La Universidad española está siendo objeto, desde hace algunos años, de un afán regulador que deja a los docentes maniatados en aspectos sustantivos de la docencia y entretenidos en un sinfín de quehaceres burocráticos insustanciales. No sé qué mentes preclaras (estoy seguro de que no se trata de especialistas en didáctica universitaria), desde el Ministerio de Educación a la Universidad de Málaga, pongo por caso, consideran que los docentes necesitan un caudal de prescripciones minuciosas para garantizar el adecuado cumplimiento de su funciones.
Los mismos que llenan de prescripciones minuciosas son quienes endurecen las condiciones de trabajo y no se preocupan por la formación pedagógica del profesorado universitario.
Los protocolos estandarizados, cada vez más prolijos y restrictivos, pretenden regular el diseño, el desarrollo y la evaluación de la docencia hasta pormenores casi ridículos. El encorsetamiento de la práctica mata cualquier atisbo de creatividad y rompe tres principios básicos de la enseñanza: la adaptación a las necesidades, características y exigencias de cada grupo, la atención a la diversidad del alumnado y la participación efectiva de los alumnos y alumnas en la planificación y desarrollo del proceso de aprendizaje. La enseñanza no causa automáticamente el aprendizaje.
Claro que hay que planificar. Si Noé no hubiese sabido hacerlo, de nada le hubiese servido su habilidad para construir arcas. Ahora bien, se trata de una planificación flexible, adaptada a las características de los alumnos y con plenitud de participación de estos en el diseño y desarrollo del aprendizaje.
La normativa de cajas chinas, que comienza con los requisitos de la nueva aplicación MEC para las Memorias Verifica y que termina en la regulación de las guías docentes, apuesta por una docencia que se planifica con el máximo detalle (enumeración prolija de las competencias que se pretende conseguir, descripción minuciosa de las actividades que se desarrollarán, número exacto de horas dedicadas a cada una de ellas, estipulación de los tiempos que se dedicarán a cada uno de los bloques temáticos, porcentajes en que se medirán los resultados de los instrumentos de evaluación…) sin tener la más mínima idea de quiénes ni cuántos van a ser los alumnos y alumnas.
Por poner un ejemplo del disparate en el que nos vemos sumidos, el concepto de competencia se ha desvirtuado hasta hacerlo comparable a los objetivos operativos de Maier o a los de la taxonomía de Bloom que con tanto entusiasmo habíamos criticado. Y así he podido ver listas interminables de competencias y ¡subcompetencias!
La programación impuesta a todos y a todas está descontextualizada, no tiene en cuenta las características del alumnado, está encorsetada en unas cuadrículas uniformes para todos los grupos y convierte a los alumnos y alumnas en meros destinatarios de un conocimiento elegido, estructurado, impartido y evaluado por otros.
Según esta dinámica, quien ha de estar bien preparado para la docencia es, en realidad, quien prescribe. Quien aplica se convierte en un mero ejecutor de lo que otros han pensado y decidido. Esa filosofía deja poco margen para la innovación, para los proyectos compartidos, para la evaluación continua, para la creatividad en el aula, para la participación del alumnado.
Se trata de una concepción de la enseñanza y el aprendizaje que se basa en la creencia de que quien enseña es quien selecciona, explica y luego pregunta, restando protagonismo a quien aprende. Alguna vez he contrastado la metáfora del recipiente de agua con la del buscador de manantiales. En la primera metáfora es el profesor quien tiene el agua y el alumno es el receptáculo vacío en el que se vierte. Su tarea es ponerse debajo y recibir el agua que otro ha buscado y que ahora deposita en el recipiendario. La segunda metáfora acentúa el carácter protagonista del alumno. Es éste quien busca los manantiales de agua, quien sabe si está contaminada y quien la comporte con otros que tienen sed. El profesor es un facilitador del proceso.
Cuando se prescribe con tanta minuciosidad, se deja sin libertad de maniobra al profesional. La responsabilidad de todo lo que suceda será de quien tomó la iniciativa.
A quien de verdad complace el modelo imperante es a los amantes del control y de la inspección. De un tipo de inspección mejor dicho. Es decir de la que se preocupa por el cumplimiento (cumplo y miento) de los aspectos formales. No solo no me opongo a la evaluación del profesorado sino que la pido y demando. Una evaluación exigente, cualitativa y encaminada a la mejora.
La dimensión burocrática se hipertrofia frente a la creatividad, la adaptabilidad y la atención a la diversidad. La uniformidad gana espacio, como si fuera un valor prioritario. No lo es. Si todos hacen lo mismo y todos lo hacen mal, no se ha avanzado ni un milímetro hacia la calidad.
Qué decir de la pérdida de tiempo que entraña el seguimiento de estos procesos. Horas que podían dedicarse a leer, a investigar, a debatir, a tutorizar, se emplean en rellenar cuadrículas y establecer porcentajes.
La pretensión de que todos y todas enseñen lo mismo, en los mismos tiempos, de la misma forma y de que evalúen de manera uniforme no elimina ninguna de las arbitrariedades que trata de evitar. No es esa la mejor manera de defender al alumnado de los malos profesores y profesoras. No es esa la forma de mejorar la docencia.
Esta obsesión reguladora procede de dos suposiciones inaceptables. La primera podría formularse así: tenemos que decirles con precisión lo que hay que hacer porque ellos no saben hacerlo. Y la segunda: tenemos que mandarles hacer las cosas de manera clara y detallada porque ellos no quieren hacerlo.
Las dos suposiciones son radicalmente falsas. No digo que no haya algunos profesores que no quieran o no sepan. Pero la solución ante ese hecho lamentable no es volver locos a todos los demás. No son especialistas en didáctica quienes deciden que haya prescripciones. Ni tampoco quienes hacen las prescripciones. Se trata de burócratas obsesionados por el control.
La enseñanza es una actividad apasionante, que potencia las tareas más elevadas y complejas de la inteligencia: investigar, descubrir, debatir, explorar, comprender, crear… No es una acción mecánica
¿Se imagina alguien que hubiese prescripciones semejantes para guiar la práctica de los cirujanos que operan a corazón abierto? No es ni imaginable. Porque el cirujano sabe lo que tiene que hacer y suponemos que quiere hacerlo. Por otra parte cada paciente es un caso único y no se puede determinar a priori lo que hay que hacer con él.
¿Qué hacer ante esa situación? A mi juicio, lo primero es descubrir su insensatez. En segundo lugar hay que tomar partido ante ella, denunciarla, poner de manifiesto su inutilidad, sus contradicciones y sus perniciosos efectos secundarios. Pero no ha de quedar ahí la reacción., si no es suficiente. Creo que hay que plantarse y decir que no se está dispuesto a destrozar la enseñanza.
Querido amigo y maestro:
Subscribo cada una de tus palabras. Y me entristece constatar cómo ha llegado esta creciente burocratización también a la Universidad. En Primaria llevamos ya algunos años donde la estupidez de los registros ha inundado todos los rincones. Y pondré un ejemplo, si se me permite, para ilustrarlo:
Hace pocos años preparamos un musical en mi anterior centro educativo que se estrenó en el teatro municipal. Esta actividad se preparó desde el Colegio y dedicándole muchísimas horas también en horario de tarde, con enorme ilusión por parte de toda la Comunidad Educativa. Ese contagio de entusiasmo llevaría a interpretarlo en otra localidad cercana, a fines del verano y afortunadamente como actividad ajena al Colegio.
Y digo afortunadamente porque, si hubiese sido organizada desde el Colegio, los requisitos hubiesen resultado los siguientes (pido disculpas de antemano por la relación, pero la considero necesaria para argumentar mis afirmaciones):
– Aprobar la actividad en el Equipo de Ciclo.
– Levantar acta de la sesión.
– Trasladar la propuesta al ETCP y aprobarla.
– Levantar acta de la sesión.
– Trasladar la propuesta al Claustro y aprobarla.
– Levantar acta de la sesión.
– Trasladar la propuesta (de actividad extraescolar en este caso) al Consejo Escolar y aprobarla.
– Levantar acta de la sesión.
– Preparar circular informativa para las familias, con el correspondiente modelo de autorización, hacerlas llegar, recogerlas, comprobar los datos (alguna vez hay quien olvida firmar, a pesar de cumplimentar los campos…).
– Solicitar el transporte escolar…
– Realizar la actividad programada.
– Hacer constar en el registro (en papel) las faltas de asistencia, en su caso, entregar el modelo de justificante de faltas del alumnado, recogerlo y grabar en el programa informático Séneca lo que corresponda, en función de la justificación (o no) recibida.
– Hacer constar la actividad en las memorias finales…
Posiblemente la memoria (la mía personal) me impida recordar algún requisito (pido perdón, si fuera el caso).
Afortunadamente la actividad fue ajena al Colegio. Fuimos con los padres en los vehículos particulares, sin más requisito, y actuó el alumnado, resultando una experiencia maravillosa para las familias. Que, además, es lo que queda, porque los papeles se custodian en los centros educativos hasta que se destruyen una vez transcurrido el plazo, ya que es común la falta de espacio y hay que hacer sitio para los nuevos papelotes que, en su inmensa mayor parte, nunca verá la Inspección porque es imposible, porque son eslabones de la misma cadena, porque bastante tienen los inspectores/as con digerir la legislación educativa continua, coordinarse, revisar papeles, visitar centros…
Ya antes del disparate burocrático, hace algunos años, antes de la crisis económicas (y de valores, y de desmesura burocrática…), llegaban a los centros de Andalucía una media de dos BOJA (Boletín Oficial de la Junta de Andalucía) diarios, en los cuales había publicaciones sobre el ámbito de Educación que había que ir leyendo, releyendo y filtrando… Obviamente a la Inspección se le exige el dominio de toda esta legislación en materia educativa…
Lo único positivo que puedo constatar de que este absurdo haya llegado a la Universidad es que podemos -y debemos- unir nuestras voces para denunciar públicamente esta situación.
Sí, querido amigo y maestro, los papeles matan la creatividad y, además, nos hacen perder tiempo y energías que podrían ser muchísimo más productivas. Porque la vocación va a seguir (aunque nos cueste la salud y nos esclavice dedicando horas y más horas al cumpli-miento que aludías) y porque llevas toda la razón al mostrar que el camino que siguen las administraciones no es el adecuado. Lo demuestran sus propias estadísticas…
Quizás algunos legisladores y legisladoras solo han desarrollado el hemisferio izquierdo del cerebro. Porque sabemos que tenemos otra mitad, el derecho, que se ocupa de la creatividad, de la imaginación, del arte… Pienso que solo hemisferios izquierdos pueden defender políticas de hemisferios izquierdos. A veces se tiende a perpetuar solo lo que se conoce…
Y, en todo caso, considero que debemos ocuparnos de la «competencia» que nos pueda llevar a ser mejores seres humanos. Me refiero al ámbito de los sentimientos, de los valores. Porque no podemos olvidar que cuando la memoria humana comienza a mermar (por edad avanzada y/o enfermedad), la mayoría de las competencias y capacidades comienzan a desaparecer y creo -no soy médico- que una de las últimas cosas que se olvidan es el cariño de los que están cerca. Porque no tienen que ver con la memoria, tienen que ver con los sentimientos. El ser humano debe defender al ser humano.
Un fuerte abrazo, MÁS.
Feliz semana a todos/as.
Pingback: Regulación desmedida | Educación ...
Como bien dice Juan Miguel, en Primaria ya hemos probado esta medicina en muchas ocasiones. La penúltima, hacernos programar por competencias básicas cuando nadie sabía lo que eran ni se estaba preparado para ello. Y digo penúltima porque ahora, con la aprobación de la nueva Ley de Educación, vendrán nuevas recetas que aplicar.
Miedo me dan los burócratas, pero tanto o más los que piensan y ponen en marcha la educación ficción, es decir, los ideólogos del sistema (de cualquier sistema).
No sé si las formulas de control de los docentes universitarios a las que alude Miguel Ángel son necesarias, pero algún criterio deberá de establecerse porque me da la impresión que bajo la creatividad individual se esconden mil formas de interpretar un mismo plan de estudios que pueden llegar a provocar al alumnado desconcierto y desorientación.
Con los estudiantes de magisterio, que son con los que tengo experiencia, me demuestran que no tienen ni idea de lo que se cuece en la realidad escolar, que lo que aprenden en las facultades dista mucho de esta realidad. Desde mi humilde punto de vista piesno que se deberían revisar los planes de estudios para que se prevea un currículo en donde se le preparen a los alumnos en las competencias profesionales que en realidad van a necesitar.
Buen finde…
Me parece, Miguel Ángel, que la lógica a la que responde “ese afán regulador de los docentes” es la misma que para la familia describe Costanza Miriano en su libro “Cásate y sé sumisa”, patrocinado y editado en nuestro país por el arzobispo de Granada (que tiempo atrás, por cierto, lo “disfrutamos” como obispo de Córdoba).
Se trata de adecuar la enseñanza, en todos los niveles, al capitalismo neoliberal que en la actualidad arrasa, y que en esta piel de toro, al igual que el caballo de Atila, no está dejando crecer la libertad de pensamiento, de crítica y de creatividad que son necesarias para formar a los estudiantes como personas libres.
Y nada mejor, como bien apuntas, que entretener especialmente al profesorado joven (por cierto, precario y muy mal pagado) en multitud de tareas para que no se salgan del guión que se les impone con la finalidad que de ningún modo la Universidad pública sea un foro de cultura humana, sino una fábrica de futuros y sumisos profesionales que se adapten ideológicamente a la maquinaria productiva.
No le demos más vueltas. Los que llevamos mucho tiempo pisando las aulas, y los que llevan menos, tenemos que volver a los principios éticos de la rebeldía, de la insumisión pedagógica, de no aceptar convertirnos en meros reproductores de conceptos.
Es lo que han hecho un grupo de estudiantes de Magisterio de la Universidad de Santiago de Compostela. Chicos y chicas han dicho basta y han denunciado a un profesor homófobo que durante 35 años ha estado impartiendo clases y hasta ahora nadie se había atrevido a hacerlo por los intereses corporativos de los compañeros y compañeras y el miedo del estudiantado a las represalias.
Desde estas líneas quiero felicitarles, al igual que lo he hecho en artículos de diarios digitales en los que he escrito sobre esta temática.
Para cerrar, me gustaría que las nuevas generaciones leyeran “El miedo a la libertad” de ese gran psicólogo que fue Erich Fromm. O se acercaran a los textos de Paulo Freire, que tan olvidado se encuentra en nuestros días. Hay que recuperar ese espíritu de rebeldía que por todos los medios quieren sofocar.
Un saludo desde Córdoba.
Magnífico comentario, querido Juan Miguel. De los que mejoran el artículo. Es muy elocuente lo que dices y extraordinariamente esclarecedor. Muchas gracias por compartir tu análisis que nace del compromiso con una práctica rica y sensible. Un abrazo.
Querido Aureliano:
Tus comentarios siempre aportan. Nuevos datos, nuevos enfoques, nuevas lecturas. Muchas gracias por la aportación. Me sumo desde aquí a la felicitación al grupo de estudiantes de Magisterio de la Universidad de Santiago. Estoy contigo en la idea de que se pueden mejorar las situaciones. Y en la idea de que esa mejora no va a caer del cielo como un regalo o un premio. Hay que conquistarla con esfuerzo, valentía, unidad y perseverancia. Un abrazo desde Chile.
EL DESERTOR
Estimados compañeros:
Deseo comenzar por el final: os ruego que no concluyáis con la decisión que voy a tomar como una actitud de soberbia, ni de frontalidad con el equipo directivo, ni mucho menos una invitación expresa a que la misma sea una añagaza para que este colectivo la secunde. Pido, por tanto, excusas.
Sencillamente, es el resultado de una opción personal.
Cuando con menos de 24 horas del inicio de un curso, se toman decisiones de una trascendencia personal, grupal y, sobre todo de hondo calado pedagógico que repercutirá cotidianamente en el devenir de esos microcosmos educativos que hemos de atender, entiendo que el termino educación no ha de supeditarse al concepto sacrosanto de administración u organización institucional, cuando lo que subyace es doblegarse o claudicar a oscuros y, a la vez, muy pristínos intereses.
Para el que esto suscribe, no hay más objetivo preferente que el de poder atender sus clases de la manera más honesta, responsable y profesional posible salvo que se declare públicamente desde la propia institución que su contenido es presencial, muy de fichaje incluso para miccionar, repartidor de fichas y/o editorialista en sus sobradísimas horas libres y de preparación.
Así pues, del mismo modo que se proyectan y arbitran reuniones a 15 días vista con contenidos de carácter administrativo y reuniones macrogrupales que, a mi modo de ver, cuando menos deben ir paralelas al establecimiento de otras del mismo modo instituidas que coadyuven a siquiera restablecer el sentido primigenio de la acción educativa desde el primer día lectivo de un curso. En definitiva, discrepo del sentido de prioridad que se establece cuando, a escasas dos horas de esta reunión, debo subir nuevamente al escenario sin haber podido concebir un mínimo diseño espacial de luces que al menos atenúen, entre otras, que como artista llevo las medias rotas, que el sujetador está descosido y es pezonero, que no tengo partituras ni conocimiento de los músicos que me acompañan; pero sí la dignidad de que ante todo mi principal objetivo es el respetable: ese público que tanto quiero, respeto y a quien tanto debo.
Finalmente, después de un intenso año de extraño rodaje, quisiera expresarte/expresaros no ya mi desencanto, ni la falta de fe, aunque sea -pedagógicamente- ateo por la gracia del sistema, así como mi hartazgo de soportar las mismas paradojas, verdaderas saetas como salivazos de aquellas frases lapidarias de «esto es lo que hay», «y da gracias» o afines, de una sabiduría popular que me requiere como soldado en un batallón de objetos y no de sujetos actores de su propio proceso.
No entiendo ni comparto que haya un espacio para la reivindicación desde lo personal a lo sindical, verbigracia, preñada de camisetas y mareas verdes. El símbolo, la provocación como principal arma educativa, se porta siempre en el corazón, desde el mismo espacio vital/personal/ y profesional donde cotidianamente se convive. De lo contrario, es patético dixit «Tamara/Ámbar/Yurena Seisdedos,» Porque, entonces, es el paradigma de quien hace poner en la luneta trasera de su coche consignas tales como «por una educación pública y de calidad» o «cuida tu planeta» mientras arroja con desparpajo el cenicero residual del vehículo en el arcén o en su propio Centro Educativo.
Gracias por escucharme y abandono, pues, esta reunión:
mi objetivo preferente es otro. No se puede ser corresponsable cuando no se es copartícipe.
Luis Eugenio Utrilla
Permíteme el impudor.
Un abrazo para ti y Lourdes
Besos para Carla
Os deseo mucha salud
Salud y mis mejores deseos, asimismo, para todas aquellas personas que con su lectura y/o intervenciones, generosamente, semana a semana, hacen posible este impagable blog
Querido Luis Eugenio:
No se puede abandonar. La valía de una persona se mide por la fuerza que hay que emplear para tumbarla. Tú vales mucho más. No puedes darte por derrotado por quien se instala de manera fácil en la burocracia y en el sinsentido. Ya sé que no es fácil ir contra la corriente. Ya sé que lo cómodo es dejarse arrastrar por esta ola que potencia lo insustancial frente a lo verdaderamente importante, lo incongruente frente a lo racional. Hay que acumular fuerza porque hoy es más necesario que nunca recordar con la palabra y con los hechos que lo importante son las personas y no las normas, que lo decisivo es la dignidad y no la apariencia. Para luchar por esa causa hace falta valentía cívica, que es una virtud democrática que nos hace ir a causas que, de antemano, sabemos que están perdidas. Pero hay que ir a ellas. La lucha en este campo ya es una victoria. No abandones. Hay guerras en las que no se puede desertar. Eres muy necesario. Con un gran abrazo.
Miguel A. Santos
PENSABA ESCRIBIR ALGO, PERO ME HABÉIS AGOTADO EL TEMA PRÁCTICAMENTE. POR TANTO BUEN PUENTE, PORQUE OS LO HABÉIS CURRADO CON VUESTRAS COLABORACIONES Y ESCRITOS.
Querido amigo y maestro:
Muchas gracias, de corazón, por tus generosas palabras.
Era solo un humilde punto de vista.
Un fuerte abrazo.
Estoy de acuerdo., Y, por lo que veo, es una tendencia que no solo afecta a la Universidad española sino a otras Universidades de otros países. ¿Qué corriente es esa que pretende encasillarnos en modelos cuadriculados de acción que cercenan la creatividad, la responsabilidad y la participación libre? Si todo lo que hacemos está prescrito la responsabilidad de lo que pasa será del que manda.
Es una equivocación lamentable, ya que ese modo de proceder solo genera servidumbre, pasividad, uniformidad, incomodidad y sensación de pérdida de tiempo,
Habría que luchar contra esa invasión normativa. Pero, estos señores gestoras, ¿qué se han pensado? ¿Se imagina uno algo similar para los cirujanos que van a operar?
No podemos ni siquiera suponer que hubiese un protocolo que prescribiese de forma minuciosa cómo tiene que preparar la operación, cuánto tiempo tiene que durar, cómo tiene que evaluar lo que pasa, cómo tiene que informar a la familia… I-ni-ma-gi-na-ble.
Es necesario que alguien denuncie estos atropellos que acaban por parecer normales. No vamos habituando a obedecer y todo lo que se manda acaba por parecer lógico.
No se puede aceptar esta intromisión permanente y descarada en la autonomía de los profesores.
Recuerdo haber leído en un artículo de MASG una cita de un autor que decía algo así: los profesores tienen mucha autonomía, la misma que tiene un conductor de coche para poner en el radiocasette la músca que más le guste.
Saludos.
No sé lo que sucede en la universidad. Siempre pensé que a ese nivel el catedrático era dueño y señor de su quehacer y que no estaba sometido a tamaña burocracia, que es una rémora para la función docente tal como expone Miguel Ángel.
Personalmente diré que siempre me resultó odiosa, y no cre equivocarme si digo que al igual que los compañeros, esos papeleos inútiles y perturbadores para lo esencial.
Estoy de acuerdo en las reflexiones que tan bien han expuesto los comentaristas: Juan Miguel, Juan Carlos, Aureliano…Gracias por vuestras reflexiones tan enriquecedoras.
Estimado profesor: hoy lo escuché desde la acalorada ciudad de San Felipe, Chile, siguiendo atentamente cada una de sus palabras y en cada una de ellas me generaba una tremenda inquietud el saber que tenemos tantos conceptos y estándares netamente cuantitativos en la evaluación y que están más que impregnadas en nuestra sociedad, tendemos a encasillar a todo aquel que ose ser estudiante en un gráfico, tabla, número y porcentaje, donde aún no existe una política educativa que realmente genere un impacto en la sociedad y que dignifique la labor docente. Por otro lado, no creo que nuestra sociedad esté preparada para dejar de sólo cuantificar la educación y mirarla desde otro punto de vista.
Ojalá pueda realizar permanentemente charlas en Chile!!!!
Estimada Paula:
Gracias por asistir a la sesión de la tarde calurosa de San Felipe en la sede de la Universidad de Playa Ancha. Fue un placer para mí compartir algunas ideas, algunas preocupaciones (que comparto contigo) y algunas propuestas para avnzar en la buena dirección. No estamos en un momento muy propicio para que se impongan tesis más afianzadas en la racionalidad y en la equidad.
Gracias también por leerme y por el estupendo comentario.
Artículo para la reflexión. Lo que pasa es que quienes legislan no suelen leer. El artículo debería dar que pensar a quienes impulsan la burocracia y la regulación minuiosa y estúpida.
Sería bueno que leyeran el artículo quienes son responsables de la norma. Pero lo suelen leer quienes la padecen.
Comparto con el autor la idea de que hay que rebelarse. No hay que callarse como corderitos. Hay que decir que así no se mejora la enseñanza.
No digo que lo mejor sea la anarquía, que cada cual haga lo que le de la gana. Ahí están los alumnos para decir que eso que les dan vale o no vale.
¿A qué viene tanta regulación, tanta norma, tanto casuillero, tanto porcentaje, tantan mandanga?
¿No podemos decicar el tiempo a cosas más inmportantes y necesarias?
Saludos cordiales.
Cada día es más potente la burocracia. Tareas estériles y aburridas que comen el tiempo de las personas que podía ser dedicado a otros menestere.
Lo malo que este hecho no es producto de una manía de las personas que se empeñan en hacer burocracia sino una decisión de quienes tienen la responsabilidad de velar por la calidad del sistema educativo.
Alguien tiene que decir las cosas. Me gusta el blog porque muchas de las cosas que se dicenparten de la realidad más cruda.
No podemos mirar para otra parte. El nivel de conformismo es excesivo. Lo mismo digo de la sumisión, del miedo y de la resignación.
Se acabó el tiempo del silencio y de la pasaividad.
===========================================
¡Hola!
Esta cadena con 3 eslabones (autoridades-profesores-alumnos) es profética. Las dos ideas falsas de las que parte (ellos no saben y no quieren) se acaban convirtiendo en una realidad que confirma la aparente certeza de dichas ideas: profesores y alumnos acaban no sabiendo y no queriendo, luego «este sistema burocrático está bien así» (afirmarán los burócratas a la vista de sus efectos).
Slds, Vicente
http://www.vicentebou.com
http://nuevosistemaeducativo.blogspot.com
===========================================
Estimado profesor: Soy estudiante de educación superior, de la carrera de Pedagogía en Castellano en una universidad chilena.
Mi pregunta está relacionada con la publicación de su libro «Patologías de la evaluación» y en ese punto quisiera saber ¿cuál era el currículum educacional vigente en España al momento de su publicación?
Le ruego me disculpe por mi consulta realizada fuera de contexto y le agradecería me responda con prontitud.
Atentamente, María Belén Sapiain Ovando.