Hace unos meses tuve la suerte y el honor de impartir en Úbeda la lección inaugural del curso académico en la Escuela Universitaria de la SAFA (Universidad de Jaén). Una de las personas que asistió a la conferencia tuvo la amabilidad de hablar conmigo al terminar y de contarme sus vivencias en el sistema ¿educativo?. Le pedí que me escribiera su historia porque creo que nos vendría bien a todos y a todas pensar en ella. Una historia muy dura, por cierto. Voy a dedicar el artículo de hoy a contarla sucintamente tomando prestadas algunas palabras de su protagonista. Este artículo es, pues, más suyo que mío.
Ella me ha autorizado a publicar los nombres de víctima y verdugo, pero he preferido mantenerlos en el anonimato, ya que no es necesario romper ese silencio para avivar la reflexión y despertar el compromiso. En educación debemos ser honestos, no crueles.
“Hasta la edad de 16 años, dice, fui una niña muy comprometida con mis estudios y motivada por aprender al máximo de todo lo que me enseñaban mis profesores (…). En Secundaria, siempre estaba atenta y dispuesta ante cualquier sugerencia del profesor. Nunca me llamaban la atención en clase ni me distraía hablando.
Mis notas eran muy buenas y mi comportamiento ante mis profesores excepcional. Quería tener el beneplácito de mis docentes, ser premiada de cualquier forma por mi conducta. Valoraba por encima de todo que mis profesores estuvieran contentos conmigo y con mi esfuerzo, así que nada me distraía de esta intención. He sido y soy muy familiar, para mí la familia lo es todo, sobre todo mi madre, que es mi meta a seguir en lo personal.
Al llegar a bachillerato todo estaba bien, hasta que conocí a Don X, mi profesor de Geografía e Historia y Filosofía. A mí me gusta mirar más allá de lo aparente, y veía que era un hombre amargado por su vida privada, que traspasaba esa rabia al aula (…).
Al ser una persona premiada por mis logros, no entendía el comportamiento aversivo de Don X. Normalmente le gustaba ser irónico y se reía de los compañeros cuando hacían algo mal. Se mofaba de todos y mis compañeros le reían las gracias… Hasta que llegó a mí, a la alumna perfecta a la que todo le salía bien. No estaba preparada para ello ni tenía las herramientas adecuadas para afrontarlo. Ahí se desbordó mi debilidad, me frustré y exploté por dentro. Para otros sería algo exagerada mi reacción, tampoco era para tanto, pero para mí sí lo fue, encontró el botón para desenchufar mi burbuja.
Todo sucedió porque él pasaba a diario por cada mesa para comprobar que llevábamos los deberes hechos. Ponía positivos si estaban y negativos si no. Antes de que pasara me di cuenta de que no los había traído, le dije que me había traído otro cuaderno y olvidé traerlos a clase. Pero él no me creyó y de forma burlona empezó a amenazarme con ponerme mala nota, ya no era un negativo, sino bajarme la nota. Puede que ni siquiera pensara hacerlo, y que solo era una regañina, pero yo lo creí, además me sentí ridiculizada ante mis compañeros que respondían a sus payasadas. Rompí a llorar, no supe afrontar la situación y me vine abajo. Nada más acabar la clase teníamos recreo y empecé a notar hormigueo en los dedos, uno por uno. Pasó a hormiguear parte de mi cara, lo noté extraño pero no le di mayor importancia.
Al acabar el recreo, en clase de latín, mientras explicaba el profesor, mi cerebro parecía haberse descodificado. Escuchaba al profesor hablar en un lenguaje que no comprendía, y no era el latín. Al ocurrirme esto, intenté comunicárselo a mi amiga pero mis palabras tampoco tenían sentido al salir de mi boca. No conseguía ordenarlas y hablaba en un idioma inventado. Entonces me asusté y mi amiga me llevó andando a casa. Al llegar noté mucho dolor en la cabeza, angustia y adormecimiento en las extremidades, veía flashes e iba a más. Mi madre, muy asustada me llevó al hospital y corriendo me llevaron a urgencias donde me hicieron pruebas para descartar posibles enfermedades graves. Estaba semiinconsciente y me trasladaron en ambulancia a Jaén para hacerme un TAC. Descartado esto, volví a observación al hospital de Úbeda donde me hicieron la última prueba posible, sacar líquido de mi médula espinal. Al no encontrar nada, pensaron en las migrañas. No habían conocido un caso tan grave de migrañas, habían visto síntomas sueltos, pero no todos a la vez.
Creo que ese día fue el principio de mi fracaso. Me vine abajo por completo y empezó a afectarme en otras asignaturas, mi rendimiento había caído en picado y empezaron a quedarme 4 o 5 asignaturas. En septiembre pude recuperar alguna y pasar de curso, pero no cambió mucho. Mis padres no entendían lo que me pasaba ni yo supe explicarles el por qué de este cambio tan abismal. Mi madre se decepcionó mucho y toda mi familia también. Pasé de ser espléndida a pésima(…)”.
Hasta aquí, algunos fragmentos de su relato. Un relato que me impresionó cuando me lo contó personalmente. Resulta triste ver cómo una trayectoria excelente se trunca por el encuentro con un mal docente. A Don X le pagaban un sueldo por hacer lo que hizo. Es decir, por hundir a una persona. El daño fue causado no por un ciudadano cualquiera sino por quien tenía el deber y de ayudarla. La mano que estaba destinada a cuidar y guiar se convirtió en un puño que golpeó sin piedad.
No se puede aceptar este tipo de actuaciones profesionales. Un mal profesor es como un lanzador de cuchillos con la enfermedad de Parkinson. ¿Nos parecería bien que operase a una hija nuestra un cirujano ebrio?
Esta chica pasa de ser espléndida a ser pésima, como ella misma dice, por la intervención de quien tenía el deber de ayudarla a crecer. Ese profesional ha invertido el sentido de su tarea. No ha sido una ayuda sino una lacra. La tarea no ha sido beneficiosa sino tóxica. ¡Cuánto hubiera dada esa mujer por no haberse cruzado con ese docente en su camino escolar. ¡Con la cantidad de personas que hasta pagarían por hacer bien esa tarea! ¡Con la cantidad de excelentes profesores que han visto aniquiladas por las circunstancias sus ansias de ser ejercer esta profesión.
Esta es una tarea comprometida. Para bien o para mal. No es una tarea aséptica que se pueda desempeñar sin repercusiones. “A mi me salvaron la vida (no dice el curso, dice la vida) tres profesores que tenían una característica común: nunca soltaban a su presa”, dice Pennac en su estupendo libro “Mal de escuela”. En otros casos, como el que nos ocupa, la repercusión es la inversa. Ella podría decir: “A mí me destruyó la vida el encuentro con un docente”. He aquí nuestra responsabilidad. He aquí el riesgo y la oportunidad. La cara y la cruz de una moneda de altísimo valor.
A la víctima de esta historia le digo que hay que saber construir con dos signos menos un signo más. Que ninguna herida es un destino. Y que las dificultades, cuando se superan, pueden enseñarnos y fortalecernos.
De espléndida a pésima
23
Mar
Escuela Universitaria de la SAFA (Universidad de Jaén).
Un ejemplo, por desgracia más, de cómo no debe ser la actitud de un docente. Intolerable que dentro del colectivo que debería ser el más digno de este mundo, existan personas de este tipo.
Excelente tu blog, mil gracias.
Gracias, Sonia. El error está subsanado.
Fui también a Ceuta para la lección de apertura del curso. Y Ceuta sí depende de la Universidad de Granada. No es que se justifique. Solo se explica. Gracias por tu comentario.
Miguel A. Santos
Bueno, es una experiencia personal y muy subjetiva. No sé si el problema realmente fue del profesor o de la forma de interiorizar una simple anécdota ocurrida en el aula por parte de la persona que describe su experiencia. Llamar “víctima” y “verdugo” a los protagonistas del relato, por otra parte, me parece una absoluta manipulación del artículo, al predisponer sobre su lectura. Lo único que deduzco, en su lectura, es una inmadurez por parte de la protagonista en relación a la edad que tenía cuando ocurrió lo que a mi me parece un simple anécdota. Lo que no significa que en efecto, pudiera afectarle, como parece que así ocurrió. Pero desde su propia esfera personal, no generalizable y sin que se puedan sacar lecturas ni conclusiones al efecto. Saludos.
Comparto profundamente la reflexión que hace Miguel Ángel con respecto a la labor docente y su insoslayable compromiso y repercusión en la vida de todos los estudiantes que pasan por su aula. Lamentablemente, es más bien común (no generalizable a todo profesor, pero sí extrapolable a muchos) en la esfera universitaria encontrar profesores con actitudes como las de este supuesto educador. Digo en el ámbito universitario porque los docentes no tienen las mismas herramientas de control que poseen cuando enseñan en la escuela. Un profesor de escuela puede simplemente recurrir al innumerable arsenal represivo con el que cuenta ante niños y adolescentes que pueden de una u otra manera “perturbar” lo que los profesores consideran apropiado. En la universidad, por otro lado, muchos profesores no son técnicamente profesores (ya que no han tenido ningún tipo de formación formal para serlo), sino más bien “expertos” de alguna disciplina. Además, no pueden simplemente hablar con los padres del estudiante, amenazar con expulsión, registrar su conducta en un libro o derivar al alumno a la inspectoria o dirección del establecimiento. Estas situaciones, la carencia pedagógica en la formación profesional, el ego que les brinda su experticia, junto con sus creencias son lo que eventualmente detonan conductas como las descritas por la protagonista de la anécdota.
Me parece acertado por lo demás el lenguaje usado por el redactor. Yo en lo personal habría sido igual de mordaz cuando denunciar prácticas que atentan contra la vida académica y emocional de nuestros estudiantes es el objetivo. La manera en la que escribe Miguel Ángel, por supuesto que guarda una intencionalidad que se condice con sus creencias y compromiso con estas mismas, no reconocer esto, no reconocer que todos lo hacemos, sería a lo menos ingenuo.
Mi primer comentario, mi primera contribución, doy las gracias a todos aquellos que diariamente aprovechan espacios como este para contribuir al aprendizaje de todos.
Yo trataré de aportar desde la perspectiva de un estudiante de pedagogía, desde la perspectiva de un futuro educador.Saludos y muchísimas gracias desde Chile.
Estimado Antón, por desgracia, son muchas más experiencias personales de las que pensamos, y es que efectivamente, se trabaja con adolescentes o con criaturas inmaduras y que aún no han construido su personalidad, por lo que es menos perdonable la falta de respeto.
Estoy segura, que el “susodicho elemento” de saber cuales eran las consecuencias, seguramente no hubiese actuado así, pero me parece que es acertada la reflexión de “hasta que punto podemos influir en el alumnado”.
Te lo dice una docente, pero también madre de adolescente con notas estupendas, a la que se le atravesó una profesora de matemáticas, a la que le cayó mal “la madre” ( o sea yo) porque se me ocurrió pedir el examen de mi hija, a partir de entonces fue todo un reguero de ironías, de malas notas, de intentar minar la autoestima de mi hija, en fin todo un calvario en el que lo peor, fueron las secuelas físicas.
A mi hija volvió a brotarle una dermatitis atópica que había desaparecido hacía años con más virulencia que nunca y no fuimos capaces de hacerla desaparecer hasta que cambiamos de instituto y de curso.
Por suerte, mi hija ha vuelto a no tener problemas en los estudios y es una joven alegre y divertida, pero cada vez que recuerdo a “la señora” surgen mis peores pensamientos.
Oye, Antón, ¿qué te pasa a ti con la “subjetividad”? Parece que lo que dicen los demás es subjetivo, pero lo que tú dices es objetivo. Afortunadamente somos personas (sujetos) y lo que decimos es subjetivo. Lo cual no quiere decir arbitrario, o falso, o poco valioso. Imagino que si una mujer denuncia una violación, tú dirás que es una opición subjetiva. Qué cosas.
Y, verás, aquí el que generaliza (otra de tus obsesiones) eres tú. Porque tú vienes a decir que todos los profesores son perfectos. Esa sí es una generalización. En el artículo (repásalo) no se generaliza. Negar las evidencias es un error de perspectiva. Pedir (exigir) que no haya profesores que torturan a los alumnos no es desprestigiar a los profesores. Es desprestigiar a quienes torturan. El despretigio a la profesión lo causan los malos profesores.
Que en la historia hay un verdugo y una víctima está más claro que el agua. Y no solo por lo que a ella le pasó. Es que ella habla de un modo de proceder del profesor (se burla, ridiculiza, desprecia…).
El artículo tiene una interpretación sencilla. Es un caso de destrucción. No la deben practicar quienes están pagados para ayudar.
Decir que ella es inmadura es una suposición que no tiene fundamento.
La tercera de tus obsesiones es “lo cientìfico”. Se conoce que esta mujer no hace una manifestación cientìfica y, por consiguiente, lo que dice tiene valor. Atribuir su reacción a la inmadurez es una arbitrariedad manifiesta. Te diré que siempre que, en mi vida, he escuchado el relato de un conflicto, de partida, me he puesto de parte del inferior, del perdedor, de la víctima. Luego estudiaba el caso y, a veces, los hechos me hacían cambiar de opinión. A ti parece pasarte lo contrario. Puntos de vista.
Buenas a todos y todas, en particular a nuestro mentor Miguel Ángel,
Educar con el corazón, para tener niños felices aprendiendo, comparto los juicios y comentarios de Miguel Ángel plenamente, se pueden tener debilidades en la didáctica, en la disciplina, en evaluar, pero se aprende y con una formación continua, siempre podemos mejorar. Pero lo inaceptable es el estilo, ese conductismo de manejar el poder, jerárquico y a menudo punitivo. Para quienes somos parte del sistema educativo (y en todo orden creo) hay algo que se llama ÉTICA, y con el respeto merecido, creo que el señor Anton Freixas, no expone sino otra cosa que avalar dichos actos, lamentable que en una sociedad constructiva hacia el bien común, tenga dicha opinión, respetable, pero no compartida bajo ningún punto de vista. “A veces hay personas que hablan sin tener nada que decir, otras, escriben sin tener nada que argumentar /aportar.”
Saludos desde el solsticio otoñal en Chile, que da comienzo a un nuevo año académico.
Estimados/as Carmen, Miguel Angel e incluso Carlos, a pesar del tono insultante que emplea, invocando paradójicamente la ética universal: la perspectiva, Carmen, que se suele tener de las experiencias es muy personal, muy subjetiva insisto. Con frecuencia, las frustraciones personales, los fracasos vitales, los volcamos en los centros educativos, en el profesorado. Confundimos desarrollo psicognitivo en el adolescente, en ese vaivén blow/up que lo caracteriza, con problemas con tal o cual profesor. Convertimos, pues, Miguel Ángel, a verdugo en víctima y viceversa; todo ello, como consecuencia, con mucha frecuencia, de no conocer las variables educativas de los centros y la compleja estructura a la que derivan las relaciones humanas a lo largo de los días. Un adolescente en un centro educativo, para entendernos, es un adolescente absolutamente distinto en su esfera personal, en su hogar. Roles distintos. Por ello, insisto, los neófitos del sistema educativo en las etapas que suele tratar este blog, deberían tener prudencia con sus comentarios. Generalmente, no saben de lo que hablan. Es por ello que no reprocho a Carlos sus comentarios despectivos, aunque le recomiendo que refresque con urgencia los parámetros éticos y cívicos que caracterizan las relaciones humanas, incluso aqui, en un blog. Saludos.
Antón:
No es fácil hablar contigo, porque no cedes ni un milímetro en tus posiciones a pesar de que te dan argumentos muy sólidos. Tú sigues en tus trece pensando que los demás son neófitos. Pues sigue así, amigo. Ya sabes que la flexibilidad de pensamiento es un signo de inteligencia.
De modo que una persona que dice que alguien le ha hecho daño es el verdugo y quien le hace daño según tú es la víctima… porque la adolescencia… ¿Y la adultez? Algunos nunca la alcanzan.
En el entendido de abrir debates e ideas frente a situaciones, en el caso particular “de espléndida a pésima”.
Cada cual sostiene ideas con sustento en su experiencia personal de vida (y ajena también) en sus credos, principios, doctrina, formación académica…
El primer paso para el debate constructivo creo es este sustento.
Ya lo decía Miguel Ángel en Jefes tóxicos en educación, en lo personal desde y hacia mi función, me ha servido muchísimo, y sería viable el ampliar el sentido a “profesores tóxicos en educación”, desde una buena gestión de clase facilitando el saber, hasta las complejas directrices de formación personal y social. Modelar en base a sustentos ideológicos que permitan que cada niño que se educa sea un líder, propositivo, proactivo, distinto sería formar líderes anarquistas, demócratas, autócratas. Como lo mencionara mi compatriota Camilo, -que se manifiesta en plena formación académica para un futuro docente- , puedes ser ampliamente experto en tu área, pero si optas por transmitirlo, es esencial poseer en conocimiento y práctica elementos de comunidad, con un fin, con un propósito.
Para mi, los pilares que sustentan mi accionar están bien definidos y claros, y por lo mismo, antecede a un propósito más claro aún.
1.- La premisa de no ser tóxico.
2.- Sin motivación y entusiasmo de entender que se construye en presente y futuro no tiene sentido.
3.- Aptitud y actitud hacia una mejora continua. Saber hacer, querer hacer.
4.- Saber que cada persona que se educa es importante, y aunque la diversidad y complejidad es amplia, la prudencia y contención lo es más, si un profesor no autorregula su conducta, qué se espera, probablemente el caos, entropía social.
5.- Lo queramos o no, los profesores somos modelos, y de comparación aún más. Lo complejo es saber cual es el “correcto” para una sociedad en su conjunto.
6.- Sencillez para comprender que no somos ni lo sabemos todo, y el error es parte del aprendizaje.
7.- Tener claridad cual es o son los potenciales conocidos y aquellos que pueden aflorar.
8.- Que somos personas, con familia, que no vivimos aislados como ermitaños.
En Chile, nuestra carta de navegación (descrita en ley, y que orienta el proceso de evaluación docente) es el Marco para la Buena Enseñanza -MBE- , conjunto de Dominios, criterios e indicadores que dejan manifiesto cual debe ser el accionar en las aulas.
A Modo de ejemplo, transcribo textual:
Criterio: Establece un clima de relaciones de aceptación, equidad, confianza, solidaridad y respeto.
Indicadores:
– Establece un clima de relaciones interpersonales respetuosas y empáticas con sus alumnos.
– Proporciona a todos sus alumnos oportunidades de participación.
– Promueve actitudes de compromiso y solidaridad entre los alumnos.
– Crea un clima de respeto por las diferencias de género, culturales, étnicas y socioeconómicas.
En resumen, en nuestro caso, el profesor citado en la experiencia, no calificaría bien acorde a estos indicadores, en otras palabras, un profesor deficiente, que debe cuestionar sus prácticas y por supuesto mejorarlas. Al año siguiente debe evaluarse y, si es reiterativo en calificaciones deficientes, deberá salir del sistema educativo, pues NO cumple los estándares mínimos de desempeño.
Saludos.
Estimado Antón:
tu dices:
…invocando paradójicamente la ética universal: la perspectiva, Carmen, que se suele tener de las experiencias es muy personal, muy subjetiva insisto. Con frecuencia, las frustraciones personales, los fracasos vitales, los volcamos en los centros educativos, en el profesorado…
Efectivamente en mi caso, se trata de una experiencia “subjetiva” de un delito, de un acoso, del que logré conseguir pruebas para denunciar.
Soy docente desde hace casi treinta años con unas relaciones estupendas con alumnado y familias y una hija estupenda con unas notas fantásticas, feliz, divertida
¿frustraciones personales, fracasos vitales?
Claro que es una frustración personal que alguien te acose, se ría de ti, te ponga zancadillas en tu aprendizaje.
Pero el FRACASO VITAL es de la persona que ofende sin necesidad, que insulta porque no tiene mejores recursos, que no sabe pedir disculpas, que no reconoce sus errores como profesional.
Supongo que es más fácil y tranquiliza más la conciencia pensar que los adolescentes son unos desequilibrados, sometidos a “ese vaivén blow/up que los caracteriza” y que si les da un “yuyu” porque el profe los insulta o se ríe de ellos o les baja la nota, es que son unos blandengues mimados que no aguantan “ná”
También dices:
Convertimos, pues, Miguel Ángel, a verdugo en víctima y viceversa; todo ello, como consecuencia, con mucha frecuencia, de no conocer las variables educativas de los centros y la compleja estructura a la que derivan las relaciones humanas a lo largo de los días
¿Que variables?
Las variables de quejarnos porque las familias no se preocupan y en el caso de una reclamación de una madre porque no le dejan ver un examen el departamento se ponga siempre de parte del profesor y ponga incluso una nota de un cuaderno que no ha visto nunca PORQUE NO EXISTE???????
La variable de que cuando la denuncia llega a inspección el orientador del centro te diga “esto no tenía que haber llegado aquí… es una pena que haya pasado esto con I. que es una alumna estupenda con la de cafres que tenemos en el centro” ¿Los “cafres” no tienen derechos? ¿a los “cafres” se les puede insultar?
¿De que variables estamos hablando? de cinco horas de escuchar “conferencias” infumables sin poder rechistar.
¿De que variables estamos hablando? De niñas y niños que tienen que gastar dinero en clases particulares porque en matemáticas porque en el centro no se enteran?
De la variable de escuchar “no servís para nada y con suerte acabaréis de cajeras en el Pryca?
O de la variable de animarles con frases del tipo: “R. mueve el culo y corre que te pesa demasiado” en clase de E.F. a una adolescente de 14 años.
Y me quedan variables más fuertes!!!!!!!!!!!
Por suerte hay una parte del profesorado estupenda, que se preocupa por su alumnado e intenta sacar lo mejor de ellas y ellos sin insultos, con respeto.
Pero cerrar los ojos ante lo que no es ni mínimamente admisible e intentar disfrazarlo de “inconsistencia emocional de un adolescente” me parece que ayuda poco a hacer de la nuestra una profesión digna.
Buenas tardes:
Hablando -de injustas y desacertadas- generalizaciones y, de buenos, regulares y malos docentes:
Parece evidente que un buen docente debe cumplir al menos tres requisitos (pues el [buen] ejemplo es lo más importante):
1) Practicar, en el día a día, una dieta alimenticia sana.
2) Hacer deporte con regularidad, disciplina y disfrutando.
3) Dormir habitualmente 8 horas cada noche.
No dispongo del dato preciso, pero me temo que en España, y particularmente en Andalucía, no cumplen estos requisitos ni el 15% de profesores y maestros. Y así nos va; Más del 30% de tasa de desempleo y fracaso escolar en Andalucía. Una pena (que no parece difícil eliminar).
Saludos
El caso es bien sencillo.
Y la reflexión muy clara.
No es bueno que quien está pagado para ayudar se convierta en una rémora.
Es unb motivo de reflexión para cada uno.
Y una llamada de atención a los responsables del sistema para que no se instalen en su seno estos comportamientos como si nada pasase.
Porque, como muy bien se dice en el artículo, hay miles de personas esperando una oportunidad para hacer bien.
El sistema educativo es falso y perverso. Y algunos profesionales no se encuentran capacitados para ejercer la docencia.
¿Dónde está la sensibilidad? ¿Es que un maestro puede dormir tranquilo cuando durante su jornada ha ridiculizado o ha menospreciado a alguno de sus alumnos? ¿Qué le pasa al alumno cuando recuerda el daño causado? ¿Qué ocurre con los padres que luchan por la dignidad e integridad de su hijo?
Esos daños son irreparables, porque ese adulto, esa autoridad te ha dicho que eres o que no eres, tal o cual cosa. Porque ha creído o ha dejado de creer o ni tan siquiera llegó a planteárselo. Y yo me pregunto qué lugar ocupa la sensibilidad en este tipo de docentes. A veces es tan sencillo como felicitar a un alumno despistado por no haber olvidado llevar lo preciso a clase, tener un gesto con el que pasa desapercibido, agradecer la solidaridad de los que dominan determinada materia por compartirlo con los demás, etc.
Deberíamos ser los propios profesionales, compañeros, dirección, inspección… los que denunciáramos estos abusos. Aunque sólo fuera por dignificar esta profesión. El maestro debería necesitar enseñar, como la forma más genuina de poder seguir aprendiendo.
La lupa de algunos malos maestros viaja a la caza de los fallos, de los errores, para mofarse o sancionar, en ningún caso para subsanar o animar a superarlos. Pienso que no merecen ser docentes y ganarse el pan a costa de mutilar las capacidades de la mayoría de sus alumnos.
Por cierto estoy más que harta de leer en las programaciones las palabras: respeto, participación, integridad, desarrollo, responsabilidad, creatividad, imaginación…
Al instituto al que acude mi hijo, bastantes profesores pasan buena parte de sus horas en clase sancionando con amonestaciones a todo aquél que no sea un mueble silencioso.
Y no se trata de una percepción subjetiva sino de una realidad sentida
Insisto, todos los aportes al blog no dejan de ser comentarios oficiosos, más acordes a rumorologías de las que suelen desencadenarse cada mañana en la puerta de los Colegios, una vez que el alumnado ha entrado en el mismo, por madres desocupadas que por datos propiamente veraces. No podemos generalizar una experiencia personal de foma interesada. Es absurdo.Cfr.: nuestro/a hijo/a va muy mal en Matemáticas–>ergo, el docente es un mal profesor–>ergo, el centro educativo es pésimo–>ergo, “bastantes profesores pasan buena parte de sus horas en clase sancionando…” (Ay, Ana María, por Dios)–>ergo, el alumnado está ” cinco horas escuchando “conferencias” infumables sin poder rechistar” (Ay, Carmen, por Dios)–>ergo, no hablo del sistema educativo, no hablo de las materias, no hablo del docente, no hablo del Centro. Hablo de mí mismo/a. Y lo subjetivo, repito, tiene poco valor intrínseco. Mi recomendación, que no deja de ser una obviedad: ante cualquier problema de conducta, rendimiento académico, etc., etc., de nuestro hijo/a, debemos establecer pautas comunes con los/as tutores/as, con el profesorado. Las familias deben colaborar, seguir las pautas que los profesionales de la enseñanza están siempre dispuestos a ofrecerles. Por último, recomendar dejar de lado tantos tópicos en la enseñanza y fundamentar las opiniones sobre bases científicas. A ver, un hecho científico: la universidad española está entre las últimas del mundo, de forma endémica (fuente: la famosa clasificación de Shanghai, anual y cuyo rigor es aceptado en todos los países del mundo). Jamás he leído un estudio, desde la Universidad española que pueda explicar este fracaso. Me encantaría ún estudio fundamentado al respecto. Nada ganamos con omitir deliberadamente este alarmante dato. Saludos.
Holden, jajajajaja. Discrepo sin embargo en la cifra: no la cumplen exactamente el 16,5% del profesorado. No albergo dudas al respecto.
Yo lo que observo es que todos están, estamos de acuerdo en que el profesor debe ser un modelo y un ejemplo a seguir, que no tiene derecho a ridiculizar a nadie ni a meterse con nadie. Precisamente los alumnos, en período de formación, necesitan de una gran comprensión ante sus torpezas y malhaceres, sin embargo, al profesor, como profesional, tenemos todo el derecho a exigirle responsabilidad y control, pues lo que lleva entre manos no es cualquier cosa.
No todos los alumnos reaccionan lo mismo ante las mismas agresiones, y los adultos igual. Yo conozco a un profesor que injustamente fue abofeteado por un padre ante la dirección. Al día siguiente estaba en la clase con la misma ilusión de siempre y con el alumno que injustamente incitó a la agresión. También conozco a profesores agradidos que han estado un mes o más de baja.
¿Qué pretendo decir con esto? Que un mismo hecho no produce el mismo efecto en todos. Los hay de piel muy fina y con piel de paquidermo, pero esa es la que cada uno tiene y merece respeto.
Gracias, Miguel Ángel, por tus artículos y a los comentaristas que me enriquecen.
Oye, Antón:
Derdad que no te entiendo. O, mejor dicho, prefiero no entenderte. Porque lo que dices es pariosa analizarte. Ese tonito machista con el que hablas de las madres desocupadas a la puerta de los colegios es para enfadarse. Mira, también habrá padres a la puerta de los coleios y, algunos, desocupados. Y, algunos entregados a la la rumorología… Qué barbaridad.
Y, verás, hay comentarios. magníficos, muy rigurosos, nacidos de una reflexión profgunda y de muchos años de formación. Y otros que rozan la estupidez.
Las opiniones son diversas.
Las familias pueden decir a los profesores muchas cosas sensatas. Y criticar de manera muy justa. Y deseable.
Eso de las madres desocupadas entragas a la rumorología deberías retirarlo, Antón. Es falso y ofensivo.
Buenos dias
Creo que la profesión de maestro o profesor es de las que más pueden llenar a una persona. A mi como tal, me encanta preparar las clases, buscar ideas e información para llevarlas acabo en el aula, documentarme, leer libros…. Y sobre todo disfrutar en clase con mis alumnos y alumnas.
Me gustaria pensar que no existen profesores así, que todos disfrutan de su profesión, però no es cierto. Hay genrte para todo y en todos los oficios, la diferencia es que nosotros somos responsables de la educación de nuestros alumnos.
Miguel Angel quien no ha conocido o conoce a un maestro que no le gustaria que lo fuera de su hijo? Humillar a un alumno es la última linea que un docente puede traspasar. La pregunta es como dejar fuera a este tipo de “maestros”.
Es un placer y un privilegio leer tus artículos así como los comentarios que producen.
Josep Lluís
Todos sabemos que la adolescencia es un divino tesoro pero a la vez, la etapa más compleja del ser humano. Afrontar tantos retos para un adolescente en este mundo tan moderno y tan carente de valores universales como la solidaridad y la justicia es muy difícil. Lo más importante para estas criaturas es sus “conexiones afectivas” y su autoestima saludable. Somos las personas que estamos próximos a ellos los máximos responsables de esos dos pilares primordiales para conseguir el equilibrio emocional que tanto necesitan especialmente estos chicos y chicas.
La familia, por supuesto, la primera, pero los educadores tenemos que ser conscientes que en, muchas ocasiones, somos determinantes para el rumbo que el “barco” de cada educando va a tomar en el futuro.
Por eso comprendo y apoyo a la mamá y a la chica y a más mamás y papás, chicos y chicas que en el “viaje de su vida” , suben a su tren “algunos educadores”, gracias a Dios son muy pocos, que se convierten en “ladrones de afecto y de autoestima.” Desconectan los “cables” que nos unen al deseo y al derecho natural de vivir. ¿Harían lo mismo con sus hijos?.
Hace unos días pregunté a una amiga, antigua alumna: ¿ Qué tal las notas de tu hijo? Respuesta: En 3º de ESO todas las notas con Notable y Bien menos Educación para la Ciudadanía que ha suspendido toda la clase menos dos.
Ojalá que cada vez esto sean excepciones y que haya en las FÁBRICAS DE AUTOESTIMA QUE SON LAS AULAS, BUENOS FABRICANTES Y QUE NO PLANTEEN NINGÚN ERE.
Muchas gracias profesor por poner sobre la mesa, con valentía los problemas de nuestro sistema.
Anton Freixas parece tener de buen docente, y de persona educada y responsable, lo que tengo yo de persona adinerada.
Estimado Antón:
Cada cual defiende lo que cree justo.
Basado en la ciencia o en “rumorología de las madres desocupadas”, lo que cada cual defiende lo define como persona.
Numerosos estudios hacen mención “a los malos profesores” y su influencia en el desenganche de los adolescentes de los estudios. A que esperan las autoridades y los propios compañeros en luchar para que este tipo de individuos no pisen las aulas. Porque seguir protegiéndolos si están haciendo daño no solo a los jóvenes y a sus familias, si no le están haciendo un flaco favor al colectivo de docentes con vocación. Esta sociedad no puede permitir que este tipo de personas lleguen a la docencia, hay que mejorar el acceso a la educación para que este tipo de gente sin vocación y formación en la psicología del niño y el adolescente entre en los colegios.
Antón, si tan oficios te parece el blog ¿para qué participas?
¿No será que ante tanto discurso repleto de cifras nadie te hace caso porque la realidad que ven y sienten es otra?
¿No será que necesitas podium y micrófono y no lo tienes?
A ver si vas a ser de esos a los que los propios compañeros deberían denunciar.
Yo estoy de acuerdo con Anton Freixas. Tiene razón en lo que creo intenta expresar, esa propensión de generalizar, negativamente por parte de la sociedad, de las propias comunidades educativas. Llevo muchos años como docente de un IES y he visto muchas veces las reacciones furibundas de familias para con los suspensos del hijo. No se preocupan por sus dificultades, sino que embisten contra la profesora, contra el centro, sin razón o con ella. No sé que ha podido cambiar en la sociedad para llegar hasta estos extremos, donde no se habla, sino que se discute. Creo que el profesorado necesitamos ese prestigio social que si tienen en otros muchos paises. Es algo urgente para que las familias conciban los centros y al profesorado como lo que son, pilares basicos de la sociedad. Incluso en España. Creo también que esta crisis está contribuyendo a que la educación esté mejor vista, que los conocimientos son imprescindibles en una sociedad cada vez mas comepetitiva.
Pero, vamos a ver, Estrella, dime quién generraliza. Tú y Antón ssois lo que generalizais. Los que decís, como alguien ha dicho en el blog, que todos los profesors son magníficos.
Y quien generaliza eres tú que hablas de reacciones furibundas de los padres y madres como si todos reaccionasen así. Ah, de los padres sí se puede decir que son esto o lo otro, pero no de los profesores.
Lo que cuesta reconocer que se cometen errores.Qué barbaro.
Quien desprestigia a la profesión docente no son quienes denuncian a los malos profesores sino los malos profesores. A ver si nos enteramos.
Hola a todos.
¡Qué fuerte la anécdota! No pensé, no sabía que podía llegar a causar tan graves daños físicos, somatizar de esa manera, la actitud de una persona burlista, en este caso un docente amargado, pero las hay fuera y dentro de las escuelas, por suerte creo que son los menos. El bulliyng, el abuso, la burla, es un flagelo que está hoy en todas partes, y cuán teribles pueden llegar a se sus consecuencias! (Ojalá pueda yo medir siempre mis palabras, ya que son verdaderas armas que pueden llegar a lastimar y con heridas de muerte, especialmente a los alumnos, que ven muchas veces en los docentes -error- los dueños de las verdades)
¡Felices Pascuas para todos! Abrazo a Miguel Ángel.
Que Anton Freixas tiene toda la razón del mundo lo prueba algunas de las “intervenciones”, por denominarlas de algún modo, posteriores a la suya. Directamente insultantes y despectivas, sin ningún tipo de argumento salvo la descalificación. Lamentable.
María: tu argumentación es magnífica. O sea que si alguien descalifica las posiciones de otro, presenta la garantía de que dice la verdad. Tú eres de la misma cofradía que él. Pues te digo que nunca me gustaría pertenecer a ella y que NUNCA dejaría a un hijo en vuestras manos.