Madre tigresa

17 Dic

Un libro recientemente publicado en EE.UU ha levantado una enorme polémica. El libro se titula “Battle Hymn of the Tiger Mother” (Himno de batalla de la Madre tigresa). El libro tiene 256 páginas y ha sido escrito por Amy Chua, una mujer nacida en Chicago en el año 1962 de padres chinos que emigraron a EE.UU en los años 60. Está Licenciada en Derecho y en Economía e imparte clases en la Universidad de Yale. Ha publicado, antes de éste best seller, dos libros en el ámbito de su especialidad “World on Fire” y “Day of Empire”. Amy Chua está casada con Jed, un judío americano y han tenido dos hijas: Sophie, de 18 años y Louisa, a quien llaman Lulu, de 15.

El libro se titula “Battle Hymn of the Tiger Mother” (Himno de batalla de la Madre tigresa).

La polémica que ha suscitado este controvertido libro se basa en la pedagogía que utiliza y defiende Amy Chua, no sé hasta qué punto compartida por su marido. Y este ya es un punto relevante sobre el que he visto pocos comentarios. ¿Qué papel desempeña el padre en esta historia? Sólo se habla de la “Madre Tigre”. ¿Y el padre? ¿Pinta algo o no pinta nada? ¿Y qué pinta? ¿Es el amortiguador de la dureza de su esposa? ¿Es otro tigre agazapado? ¿Ejerce realmente de tigre?

La tesis que plantea la autora es que hay que obligar por la fuerza a los hijos a buscar la excelencia. Nada importa su felicidad. Al comienzo del libro expone las reglas que ha impuesto a sus hijas: No dormir fuera de casa, no asistir a fiestas con otros niños (playdates), no participar en obras de teatro del colegio, no ver la televisión o jugar en el ordenador, no elegir las actividades extraescolares, ser el número uno en todas las asignaturas (excepto gimnasia y teatro), no sacar una nota que esté por debajo del sobresaliente (A), tocar el piano o el violín, no dejar de tocar el piano o el violín…

En definitiva, que esta madre tigresa les prohibe todo a sus hijas menos triunfar. Su teoría es que “los niños por sí mismos nunca quieren trabajar y por eso es esencial decidir por ellos”. Y en esa exigencia vale todo. Dice: “la solución, cuando un niño no da la talla, es siempre criticarlo, castigarlo y humillarlo”.

Y pone ejemplos de su propia práctica educativa. Cuando un día su hija menor trajo una calificación B en matemáticas la tuvo en vela toda la noche haciendo dos mil problemas. Cuando era incapaz de tocar perfectamente “The little Donkey” la llamó perezosa, cobarde y patética, la tuvo sentada durante horas al piano y no la permitió siquiera hacer pis.

La autora del libro, que está concitando un aluvión de críticas y descalificaciones en EE.UU está contraponiendo la cultura de las familias chinas (exigentes y autoritarias: madres tigresas) con la de las familias occidentales (permisivas e indulgentes: gallinas cluecas). Viene a decir que hay que tener éxito para conseguir la autoestima y no desarrollar una elevada autoestima para conseguir éxito.

Ella misma se vanagloria de que fue una hija educada en esos principios por sus padres chinos y a ello atribuye el éxito que ha alcanzado en la vida.

Creo que el libro es una excelente oportunidad para reabrir el debate sobre permisividad y autoritarismo, sobre dureza y blandura, sobre premios y castigos, sobre felicitaciones y reproches. No parece sensato felicitar sin que haya habido un logro o un esfuerzo. “Y si como bien, ¿me vais a dar un premio?”. Porque casi van a exigir algunos niños ser recompensados por el simple hecho de respirar. Tampoco parece sensato obligar por la fuerza a conseguir siempre el primer puesto.

No comparto algunas tesis de la autora. En primer porque el respeto a la persona, sea ésta un niño a un adulto (y, especialmente, en el caso de los niños que no pueden defenderse como lo haría un adulto), no admite insultos y humillaciones. Se puede (y se debe) corregir, diré, incluso, que con energía. Pero sin humillar, sin despreciar, sin insultar. En segundo lugar, porque no creo justo ni razonable exigir a todas las personas que sean las primeras. Me preguntó cómo habría actuado esta madre tigresa si sus dos hijas hubieran sido gemelas y hubieran estado en la misma clase. Una de ellas, forzosamente, debería ser, en el mejor de los casos, segunda. En tercer lugar, está por ver qué efectos secundarios tiene esa actitud educativa en los jóvenes, sobre todo en el caso de que no alcancen los objetivos exigidos. Ell escritor David Brooks se pregunta en el New Yok Post por las causas de la elevada tasa de suicidios entre los jóvenes asiáticos.

Me preocupa el presente de la intervención educativa de padres y educadores. Y me preocupa también lo que sucederá en el futuro como consecuencia de un determinado tipo de educación. Parece lógico pensar que una infancia sin esfuerzo, llena de regalos, caprichos, felicitaciones y premios inmerecidos puede llevar a una catástrofe. Pero no es menos lógico aventurar que una infancia llena de torturas puede tener un efecto nocivo en el futuro.

El sentimiento amoroso puede estar detrás de ambas actitudes. Por eso es necesario reflexionar profundamente sobre lo que es necesario hacer en el proceso educativo. Un criterio que se podría emplear es pensar en lo que pensará el educando cuando sea adulto: ¿le parecerá bien que le hayan humillado?, ¿le parecerá bien que le dijeran eres un niño fuera de serie por el simple hecho de haberse comido el postre?

Al parecer la hija mayor de Amy Chau, en una carta publicada en prensa, le dice a su madre: ªGracias, mamá, porque me has ayudado a ser más independiente”. Lo que pasa es que esa chica puede estar todavía bajo la presión de la exigencia, bajo la angustia del miedo o bajo la obnubilación de la mente. Puede padecer el síndrome de Estocolmo. De hecho me parece más lógico pensar que con esos métodos se llegue a ser más fácilmente sumiso que independiente, dócil que autónomo.

La presión desmedida por alcanzar la excelencia hace que el fin justifique los medios. Aunque, en este caso, creo que tampoco el fin está justificado. ¿Qué sucede en una clase en la que el cien por cien de los padres y las madres sigue el mismo criterio? Porque primero solo puede ser uno.

18 respuestas a «Madre tigresa»

  1. Me remito a la Ley Orgánica de Educación, en su preámbulo, donde se habla del esfuerzo del estudiante, imprescindible, porque sin ese esfuerzo comprometido y personal, ningún objetivo es alcanzable: de los propios fines y principios de la educación, de los objetivos de la etapa educativa, de las competencias básicas asociadas a cada área o materia. A continuación, se matiza que el principio de esfuerzo, a su vez, debe entenderse como un hecho compartido: esfuerzo de las familias, del profesorado, del centro como institucion escolar, de las administraciones educativas, de la propia sociedad en su conjunto. Y esto es muy importante: la educación se sustenta en dos pilares básicos, el centro educativo y el hogar. Y cada palo debe aguantar su vela, pero eso sí, en una coordinación constante. Se debe exigir al alumno responsabilidad y compromiso con sus tareas, pero teniendo en cuenta su edad, así como las fases de desarrollo psicocognitivo. En caso contrario, como ocurre con tanta frecuencia, ese niño que va al colegio, realiza sus tareas, estudia las áreas o materias, realiza varias actividades extraescolares por la tarde, etc., va a explotar de un momento a otro, va a rechazar tanta presión. En definitiva: exigir esfuerzo al alumno, por supuesto, siempre, constantemente. Pero teniendo en cuenta que la personalidad humana y el pleno desarrollo de las mismas se construye también en los espacios propios de ocio, convivencia y juego. Del tiempo libre. No estan difícil: se trata de rehuir radicalismos y guiarnos, en el caso de las familias por el sentido común y en el caso del profesorado, por la experiencia. Saludos y sobre todo, buena suerte.

  2. La Sra. Amy está instruyendo a sus hijas, y posiblemente logre su propósito, la instrucción cognitiva. Pero… ¿que hubiera ocurrido si alguna de sus hijas padeciese algún síndrome, deficiencia o enfermedad que las limitara cognitivamente?. Pobres niñas, no dormirían ninguna noche y se harían pis…

    Pepa Banderas al hacer alusión a la normativa educativa actual apunta a otra cosa distinta, a la formación.

    Y es que instruir y formar no es lo mismo. Porque al instruir, como bien apunta Miguel Ángel, se pueden obtener efectos secundarios, es decir, se puede desarrollar un currículo oculto muy diferente al que se pretende de forma intencional.

    La Sra. Amy basa la “formación” de sus hijas en lo cognitivo para desde ahí llegar a lo afectivo y se olvida por intrascendente, según ella, de lo social y motriz.

    No le interesa la interacción social de sus hijas y por ello las aísla de la sociedad, y al área de Educación Física, que es una materia que contribuye al desarrollo de todos los ámbitos del de la personalidad, especialmente en el ámbito motor, ni la considera…

    En definitiva, nos planteamos cual es el fin de la educación, la formación integral o la formación parcial. Y ese tipo de formación ¿quién lo decide?, los padres, los profesores, los políticos, los jueces,… Acaso lo decide Piaget, Wallon, o el propio Miguel Ángel. ¿Quién tiene la razón absoluta? ¿Quién tiene mejor juicio?, ¿Quién puede demostrar con datos objetivos que una u otra intervención educativa es más eficaz?, ¿es la experiencia suficiente argumento para decidir en estos casos?,…

    Pienso que educación todo es relativo, todo depende de los ojos con que se mire…

  3. No todos pueden lograr la resiliencia y construir su propio destino. Muchas veces, el contexto, la historia personal, hacen que seamos de determinada manera. Sin ninguna duda a la familia de la autora le costo sangre y lágrimas insertar su cultura en otra tan diferente.
    Los extremos siempre son malos. En el equilibrio está el punto. Y la escritora por lo visto no sabe que el amor y la actividad física, lúdica y artística producen importantes desarrollos en el cerebro y aumentan la capacidad cognitiva.
    Y que más importante que superar a otros y ser el primero es superarse cada día a si mismo y ser mejor no por los demás ni por la sociedad, sino por el propio crecimiento personal.
    Vivimos en una sociedad extremadamente permisiva, que no es buena. Como madres, padres, educadores, tenemos que preparar a nuestros hijos y alumnos para insertarse en un mundo cruel y competitivo, donde importa tener, ya sea en bienes económicos o culturales. Es todo un desafío preparar jóvenes para que sean los artífices de un mundo mejor.
    Creo que a las preguntas que plantea Miguel Ángel hay respuestás desde las neurociencias. La escuela no puede dejar de saber como se desarrolla el cerebro. Y al hablar de cerebro, no nos referimos solo a las cuestiones cognitivas, sino a todas las funciones. En la actualidad todos los estudiosos coinciden que el desarrollo vincular y de los afectos es lo primero que tiene que existir al comienzo de la vida, para que toda nuestra extructura personal puede suceder de manera armónica. Niñas y niños que se mueven, que ríen, que juegan, tendrán un mejor desarrollo cognitivo. Igual los fovenes.
    Es cierto que el exceso de conexiones electrónicas no es bueno. Pero está en los adultos responsables regular los tiempos.
    Un buen desarrollo emocional favorece indiscutiblemete todos los aprendizajes. Una gran cantidad de abrazos cotidianos hace para todos una vida mejor y personas más seguras para luchar por lo que quieren. A veces es muy difícil dar lo que no se recibió.

  4. Querida Sra. Amy, me gustaria decirle que usted en vez de estar criando y educando a sus dos hijas, lo que está haciendo es crear dos robots, los cuales están instruidos para conseguir el éxito o ser los números 1. Siguiendo la línea de mi compañero y amigo Juan Carlos, instruir es muy distinto de formar, como bien ha explicado él en su comentario. Ahora yo desde aquí quiero hacer extensible mi opinión de lo que se están perdiendo sus hijas:
    En relación al teatro: Los niños y niñas que participan en alguna obra de teatro suelen aumentar su autoestima, aprender a respetar y convivir en grupo, conocer y controlar sus emociones, descubrir lo que es la disciplina y la constancia en el trabajo, además de desenvolverse entre el público. Además el teatro también puede servir para: Reforzar las tareas académicas de lectura y literatura, ayudar a la socialización de los niños/as, estimular la creatividad y la imaginación, hacer que los niños se sientan más seguros, ayudar a los niños a que jueguen con su fantasía….¿sigo? creo que ya tiene usted ahí suficientes argumentos como para replantearse su pedagogía.
    En relación con la Educación Física (mucho mejor que gimnasia):Es el medio más eficaz e integrador para transmitir a todos los niños las habilidades, modelos de pensamiento, valores, conocimientos y comprensión necesarios para que practiquen actividades físicas y deporte a lo largo de su vida.Contribuye a un desarrollo integral y completo tanto físico como mental.Es la única ASIGNATURA (y lo pongo en mayúsculas) escolar que tiene por objeto el cuerpo, la actividad, el desarrollo físico y la salud.Ayuda a los niños a familiarizarse con las actividades corporales y les permite desarrollar ante ellas el interés necesario para cuidar su salud, algo que es fundamental para llevar una vida sana en la edad adulta, al mismo tiempo que comprenden la importancia que la realización de ejercicio físico tiene como prevención del desarrollo de algunas enfermedades.Contribuye a fortalecer en los niños la autoestima y el respeto por sí mismos.Desarrolla en los niños la conciencia social al prepararlos en situaciones de competición para enfrentarse a victorias y derrotas, así como para la colaboración y el espíritu de compañerismo. Y para terminar me gustaría hacer referencia a una cita: “La Educación Física es el medio más apropiado para estar en forma y desarrollar las capacidades motrices. Además, permite a los jóvenes tomar responsabilidades y desarrollar el interés por la propia actividad corporal y una vida activa”. (cumbre mundial de Edcuación Física, 1999)…..¿sigo? de nuevo le digo que hay suficientes motivos para replantearse su pedagogía.
    En relación con el éxito; habría que preguntarse ¿que entiende usted por el éxito? porque tener éxito en la vida no solo se limita a ser el mejor o el número uno en algo, pienso que tener éxito en la vida es sacar lo mejor de nosotros mismos y ofrecérselo a los demás, eso es tener éxito Sra. Amy.
    Esto solo es mi opinión, y lo que creo que se están perdiendo sus hijas. Pero como bien dice Juan Carlos, en Educación todo es relativo. Un abrazo a todos.

  5. Las propuestas de la Sra. Amy, simplemente me parecen patéticas. Como esperpento, me parece muy bien que hayan aparecido en el blog. Esa propuestas también me parecen excelentes como destructivas de la persona y antítesis de la educación. Por favor, no niego el esfuerzo, pero no así. Saludos

  6. Eso es evidente, señor Santos. Por demás, como dijo Aristóteles, parece que con acierto, en el término medio está la virtud. ¿No?

    Un saludo, y muchas gracias.

  7. Qué pena me da la señora Amy, sus hijas y seguramente sus nietas!
    Que valorar el esfuerzo es importante, no hay la menor duda, pero lo que echo de menos en educación, tanto en padres como en algunos profesores es la SENSATEZ, algo que parece fácil y obvio, pero que según me voy haciendo mayor, compruebo a diario que escasea bastante. Nuestros padres eran más ignorantes en “conocimientos académicos” que nosotros pero, muchos de ellos eran sabios en sentido común. No hay más, ni se le premia a un niño porque recoja su ropa ni se le deja sin dormir por no haber sido el primero de la clase, ¡qué barbaridad!
    Saludos

  8. Una Avito Carrascal tratando de hacer un genio de su hijo. Le recomendaría a la señora leer “Amor y Pedagogía”, alegato dice el propio Unamuno contra “las ridiculeces a que lleva la ciencia mal entendida y la manía pedagógica sacada de su justo punto”. Alegato en definitiva contra las personas graves, en palabras de Don Miguel, “todo hombre grave es por debajo tonto de capirote”. Siempre tan sabio.

  9. No comparto las tesis de la señora Amy Chua, pero su libro nos puede hacer rerlexionar sobre un posible golpe de péndulo que nos esté haciendo ir hacia el otro extremo. Un nivel de exigencia nes bueno para que los niños no piensen que todo es coser y cantar.

  10. Durante bastantes años, las nuevas generaciones de padres apenas han ejercido sus funciones como tales. Lanzaban la alarma social desde los centros y Emilio Calatayud recomendaba a los padres “ejercer como padres”, no como amigos ni nada semejante. El resultado: esa generación ni-ni y con muy escasas competencias académicas y profesionales (¿de donde han sacado ese slogan de “la mejor generación de la historia?). ¿Se está produciendo, al fin, como comenta María López, un golpe de péndulo? Tengo mis serias dudas, aunque es evidente que cualquier persona con dos dedos de frente comenzará a valorar, en estos tiempos de crisis, el valor de una formación especializada y de las titulaciones que dan fe de la misma. Pero tan malo era, evidentemente, el extremo que comento, muy conocido por todos los profesionales de la docencia, como el que apunta el artículo, que desde luego, son los menos. Pienso que esa postura podrá existir, a saber, en casos muy singulares. No creo que sea representativa, en absoluto, de una mentalidad, más o menos amplia, presente en las familias. Desde este punto de vista, hubiera sido más acertado un artículo al respecto de posibles cambios de mentalidad, por parte de las familias, en relación a estas dos últimas décadas (desde el año 90, para ser más exactos) hasta la actualidad. ¿De qué nos sirve hablar de lo singular?

  11. Siento, Miguel Ángel, que en los comentarios no puedan enviarse imágenes. Y lo digo porque en la tercera edición de “El Arte Infantil” incorporo la parte destinada al desarrollo de los sentimientos y las emociones de los escolares a través del dibujo de la familia.
    En él hay dos muy significativos. En uno de ellos, el autor de 10 años se dibuja en la parte superior de la lámina, muy pequeñito, mientras en la inferior los rostros del padre, la madre y la abuela, carcajeándose del mismo. El chico había desarrollado un enorme complejo de inferioridad a partir de las exigencias y las risas de su familia puesto que no lograba lo que se esperaba de él.
    En el otro, un chico de 12 años, se dibuja el primero, muy grande y agresivo, al tiempo que el resto los traza de tamaño minúsculo, siendo su padre el último, signo de menosprecio a la figura paterna. Esto fue el resultado de una educación permisiva en la que no se ponía freno a las demandas y caprichos del autor.
    El dibujo, como bien sabes, es un excelente instrumento para conocer esos sentimientos y emociones que han quedado ocultados bajo las formas normativas en las que nos relacionamos.
    Un fuerte abrazo desde Córdoba.

  12. La sra Chua es una pilla que seguramente más que una teoría pedagógica esta probando una teoría de mercadeo, y por lo visto le está yendo muy bien…seguramente habrá hecho mucho más dinero con la venta de este libro que con todos sus años de docente de economía…De todas maneras me parece que es interesante el debate acerca de la forma de educar a nuestros hijos…pero vamos, que la señora Chua se hizo un negoción…!

  13. La señora Amy Chua es una sádica. La educación no da derecho a todo. ¿Cómo que insultar y humillar es un método? No hay derecho. Como decía ewl humorista Perich: la educación es una cosa de mucha paciencia, sobre todo por parte de los niños.

  14. Lo que más me preocupa del asunto es que, quienes educan, se pueden arrogar el derecho de hacer lo que les plazca. Es madre cree que eso es lo mejor, y lo hace. Otra piensa que lo mejor es ni siquiera aconsejar para que sean completamente libres, y lo hace. ¿No hay ninguna limitación externa? Eso mismo digo respecto a la religión: ¿por qué no esperar a que las personas decidan lo que quieren creer? Pues no, hay que bautizar a los niños cuanto antes. Y así sucesivamente.

  15. La ley del péndulo es mala. Ni un extremo ni otro. No l villencia que defiende Amy Chua (madre tigre) ni la sobreprotección de otras familias (gallinas cluecas). Hay que buscar el término medio, hay que encontrar el equilibrio.

  16. La madre tigresa es una sádica. Aunque los fines fueran buenos (que, a mi juicio, no lo son) no justifican los abusivos métodos que utiliza. No se puede humillar ni insultar a nadie. No se le puede someter a torturas, no se debe ejercer esa presiín, ni desde el miedo ni desde el afecto.

  17. Dejemos, por unos días, los análisis, las reflexiones, incluso la polémica. Es tiempo de que nuestros corazone se llenen de emociones: FELIZ NAVIDAD, COMPAÑEROS/AS.

  18. Quiza la Sra….perdon..se me olvido su nombre..quiza esta logrando su objetivo de ser exitosa a traves de la venta de su libro y que todo lo que en el versa sea una autentica mentira acerca de la educacion que brinda a su familia…o bien lo que para ella fue bueno sobre la educacion que recibio de sus padres no sea bueno para los occidentales,por otra parte, si la educacion que recibio fue muy productiva en su vida porque no regreso a su pais asiatico para impartir catedra en su lengua madre..A nadie se nos educa para ser buenos o malos padres,es nuestro propio instinto quien nos indica como debemos proteger y educar a nuestros hijos..Y por ultimo todos nacemos desnudos y buenos,es el medio ambiente en el cual nos desarrollamos que hara flotar la bondad o maldad en cada uno de nosotros y no olvidemos que contamos con libre albedrio y desde ya compadezco a la novel escritora..recuerden escribe para vender no para educar a nuestra sociedad.

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