habían terminado porque, a lo largo de los años, han ido dejando una estela de fracaso, de rabia y de dolor. ¿Qué nos hace persistir en ellos cuando se ha comprobado hasta la saciedad su inutilidad y sus perjuicios?
En una localidad y un colegio cuyos nombres silenciaré, los alumnos mostraron un día en la clase su alborozo ante el ruido de los cohetes que anunciaban las fiestas locales. El profesor les mandó copiar cien veces la siguiente frase: “Es costumbre en esta localidad tirar cohetes para anunciar la proximidad de las fiestas. Por tanto no debo asustarme ni armar follón”.
Así, como suena. Incluido el elegante y educativo término de “follón”. Una frase larga para que se necesite más tiempo y se experimente más dolor en escribirla. No una, cien veces. Como si por repetirla se hiciese más verdadera. Como si por repetirla tuviese más eficacia. ¿Cuántos han aprendido algo a través de estas repeticiones, más allá de la rabia y el dolor? Lo que les exige este buen señor es que renuncien a su condición humana: “no debo asustarme”. Oiga, profesor, ¿y si me asusto? Y, por otra parte, ¿qué pasa si me asusto? ¿Es malo? Si me asusto, ¿hago daño al profesor o a los compañeros?
Si tuviera poder y la misma actitud sádica que tienen quienes mandan copiar, les impondría a los profesores que lo hacen este castigo:
– Copie cien veces la siguiente frase: “Los profesores no deben imponer castigos absurdos a los alumnos consistentes en repetir decenas de veces la misma frase”.
Y si al día siguiente no han terminado la tarea, doscientas veces. Y si al siguiente no han terminando, no podrán percibir el sueldo. Digo lo del sueldo porque algunos profesores, cuando los alumnos no terminan esa odiosa y estúpida tarea, le añaden otra dosis de irracionalidad y de injusticia a la situación: Si alguno no termina de repetir la frase todas las veces que se ha mandado, no podrán presentarse al examen. Puro chantaje. Pura injusticia. Pura irracionalidad.
Nunca he sabido lo que realmente pretenden los profesores al imponer esta tarea. No sé si quieren hacer sufrir, hacer perder el tiempo o ejercitar la escritura o la contabilidad de sus alumnos (iba a decir de sus víctimas). Ochenta y una, ochenta y dos, ochenta y tres… A mí me parece un comportamiento sádico. Me imagino al profesor viendo por el túnel del espacio y del tiempo al alumno inclinado sobre el papel, sin poder estudiar, sin poder jugar, sin poder dormir… Ochenta y cuatro, ochenta y cinco, ochenta y seis…
Las preguntas lógicas ante este tipo de sanciones son, a mi juicio, las siguientes: ¿qué se pretende conseguir?, ¿qué se espera que suceda en el futuro?, ¿qué efectos se desean obtener como fruto de la copia? ¿Cómo comprobar si se ha logrado lo pretendido? ¿Por qué no se ha logrado? ¿Qué efectos secundarios se han producido?… Se me dirá, probablemente, que se pretende evitar que el alumno repita los mismos comportamientos.
En el caso que nos ocupa, nos encontramos con el problema de que los comportamientos que se pretende evitar son lógicos y naturales, en absoluto negativos. Lo que resulta discutible, a mi juicio, es la reacción del docente. ¿Por qué le molesta que los alumnos se sorprendan?, ¿por qué le irrita que los alumnos tengan un momento de bullicio? Son niños y niñas. Son niños y niñas normales. Las mesas del aula se quedan inmóviles y silenciosas cuando suenan los cohetes. ¿Es eso lo que pretende conseguir el profesor? A mi me parece más sensato que durante unos segundos el profesor se una a la alegría de las cercanas fiestas y vuelva al trabajo sin la menor complicación. Pero no. Algunos gastan más tiempo en imponer el orden, en soltar recomendaciones y reprimendas, en repartir castigos… que en motivar y enseñar. Es como si se regodearan haciendo sentir al alumnos el dolor de la espuela del poder. Como si quisieran hacer ver que la escuela no tiene nada que ver con esas alegrías.
Al imponer este tipo de castigos pueden suceder dos cosas. Que se extinga e comportamiento negativo o que no se extinga. Pero, en el primer caso, ¿habría que preguntarse?: cuando no exista el riesgo del castigo, ¿evitará también el comportamiento supuestamente negativo? Porque si lo que aprende es a evitar el comportamiento por temor al castigo, no se ha producido un hecho educativo. Cuando no haya castigo seguirá igual Ahora bien, si no se extingue el comportamiento, que es lo que habitualmente sucede, el castigo ha sido inútil o contraproducente.
Hay que preguntarse también por los efectos secundarios de estas sanciones. Frecuentemente generan rabia, despecho, odio y rechazo del educador y de la institución. Ese hecho irracional dinamita los puentes de contacto, hace perder autoridad. En su fuero interior l alumno se haría esta consideración: ¿por qué te voy a hacer caso si me tratas así?
¿Cuántas veces le pregunta al profesor al alumno castigado qué es lo que piensa sobre la situación? ¿Qué piensa de lo que ha hecho y de las consecuencias que ha tenido?
Téngase en cuenta que el castigo se impone desde una privilegiada situación de poder. El alumno se encuentra desarmado, impotente. No puede replicar, no puede decir lo que piensa, no puede negarse a hacer lo que le mandan, no puede decirle al profesor que haga otro tanto por su forma estúpida de reaccionar…
¿Qué decir de los castigos que privan de la escuela a quienes más la necesitan? Es como si pasásemos por un Hospital y dijésemos al ver a los enfermos más graves:
– Estos que están a punto de morir asfixiados que se vayan a sus casas quince días.
Oiga, habría que decir, no eche del Hospital justamente a quien tiene más necesidad de sus servicios. No les deje sin oxígeno precisamente a esos que no pueden respirar por sí mismos.
La reacción es muy fácil. Expulsión. Que se vayan. Pero, ¿para qué? Se suele decir: para que escarmiente el interesado y para que escarmienten los demás ¿Escarmientan? Nunca se sabe. Algunos pueden envidiar al infractor que se libra quince días del aburrimiento y la tortura. Lo que sucede es que carecen de agallas para hacer lo hizo el infractor.
No digo que no haya que imponer y exigir límites y buenos comportamientos a los alumnos. Es fundamental en educación. Pero primero los tenemos que tener nosotros. Y luego hay que imponer esos límites con racionalidad y amor. El amor consigue mucho más que la indiferencia y el odio.
Creo que si mejorase la participación de los alumnos en la vida del Centro, si aumentase su implicación en las decisiones y en la elaboración y aplicación de las normas, disminuirían los conflictos. No se consigue el orden aumentando la vigilancia, las amenazas y los castigos. Y, si se consiguiese, no sería de una forma verdaderamente educativa. Se trata de que aprendan a responsabilizarse, a respetarse y a convivir, no a evitar los castigos por puro temor.
BUEN DÍA MAESTRO!!!!!
Hoy me levante con la curiosidad de saber sobre lo que trataba su comentario y muy relacionado con estas fechas en las que la gran carga administrativa se apodera de nosotros, olvidando las dinámicas, estrategias y trabajos para con nuestros alumnos, eso de las repeticiones considero que es anti pedagógico, me da la impresión que solo es una perdida de tiempo que sirve para imponer control para los alumnos, en ciertos días, antes deque acabara el ciclo escolar, pedí a mis alumnos una tela para ponerla en el piso y que ellos recostados sobre la tela apreciaran la inmensidad del cielo azul, el aire rosando por sus rostros, el cantar de los pájaros, los ruidos de la comunidad, ante esto Maestro Santos los demás compañeros que eran observadores murmuraban que solo hacia para perder el tiempo, pero al ver la sonrisa, la tranquilidad de mis alumnos, me di cuenta que estos momentos llenan de paz y tranquilidad a los niños, paz que muchas veces en casa no tienen y una repetición de planas que lejos de ayudarles, los frustra más. Gracias Maestro Santos Guerra por hacerme ver que lo que valgo depende de lo que obtengo con mis alumnos, su mirada, su sonrisa, su tranquilidad, la alegría con la que me esperan y no por lo que rumorean los maestros o demás personas sin vocación.
Me ha encantado el enfoque y las reflexiones sobre lo absurdo de tamaño castigo. Yo solo me pregunto si cuando se ponen esos castigos, el profesor que los impone se hace una mínima reflexión sobre lo que está haciendo.
Por cierto, recuerdo en mis tiempos de estudiante, con trece o catorce años la cantidad de verbos que tuve que copiar a causa de un profesor que alegremente tiraba de ese sistema: ” copia 10, 20 …veces tal verbo.” Nunca lo he olvidado, ni al buen amigo que me copiaba la mitad para acabar antes y poder disfrutar de la libertad que proporcionaba el castigo cumplido.
Estoy de acuerdo, los castigos irracionales y absurdos sólo sirven para exasperar matando el efecto correctivo de una conducta, que es el fin que debe perseguir todo castigo.
Saludos.
Hay comportamientos que son irracionales. Y, además, algunos de ellos hacen sufrir.
No sé qué tipo de argumentos utilizarán quienes imponen ese tipo de castigos a los alumnos.
Me cuesta creer que tengan una base argumental. Creo que son fruto de la rutina y de la falta de racionalidad.
Por lo que leo, todavía hay gente así en la enseñanza.
¿Dónde han aprendido que a base de copiar y copiar se corrige un mal comportamiento o se consigue aprender a comportarse bien?
¿Por qué no hay más diálogo con los alumnos, antes, durante y después de estas actuaciones?
Querido Maestro!
Nunca he sido partidaria de esos castigos, ni de otros, en mi vida profesional y personal.
El amor llega a asumir los grandes desafíos que hay en la vida y apostar por ello trae mejores consecuencias que con la idea absurda del más cruel castigo.
El acercamiento, la complicidad, la tolerancia, son valores que permiten las relaciones más afectuosas y llevaderas en todos los campos y también en la educación.
El que ama su profesión y a sus alumnos jamás permitiría un desagravio tal hacía sus alumnos.
Abogo por los más profundos sentimientos, que nos lleva la lectura de su comentario para pedir con justicia que no se repita más este acto.”No hagas jamás lo que no quieras que te hagan a ti”.Ese es mi lema.
Sin más deseándole que pase un refrescante verano me despido con un cordial saludo.
NO entiendo esa forma de proceder. Parece un poco estúpida y un poco cruel. Estúpida porque creo que esos castigos no sirven para nada. Y cruel porque hacen sufrir inútilmente.
Los padres suelen aceptar estas decisiones sin rechistar. Creo que sería oportuno un diálogo respetuoso que consiguiese, sin desautorizar al profesor. acabar con esas prácticas.
NO he querido calcular el tiempo que tardaría el niño en hacer esa absurda tarea porque, para eso, tendría que escribir yo la frase y hacer el cálculo. Un tiempo perdido que el niño podría emplear es estudiar o en jugar.
TØDAVÏA ES PEOR LO QUE SE DICE EN EL ARTÏCULO DEL CHANTAJE: NO HAY DERECHO A HACER ESTE TIPO DE COSAS Y; MENOS; EN EDUCACIÖN.
El castigo en educación es más que discutible. Si se evita el mal comportamiento es porque se ha aprendido a respetar al otro o porque hay miedo al castigo. ¿Qué sucederá cuando no haya amenazas y castigos en la vida de las personas? Esa es la cuestiçón. Saber si han aprendido a convivir, a respetarse a sí mismos y a los demás.
felices días de receso, días que ayudan a reflexionar lo que se ha logrado y planear para lograr lo que falta.
Productivos días Maestro Santos Guerra, de nuevo aquí compartiendo las posturas que nos llevan al análisis de prácticas educativas arraigadas como la que ahora trae a la mesa del Adarve. En algún momento de la historia de la educación se creyó y se apostó por el beneficio de la repetición y no sólo para la corrección de conductas que denotan aprender, sino incluso para “fortalecer la fe (no hay pedagogías nuevas para los rezos)”. Es verdad hay mucho que deberíamos cambiar en nuestras prácticas, es realmente difícil soltar las formas por las que nos inyectaron “aprendizajes”, reformar implica no sólo identificar lo pocos beneficios de algunas estrategias, además proponer, innovar y asumir los resultados de otras nuevas que cumplan con los objetivos de formación y por último consolidarlas, fundamentarlas y difundirlas…¿habrá baja autoestima en los docentes para arriesgarse todos los días en cambios tan radicales???. espero que no!!!!
Por indicios del artículo, y de algunos comentarios también, el tema de esta semana es de larga tradición, y de permanente actualidad. ¡Castigos desorbitados, repetitivos y generalizados para todos los presentes, porque aquí el que manda soy yo y todos a callar!. Justos, no parecen. Educativos, menos. Legales, ni con pintura. ¿Y entonces, cómo es que se siguen produciendo?.
Similar a éste y durante este curso, me han contado uno similar. El profe tiene costumbre de pasar lista en sus clases, y requiere de todos los asistente el que levanten la mano cuando oigan su nombre. Uno, de los mejores alumnos del grupo, cansado y aburrido de tanta pamplina, decidió no levantar la mano sosteniendo que ya que le veía el profe en clase, y constataba que estaba, para qué levantar su mano. El castigo, un día sí y otro también, expulsión de la clase.-y a uno de los mejores alumnos, que no faltaba nunca-.
A mitad de curso a la familia no le quedó otra que pedir cita con el gran profesor. Hablando del tema, y trás escuchar la consabida retahila de las normas de clase y la obligación de cumplirlas, los padres le indicaron algunos aspectos de la personalidad de su hijo, de su profundo orgullo, de su seriedad, de su profundo sentido de la justicia, de su dedicación al estudio, de su cumplimiento con las clases, de su respeto a las personas, de no dar ningún motivo de queja, de sus sobresalientes notas en todas las asignaturas, y además le cuestionaron que cuál era la finalidad de la acción de pasar lista, qué si era para constatar la asistencia de los alumnos, por qué se tenía que reprender con expulsión por no levantar la mano, qué si era más importante el rito impuesto que la asistencia misma. Algo desconcertado el docente, le prometió a los padres que no se preocuparan que él iba a cambiar.
En la escuela hay muchos ritos. El maestro Santos Guerra ha descrito muchos. El de los excesos de autoridad, llenos de parafernalia cuasi-militar, están a la orden del día. Una cosa es la libertad de cátedra, y otra cosa son estas aberraciones. Por más tiempo no, por favor.
Una posible solución, mejorable seguro, es que los Reglamentos Internos hagan precisión de estos aspectos, los detallen y expliciten, para que la libertad de cátedra se destine para lo que és, y no se permita que estas maldades educativas sigan produciéndose, amparándose en esa sagrada libertad.
Estimado Ernesto Guevara:
Has puesto un ejemplo magnífico donde se confirma lo que he querido plantear esta semana. Me ha parecido estupenda la participación de los padres y creo que le honra al profesor (y le hace ganar autoridad) el hecho de que se comprometa a revisar su actuación en clase.
Y tú añades otro referido a la naturaleza, la finalidad, la elaboración, la aplicación y la evaluación de los Reglamentos.
¿Qué participación tienen los alumnos en su confección?
¿Qué dialogo existe en la aplicación?
¿Qué dicen del comportamiento de los docentes?
Etc.,etc.,etc.
Creo que los reglamentos tienen que tener una finalidad educativa, no coercitiva.
Un abrazo y gracias.
Miguel A. Santos Guerra
Pensemos lo que nos sucede a nosotros. ¿Cómo nos gustaría ser tratados?
La dureza, la irracionalidad, la estupidez no le gustan a nadie. Y más aún si son inútiles.
M;e ha gustado lo que el profesor Santos Guerra le dice a Ernesto Guevara de que la escuela es una institución educativa y no coercitiva.
Se trata de que aprendan, no de que se estén quietos. Y si se tienen que estar quietos tendrá que haber un porqué. Y ese porqué tendrán que saberlo.
Más mor y menos crueldad.
Querido Joaquín:
Te estaba echando de menos. Gracias por tu sabio comentario. Y por recordarnos ese truco solidario del ayudante de las repeticiones.
Elegí la hoja de cuaderno en blanco para ilustrar el texto porque pensé en las maravillas de creatividad que esos niños de la clase podrían haber dibujado y escrito si lo hubieran podido hacer libremente.
Y qué triste resultado verla llena de esa horrible frase, repetida una y otra vez, hasta el inevitable aburrimiento. ¿Eso es aprender?
Un gran abrazo.
Miguel A. Santos
Hola a todos, les deseo un excelente inicio de semana.
Con el artículo que en esta ocasión nos comparte, da pie a la reflexión sobre la acción docente ante las conductas de nuestros alumnos, y como es bien sabido, los castigos suelen ser el camino más fácil para “tratar de solucionar” dicha situación.
Yo laboro en el nivel preescolar, cuando la infancia está en su apogeo, los niños son expresivos, curiosos, inquietos, juguetones por naturaleza. Muchas veces esa vivencia que se planteó en el artículo suele repetirse dentro de mi aula de clases.
Muchos padres de familia al salir de clases se acercaban a preguntar sobre el comportamiento de los niños más que en su desempeño de clases, yo simplemente les respondía: es un niño inquieto como todos, se comporta como un niño,hay que preocuparnos cuando esté tranquilo, porque tal vez algo le pasa que no lo deja ser como es en realidad.
Estos momentos espontáneos creo que no nos deberían de afectar a los docentes, incluso, considero que debemos de disfrutarlos, entrar en ellos siendo cómplices de su emoción para encontrar la manera adecuada de encausar a los alumnos nuevamente al trabajo o aprovechar esas situaciones para hacerlas una oportunidad de aprendizaje, evitando sanciones o castigos tan tajantes o que lastimen a los niños; al menos a mi me funcionó, y noté un cambio verdadero en el ritmo de trabajo y en las relaciones con mis alumnos quienes se convirtieron en mis amiguitos, ¡unos seres excepcionales!
Ahora este ciclo escolar cambio de escuela, espero poder compartir experiencias de este tipo con mis nuevos alumnos, y a los que dejo, sin duda alguna jamás los olvidaré.
Estimada Sahari (¿es tu nombre?):
Otra vez das en el clavo.
Lo preocupante es que un niño esté quieto, que no se mueva, que no de señales de que es un niño.
Lo normal de aquellos niños es que al oír el ruido de los cohetes sintiesen el cosquilleo de las próximas fiestas y mostrasen su alborozo.
Los niños no son hiperactivos. La escuela es poco activa.
Cuánta sabiduría hay en tus palabras.
Un beso y gracias por leer y escribir.
MAS
Hola Miguel, tu comentario me trajo a la memoria una situación de mi niñez cuando un maestro le hizo escribir a una alumna cien veces “Debo respetar a mi maestro”. Yo soy maestra hace 17 años y no he visto ese castigo pero sé que todavía se ve en algunas escuelas ese tipo de situaciones.Soy uruguaya y te cuento que estoy haciendo un curso para ser directora de centros educativos de primaria.Tú eres uno de los autores recomendados y trabajados en este curso. Comparto contigo muchas de tus opiniones y es un placer para mi poder comentar tus publicaciones.
Saludos.
Querida Ana Clara:
Gracias por tu comentario. Imponer ese castigo, ¿podrá conseguir el respeto y el amor al maestro? ¿O justamente lo contrario?
No sé sabes que el año pasado (2013) publiqué en la Editorial Homo Sapiens un libro sobre dirección educativos. Se titula “Las feromonas de la manzana. El valor educativo de la dirección. Se titula así porque la manzana tiene unas feromonas que hacen que las frutas verdes que están a su lado puedan madurar. Mete en una bolsa una manzana y frutas verdes y lo podrás comprobar. De hecho, la palabra autoridad proviene del verbo latino auctor, augere, que significa hacer crecer. En el libro digo que el perro controla el rebaño, pero que el rebaño no le sigue.
Que acabes siendo una directora que ayude a crecer a todos los miembros de su comunidad.
Besos.
Miguel Angel Santos Guerra.
Mestro Miguel Ángel:
¡Qué gusto recibir una respuesta de usted, el beso se recibe con mayor alegría!
Algo parecido a este tema justamente lo platicaba con las madres de familia de mi grupo al finalizar el ciclo escolar durante el recuento de las aventuras de los dos años que estuvimos juntos, qué coincidencia que en esta semana se hablara de una situación parecida en el blog.
Atendiendo su pregunta de mi nombre, la manera correcta de escribirlo es: Sarahi, mis padres trataron de darle un toque distinto pero creo que a veces causa un poco de confusión jaja.
¡Saludos y un abrazo!
Gracias por contestarme.Si, claro que conozco tu libro, fue el primero que recomendaron en el curso.No lo he leído aún porque no lo compré pero por supuesto que lo leeré.
Con respecto a tu pregunta claro que no se logra nada con ese castigo. Te cuento lo que hago cuando un alumno mío hace algo incorrecto: le pregunto :¿qué crees que tengo que hacer yo con lo que hiciste? entonces me miran como diciendo “y esta se enloqueció” cómo me va a preguntar a mi? Yo me divierto un rato, le vuelvo a preguntar qué hago con lo que hizo, le pido que me explique y así entre todos analizamos cómo podemos hacer para que no vuelva a ocurrir.
Te estoy diciendo que hago eso con niños de 7 años porque soy maestra de segundo año de primaria.
La última vez que hice eso fue hace unos días.Una niña llevó una tablet a la escuela y una de las reglas de mi escuela es que no pueden llevar celulares ni tablets ni objetos de valor. Cuando la sacó en la hora del recreo los compañeros corrieron a decirme a mi que su comapañera tenía una tablet. Fui, le pedí la tablet y me la colgué del brazo ya que la tenía en una hermosa carterita rosada.Estuve todo el recreo con la carterita colgada. Los niños de las otras clases me miraban y no decían nada. Claro, ellos no sabían qué hacía yo con una carterita rosada colgada.
Cuando volvimos a la clase les pregunté a todos ¿podemos recordar las reglas de la escuela? y por supuesto que lo primero que me dijeron fue “NO Se PUEDE TRAER TABLETS” entonces yo miré a la niña y con una sonrisa le pregunté: ¿Qué hago ahora yo con esto? ¿tengo que comunicar a a tu casa que has traído una computadora a la escuela cuando no se podía? Seguro que si hago eso te retan.Y si te retan me sentiré culpable por haberles dicho lo que hiciste.
Tengo que quedarme callada y así sería cómplice de una infracción en la escuela y todos ustedes sabrían que la maestra no hizo nada cuando alguien no cumplió las reglas.Entonces, cuando alguno de tus compañeros no cumpla con una regla de la escuela tendré que callarme también si quiero ser justa. Imaginen qué pasaría si ninguno de nosotros respetara las reglas.¿Qué les parece que haga porque la verdad no sé cómo arreglar esto?
Tendrías que ver las caras de desconcierto de los niños cuando les hago estos planteos. Me miran y comienzan de a poco a analizar la situación y las consecuencias de sus hechos. Llegamos a un acuerdo: era imposible ocultar el hecho, y ella debía hacerse cargo de su falta. Quedamos entonces en que yo entregaba el aparato a la persona que la viniera a buscar sin hacer comentarios y ella se comprometió frente a sus compañeros a decir en la casa lo que había hecho y prometió que no la traería más. Todos aprendemos de estas situaciones y realmente es un placer poder hacer comprender a los niños que debemos ser responsables de nuestros actos.Son niños chicos pero comprenden perfectamente cuando hacen algo que no deben y saben también cuando los estás castigando sin sentido y cuando estás haciéndole ver sus errores.
Esperaré con ansias tu próxima publicación.
Hay que acabar con estas formas de actuación injusta e irracional.
¿Cómo se puede conseguir?
Yo creo que si la escuela actuase más como un proyecto que como la suma de individualidades, no se producirían estas situaciones.
Por otra parte, dar más participación a los alumnos y alumnas, contar más con ellos y ellas.
Y, por supuesto, siendo más autocríticos, poniendo más en tela de juicio la práctica.
Dudo que en alguno de los casos de castigo a los pequeños haya quedado alguna duda del poder que puede ejercer el maestro dentro del ambiente del aula, pero también pongo de manifiesto la percepción que queda en la mente de los niños de su profesor, esto lo menciono porque muchos de los profesores que imparten clases fueron tratados de la misma manera en su época escolar, la formación de cada uno de nosotros es un especie de estigma que deberíamos controlar; lo anterior hace preguntarme ¡de que nos sirven años de aprendizajes de pedagogía en las universidades o escuelas normales? ¿La instrucción didáctica que recibimos como maestros no sirvió de nada? El hecho de aplicar la disciplina en la escuela no es equivalente a castigos, maltrato, exclusión o desdén.
Hace algunos años cuando estudie la licenciatura en Pedagogía, una maestra nos hizo una pregunta que está siempre presente al entrar al aula con mis alumnos ¿les gustaría que sus hijos tuvieran un maestro como son ustedes? Las buenas relaciones y la confianza con los alumnos son algo importantísimo, además de un buen conocimiento de las características de las diferentes etapas de desarrollo del niño para evitar castigos en los alumnos.
El título del artículo es revelador. “No debo asustarme” significa que no el niño debe escribir que no tiene que ser un niño, significa que no puede tener reacciones normales, que no puede ser él mismo.
Porque lo escriba mil veces no va a dejar de asustarse. Otra cosa es que controle las reacciones y haga como que no ha oído nada.
Una cosa es no molestar a los demás, no interrumpir el trabajo o mantener un clima de silencio y otra, muy distinta, es decir que lo que sa susto no tiene que darlo.
Me uno a esta preocupación y a esta crítica.
La escuela no está para hacer sufrir sino para enseñar a convivir.
A base de castigos nos se consigue más que aversión al educador y rechazo de sus mensajes.
NO se trata de imponer el buen comportamiento, se trata de persuadir para que quieran portarse bien y respetar a los dem.as.
Buena tarde Maestro, resulta raro leer de un castigo así por unos cohetes que anuncian una fiesta, efectivamente es una muestra de poder, de demostrar lo que puede hacer el docente, habría que ver la edad que tiene, a lo mejor podría considerar el jubilarse si la alegría y alboroto de los niños lo sacan de sus casillas. Creo que es preocupante el que el docente niegue a un niño que se asuste, ¿queremos tener niños sin sentimientos, butacas a quien enseñar, que no respondan a los estímulos?, sería bastante aburrido un aula así, por otro lado espero se encuentre bien, ya que noto un ligero cambio en su forma de escribir, hay que descansar y disfrutar al igual que los niños, cualquier situación que la vida nos presenta, ya que se esmera tanto y en ocasiones no le prestamos la atención que requiere. Muy buena noche tenga usted.
Buenas noches Maestro Miguel Angel Santos, lo saludo nuevamente con agrado.
Todo lo que sucede en la escuela y sus alrededores forma parte de la vida cotidiana de los alumnos, es el contexto sociocultural donde están inmersos, para los docentes innovadores y creativos sería un elemento didáctico excelente para crear a partir de ese contexto alguna situación didáctica, dinámica e interesante. Desde mi perspectiva a lo que algunos docentes nos hace falta es conocer más el medio (natural, social, cultural)donde laboramos para aprovechar al máximo los elementos que éste nos ofrece y además encausar los niveles de energía de los alumnos hacia cosas productivas; esto sería un escenario ideal, que no es tan difícil de lograr, teniendo espacios como este que usted ofrece donde se fomenta la reflexión de las prácticas docentes para reorientar las planificaciones y las estrategias didácticas que no han sido tan eficientes. Disciplina sí, castigos no.
Hasta la próxima Maestro Santos Guerra.
Estimado Dante:
Estoy de acuerdo contigo. Hay que encauzar las energías de los alumnos y de las alumnas para hacer tareas productivas como
INVESTIGAR
EXPLORAR
APLICAR
EXPERIMENTAR
DESCUBRIR
OPINAR
CREAR
COMPARAR
ANALIZAR
COMPRENDER
INDAGAR
INTUIR
EXPLICAR
ETC.
Estas son tareas que enriquecen y entusiasman. Repetir, además como un castigo, cientos de veces una estupidez, solo produce aburrimiento y rabia. Y desafección respecto al educador.
Gracias por leer y por escribir.
Miguel A. Santos
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En esa pésima costumbre creo que tiene un papel importante la rutina. Se hace porque otros lo hicieron y se sigue haciendo. Sin más. Sin pensar si es contraproducente o perjudicial. Se piensa que porque se pretenda conseguir algo, ya se consigue.
No es así, desde mi punto de vista. Tú puedes buscar algo y no conseguir nada o conseguir lo contrario de lo que buscas.
HAY QUE PENSAR MAS.
No sé por qué se siguen manteniendo esas prácticas. Creo que son fruto de una actitud negativa hacia los alumnos. Y, además, de una postura irreflexiva ante la práctica.
No creo ue quienes las aplican tengan el más mínimo indicio de que son eficaces para aquello que pretenden.
¿Qué piensan los alumnos y las alumnas de esas prácticas? ¿Qué dicen de ellas a los demás?
NO creo que los padres y las madres las vean bien. A veces, los niños tienen que quedarse sin dormir para poder hacerlas.
Un horror.
Algo hay que hacer.
No puede valer todo.
No puede hacer cada uno lo que quiera. Hablar de libertad de cátedra no puede ser igual que hablar de patente de corso.
¿No hay un Director en esa escuela?
¿No hay una claustro de profesores?
¿NO HAY UNA AMPA?
Es preciso intervenir ante estos comportamientos irracionales e injustos.
No se trata de dar la razón al alumno cuando no la tiene, se trata de que el profesor (que debe dar ejemplo) se comporte de forma razonable y justa.
Buenas tardes a todos los lectores y escritores de este espacio!!!!
La lectura si no en todos quizá si en la mayoría ha traído recuerdos de nuestra época de estudiantes en el nivel básico que se asemejan a lo que se narra, parece que el tiempo no avanza pues se siguen repitiendo esas prácticas absurdas para después preguntarnos por qué no les gustara la escuela a los niños, la respuesta creo es bastante lógica y obvia.
Desde luego que existen ademas de este tipo de castigos que sirven para menguar la naturaleza viva, radiante, natural, espontanea, creativa, alegre e investigadora de los niños, otras no tan explicitas como poner a escribir 100 veces un enunciado, pero si igual de lacerantes y despreciables para los alumnos, estas pueden ser las actitudes de los docentes, sus gestos antes las respuestas de los alumnos, no hace falta que el maestro diga tanto un guiño puede ser suficiente para castigar y provocar que el alumno no vuelva a decir ni a hacer nada.
Después del nivel básico quizá el docente piensa que poner a escribir enunciados a los alumnos como parte de un castigo no es lo propio porque “ya están en otro nivel”, y he visto como poner una calificación menor a la que el alumno merece es una forma de castigo, ignorarlo en clase, no dejar que se expresen libremente por que el docente se siente ofendido.
Los enunciados como castigo es lo que nos parece más
evidente pero indudablemente en las aulas la sola mirada de un profesor puede ser un castigo para un alumno.
¿No basta la palabra del profesor (o la mirada, como dice Aurora Torres) para explicarle a un alumno que no debe hacer o decir (o dejar de hacer) algunas cosas?
Parece que algunos lo que buscan es el sufrimiento, como si CON DOLOR se aprendiesen mejor las cosas que con AMOR.
Buena tarde maestro. Al leer el artículo que hoy nos presenta me hace pensar en las inconsistencias que en ocasiones como docentes realizamos olvidándonos de cómo es la infancia y de lo que en ella se vive.
Mi comentario más que al comportamiento del alumno esta enfocado a la actitud del profesor. Relaciono su artículo con un libro que estoy leyendo actualmente, donde muestra la diferencia entre un profesor y un maestro y bueno hilándolo yo creo que el profesor del que nos narra (sin el afán de juzgar), probablemente peque de ingenuidad por el echo de no tener concia de su ignorancia hacia el trato que esta teniendo con sus alumnos, desconoce o se ha olvidado que el temor puede ser un sentimiento o una emoción y que esta tratando con seres humanos no con objetos inertes.
Por otra parte conforme va narrando me doy cuenta de que al profesor le falta humildad para enseñar, aun no ha llegado a ser un maestro (no me refiero al titulo de posgrado) no lo es porque cuando sé es maestro no se obliga a los alumnos a aprender, la tarea docente va más allá de las cuatro paredes. Cuando se es docente se motiva al alumno para el aprendizaje, más no se le impone, el MAESTRO PREPARA PARA LA VIDA. Esa es la labor que debemos de desarrollar quienes tenemos la fortuna de trabajar con los lindos y hermosos seres que son nuestros alumnos
Maestro Miguel Ángel me despido agradeciendo este espacio que nos brinda para la autoreflexión. “Enseñar es un acto de generosidad, humanidad, humildad y amor” Icami Tiba.
Buenas noches a todos!!! Al leer el artículo me quedo pensando en una práctica muy común dentro de las aulas, un hábito que toman muchos de los docentes que están al frente de un grupo. En mi experiencia como docente en una escuela de nivel preescolar, donde los niños tienen ese cosquilleo por aprender a leer sucede que la maestra tiene amor a las planas, asigna un cuaderno de tareas como esta y a muchos chicos les roba la magia de conocer, en especial a uno de ellos, quien tenía pavor por las planas que su maestra solía dejar de tarea, no quiero pensar que sucede con un chico que lo hace por responder a un castigo.
Algo importante que siempre tengo en mente, que en algún momento una amiga que comparte mi profesión me dijo y teniendo una hija que inicia su vida escolar fue educa y enseña a tus niños como quisieras que educaran y enseñaran a tu hija, se la maestra que quisieras que ella tuviera.
Soy docente de preescolar y me gusta compartir y guiar a mis alumnos, aprender de ellos y con ellos, es una edad en la que no se requieren castigos sino acuerdos mutuos, permitir que propongan y hacerlos sentir parte del grupo.
Los niños no necesitan ser reprimidos sino atendidos, hacer de la escuela el mejor lugar para aprender, divertirse, experimentar, conocer, observar, hacer amistad y compartir, no es una tarea difícil, considero es una cuestión de amor a la profesión y de un buen trabajo en equipo, llamando así a los alumnos y docente principalmente.
Magnífico artículo. Desgraciadamente esas prácticas se siguen utilizando incluso por docentes muy jóvenes. Ya se sabe: Los cuarteles y las escuelas no cambian jamás.
En la actualidad me parece absurdo en echar mano de castigo tradicionalista de profesores de antaño, estamos en era de la educacion del siglo XXI y en el cual debemos de ser mas eficaces en la implementación de reprimendas a nuestros alumnos, y mas que castigos que sea disciplina a ellos les deje una enseñanza y les sirva en su preparacion para la vida diaria, soy partidiario que el docente y el padre de familia deben de estar inmiscuidos en la educación de los hijos y que ellos los padres sean los primeros en fomentar la disciplina en casa con el uso de buenos hábitos y crear valores bien cimentados y afianzados con la intervención del docente en la escuela, pero no con planas como castigo.
Estimado Profesor
Qué artículo tan apropiado para el problema en que me encuentro con mi hijo, y es que justamente investigaba acerca de los perjuicios que provocan estos mal dados castigos, y digo esto porque en su aula de clase existen compañeros que se comportan mal, y aquí se aplica la ley de que “por uno pagan todos”, que tal posición de irreflexión por parte de la docente en este caso al colocar en la misma cesta a justos y pecadores, me imagino el pensamiento de aquellos que se comportaron mal, no les va ni les viene esta sanción, si al fin y al cabo todos la tienen que cumplir. Este mal procedimiento deja en total indefensión a aquellos que pagan sin tener culpa, proporciona poder a quien lo impone y poco o nada de efecto surte en la conducta del verdadero infractor.
Como usted muy bien lo manifiesta aquí no se produce el hecho educativo por ningún lado; peor aún cuando la maestra pide tres números, los junta y ese es el número de veces que deberán repetir la frase “No debo salir ni estar parado en la puerta del aula porque sino la licenciada de proyectos Escolares se enoja, y debo portarme bien”. Me pregunto es una falta de recursos del maestro, es una forma de perder las horas pedagógicas; y en el mejor de los casos si no se quiere que los estudiantes adopten estas conductas porqué no se está con puntualidad en la sala de clase?.
Dejo esta reflexión, pues muchas veces el enfoque del castigo se ve desde la óptica de el alumno lo merece o no, pero no se analiza desde el punto de vista de quien inocentemente tiene que pagar por culpas ajenas.
Saludos Cordiales
Querido Patricio:
No es fácil opinar cuando no se conoce bien el contexto. De cualquier manera, veo muchos errores en la forma de actuación de esa docente.
Comparto contigo la idea de que no deben pagar justos por pecadores. Hace algunos años escribí sobre esta idea en el blog. Y no compartía el castigo que se había dado a una niña inocente por el hecho de que no apareciera el culpable. Se quebrantan dos principios democráticos importantes: la presunción de inocencia y la necesidad de prueba para que haya castigo.
Por otra parte el castigo es completamente estúpido. Escribir una, o dos, o tres o cien veces algo no significa que vaya a producir el fruto de que esa idea se incorpore a la actitud y al comportamiento de la persona. Más bien provocará rechazo y desafección. Y si se incorpora no será por convencimiento sino por miedo al castigo.
Espero que el texto que citas no sea exactamente el que comieron los alumnos porque tiene una clamorosa falta: en la frase no se debería escribir SINO (junto como adversaria). Debería escribirse S NO (separado como condicional). Sería tremendo que les hubiera obligado a repetir un error.
Me preocupa también lo que dices sobre la presencia de la responsable y el cuidado de los alumnos y alumnas en el aula.
Hay que ser cuidadosos, exigentes, respetuosos e inteligentes en la aplicación de los castigos.
Un gran abrazo y gracias por tu aportación.
MAS
Estimado Miguel
Como te comenté investigaba sobre lo absurdo de este tipo de castigos, me alegra que a pesar de que muchas de las opiniones vertidas aquí son de años atrás, sin embargo he recibido tu atento comentario, lo del (sino ) es un error de transcripción mío lo siento, pero lo ridículo de la frase es lo que molesta. Te comento además que tu artículo me sirvió de base para ponerle freno a otro maestro de religión que incluso les hizo repetir frases como: “Dios te salve María”, qué falta de criterio verdad.
Un afectuoso abrazo
Saludos Cordiales
Querido Patricio:
La práctica de exigir repeticiones interminables de frases es de una estupidez extrema. Y también veo un cierto sadismo.
Conozco casos inconcebibles. Hace años escribí un artículo que llevaba por título la frase que el profesor le había hecho repetir no sé cuantas veces a un alumno: TENGO QUE TENER MÁS MEMORIA.
Habría que pedirle, si fuese feliz, que él repitiese: TENGO QUE TENER MÁS CORDURA.
Un abrazo.
MAS