La broncemia

28 Abr

Un médico argentino, de nombre Francisco Occhiuzzi, contaba en una conferencia destinada a profesionales de la salud que existe una enfermedad psicológica llamada broncemia, provocada por la excesiva cantidad de bronce en la sangre. Esta enfermedad hace sentirse a las personas que la padecen merecedoras de que su memoria quede inmortalizada a través de estatuas de bronce que presidirán Hospitales, Universidades, calles y plazas. Al parecer, fue otro médico argentino, el doctor Narciso Hernández, quien acuñó el término y difundió la ingeniosa idea. La broncemia es una enfermedad fantástica, que deberíamos prevenir con perseverancia, inteligencia y humildad.

Esta enfermedad hace sentirse a las personas que la padecen merecedoras de que su memoria quede inmortalizada a través de estatuas de bronce

La enfermedad, cuya descripción, síntomas y remedios, explicaré a continuación, no afecta solo a los médicos. En todas las profesiones puede haber broncémicos, aunque algunas sean más propensas a que sus integrantes contraigan y desarrollen la enfermedad. Los médicos broncémicos desayunan con Dios y bajan luego a atender a sus pacientes. Los próceres de la Academia, afectados por la enfermedad, se instalan en las torres de marfil del conocimiento inerte y contemplan desde la altura de su petulancia a los iletrados paseantes.

Antes afectaba casi exclusivamente a los varones pero ahora, con los indiscutibles avances que ha traído el feminismo, hay algunas mujeres afectadas, a quienes se puede considerar prácticamente desahuciadas. Quienes llegan a contraer la broncemia se sienten muy cómodas y muy bien acomodadas a sus síntomas y efectos.

Cuando una cantidad inapropiada de bronce llega a la sangre, el paciente empieza a pensar que su rostro merece ser esculpido y exhibido a la generación presente y a las sucesivas, dada la inconmensurable valía de sus aportaciones científicas, sociales o políticas.

Otros síntomas importantes de la enfermedad son los siguientes. En primer lugar una diarrea mental incontenible. El broncémico habla sin cesar, inevitablemente de su persona y de sus éxitos. El segundo síntoma es la sordera interlocutoria. Su marcada hipoacusia hace que el broncémico no escuche a nadie, por muy interesante que sea lo que dice. El tercer síntoma es el reflejo cefalocaudal que consiste en una extrema rigidez postural. El broncémico es hierático. Como el bronce se empieza a acumular en los pies, no camina, se desplaza majestuosamente.

La enfermedad pasa por dos etapas, claramente diferenciadas, aunque igualmente significativas. La primera es la “importantitis”. El afectado, en uno y otro sentido, se cree tan importante que merecería todos los honores y todas las distinciones habidas y por haber. La segunda es la “inmortalitis”, que consiste en la convicción de que merece que su memoria se perpetúe a través del tiempo. La humanidad se debería sentir dichosa y orgullosa de su paso por la tierra. Es muy lógico que su efigie se exhiba en estatuas de bronce que canten su inmortalidad.

No le gustaría a un broncémico el título del nuevo libro de David Safier: “Yo, mi, me…contigo”. Él preferiría este otro, más acorde con su elevado autoconcepto: “Yo, mi, me…conmigo”.

La broncemia es una enfermedad contagiosa. Estar rodeado de broncémicos encierra un peligro notable. La adulación es una de las formas más destacadas y frecuentes de contraer la enfermedad, así como la falta de autocrítica y, por supuesto, de humildad.

Quien tiene poder, fama, dinero o muchos conocimientos está situación de riesgo. Hay quien se cree más por haber alcanzado el éxito, sin caer en la cuenta de que éxito se va muchas veces como llegó. No se da cuenta el broncémico de que la admiración que pretende arrancar con su distanciamiento y su desprecio a los demás, hace que le vean como un ser despreciable y engreído. No se da cuenta que provoca menosprecio ante su afán de imponerse y risas ante su afectada solemnidad.

Los primeros efectos que produce la acumulación de bronce generan en el paciente una serie de llamativas reacciones: pierde la sonrisa, no acepta los errores, se encierra en su soledad al tiempo que se aleja de los demás, ve a los otros de tamaño diminuto, rechaza el tuteo, desprecia los sentimientos, le da mucha importancia a las formas, viste de traje y corbata, se muestra displicente, mira a los demás por encima del hombro, no aprecia las cualidades ajenas, no es capaz de reconocer las cosas buenas que hacen los demás, nunca felicita a nadie…

Los broncémicos se muestran tan engreídos que si comes con uno de ellos, puedes levantarte de la mesa y ausentarte sin que se percaten de ello, sin que al carecer de interlocutor se interrumpa su egolátrico discurso.

¿Tiene curación la broncemia? Difícil, muy difícil. Por la lógica de autoservicio que convierte cualquier situación o cualquier comentario en un unos gramos más de bronce que se suman a los ya existentes. Ni las mejores curas de humildad, sencillez y cordura son suficientes.

El tratamiento exige unas dosis extraordinarias de sentido común y de sensatez. Es buena medicina relativizar nuestra posición en el tiempo y en el espacio. ¿Quiénes somos, cada uno de nosotros, en el marco del universo mundo y en el devenir de los siglos?

El broncémico no se da cuenta de que su solemnidad resulta ridícula y de que su engolamiento le convierte más en objeto de risa que de admiración. No se da cuenta de que al mirar por encima del hombro a los demás, no los empequeñece sino que los distancia. Uno se pregunta por la obsesión que los broncémicos tienen de perpetuarse a través de estatuas de bronce. Todo el mundo sabe que sobre la cabeza de muchos próceres depositan las palomas sus excrementos y sobre los pies que sostienen su cuerpo inanimado orinan tranquilamente los perros.

20 respuestas a «La broncemia»

  1. ¡Estupendo artículo! ¡Y divertido!
    Sólo ha faltado poner algunos ejemplos con nombre y apellidos, pero seguro que cada uno de nosotros ha pensado ya en unos cuantos…

    Lástima que los «broncémicos» usen para hacer su propio bronce el material fundido de las campanas de tantos poetas que cantan al viento, de los martillos que golpean en la forja de la vida, de las azadas de los campesinos…Ellos nos vacían para llenar su inmenso ego.

  2. Miguel Ángel, has sacado una de las más hermosas características tuyas: el humor, el tratar con gracia e ironía asuntos importantes. Al leer el artículo, como dice Jesús Marcial, vamos poniendo nombres bajo el pedestal de esas estatuas de bronce que tan bien has diseccionado. Saludos

  3. Inginioso y significativo. Sí, a albgunos se les sube el conocimiento o el poder, o la fama o el dinero a la cabeza. Con lo hermosa que resulta una persona humilde, sencilla, cercana y no creída. Pienso que los verdaderamente sabios son humildes porque saben todo lo que no saben. A Miguel A. le oí decir eszo en una conferencia. Y lo ilustró con una metáfora visual. Si uno sabe lo que representa un círculo diminuto, lo que se da cuenta que no sabe es muy poquito (lo que rodea ese pequeño círculo). Pero si lo que sabe es un cículo mas grande, se da cuenta de su mayor ignorancia. Y si lo que sabe es un cículo inmenso, se abruma por lo que se da cuenta que no sabe.

  4. Después de escuchar su conferencia en el Máster de Cultura de Paz de la UMA, no me extraña la naturaleza creativa de este artículo. Tan sólo me queda una duda sustancial: la broncemia está o no directamente relacionada con la retratitis que padecen nuestros/as Ministros/as.
    Un cordial saludo, Mercedes.

    P.D:»Un Magister a una maestra»:»Haz con los niños lo que la primavera hace con los cerezos»

  5. Invito a todos y a todas a repensar, a reflexionar sobre la proyección:
    La proyección es un mecanismo de defensa que opera en situaciones de conflicto emocional o amenaza de origen interno o externo, atribuyendo a otras personas u objetos los sentimientos, impulsos o pensamientos propios que resultan inaceptables para el sujeto. Se «proyectan» los sentimientos, pensamientos o deseos que no terminan de aceptarse como propios porque generan angustia o ansiedad, dirigiéndolos hacia algo o alguien y atribuyéndolos totalmente a este objeto externo. Por esta vía, la defensa psíquica logra poner estos contenidos amenazantes afuera.
    Este mecanismo de defensa opera en muchos argumentos expuestos en el blog, pero considero que en este siglo hay una epidemia muy grande de brocemia y yo me pregunto si siempre está en los otros. Saludos cordiales

  6. Muchas gracias Profesor Santos por su reflexión.
    Continuando con la última opinión de María Laura en cuanto a la proyección porque … ¿ Y la familia ? ¿ Y la escuela?
    ¿ O es que nosotros, los educadores, en demasiadas ocasiones
    no proyectamos emociones negativas en nuestros niños? ¿ Y los padres y las madres…?
    Pero … seamos optimistas, a pesar de todo. hagamos un esfuerzo entre todos.Sabemos que es muy difícil curar a los broncémicos.
    Entonces vamos a PREVENIR y no tendremos que curar.
    Una escuela primaria es la primera en propagar las emociones básicas positivas como la alegría, la autoestima, la empatía y sobre todo la humildad y la autocrítica.
    Es evidente que cuando el niño sale de la escuela cada día fuera le esperan los demás : familia la primera responsable,la calle, la tele, el mundo digital, los deportistas famosos,etc. Todos ellos tienen que continuar la labor educativa y ahí viene la disfunción.Lo importante es que nosotros, educadores, pongamos nuestro «granito» nuestra «semilla».Porque si la «regamos» adecuadamente, podrá luchar contra viento y marea y algún día, aunque sea muy lejano podremos cambiar la «importantitis» por la «empatitis».Así estaremos colaborando al proverbio africano «Hace falta la tribu…»
    Salud, suerte y autoestima.

  7. Ma ha encantado la segunda parte del comentario de Jesús Marcial: es certera, profunda y poética. Lo tiene todo. Gracias por la aportación y al autor por el sugerente e ingenioso artículo.

  8. GRACIAS POR SU BUEN HUMOR!!
    ME HA DIVERTIDO LA TARDE
    CUANDO COMENCÉ A LEER «BRONCEMIA» DIJE: ¡PERO! APARTE DE LOS TRIGLICERIDOS TENDRÉ QUE PENSAR SI TAMBIEN TENGO DE ESTO JAJAA!!

  9. Genial el articulo profesor, da en el clavo a muchos personajes de nuestra política, de nuestra educación, incluso colegas que trabajan en el aula son capaces para lograr ser parte de la broncemia sacrificar a su familia. Esperó que no sea en extremo contagioso.
    Se les suele nublar la visión.
    Excelente el articulo
    Gracias por su sentido del humor .
    Atentamente Mónica
    Temuco ,Chile.

  10. Para pensar. No me gustan las personas que se creen o se sienten más que los demás. NO me gustan porque pretenden utilizar lo que pueden o saben o tienen no para ayudar a los otros sino para utilizarlos de pedestal. La metáfora no puede ser más ilustrativa.

  11. Me pregunto si la broncemia es genética y/o hereditaria, o si bien es inherente al cargo social,político o de otra índole que representa el brocémico o si simplemente,la broncemia es consustancial al devenir de la historia humana en la faz de la Tierra, y no nos queda más remedio que tener buenas tragaderas con estos personajes.

    En fin, no sé que Rodin contemporáneo de nuestros días sería el voluntario para pasar a los broncémicos por algún «alto horno» y de paso, hacer alguna obra de provecho con tanto bronce (no valen buques de guerra).

    Saludos.

  12. BUENAS Y SALUDOS A TODOS Y TODAS,

    Al parecer, en estos tiempos de decadencia, nos hace falta mucha humildad, puesto que el buen uso del bronce- viene de hace unos ya 5000 años, según la historia, y no precisamente para vanagloriar, más bien para mejorar la calidad de vida, – utensilios y todo eso que ya sabemos -, sin embargo, recordar que la edad del hierro y las siguientes dejaron solo vestigios de las anteriores…
    entendiendo muy bien hacia donde apunta el artículo, la autocrítica en el devenir social, me gustaría que esta época fuese la Edad del Respeto, de la Tolerancia, de la Humanización, del Compañerismo… y no necesitamos grandes reservas o fundiciones para esto.
    saludos desde la cordillera central Chilena ya nevada, una hermosa postal que mucho necesitamos(agua) ja, para «broncearnos» en el verano.
    leí por ahí, » un profesor no necesita demostrar lo que sabe, debe transmitirlo a sus generaciones.» creo que Miguel Ángel así lo hace, quizás una biblioteca lleve su nombre…

  13. Miguel Angel, hacía mucho que no leía tus artículos y me siguen pareciendo geniales.
    Yo creo que esta enfermedad está muy extendida y aceptada por la sociedad.
    A mí me gustaría que empezaran a ocurrir » broncemias súbitas». O sea, que a la persona no le diera tiempo de reaccionar, tal cual suelta una tontería sublime, se convierte en estatua de bronce. En este país, tendríamos un gran Museo del Bronce.

  14. Querida Marigel:
    Me he alegrado mucho al saber nuvamente de ti. Gracias por volver a asomarte al balcón de El Adrve y por valorar sus aportaciones.
    Tienes razón: creo que esta enfermdad está muy extendida, aunque creo que la sociedad no mira con buenos ojos a los broncémicos.
    ¿Por qué me cuentas por dónde andas y qué haces? No tengo tu correo.
    Un beso.

    Miguel A. Santos

  15. Compruebo como en los comentarios de este post se va haciendo juegos de palabras con el término bronce. Pues se me ocurre que el que padece broncemia suele ser un ca-bronce-te.

    Perdonad la licencia…

  16. Me temo que la inmensa mayoria (por no decir todas) las personas que han pasado por la vida política «profesional» en España padecen de esta enfermedad. A alguno lo hemos visto absolutamente intoxicado, dejando atrás al país sumido en la ruina. A otros lo vemos venir, con signos evidentes de padecer también la enfermedad. Lo peor: esa sospecha de que en lo referente a la política, el contagio es masivo. Salud.

  17. Juan Carlos: ingenioso y certero.
    Aunque yo pienso que esta gente son como los pavos reales: cuando muestras el esplendor de sus colores dejan también ver el culo. Creo que, son cabroncetes, sí, pero un poco ridículos.

  18. No entiendo a esa gente que se cree el no va más, a esos ue van preuntando a quien no les hace reverencias: ¿usted sabe quién soy yo?, a esos que desprecian a quienes saben menos, o tienen menos o pueden menos. No es que no les entienda es que me parecen un tanto ridículos. Dentro de mil años serán un puñado de cenizas como todos los demás.

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