La carreta vacía

5 May

Saber dialogar es un arte, una ciencia y una virtud. El mayor enemigo del diálogo es la cerrazón de mente. Porque el que dialoga creyendo que posee la verdad no está en condiciones de escuchar a nadie. No hay mayor petulancia que la del necio. El necio no es capaz de dialogar porque solo oye su propia voz. No importa lo que el otro dice. Es más, si algo le importa, es para negarlo, despreciarlo o rechazarlo de plano, sin entenderlo siquiera.

Cuanto más vacía está la carreta, mayor ruido hace.

Otro enemigo del diálogo es el griterío. Esa reiterada y actualísima manía de creer que, mientras más se grita, más razón se tiene. Resulta casi increíble observar algunas tertulias televisivas. No solo es que se grita mucho, es que se puede ver (que no escuchar, porque resulta imposible) a dos o tres tertulianos gritando a la vez, sin hacer el menor esfuerzo por saber lo que dice el interlocutor. ¿Qué diálogo es ese?

Lo que realmente podemos ver en algunos programas son monólogos que se superponen sin que se tenga en cuenta lo que el otro dice, pregunta, o plantea. Se repite una y otra vez un argumento que se estrella contra el chorro de gritos que proceden del interlocutor.

Solo existe una cierta alternancia en algunos momentos, ya que cada uno se aferra a su discurso sin tener en cuenta lo que el otro dice. En esa alternancia solo importa la forma, no el contenido. Uno habla y el otro replica. No importa qué. A veces, se llega a situaciones peregrinas, como la siguiente. En una discusión acalorada uno le dice al otro con manifiesta violencia:

– Me parece que estoy hablando con un imbécil.

Y el contrincante verbal contesta sin pensárselo dos veces, con no menor agresividad.

– Tu sí que estás hablando con un imbécil.

Dialogar no es una tarea fácil, por más que lo parezca. Escuchar es una actividad muy difícil, que muy pocas personas llegan a realizar con perfección. Le oí decir a Carl Rogers: “Si un ser humano te escucha, estás salvado como persona”. A dialogar se aprende. El diálogo se ejercita. En algunos debates que he organizado en el aula, he pedido que, antes de rebatir un argumento, la persona que quiere hacerlo resuma lo que ha dicho el que ha intervenido previamente. Y éste debe decir si realmente era eso lo que había dicho. Sé que eso hace lento y complicado el proceso de diálogo, pero permite comprobar que quien ha preparado sin escuchar su argumento se vea obligado a decir:

– Perdón, no he estado escuchando.

Y otras veces, el interviniente, precisa:

– No. Yo no he dicho nada de eso. O no me he explicado bien o no me has atendido bien.

Alguna vez he realizado un ejercicio para el aprendizaje de habilidades de interlocución. A y B hablan mientras C observa. Después del diálogo el observador informa a los dos que han hablado sobre el contenido y el proceso de su comunicación. Después, A pasa a ser B, B pasa a ser C y C pasa a ser A. El ejercicio se hace tres veces, de modo que todos hablan, todos escuchan, todos observan y todos son observados. Resulta apasionante el análisis que todos hacen después sobre las vivencias que han tenido en los distintos papeles. Es sorprendente, por ejemplo, ver cómo quien escucha ocupa algunas veces su cabeza en buscar nuevas. preguntas sin prestar atención a lo que está diciendo el que informa.

Para dialogar es importante tener algo que decir. Es importante también saber decirlo. Y, cómo no, es de agradecer que haya ingenio para que no sea la conversación insoportablemente aburrida.

Una azafata discute con un pasajero en pleno vuelo. La conversación se tensa y él acaba diciendo:

– Mire usted, señorita, vamos a dejarlo aquí porque me parece que usted es una persona antipática y desagradable.

Y ella contesta:

– Pues mire usted, señor, yo creo que usted era una persona simpática y encantadora, pero los dos podemos estar equivocados.

He leído, no sé exactamente donde, esta aleccionadora anécdota que explica muy bien el origen de los gritos y del ruido de los diálogos.

Alejandra caminaba con su padre cuando éste, de repente, se detuvo en una curva del camino. Después de un breve silencio, le preguntó.

– Además del cantar de los pájaros, ¿qué oyes, Alejandra?

La niña prestó atención aguzando sus oídos. Después de unos segundos, respondió:

– Papá, estoy oyendo el sonido de una carreta que se acerca.

– Muy bien, respondió su padre. Tienes razón, se está acercando una carreta vacía.

Alejandra, asombrada, preguntó a su padre:

– ¿Cómo sabes que es una carreta vacía si aún no la has visto?

Entonces el padre respondió:

– Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por el ruido que hace. Cuanto más vacía está la carreta, mayor ruido hace.

Alejandra se convirtió en adulta y siempre que veía una persona interrumpiendo una conversación y hablando demasiado de sí misma de forma inoportuna o violenta o presumiendo de lo que poseía, tenía la impresión de oír la voz de su padre diciendo:

– Cuanto más vacía está la carreta, mayor es el ruido que hace.

Quienes menos tienen que decir son los que más gritan. Quienes más ruido hacen son los que menos ideas tienen que ofrecer. Quienes más levantan la voz son los que, en el fondo, solo manejan ideas ramplonas. Y no me refiero solo a los contenidos, también respecto a la forma de hablar, estos personajes adolecen de unas carencias tremendas: frases mal construidas, escasez de vocabulario, falta de precisión en uso de las palabras… Como no son conscientes de su ignorancia, elevan la voz hasta el grito. No dicen nada interesante, lo dicen a voces y lo dicen mal.

Siempre me ha llamado la atención que haya tantas personas que hablan en televisión sin tener nada sustantivo que decir. Creo que por ese motivo gritan tanto. Se pone un micrófono en la boca de quien no tiene una idea en la cabeza. ¿Por qué se persigue por calles y plazas a un personaje grosero e inculto que la televisión ha hecho famosillo y no se va detrás de Emilio Lledó, de Fernando Savater o de José Antonio Marina por las calles, micrófono en mano, para que digan algo que con toda probabilidad será sensato y aleccionador?

Las carretas vacías hacen mucho ruido. Curiosamente, a mucha gente le gusta ese estruendo y le horroriza la serenidad de unas frases bien pensadas.

16 respuestas a «La carreta vacía»

  1. Mi experiencia como pistolero verbal en alguna que otra ocasión, me ha enseñado que es mejor escuchar a la otra persona antes, pues por la boca muere el pez, y creo que una buena defensa de mi propio discurso hacia la otra persona recae en una escucha empática, eso si, siempre bajo la filosofía de la azafata y sin querer demostrar verdad absoluta nunca jamás.

    Circulan muchas carretas vacías, nos enseñan sobre todo desde la TV esa actitud grotesca de incontencia verbal,ahora incluso lo vemos en programas deportivos en los que participan auténticos gallos de corral, y es una pena que encima y con la que está cayendo, se esté remunerado jugosamente al personal por ¡¡¡gritaaaaaaarrrr!!!

    Qué pensarían los oradores y senadores romanos si levantaran cabeza, creo que cargarían las carretas, circularían sin hacer ruído por la Via Appia con algún que otro mal orador camino del Coliseo, o del Circo Romano a las buenas. Hoy día, todo vale, hemos ido de más a menos. Si yo tuviera una escoba…

    Gracias Miguel Ángel.

  2. BUENAS A TODOS Y TODAS esta semana,

    «esperaré pacientemente los escritos de quienes participan en este espacio», quizás luego de eso diga o escriba algo sensato, por lo pronto no diré nada más!!!

    Saludos desde Chile.

  3. A propósito de los que salen en la tele¡Cuánto espacio y tiempo perdido, cuando cualquier figurilla del fútbol, entrenadores y presidentes incluidos, aparecen en los espacios deportivos de la tele para decir, no se sabe qué!. Eso sí, lo que realmente está hablando sin palabras audibles, son los montones de anuncios que les rodean, más interesantes que el deportista de marras. Y para más inri, esos espacios deportivos dedicados casi exclusivamente al fútbol. ¿Dónde están los demás deportes?
    Nos estamos quedando sordos de no saber escuchar. El oído es un órgano que se desarrolla con el uso y al mismo tiempo estamos perdiendo la voz, a fuerza de no tener nada que decir y de hablar a gritos para que se escuche nuestro vacío.
    Gracias Miguel Ángel por este magnífico articulo.

  4. Hola a todos/as!
    Me resulta muy ingenioso y acertado el artículo de esta semana. En tan solo unos párrafos, M.A. nos ha descrito cuáles son los principales enemigos del diálogo; cómo y dónde se manifiestan con frecuencia; e incluso nos aporta algunos ejercícios muy enriquecedores para favorecer el buen dialogar. «Poco ruido y muchas nueces». Ojalá todos aprendiéramos a actuar como Alejandra, pero por desgracia, el griterío que nos rodea hace que nos preocupemos por alzar más nuestra voz en lugar de llenar un poco más nuestra carreta.
    En nuestras aulas intentamos día a día que los alumnos/as aprendan a escuchar, que pidan su turno de palabra, que piensen lo que tienen que decir antes de hablar, etc. Aún sabiendo que vamos contra corriente, porque en cuanto los niños/as salgan por la puerta del colegio, los modelos que se le ofrecen en distintos ámbitos de su vida le muestran hacer todo lo contrario:¡gritar! En numerosas ocasiones, cuando un alumno pide el turno para hablar, le digo que si sabría decirme antes de nada, cuál es el tema que estamos tratando. Y muchas de esas veces el niño/a ni siquiera lo sabe. Claro que mis alumnos/as tienen cuatro y cinco años, y este ejemplo lo vemos con frecuencia en gente adulta, famosos, jefes de estado,… Somos los adultos los primeros que tenemos que empezar a ofrecer a nuestros niños/as un modelo adecuado, una actitud de escucha y respeto en el diálogo. Tal y como leí una vez en un artículo de M.A., creo que citando a Emerson, «el ruido de lo que somos llega con tanta fuerza a los oídos de nuestros alumnos que le impide escuchar lo que decimos»
    Gracias por tu artículo; nos vemos en Cabra.

  5. ¡Qué magnífico artículo sobre el diálogo, sobre el saber escuchar y hablar! Antes de meterme con otros me meteré conmigo mismo, pensando en cuántas veces la afectividad y el deseo de inculcar mis ideas a un hijo han impedido el diálogo productivo para acabar, en lo que se dice en el artículo: en vez de escuchar la argumentación del otro, se convierte en pensar en como refutarle.
    Me ha parecido magnífica la idea, como elemento educativo, el que antes de responder, resumir lo dicho por el interlocutor.
    A mí me hacen gracia los debates de la televisión. Ya los separan, los que defienden unas ideas de los que defienden otras. Siempre se rebaten, nunca se siente uno convencido por la idea del otro. Es decir, se sale como se entró, cada uno en sus ideas. ¿No pasa lo mismo en política? Por qué no aceptar las buenas ideas de la alternativa en el poder?
    En los tiempos que corren, ¡cuántas cosas debieran salir a debate público de nuestros intelectuales, en vez de imponerse por decreto, sin más!
    Hay muchas salidas a las crisis, pero parece ser, que hemos de tragarnos sólo la que interesa al poder. Dialogar, escuchar… Gracias, Miguel Ángel. Saludos a todas/os

  6. Pienso que todo pecamos de intransigentes, en mayor o menor medida, en nuestra vida cotidiana. Ninguno estamos a salvo de esa tentación de sentar catedra, en algún momento. Nos puede la simple vanidad, el sentirnos intelectualmente superior a nuestro interlocutor o el más elemental de los deseos de salir moralmente vencedor ante alguna discusión. O lo que es lo mismo, todos los que escribimos en este foro no podemos dejar de lado un hecho evidente: la intolerancia en la retórica, valga la expresión, es patrimonio de todos y de todas. Creo que es algo consustancial a la naturaleza humana. Otra cosa muy distinta es que algunos, objetivamente hablando, seamos bastante más humanos que otros. Pero incluso tal cuestión sería muy subjetiva. Saludos y desde luego no seré yo quién lance la primera piedra. Pero no faltaran voluntarios y voluntarias.

  7. Saludos desde Cabra(Córdoba)
    … Y no se va detrás de Emilio Lledó, de Fernando Savater o de José Antonio Marina… o de Miguel Angel Santos Guerra.
    Porque el Profesor, se dedica, grano a grano, a llenar la carreta con valores humanos, emociones y reflexiones que buscan la felicidad de nuestros niños.Y claro, la carreta se va llenando de humildad, solidaridad, empatía,…Y no hace ruido porque no tiene PUBLICIDAD y además es un medio de transporte incómodo para C.Ronaldo,Messi,….El resultado es que nuestros alumnos, como comenta Esteban, reciben fuera de la escuela todos los estímulos «apropiados» para construir su personalidad basada en emociones negativas.
    Pero seguiremos luchando y entre todos los que creemos en la auténtica educación, conseguiremos «llenar» la carreta de libros y no de «maquinitas».Porque las maquinitas «no acarician».
    Muhas gracias Profesor por cargarme cada sábado la batería de educador. Nos vemos en Cabra, la cordobesa el día 10 de Mayo.

  8. Estupendo articulo. Las prisas, los ruidos, la autosuficiencia, la falta de humildad… Todo eso nos hace no escuchar a los demas. Y a los niños, memos.

  9. Todos hemos deseado sentirnos escuchados como describe Miguel Ángel Santos Guerra alguna vez. Sin que la otra persona esté pensando, a la vez que llevamos a cabo nuestra locución, lo que va nos va a decir al terminar. Sentir que se nos escucha es sentirnos reconocidos por la otra persona. Es el miedo al inquietante silencio que se genera después de la locución al que algunos temen. Sin embargo ese silencio es necesario, es necesario porque es en ese momento en el que el interlocutor pensará lo que ha de responder a la otra persona una vez la ha escuchado de manera activa.
    Me parece fabuloso que en educación se intente enseñar a escuchar lo que otros tienen que decir. Y que se guarde un momento de reflexión, de formación de criterio para conseguir una replica con sentido. El miedo a ese silencio que se puede generar al esperar el turno de palabra, personalmente lo identifico con el miedo a pensar en lo que ha dicho la otra persona, con el miedo a plantearte sus pensamientos como una posibilidad, el temor a reflexionar y no escupir tus ideas sin dar cabida a la probabilidad de que pueden estar equivocadas o que la otra persona pueda aportarte algo productivo.
    El dar la espalda a los pensamientos sólo genera un sentimiento de inferioridad que en muchas ocasiones sólo puede llenarse alzando la voz en grito y desgañitándose ante para suplir la necesidad de hacerse notar.
    Y me despido con un proverbio indio: «Si vas a abrir la boca procura que tus palabras valgan más que el silencio!.

  10. Que gran acierto la redacción de este artículo, hablar de un tema tan sencillo a siemple vista, pero a la vez tan complicado, el dialogo. Es la forma de comunicarnos que tenemos los seres humanos, pero existe una gan diferencia entre hablar y saber hablar.

    Hace un par de meses asisti a un curso de inteligencia emocional y lenguaje no verbal, donde nos decian que lo importante no es lo que se dice, si no lo que el otro entiende,una gran realidad. La clave sería que todos fueramos asertivos a la hora de relacionarnos, es decir, que todos nos hicieramos de respetar, pero teniendo siempre en cuanto los sentimientos del prójimo. Como bien indica este video, ni pasivo, ni agresivo, ¡el punto medio es posible!(http://www.youtube.com/watch?v=gcu5RtPivHA)

    Este tipo de contenidos deberían de darse en una escuela, y verse en la tele, no dedicarse a dar programación de debates sobre personas famosas, y que los periodistas que se encargan del programa no sepan ni siquiera respetar a su compañero, y sólo se dediquen a pelear. ¿De verdad queremos que nuestros hijos crezcan viendo este tipo de comunicación?

  11. Que gran artículo, un tema que parece tan sencillo, como es el hablar para un ser humano, pero que sin embargo tiene un gran complejidad.

    Hace tiempo hice un curso de inteligencia emocional y lenguaje no verbal, en el que nos hablaban de la comunicación, afirmando que «Lo importante no es lo que dice el emisor, sino lo que entiende el receptor» y «Tan importante como lo que se dice es cómo se dice.»(http://www.degerencia.com/articulo/las_tecnicas_de_comunicacion_en_la_negociacion_cara_cara) como bien se indica que en este artículo.

    Para que la comunicación tuviera éxito siempre, deberiamos de aprender a ser asertivos, es decir, defender nuestra postura pero siempre teniendo en cuenta los sentimientos del prójimo.

    La televisión y la escuela son los medios por los que más aprende los niños, ¿Por qué no se proclaman estos contenidos en la televisión, en vez de perseguir a famosos y dedicarse a discutir a voces sobre la vida de los demás? ¿Por qué no se aprenden más a fondo este tipo de contenidos en la escuela?

  12. Me ha gustado mucho este artículo. Para mí el diálogo es una de las cualidades más importantes que tiene una persona para así poder comunicarse con los demás. Y a través de este considero que se pueden transmitir diversos pensamientos, sentimientos y deseos, en donde a la vez estamos intercambiando información.

    Estoy en acuerdo con lo que dice el autor del artículo sobre que «haya tantas personas que hablan en televisión sin tener nada sustantivo que decir». Al igual que en televisión también sucede en casi todo el contexto que nos rodea. Yo opino que hay que pensar y fundamentar antes de hablar.

  13. Me ha parecido una gran entrada, porque ha menudo no nos paramos a pensar en estas cosas. Y es verdad que no escuchamos, pensamos que lo sabemos todo y en realidad no sabemos nada.

  14. Creo que en el diálogo es muy importante el» arte de escuchar» y el » arte de guardar silencio». A veces en el silencio hay más diálogo que en la verborrea, porque en ese momento no sólo dialogan las personas, sino todo lo que hay alrededor, los pequeños ruidos de las cosas, el aire…

    En fin, que me gusta mucho el diálogo sosegado, sin prisas y creo que cuando escuchas a alguien das honor a sus ideas y a sus pensamientos.

  15. Buenas nuevamente, a la reflexión.

    creo no hay nada más placentero que escuchar la conversación entre un oboe y un violín, o entre un cello y una traversa, mientras escuchamos el silencio de los bronces, que con ganas quieren arremeter, pero esperan el momento justo, el contrapunto y la armonía son claves en esta conversación, en esta interacción. un ave canta, luego espera respuesta, no está todo el momento trinando, sabe escuchar, y sabe que escuchar bien es clave para comunicarse…el mínimo de respeto para la vivencia. y nosotros? los humano-parlantes, porqué nos cuesta tanto coincidir en una armonía de conversación? porqué nos cuesta escuchar el silencio? si hasta las olas del mar respetan el silencio con su recogida y arremetida?, creo respetar el silencio, es respetar las ideas del otro, ya tendremos nuestro momento justo para arremeter como los bronces en una orquesta.
    saludos.

  16. El peor ejemplo que puede ilustrar el artículo está en los medios de comunicación y en los líderes de partidos políticos y otras organizaciones similares. Demagogia, discurso vacío, donde dije digo, digo Diego, etc. En la vida cotidiana, el ciudadano más o menos manipulable, es una víctima de tanto discurso zafio. Y marioneta, a su vez, de dicho discurso. En definitiva: neceesitamos una sociedad más culta, más reflexiva, más ciudadana.

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