La evaluación es uno de los fenómenos más complejos e importantes del sistema educativo. El conocimiento académico tiene valor de uso (discutible) y valor de cambio (indiscutible). Es decir, que no es del todo seguro que el conocimiento que se adquiere en las escuelas sea útil para la vida, pero sí es seguro que, si demuestras que lo has adquirido, te lo cajean por una nota. Y la nota importa mucho porque en ella se refleja el éxito o el fracaso.
Pregunto alguna vez en clases y conferencias, cuáles son las funciones ideales de la evaluación, aquellas que tienen un componente más alto de bondad, aquellas que pueden servir para mejorar. Me suelen contestar: aprender, comprender, mejorar, reorientar, dialogar, motivar… A continuación pregunto por las finalidades más presentes en la evaluación que realizan o que han realizado otros sobre su actividad educativa. Y dicen: medir, comprobar, comparar, seleccionar, clasificar… La pregunta que surge, de forma inevitable, es la siguiente: ¿Por qué no coinciden las funciones reales con las ideales? Es decir, ¿por qué las funciones de más potencial transformador se supeditan a las de menos valor?
No suele haber discrepancias notables en la catalogación de las funciones. Es decir, que las ideales suelen estar dentro de un arco reducido. Y también las reales. Y suele haber sorpresa ante un hecho reiterado y difícilmente explicable: la discrepancia entre unas y otras. La explicación de esa discrepancia encuentra justificaciones en la rutina, en la comodidad, en la dificultad, en las imposiciones de la administración, en la cultura…
Me preocupa mucho el componente racional de la evaluación. Es decir, aquel que permite a través de la comprensión, alcanzar la mejora. Su racionalidad. Y me preocupa, sobre todo, el componente ético. Su justicia. Es decir, saber a quién beneficia y a quién perjudica la evaluación, qué valores potencia y qué valores destruye.
Le oí esta sugerente comparación al profesor colombiano Pancho Cajiao (admirable profesional que, después de un largo período al frente de la Secretaría General de Educación de Bogotá ha querido volver a la experiencia de maestro en una pequeña escuela bogotana) durante una comida que compartimos en el marco del Congreso Internacional sobre Evaluación celebrado recientemente en la capital colombina.
Imaginemos, decía a propósito de las finalidades de la evaluación, que un paciente acude a su médico para hacerse una revisión general. Le hacen extracción de sangre, le piden muestra de orina, le realizan diversos electros, le hacen radiografías y todo tipo de pruebas. Pasados unos días, el paciente acude a recoger los resultados.
– Le tengo que informar de que su estado de salud es preocupante. Se encuentra usted bastante mal.
– ¿Me puede dar más detalles?
– Pues, ya le digo, que está muy mal. Ocuparía un percentil muy bajo en la escala de la salud, rozando el 25.
– ¿Puede decirme, por favor, dónde radica el problema?
– Los resultados son incontestables. No hay duda. No hay equivocación posible. Hemos revisado las pruebas y hemos comprobado científicamente que las mediciones son rigurosas.
– Pero bueno, ¿qué es lo que tengo que hacer o dejar de hacer?
– Nosotros nos limitamos a evaluar su estado. Y se lo hacemos saber con toda la claridad posible.
– Ya, doctor, pero, a partir de esa información, ¿cómo puedo mejorar mi estado de salud?
– Usted verá lo que tiene que hacer a la vista de los resultados. Nosotros tenemos la responsabilidad de evaluar y lo hemos hecho con rigor.
– Pero, doctor, yo necesito información no solo sobre mi estado de salud. Necesito saber por qué me pasa lo que me pasa y qué es lo que tengo que hacer para mejorar mi estado.
– Mire usted, no insista. Esa es nuestra tarea. Decirle si está bien o está mal. Usted está mal. Muy mal, para ser más exactos.
El diálogo puede continuar hasta el infinito. Si se mantuviera en estos términos, está muy claro que el diagnóstico resultaría prácticamente inútil. Sí, el paciente sabe que está mal, se lo dice un experto, pero no acaba de saber qué tiene que hacer para estar mejor.
Este fenómeno se hace patente cuando se confunde el proceso de evaluación con la mera calificación. Decirle a alguien que tiene 4, 7 ó 9 sin explicarle por qué, es como no decirle nada. La evaluación no es una mera calificación. Es un proceso que genera comprensión rigurosa encaminada a la mejora de la enseñanza y aprendizaje.
Y, en ese proceso, intervienen muchos agentes. Todos pueden obtener de la evaluación la información necesaria para profundizar en la comprensión del complejo acto de enseñar y aprender. No se evalúa para estar entretenidos evaluando sino para poder diagnosticar con rigor lo que se hace y lo que consigue. Y, a través de un diálogo, sosegado y enriquecedor, mejorar la práctica educativa.
No digo con esto que los profesionales de la educación hagan este tipo de diagnósticos inútiles (porque hay muchas personas susceptibles a los comentarios críticos), lo que quiero decir es que es necesario convertir la evaluación en un proceso de reflexión encaminado a mejorar los aprendizajes de los alumnos y de las alumnas. Si se hace así, estupendo. Pero siempre es bueno poner en tela de juicio las prácticas si de verdad las queremos perfeccionar.
Yo digo que si, que hay miles de diagnósticos inutiles. Como puede un docente poner una nota porque alguien repitió de memoria una cantidad de conceptos de los cuales no tiene la más pálida idea.
Un día estudábamos análisis sintáctico con mi hija y ella me preguntó para que le iba a servir el resto de su vida poder analizar una oración, yo le contesté que para poco, pero que servía para hacer funcionar el cerebro y que eso si, estaba bueno. Yo aún me estoy preguntando para que pasé tantas horas estudiando logaritmos, raices cuadradas y otro montón de cosas que ya ni recuerdo. Quizás si, haya servido para estimular mis neuronas.
Toda evaluación, toda enseñanza tiene que servir para enseñar a pensar, a resolver problemas y a desarrollar el sistema de sentimientos. Este último es el centro de todo accionar humano y no entiendo porque la educación (sistemática) siempre lo tiene relegado.
Es tan lindo saber, es tan maravilloso pensar, es mágico saber amar… ¿Porqué estás tres cosas no se convierten en el centro de la educación si en definitiva son el centro de la vida?
Las muchas personas susceptibles a los comentarios críticos, son justo las que nunca aprendieron lo realmente importante, y tampoco ayudan a aprenderlo. Demasiados docentes se limitan a calificar, y si no aceptan las críticas: La puerta de la educación siempre permanece abierta, para entrar, y para salir. Ojalá no tarden en hacerlo.
Un saludo, y muchas gracias, señor Santos.
Creo que la evaluaciòn no debe servir para diagnosticar. Algunos libros del profesor Santos Guerra insisten(incluso en sus tìtulos) en que la evaluaciòn debe servir para comprender y mejorar. Pero para ello es preciso que las personas evaluadas conozcan el contenido y el resultado de la evaluaciòn. Es decir, que no basta decir «tienes un ocho» sino que hay que explicar por què. Asì el evaluado sabrà lo que tiene que hacer para aprendr màs y mejor. No hacerlo asì es imitar al mèdico que ofrece un diagnòstico inùtil al paciente.
Un saludo sabio maestro,
El diagnóstico es parte de la evaluación, y nos cuesta a veces re-comprender conceptos y frases acuñadas a lo largo de la investigación educativa y sus propios resultados.
Miguel Angel no es la excepción, y en este sentido , es uno de los referentes más llamativos en esta Área.
el tema es que aún en la actualidad, y con todo lo significativo de la conectividad, la carencia por investigar, el poco interés por innovar produce ese vacío entre esos conceptos enseñados años atrás de los que amenudo los docentes en ejercicio practican y, aquellos que están en permanente cuestionamiento para la mejora, dicho de otro modo, el saber y apoyo investigativo de los fundamentos que sustentan las bibliografías y referentes teóricos al respecto.
el tema es muy amplio y podemos hablar y discutir largo rato, tal vez nunca dejemos de hacerlo, pero hagámoslo, esa es la diferencia, pongamos en práctica eso, es cierto que si no practicamos, no experimentamos, no validamos, por muy buena la idea o la referencia, o el resultado de la investigación, esta carecerá de tierra fértil en que fecunde una nueva comprensión, en este caso de la evaluación.
Brevemente, comentaré las experiencias personales, puesto que estas dejan mucho que desear, creo haber dicho alguna vez acá en Chile, el «sistema de evaluación docente» ha arrojado históricamente uno de los más bajos resultados en el dominio-indicador referido a la evaluación en el aula.( esos docentes, con un concepto no actualizado del sentido y finalidad de la evaluación)
se entenderá no solo evidenciar un aprendizaje, es todo, diagnóstico, seguimiento, monitoreo, validación…
¿cómo entonces planifico, elaboro un libreto si no tengo claridad a qué quién ,qué ….enseñar? y cómo validar, demostrar … tenemos los llamados mapas de progreso del aprendizaje, me atrevería a mencionar que un alto porcentaje de docentes no conoce/domina/comprende su contenido, finalidad, significancia al aporte.
Creo que la crítica debe partir de la experiencia, entiendo que el texto de cada semana que nos ofrece M. Angel es para mirar desde otra perspectiva lo que nosotros mismos hacemos, desde nuestro rol y función profesional, y poder aprovechar sus ideas y planteamientos a nuestra realidad y contexto.
Evaluación del aprendizaje —
Evaluación para el Aprendizaje—
Evaluar para aprender….
Es la oportunidad personal para agradecer el interés constante, el esfuerzo para aportar a la mejora educativa
en la práctica, puedo decir que si hay logros y resultados positivos.
saludos nuevamente.
Hoy en día de evalúa todo: se evalúa a la banca, haces una consulta por teléfono y te hacen después una pregunta para evaluar al empleado, se evalúa la confianza del consumidor,a los políticos, etc.,etc.
Yo sólo me hago una pregunta: ¿Se evalúa realmente para mejorar las cosas o más bien para censurar, oprimir o cosas por el estilo?
La evaluación escolar, creo que pierde todo sentido si no es para mejorar al individuo ya que está en un proceso de formación, educativo.
Miguel Ángel es un experto en evaluación. Leerlo con atención y seguir sus consejos creo que es lo mejor que podemos hacer.
Saludos a todos los que le seguimos por el blog, hagamos comentario o no. Miguel Ángel es nuestro guía.
El diagnóstico es inútil si los instrumentos de medida son inútiles, el diagnóstico es inútil cuando no se saben interpretar los resultados, el diagnóstico es inútil cuando se miden aspectos que no tienen nada que ver con los resultados que se esperan…
Quizás sea ese el problema.
Se utilizan instrumentos y procedimientos de evaluación inútiles porque o no valoran los objetivos que pretendemos desarrollar o bien valora otros muy distintos.
Si no sabemos qué evaluar, lógicamente, se nos planteará un problema a la hora de interpretar los resultados obtenidos y de realizar una reflexión sobre los mismos con la intención de efectuar cambios, ya sea en el proceso de enseñanza como en el de aprendizaje.
No obstante, a pesar de que se utilicen instrumentos y procedimientos poco acertados, no diría que inútiles, no se realizan diagnósticos reflexivos, no se produzcan cambios en la práctica del docente,…, a pesar de muchas otras cosas, la mayoría de los niños aprenden, y eso es un hecho contrastado,… otros aprenden poco, los menos, en muchas circunstancias por cuestiones que aún bien diagnosticadas habría que ver si tienen un solución posible. Los docentes no somos magos ni hacemos milagros…
Me imagino que el profesor Santos, en su vida o trayectoria como estudiante, no habrá sido tan afortunado como para que todos los profesores que incidieron en su formación fuesen precisamente unos grandes evaluadores, no obstante todos apreciamos su gran capacidad y sabiduría.
Claro, si los instrumentos son malos, el diagnóstico no sirve, como dice Juan Carlos Muños. Pero el problema que plantea el art{iculo no es ese. El problema es que, siendo los instrumentos rigurosos, se pierde la eficacia si no se convierte esa información en relevante y significativa para el evaluado.
Creo que se debe reflexionar sobre la necesidad de que la simple calificación se cargue de explicaciones que permitan mejorar.
LA POLÍTICA Y LAS MATEMÁTICAS:
Señora, a mí siempre se me dieron mal las matemáticas: ¡“qué se le va a hacer: uno no es perfecto” ¡ ¡Cuánto he padecido a causa de este mal sobrevenido! Jamás pensé ser Einstein, solo aprender esa era mi única meta para poder seguir el camino. Lamento que, de algún modo, por este y otros tristes hechos, no contabilicé como un funcionario más del cuerpo de maestros del sistema educativo.
Quién sabe si a lo mejor, la travesía por la Ítaca personal, me ha deparado otras posibilidades que, salvo la tranquilidad del sueldo, que no es poca, oiga, jamás hubiera podido realizar.
Pero ayer, como hoy, a todos se nos sigue etiquetando con unos maniqueísmos muy útiles que ocultan la verdadera cuestión de fondo. Así pues, sin entrar en profundidades, que revelen como funciona este reduccionismo sintáctico no exento por tanto de frivolidad,- me temo que esta frase hecha, que no sé muy bien qué significa, la reitero con cierta frecuencia sin venir mucho o nada a cuento, pero es que los años no pasan en balde – encontramos, le decía, desde ciudadanos de izquierda y de derecha a jovencitos de ciencias y de letras. ¿Usted qué piensa? Me da a mí que se le dan bien las cuentas.
Pues mire, creo, y a ningún dios pongo por testigo, que yo era una persona normal tanto en lo concerniente a los números como a las letras. Pero en un momento dado se me acusó institucionalmente que eso no era en modo alguno cierto: los distintos exámenes y los numerosos suspensos oficiales a lo largo de cada curso no engañan a nadie porque son una prueba incontestable y, por tanto, objetiva de que, a mí como a otros, algún hemisferio cerebral no nos funcionaba muy requetebién. Así que desde “ab initio”, de letras.
Nunca entendí muy bien por qué ese mismo infante que era suspendido tras ardua adiestración anual fuera el mismo que escasamente dos meses más tarde en la mayoría de los casos solo y sin ayuda fuera el mismo que luego aprobaba.
En definitiva, creo que siempre he sido un rebelde y que esto de las etiquetas, el sistema y otras gaitas lejos de amilanarme me azuzaba: nunca he tenido remedio. Con lo fácil que hubiera sido apartarnos, cual sexador de pollos, en el mismo instante que salíamos del útero materno tras una ligera apreciación de cómo íbamos a cerrar la fontanela.
No hay listos ni tontos como se han encargado de hacernos ver: lo que sí le aseguro que existían era verdaderos militantes de esta doctrina, algunos de ellos verdaderos terroristas educativos. Ni siquiera lo mencione, pero dicen que “muchos docentes han llegado a la profesión por caminos tortuosos y con una preparación específica escasamente coherente y en nada eficaz para poder ejercerla de manera satisfactoria”.
No sabe usted bien, amiga mía, cuánto daño y, cuánta vida han destrozado algunos de estos energúmenos. Discúlpeme que no adjetive también en femenino pero esta epístola como cualquier texto que servidor suscriba estará libre de miembras y del bombardeo indiscriminado de arrobitas que tan mona apariencia impregna un escrito al uso: en este sentido, ve usted, puedo ser tildado de todo menos de discriminador positivo. ¡Una verdadera lástima!
Y es que, muy a nuestro pesar, es muy duro ir contra corriente.
Pero, sabe, uno luego se pone a escarbar en todos estos asuntos y aparecen ciertas vetas y entre los hallazgos se topa con sectas oscuras conformadas por una serie de sujetos que preconizan unas doctrinas con unos postulados muy desestabilizantes denominados sociólogos de la educación – o algo por el estilo- gente muy puñetera y rara que aporta que el sistema ya se encarga desde muy pronto de segregar y de que éste – el sistema, no se me duerma – está muy interesado, oiga, de que, en la medida de lo posible, los colonizados reproduzcan lo establecido. En fin, creo que el que comienza a dar cabezazos soy yo.
Bueno, pues, todo esto venía a colación por mí cada vez mayor desconocimiento del hecho político: las putas matemáticas.
Ha oído usted eso de que es mejor sumar y no restar, del federalismo asimétrico, de que en ciertos discursos el dicente muestra una muy interesada equidistancia. ¡Qué jaleo!
A mí, como le signifiqué en cierta ocasión, me gusta la música en todos sus aspectos. En cierto momento, y tras una entusiasta exposición intraula, de cómo se formaban los acordes de tercera, la catedrática tras realizar un cierto paralelismo entre la lógica interna de estas dos disciplinas, me soltó la siguiente interrogación retórica: ¿usted debe ir muy bien en matemáticas, verdad? Lo dicho: para mear y no echar gota.
A Miguel Ángel Santos Guerra
Mi amigo y… maestro
*En aquella época, el curriculum (Curso de Adaptación) para obtener la Licenciatura de Ciencias de la Educación aparecía una materia “Métodos estadísticos aplicados”.
Por cierto: tu prima se llama Carmen y no Pilar: fue un “lapsus calami”
Creo que en la evaluación es fundamental PARA QUÉ se hace. Para qué sirve. En el caso que se nos cuenta el dignístico sirvió para muy poco. De lo que se trata, pues, es de ver cómo hacer «útil» la evaluación. Para ello es necesario que el evaluado sepa de dónde sales los datos de la evaluación y qué puedem hacer con ellos para mejorar su aprendiuzaje.
Luis Eugenio Utrilla,
me encantó su comentario… a decir verdad, lo disfrute muchísimo… Y hasta me reí a carcajadas…
A mi tampoco nunca se me dieron las matemáticas.Y eso que siempre tuve buenos promedios.
Hace dos años me llamaron tres maestras juntas para explicarme que a mi hija le iba mal en la escuela. Tres, como en un tribunal. Tenían razón,pero yo les expliqué que no sabía bien porqué a ella no le interesaba la escuela, pero que le encantaba la música, que tocaba el piano y la quitarra de oído, que sacaba piezas difíciles, en definitiva, que era una genia… Ellas me miraban como si estuvieramos hablando de distintas personas… Si estabamos hablando de alguien de la cual no tenían la menor idea, nada menos que de mi hija… No se si fue en ese entonces, o ya mucho antes, dejé de preocuparme por la educación sistemática…
Está bueno que alguien se pueda reir un poco de todo eso… Gracias…
buenas,
Esperaba y sigo esperando con ansias comentarios al respecto, al parecer los tiempos son breves, ¿ o estaré muy «atrasado» en temas de evaluación?
estimado(a) A.F. :
«la música es la matemática de lo sensible…
la matemática, es la música del entendimiento»
esta frase la recogo , realizada por mi hijo(estudiante de primer año en ingeniería en automatización) invitado a una ponencia en olimpiadas matemáticas de su Universidad, y dijo, despues de eso, bueno haré lo mejor que puedo hacer;
hablaré de matemática, tocando unas piezas con mi violín…
a mi, me enorgullece infinitamente… saludos.
La evaluación es, quizás, la parte del curriculum que nunca deja indiferente a los alumnos. Puede uno salvarse de los efectos de una mala metodología, pero a los que produce una mala evaluación. Por eso es tan importante reflexionar sobre lo que se hace bien y mal en el proceso de valuación.
Hola, hola… ja ja. me encantó eso de las matemáticas y la música… Debe ser por eso que soy un desastre en música… porque de matemática nada…
Yo opinaría con gusto sobre evaluación, pero no está bueno hablar de lo que no se sabe.
si puedo opinar del sistema educativo argentino que deja mucho, mucho que desear…
AF: claro que sabes de evaluación. Porque tú la has recibido y porque la has vivido a través de tus hijos. La mirada sobre la evaluación no la debemos hacer solo los docentes (evaluadores) sino todos los agentes que participamos en ella.
Creo, sinceramente, que los evaluadores aprenderíamos muchas cosas si escuchásemos lo que piensan quienes son evaluados.
buenas señor santos guerra soy liliana Teresita Ortiz de Concepción Paraguay, quiero hacerte llegar alguna opinion que tengo sobre la evaluación que nosotros los docentes en teorías sabemos todo pero nos cuesta llevar a la practica, no hay dialogo entre pares mucho menos compren
sino nos aislamos demasiado y no queremos compartir lo que sabemos o no conocemos para mejorar somos reacios mezquinos en cuanto a evaluación que cada uno tomamos a nuestros alumnos porque buscamos mas calificar obteniendo el producto sin saber si ese chico en realidad o no lanzamos jóvenes con poca preparación no se si el sistema propuesto es lo correcto y esto de proceso hace que los alumnos tomen menos seriedad al estudio se conforman con solo pasar sin procurar aprender mas poco o nada nos ayuda el sistema me preocupa porque no sabemos como afrontariamos esta situación pero n trataremos de mejorar par cambiar y estar en contacto gracias