El deber de exigir

1 Jun

Los ciudadanos tenemos el derecho y el deber de exigir. No debemos ser profesionales de la resignación, del sacrificio y de la paciencia. No tenemos por qué aguantarlo todo. Tampoco tenemos por qué creerlo todo. No es obligatorio pensar que las cosas son como son y que no pueden ser de otra forma. Es probable que quienes están en el poder nos digan que no hay otra manera de actuar. No es así. Las cosas siempre pueden ser de otra manera.

Los ciudadanos y ciudadanas tenemos el derecho y el deber de exigir.

Nos piden más sacrificios, más paciencia, más aguante, más resignación. Nos aseguran que vamos por el buen camino aunque cada vez hay más personas en las cunetas. Quieren que nos quedemos calladitos y quietecitos. ¿Cómo que paciencia? ¿Hasta qué límite? Al poder le molestan las iniciativas ciudadanas que levantan la voz, que llaman la atención. Especialmente las que llegan hasta sus casas. Invocan los derechos de sus hijos. Pero se les olvidan los derechos que tienen otros niños y que, por serlo, no deberían ser menores que los de los suyos. ¡Ah, eso es otra cosa! La señora De Cospedal, vicepresidenta del PP, dice que esas son actitudes nazis. Que esa gente que protesta se presente a las elecciones. Y que protestando no se consigue nada. Y lo dice ella, que debería ser sensible a ese clamor, a ese malestar, a esa indignación.

En primer lugar, los ciudadanos tenemos que pensar, analizar, comprender la realidad. Tenemos que descubrir los hilos ocultos, los intereses que mueven esos hilos, las personas que los manejan de manera oculta o patente.

Tenemos que descubrir las trampas de quienes dicen que las cosas son como son por voluntad de los dioses, por la fuerza del destino, por la casualidad del azar, por mandato de los mercados o por la herencia recibida. Las cosas son como son porque hay alguien que quiere que las cosas sean así. Muchas veces por codicia e interés. Otras veces por pereza. Algunas por una torpeza irresponsable.

Exigir es un verbo que la ciudadanía tiene que conjugar por activa y por pasiva. Para exigir con éxito (o sin él) hacen falta seis cosas:

Razonamiento: es preciso sabe, como decía, qué es lo que sucede, qué está pasando y por qué. Tener capacidad de análisis es fundamental. Ya sé que criticar no es demoler sino discernir. Y para discernir hay que tener información rigurosa, manejar explicaciones solventes y estar atentos a lo que pasa. A lo que le pasa a todo el mundo, no solo a nosotros. Porque algunos protestan solo cuando les va mal a ellos.

Unidad: es difícil que uno solo pueda conseguir nada. La unidad es imprescindible en dos sentidos. Uno, el de la eficacia. El segundo es de naturaleza psicológica. Uno solo, al ver las escasas posibilidades de éxito, se desalienta más fácilmente. Es verdad que la unión hace la fuerza. No me gustan las personas que solo quieren estar a las maduras. Cuando llega la hora de exigir, se callan. Cuando llega el momento de ir a una manifestación, se esconden. Pero luego, si se consigue lo que se pretendía, se apuntan los primeros a recibir el beneficio.

Perseverancia: hay quien se cansa demasiado pronto. “Eso ya lo pedimos el año pasado y nos dijeron que no”. Bueno, pero habrá que pedirlo de nuevo y de nuevo y de nuevo… No es igual decir no después de una petición que después de veinte. La fuerza del no se debilita. Hay que insistir sin desfallecer, sin desanimarse.

Valentía: hace falta valentía para enfrentarse al poder. Hay quien tiene más miedo del razonable. En ocasiones el miedo está más que fundado. Muchas veces tendremos que practicar la valentía cívica, que es una virtud democrática que nos hace ir a causas que de antemano sabemos que están perdidas.

Creatividad: hay que poner una vaca púrpura en la protesta. Es decir, poner algo original, algo llamativo, algo que capte la atención. Hay formas un tanto desgastadas de protesta. Recuerdo aquella curiosa anécdota del alcalde de un pueblo que le pide al Ministro de Educación que no se olvide de enviarles una maestra prostitula.

Señor alcalde, querrá decir sustituta…

Quiero decir lo que he dicho, señor Ministro…

El alcalde, a quien reprochaban después su metedura de pata, explicó por qué había dicho lo que le dijo al Ministro.

Si le pido que nos envíe una maestra sustituta, se olvida de la petición antes de abandonar el pueblo. De esa manera, verás cómo no se olvida…

Y, de hecho, así fue. A los pocos días llegó al pueblo una nueva maestra.

Esperanza: no se puede cargar siempre con el fardo del derrotismo, de la desesperanza, del fatalismo. Puede haber argumentos más que suficientes para perder la ilusión, pero una protesta tiene que estar asentada en la esperanza de que va a servir para algo. Muchas siembras tienen sementeras tardías. Los familiares de los obreros que se tiraron al suelo en la primera huelga de transportes y murieron aplastados por los camiones que pasaron por encima, pensarían que aquel sacrificio había sido estéril. Pero muchos nos hemos beneficiado de aquella sangre derramada. Mucho tiempo después. Si nadie hubiera protestado por las condiciones laborales seguiría existiendo la esclavitud.

No debemos pensar que la acción política se reduce a depositar el voto cada equis tiempo en una urna. Entre una votación y otra hay deberes ciudadanos que cumplir. No se trata de un período de inactividad, sino de una actividad diferente.

En los momentos que estamos viviendo se hace más necesaria que nunca la práctica de la exigencia. Callarse, resignarse, desalentarse y darlo todo por perdido es suicidarse colectivamente.

Todos somos políticos, aunque no de forma profesional. No me huele bien la gente que dice: yo no entiendo de política, la política para los políticos, a mí no me gusta la política… Lo que en realidad están haciendo es adoptar una postura política diferente: la del conformismo.

Los políticos profesionales deben saber que los ciudadanos y ciudadanas tenemos el derecho y el deber de juzgar su trabajo. Les hemos puesto ahí para que nos escuchen, no para que nos hagan callar. Les hemos puesto ahí para garantizar la libertad de expresión, no para cercenarla. ¿Cómo pueden decir que si los manifestantes quieren hacer política deben presentarse a las elecciones? No, yo no quiero presentarme a las elecciones, quiero participar de forma activa sin recortes sin restricciones, sin amenazas ni recomendaciones. Que soy mayorcito.

Saber encajar la crítica y hacer una rigurosa autocrítica son dos medios sine qua non para mejorar lo que se hace. Solo gusta la crítica cuando es halagüeña, pero no cuando es adversa. El poder suele distinguir entre crítica constructiva y destructiva. Y califica de destructiva a la que le es incómoda. No, la crítica destructiva es la que es poco rigurosa, la que es complaciente y aduladora.

No podemos permanecer en silencio si comprobamos cada día que quienes nos deberían salvar nos están empujando al precipicio.

20 respuestas a «El deber de exigir»

  1. Conjugación del presente de indicativo del verbo exigir del gobierno actual(aspecto curricular a incluir en la LOMCE.

    «Yo exijo
    tú no exiges
    él no exige
    nosotros exigimos
    vosotros no exigís
    ellos no exigen»

    «YO NO SOY TONTO», señores ministros.

  2. Creo, Miguel Ángel, que es un artículo totalmente oportuno.
    Y como hablas de la esperanza, como colofón de los valores necesarios y a compartir, estoy totalmente esperanzado de que esa atrocidad llamada Lomce no salga hacia adelante.
    La mayoría no queremos queremos ver hundida la educación. Demasiado estamos soportando por parte de este nefasto Gobierno para que encima uno de los pilares de una sociedad más justa veamos cómo impunemente lo destrozan.
    Un abrazo.

  3. Totalmente de acuerdo contigo. La ciudadanía necesita todo eso para que todos juntos podamos conseguir el éxito, pero nos lo estamos plantando ahora, en estos momentos cuando las cosas le van mal a todos o casi todos. Vivimos en un país demasiado individualista, en el que nos da igual el “mal del otro “si a mí me va bien. Llevamos años mirando hacia otro lado, esperando que a nosotros no nos pase, aun cuando nos la veíamos venir.
    Los políticos están demasiado acostumbrados a eso, a que seamos borregos que acatamos sin rechistar sus órdenes y mandatos, y cuando a alguien se le ocurre protestar la mayoría de las veces sale escaldado, y lo que no nos damos cuenta es que si tuviéramos la unidad, la perseverancia, la valentía y demás cosas de las que habla el artículo posiblemente los resultados serían muy diferentes.
    Se están cargando nuestra educación, nuestra sanidad, nuestro trabajo y en definitiva nuestras vidas, lo menos que podemos hacer, como bien dice el señor Santos es no permanecer en silencio mientras nos tiran al precipicio, sino hablar, pero tenemos que aprender a hacerlo todos juntos, al unísono

  4. Creo que tengo el deber de exigir que en este blog se hable de la Universidad Española, de una vez por todas. El autor está jubilado, nada debe de temer y esas invitaciones para dar conferencias en paises sudamericanos van a estar siempre ahí.

  5. Oye, Pedro, ¿tú a qué te dedicas?
    Te lo pregunto porque si no lo sabes esto es un blog; no un supermercado en el que se puede «exigir» que se le dé a cada cual la calidad del producto que ha comprado.
    Y si no estoy equivocado, uno puede entrar aquí sin pagar nada y sin ni siguiera someterse a un control previo, pues los escritos entran directamente.
    En el caso de que tengas dos dedos de frente, piensa que es como si cordialmente te dejaran entrar en un domicilio y a continuación empezaras a soltarle una retahíla de peticiones al dueño de la casa.
    Por cierto, ¿podías indicar tu nombre completo para que te conozcamos?

    Firmado: Aureliano Sáinz Martín
    Universidad de Córdoba

  6. Yo estoy atónito con todo lo que observo y oigo de este Gobierno. Para mí no lo considero un Gobierno legítimo porque sí bien es cierto que subió legítimamente con un programa votado por la mayoría de los españoles, una vez en el poder ha hecho y hace lo que le viene en gana, incumpliendo todas las promesas electorales. Lo lógico sería someterse de nuevo a la aprobación del pueblo.
    Es inadmisible que todos los platos rotos por los de arriba los pague el pueblo, mientras el gran capital, los grandes salarios siguen creciendo en la misma proporción que la miseria por abajo.
    En cuanto al comentario de Pedro, sólo quiero decir que me parece maravilloso que Miguel Ángel, jubilado, siga con la ilusión y los ánimos de impartir su saber por América y por donde sea y que cobre su salario y, todavía me parece mejor, que si vive sin apreturas por lo que hizo y hace, luche por los que lo pasan mal,¿o es que sólo deben luchar por los que lo pasan mal los que están en esa situación?
    Saludos a todos

  7. «Quien paga manda» y el administrador obedece.¿Qué hacen los señores estos, que ahora se creen que son de la antigua nobleza, si alguien les administra mal? Pues eso mismo exigimos. Saludos con salud.

  8. Comparto la tesis que se defiende en este artículo. No podemos quedarnos cruzados de brazos lamentando la situación y la forma de gobierno. No podemos callarnos ante esste despropósito que es la LOMCE.
    Ya sé que el rodillo puede aplastar todas las quejas, pero no será lo mismo que la ley salga entre aplausos que entre silbidos.

  9. Estimado Pedro:
    Te ha contestado acon acierto Aureliano Sáinz (ya ves que él no se esconde). Y te digo, como él, que puedes pedir al autor de un blog lo que te plazca, pero no exigírselo. No hay que confundirse. Yo hablo en el artículo de de la exigencia que debemos ejercer los ciudadanos y ciudadanas hacia el gobierno que hemos (o han) elegido democráticamente. Eso es otra cosa.
    Y verás, yo no tengo ningún problema en hablr o escribir sobre la Universidad. Lo hago casi de forma constante. Nunca he tenido miedo a hacerlo porque nadie me ha tapado la boca. Siempre he tenido la libertad de expresarme y nadie me ha obligado a hablar o a callar. A decir esto o lo otro. Nada tiene que ver la cuestión con el hecho de ser jubilado.
    No sé dónde encuentras la conexión entre libertad y jubilación. Además, no estoy del todo jubilado ya que soy profesor emérito. Y sigo teniendo docencia.
    Y tampoco entiendo lo que dices de las invitaciones en latinoamérica. Me invitaron antes de ser jubilado y lo hacen después. Antes y después de hablar y escribir sobre la Universidad.
    De cualquier manera, muchas gracias por participar.
    Un saludo.

  10. Aureliano y Miguel Ángel, todo muy bien pero… ¿se habla o no se habla de la Universidad en España?
    P.D.: Aureliano, lo del «deber de exigir» en mi aportación es el título del artículo hombre, un juego de palabras, nada más.

  11. El 16 de mayo impartí una conferencia en Montilla titulada «Por una Universidad pública sin discriminaciones», a la que asistieron bastantes docentes, estudiantes y padres (fue grabada y transmitida por la televisión y la radio locales).
    En los diarios digitales de Dos Hermanas (Sevilla), Baena, Montilla, Montalbán y Montemayor (Córdoba) ha aparecido recientemente un artículo firmado por mí que lleva el título de «La Universidad pública en crisis».
    Te cito lo último que he publicado o en lo que he participado, puesto que la Universidad «la llevo metida en el alma» desde hace 36 años.
    Por otro lado, soy arquitecto, y si un día decidí dedicarme en exclusiva a la docencia e investigación en la Universidad es porque, curiosamente, me apasionan (a pesar de los enormes disgustos que me da la falta de vocación docente e implicación de una parte significativa del profesorado que «no sé qué hace en este sitio»).
    Y para no cansarte, Pedro, te digo que me iré de la Universidad, al igual que a Miguel Ángel, «cuando me echen de ella», es decir, más allá de los 70 años… si es que logro verlos .

  12. Estimado Pedro:
    Claro que se habla y se escribe sobre la Universidad en España. Quizás no todo lo deseable. Te puedo decir que yo lo hago en conferencias y artículos de forma casi constante.
    Claro que hay que mejorar muchas cosas en la Universidad española. Algunas relacionadas con la docencia (más valoración institucional, menos masificación de las aulas, más preparación pedagógica del profesorado, más equilibrio entre teoría y práctica, menos presión burocrtática para la confección de guías docentes…), otras con la investigación (más fondos, más trabajo en equipos, más presencia en publicaciones de nivel, más transferencia de resultados…) y algunas relacionadas con el funcionamiento (menos jerarquización, menos rigidez, más autocrítica, más apertura a la crítica, más conexión con el mundo del trabajo…).
    Por citar algunos aspectos.
    Creo que no hay ningún miedo a hablar o escribir. Al menos, yo no lo tengo.
    Tampoco veo problema en recibir las opiniones externas. Es más, creo que deberíamos organizar evaluaciones de las personas aque terminan y afrontan un trabajo. ¿Qué dicen de su formación? Nos vendría muy bien saberlo.
    Ahora mismo estamos preparando un libro sobre la docencia en la Universidad, coordinado por el profesor pòrtugués Antonio Novoa.

  13. La anécdota del Alcalde es magnífica. Seguro que el Ministro se lo contó a todo el mundo. Y saeguro que no se olvidó del pueblo en el ue hacia falta una mestra.
    Xigir de manera rutinaria tiene menos efecto que hacerlo de una manera llamativa, riginal, que no se olvida.
    Cultivar es bueno para todo. Para sobrevivir hace falta poner en marcha el ingenio de forma casi constante.
    Lo que pasa es que es más fácil y más cómodo entregarse a las rutunas. No pensar. Hacer lo que hace todo el mundo.

  14. Estoy de acuerdo.
    Hay que exigir en todos los terrenos si no queremos que nos avasallen.
    Hay que levantar la voz no solo porque es un derecho. Se trata de un deber.
    Hay que decir: Ya basta.

  15. Veo mucho conformismo en la gente.
    Veo conformismo en los alumnos, en los ciudadanos, en los trabjadores.
    Ya sé que parte es fruto del miedo.
    Pero hay otra parte que es fruto de la comodidad.
    Otra parte procede del pesimismo
    Habría que despertar a la gente para decirles que es posible cambiar las cosas, que merece la pena y que el sería bueno que fueran otros quienes sintiesen un poquito de miedo.
    Saludos

  16. Estoy de acuerdo con el texto.
    Veo demasiada resignación y demasiado pasotismo.
    Y luego, mucho egoísmo que hace que no nos movamos cuando no nos afecta directamente una injusticia o un problema.
    Es necesario comprometerse generosamente con la situación que vivimos.
    Nadie nos va a regalar nada.

  17. Me ha molestado la reacción que han tenido algunos políticos antes los llamados escraches y otras formas de protesta.
    No solo es que no es tan grave esa incomodidad, es que deberían saber que el cargo lleva aparejadas unas consecuencias lógicas en cuanto a la exigencia ciudadana. Si hn prometido hacerlog y los hemos votado por eso y luego no lo cumplen no vamos a esperar cuatro años para mostrar el desacuerdo.
    Si hay casos de corrupción (ese sí que es un escrache a la tranquilidad de la gente), lo normal es que protestemos.
    Si a la gente de las preferentes les limpian el dinero, lo normal es que digan que no hay derecho.
    Si te quitan la casa y te obligan a seguir pagando la hipoteca lo logíco es que vayas a protestar a quien no evita ese atropello.
    Y si no quieres hacer frente a sus responsabilidades, si es tan duro aguantar las protestas, que dimitan.

  18. Mirar para otra parte, encogerse de hombre, no decir rsta boca es mía son actitudes que permiten a quienes gobiernan hacer lo que se les antoje sin sufrir la mínima crítica.
    No es bueno para nadie. Ni para los gobernados ni para quienes gobiernan.
    Porque ejercer la crítica ayuda a que quien gobierna se lo piense dos veces. Y, algunas veces (ya sé que no muchas) a que cambie o modifique las decisiones tomadas.
    Hay muchos testimonios de que la presión social ha hecho cambiar (y caer) gobiernos.

  19. Esta actitud que planteo, fundamentalmente, ante el pode rpolítico, la hago extensiva a cualquier poder. Por ejemplo, en las instituciones, en las empresas, en las organizaciones más diversas…
    El discurso descendente suele estar bien articulado. No sucede lo mismo con el ascendente.
    Los alumnos se callan ante los profesores, los profesores se callan ante los directores, los directores se callan ante los inspectores, los inspectores se callan ante los delegados de educación, los delagados se callan ante los consejeroes, los consejeros se callan ante el ministro de educación… No es bueno.
    Cuando en una institución, los aduladores prosperan y los críticos están perseguidos o condenados al ostracismo, hay corrupción institucional.
    Si no hay cauces para desarrolar ese discurso descendente, hay que crearlos. Y si al ejercer la crítica se producen consecuencias negativas, hay que denunciarlas.

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