La cháchara vana nos distrae muchas veces de los problemas y nos aleja de la realidad. Nos mantiene entretenidos en discusiones y en debates que no conducen a ninguna parte. Los debates sobre cuestiones teóricas en los que cada uno se aferra a su opinión sin escuchar a nadie, nos encierra en la ficción.
– Hablen menos y hagan más, les decimos desesperados a nuestros políticos.
– Hablen menos y hagan más, nos dicen angustiados los jóvenes que no ven nuestro ejemplo sino que escuchan nuestros discursos.
– Hablen menos y hagan más, les decimos a los predicadores que no mueven un músculo para solucionar los problemas.
He visto con desesperanza el interminable proceso sobre la negociación colectiva entre sindicatos, patronal y gobierno. ¿Cómo es posible que no se pongan de acuerdo en algo tan fundamental? Cada uno se aferra a sus posiciones sin atender a los argumentos de los interlocutores. No hay acuerdo. Pasan los días, las semanas, los meses, los años. La realidad está ahí clamando soluciones urgentes, pero las conversaciones se reanudan una y otra vez para nunca llegar al acuerdo.
He visto con inquietud el último debate sobre el estado de la Nación. Cada partido aferrado a sus posiciones, sin escuchar a los demás. Repitiendo una y otra vez sus argumentos y afilando los cuchillos de la crítica a los adversarios. ¿Y las soluciones?
He leído, al respecto, una interesante historia en el libro “Aplícate el cuento”, de Jaume Soler y M. Mercé Conanglia. Son los fundadores de la Fundació ÁMBIT, Institut per al Creixement Personal de Barcelona y coautores del libro “La ecología emocional”, en el que proponen dar un paso más allá de la Inteligencia Emocional, añadiendo a dicho concepto los de responsabilidad y consideración del impacto emocional global. La historia es la siguiente.
Cuatro ranas se han subido a un madero que navega arrastrado por las aguas del río. Es una experiencia nueva para ellas y cada una interpreta a su manera.
La primera rana dice:
– ¡Qué madero tan maravilloso! Es un madero mágico que se mueve por fuerza propia como nunca habíamos visto.
La segunda rana la corrige:
– Te equivocas. El madero no tiene vida ni se mueve. Es como cualquier otro madero inerte. Lo que se mueve son las aguas del río que van hacia el mar y arrastran el madero.
La tercera rana corrige a las dos primeras:
– Ni se mueve el madero, ni se mueve el río. Lo único que se mueve es nuestro pensamiento. El movimiento está solo en la mente. Lo demás es pura ilusión. Esta es la verdad.
– La discusión se hace cada vez más intensa. Cada una de las ranas insiste reiterando los argumentos y enlazándolos con otros nuevos que, al hilo de la discusión, van apareciendo. Cada una trata de justificar su punto de vista sin atender aquellos argumentos que cada vez con más fuerza presentan las dos interlocutoras.
La cuarta rana escucha callada la acalorada discusión y de repente grita:
– ¡Cuidado! Oigo el ruido de una catarata por donde vamos a precipitarnos si no saltamos antes.
Las tres ranas están tan empecinadas en tener cada una razón que no escuchan lo que se les advierte. Insisten en rebatir los argumentos de sus oponentes y en mostrar las evidencias que fundamentan su punto de vista.
Sin pensárselo dos veces, la cuarta rana deja de un salto el madero y alcanza la orilla salvándose. En cambio, las otras tres, y el madero en el que se mantenían a flote, caen por la catarata, mientras el ruido de las aguas ahoga su discusión y la fuerza del golpe con la frágil existencia de sus vidas.
La aplicación del cuento a la que hacen alusión el autor y autora del libro salta a la vista. Las ranas obstinadas cerraron sus ojos a las advertencias, cerraron sus oídos al ruido preveniente de la catarata. Solo les importaba no la verdad sino el sostenimiento de su punto de vista.
No minusvaloro la palabra frente a la acción. Un libro del fallecido José María Cabodevilla tenía este hermoso título “Palabras son amores”. Se refería, como es obvio, a ese refrán que dice : “Obras son amores y no buenas razones”. El problema reside en tejer con las palabras una red que nos aísle de la realidad y de la vida. El problema es enfrascarse en discusiones estériles en las que prime por encima de todo, no encontrar la verdad sino defender las propias tesis. Me llama mucho la atención que en los debates que tantas veces se producen en televisión nadie cambie su posición inicial ante los argumentos esgrimidos por los contrincantes. Todas las personas terminan con su posición inicial afianzada.
En algunos debates organizados en el aula pido, una vez formados los dos bloques y aclaradas las posturas que tienen que defender cada uno, que se cambien de lugar si son persuadidos por la argumentación de los contrincantes. Pocas veces sucede. A veces, después de un tiempo de argumentación, pido que se cambien las posiciones y que ahora defiendan lo que antes estaban criticando.
Cuántas veces los acalorados debates políticos en los que cada partido defiende posiciones de manera acérrima mientras los gritos de la ciudadanía no son escuchados, hacen que nos estrellemos contra realidades adversas a las que no se ha querido o podido hacer frente.
Cuántas veces las posiciones discrepantes sobre lo que debe hacerse en educación impide que se haga nada que realmente nos ayude a avanzar.
Cuántas veces las discusiones de la pareja sobre lo que se debe hacer con los hijos e hijas maniata a los interlocutores y los mantiene alejados de la realidad y de las intervenciones concretas que tienen que llevar a cabo.
Más les hubiera valido a las tres ranas estar atentas a las advertencias de su compañera y al ruido que provenía de la catarata que iba a terminar con sus vidas
Yo estoy plenamente de acuerdo con las reflexiones de Miguel Ángel. ¡Cuántas veces he pensado y comentado lo que dice de los debates! En toda mi vida he visto un debate en el que un lado de opinión se pase al bando contrario y tenga la humildad de decir: me han convencida sus argumentos.
En cuanto a la política me encantaría que desapareciera la palabra OPOSICIÓN y se sustituyera por la de ALTERNATIVA. Esta indica que si el gobierno, que es el que debe gobernar, lanza una propuesta, los otros o la apoyan como buena o proponen una viable y argumentada que sea mejor que la que propuso el gobierno para la ciudadanía. Esto exige preparación, trabajo, preocuparse por mejorar las cosas. Los ciudadanos podríamos juzgar mejor a unos y a otros. Personalmente sólo veo una excelente OPOSICIÓN.
En las negociaciones sólo veo el símil de las ranas.
Sr. Miguel Ángel, me encantaría que los políticos leyeran su blog, claro, los ciudadanaos también.
Bueno… la historia de la humanidad se caracteriza por una falta de entendimiento. No en vano, no hemos dejado de matarnos los unos a los otros, constantemente, a lo largo del tiempo. Si a nuestra naturaleza antropológica le añadimos intereses creados, que siempre están ahí (todas las guerras, incluidas las “pacificadoras”), podemos llegar a conclusiones obvias y es que la disputa está en nuestra naturaleza humana, que es algo definitivamente endémico. Llevar el artículo a la metáfora de la política (española) quizás sea inevitable, pero con matices, en relación a la aportación anterior. Si en una reunión, nadie dice nada ni aporta nada ni ofrece nada, entendiendo como “nada” una tesis razonable, es evidente que jamás habrá acuerdo, porque de la “nada” difícilmente podremos crear afinidades. Es como dar brazadas en el aire, mientras andas con una venda en los ojos. Creo que la inmensa mayoría de los ciudadanos, a la vista de las últimas elecciones, están ya cansados de discursos vacuos, retórica cercana a los puestos de pescado de los mercados (“lo mio, lo mejor, lo del otro, lo peor”) y fundamentalmente de esa manía de los políticos de tratar a los ciudadanos y potenciales votantes como si no tuvieran dos dedos de frente. Circunstancia que a pesar de las maravillosas manifestaciones ciudadanas que se han sucedido en tantas plazas de España en la que todos y todas nos hemos sentidos indignados no han cambiado en absoluto: algunos grupos políticos intentan apropiarse de la esencia de esta indignación, como una estrategia electoral. Otros, siguen imperturbables. ¿Puede esta realidad (política) cambiar? Soy una escéptica en tal sentido, visto lo visto. La política nunca puede ser una profesión. Debe ser una actividad de ida y… de vuelta, por más que miles de políticos piensen (e intenten, desesperdamente) lo contrario. Una actividad fugaz, una experiencia magnífica a la que entregarse y aprender, teniendo siempre como meta al ciudadano, que paradójicamente, es el gran olvidado. Y digo el gran olvidado porque a ver… en relación a las “negociaciones” de sindicatos, gobierno, patronal, oposición…. ¿cómo se van a poner de acuerdo sobre un texto que básicamente se basa en estrujar al ciudadano como un limón? ¿Por qué se omite un IRPF especial para los que más tienen? ¿Por qué los bancos parecen ser los dueños del país? ¿Cómo se puede quedar un gobierno, un ayuntamiento, cruzado de brazos ante miles desahucios, recientemente el de una anciana y su hijo enfermo? Mientras escribo, alrededor de las 21 horas, escucho a los líderes de los dos grandes partidos “opinar” sobre educación, sin aportar nada. Nada de “nada”. A ver si consultan un día de estos a los profesionales, los que estamos en las aulas creando, día a día, conocimiento y futuros ciudadanos, justamente esos futuros políticos que quizás sí sepan entenderse, comunicarse y dirigirse a los ciudadanos con proyectos comunes . Como escribí en otra aportación, sobran “expertos en educación” pero docentes en las aulas, de esos que gracias a sus esfuerzos diarios están construyendo un mundo mejor para todos, definitivamente no sobra ninguno. Abrazos estivales.
Soy argentina de la provincia de Córdoba, de la ciudad de San Francisco y en realidad no voy a referirme a este artículo en particular.
Por mi profesión docente quiero expresar lo maravilloso de sus artículos como de los libros publicados. Asistí a diferentes conferencias de mi localidad como en otras también y tuve el honor de presentarlo en un Congreso sobre EVALUACIÓN, llevado a cabo en San Francisco.
Es un placer abrir cada sábado el blog y disfrutar de lo que está allí.
Espero que podamos disfrutar por largo tiempo de estos escritos que renuevan conceptos y sentido de vocación docente. Con cariño y respeto dejo un cordial saludo
Yo creo en el valor de la palabra pero reconozco el peligro que se denuncia en este artículo. El peligro de refugiarse en debates estériles, de no escucharse más que a sí mismos, de cerrar los oídos a la realidad. Lo peor es que algunos arrastran a la catarata a los demás.
Frente a palabrería, acción. Frente a fundamentalismos, escucha, lectura y viajes. Frente a mentiras, autenticidad. Frente a obstinación, apertura. Frente a egoísmo, generosidad.
Es muy pertienente este aviso al encasquillamiento de los partidos en sus posiciones. No hay forma de modificar sus tesis, aunque estén presentes miles de evidencias que las ponen en cuestión. La realidad habla de forma muy clara y no es de recibo cerrar los oídos a lo que dice.
“A veces el ruido de lo que somos no nos deja escuchar lo que realmente sucede a nuestro alrededor”