Al registrarme en el Hotel, me pidieron el documento nacional de identidad para hacer una fotocopia (nadie puede quedarse con él, ya que es obligatorio estar constantemente documentado). Firmé la admisión en el lugar exigido y, curiosamente, me pidieron una tarjeta de crédito mientras me decían:
– No se preocupe. No la vamos a utilizar.
¿Por qué me la piden, entonces? Está muy claro, por si me marcho sin pagar. ¿Por qué tienen que desconfiar de mí? ¿Qué les he hecho yo? ¿Qué les he dicho para que no se fíen de mí? Ah, se fue hace tiempo un cliente sin pagar. Bien, ¿y qué tengo yo que ver con él?
Poco a poco se va extendiendo la siguiente tesis sobre nuestros semejantes: «En principio desconfiemos, luego ya se verá si había motivo para hacerlo. De partida, pensemos que el otro es un delincuente, un ladrón, un atracador, un secuestrador, un asesino, un violador, un terrorista… Luego, ya podremos comprobar si es verdad».
Esta filosofía está avanzando a pasos agigantados en esta sociedad nuestra que, supuestamente, está progresando tanto. ¿Qué es progresar? Recuerdo cómo, hace años, las puertas de las casas de los pueblos permanecían abiertas día y noche. Ahora, no. Ahora todos (y, especialmente, todas) somos sospechosos. No funciona el aserto contrario: «De partida, todos somos inocentes, en todos se puede confiar. Luego, ya veremos». La desconfianza es un clima en el que nos hemos instalado, es el aire que respiramos, es el ambiente en que vivimos. Veamos algunos ejemplos.
– Mientras caminas por el aeropuerto a la espera de tu embarque, te lo recuerdan, una y otra vez, que estás rodeado de potenciales ladrones. «Se ruega a los señores pasajeros, por su propio interés, que no dejan sin vigilancia sus pertenencias».
– Al pasar por el control de seguridad de Ministerios, Ayuntamientos, museos y aeropuertos tienes que colocar todas tus pertenencias en la cinta auscultadora, desprenderte del cinturón, del reloj y de los zapatos. ¿Por qué no del alma?
– Si dejamos el coche aparcado en la ciudad, ponemos el seguro, colocamos el candado de la barra que une el acelerador y el volante, nos cercioramos de que queda bien cerrado y, al alejarnos, volvemos la vista para comprobar que todavía sigue allí…
– Si alguien va a alquilar un piso se le pide al inquilino la última nómina, avales bancarios, fianzas, contratos, firma de inventarios… ¿Por qué desconfiar del inquilino?. Es una pregunta lógica. Pues no, lo que hoy parece lógico es preguntarse: ¿Cómo vamos a confiar en él si no le conocemos de nada?
– Si una persona solicita trabajo, la empresa explora cuáles son los antecedentes del candidato, pide recomendaciones diversas o cartas de presentación y hace las pesquisas adecuadas para evitar una equivocación que sin duda, acarreará malas consecuencias. Y, si todo es superado, le ofrecerá un contrato de prueba. Luego, ya se verá.
No me gusta esa sensación que va creciendo entre los seres humanos. Una sensación que nos convierte a todos en sospechosos. No me gusta andar así por la vida, desconfiando de todo y de todos. Se lo decimos a los niños (y especialmente a las niñas) porque parece que tenemos que enseñarles a desconfiar para que no les pase nada malo, Tenemos que matar su ingenuidad, su panbuenismo.
– No hables con desconocidos, no cojas nada que te de una persona extraña, no hagas caso a nadie que te dirija la palabra, no respondas al saludo…
Desconfiamos. Enseñamos a desconfiar. Aprendemos a desconfiar. Desconfían de nosotros. Desconfiar es el verbo de moda: yo desconfío, tú desconfías, él desconfía…
– Cierra la puerta, baja las persianas, conecta la alarma, coloca el seguro, deja la luz encendida..
– No hagas autostop, no recojas a nadie en autostop, no te fías de nadie, no dejes el coche abierto, no dejes el bolso tan visible…
No sé a dónde nos lleva este afán por no correr riesgos, por desconfiar de todos, por sospechar que detrás de cada ser humano hay un potencial delincuente. Hasta en el ámbito religioso se ha escarmentado. Lo decía aquel creyente defraudado: «Sagrado Corazón de Jesús, en vos confiaba».
Afirmaba Teofastro que «la desconfianza es «una sospecha de maldad en todos los seres humanos». Sobre esta filosofía descansa nuestro refrán: «Piensa mal y acertarás». Es decir, desconfía y saldrás ganando, desconfía y evitarás desastres innumerables. Desconfía porque si no lo haces, te considerarán un ingenuo, es decir, un imbécil
Pienso que no puede ser defendida la posición opuesta, que descanse en una credulidad infantil. No se puede organizar la convivencia bajo la máxima «todo el mundo es bueno». Porque no es así. Pero vivir con la desconfianza como consigna nos llevará a un mundo irrespirable, de intenciones perversas, de dobles propósitos y de maldad encubierta.. Dice Jorge Vigil Rubio en su ‘Diccionario razonado de vicios, defectos y enfermedades morales»: «la relación -en la sombra- entre desconfiado y desconfiable suele tener como requisito una comunidad de defectos que el primero, por conocerlos en primera persona, imputa al segundo».
Ya sé que un conductor abusó de una joven autostopista, ya sé ya sé que una vez alguien se fue de un Hotel sin pagar, ya sé que un inquilino se llevó hasta las cucharas, ya sé que a un despistado le llevaron la maleta en el aeropuerto. Ya lo sé. Sé lo que sucede porque los medios de comunicación lo airean a los cuatro vientos. Sobre todo, lo malo. Pero no se puede vivir pensando que detrás de cada ser humano hay un delincuente. Porque no es verdad.
Pronto desconfiaremos de nuestra sombra.
Buena entrada. Saludos
Cuánta razón tienes en todo lo que dices y gracias por hacernos pensar en ello. Saludos.
No sé si fue Unamuno, o la cita era apócrifa, quien decía: «Piensa mal y te quedarás corto». Es verdaderamente delirante el refrán del»…y acertarás» y no digamos el que acabo de recordar.
Se hace daño moral y mucho al recurrir a las identidades colectivas, pero cuando las heridas se multiplican sobre aquellos, que por pensar bien han sido una y otra vez engañados. El modelo de sociedad en el que todo el mundo puede engañar a todo el mundo o todo el mundo puede matar a todo el mundo es además de absurdo, porque repugna lógicamente, es imposible por irrealizable. La utopía no debería nunca dejarnos desarmados ante tantos desalmados que provocan una y otra vez que siempre salgan perdiendo los que más lo necesitan de todos aquellos verdaderamente necesitados. Estructuralmente vemos que la justicia no está para muchos trotes y así se nos desbocan los malhechores y los malpensantes.
Seguimos esperando restar malos pensamientos y que no nos coja el tsunami de la desconfianza. Gracias, Miguel Ángel.
Yo sí prefiero confiar y correr mis riesgos, es mi modo de pensar y actúo de acuerdo a mis convicciones.
Tengo desde principo de año, un alumno complicado en conducta, es de 6º del primario. Se ha pasado gran parte de su tiempo transgrediendo normas. Pero yo he confiado en él.
Hace unos pocos dias, para mi satisfacción, mis colegas me dijeron:
-Ese niño está cambiado y para bien. ¿Cómo lo has logrado? ¿Le has puesto una mala nota en la libreta de conducta? ¿Llamaste a sus padres?-
A lo que respondí con la verdad:
-No, sólo he confiad en él.Le he puesto EXCELENTE en conducta. Me he arriesgado a darle un crédito sin garantías y a sola firma.
Él, que no es ningún tonto, se ha dado cuenta que hasta el momento no había actuado como corresponde a esa nota, y entonces ha comenzado a esforzarse por no estar en deuda.
Yo no sé si en todos los casos podrá llegar a funcionar, pero a mí, en esta circunstancia, me ha servido.
Confiemos en nuestros alumnos, no todo es malo. Vale la pena correr los riesgos.
Desde Marull- Córdoba- Argentina, con el respeto y cariño de siempre. Nancy Mansur
Es cierto que no es correcto, ético, ni beneficioso para la sociedad, el ir tachando a las personas de algo que tal vez no son.
Pero también es certero, que las experiencias crean este estado de desconfianza.
Soy partidaria de dar oportunidades a todo el mundo y de correr ese riesgo, pero siento que cada vez lo hago con más cautela, y no por lo que las corrientes de pensamiento actuales o los bulos en creccendo que divagan por la sociedad digan, más bien por los hechos acontecidos.
Pero bueno, al fin y al cabo, la vida esta hecha de experiencias y no todas tienen que ser buenas.
Saludos
Dicen que hace más ruido un árbol que cae, que un bosque que crece… Persdonalmente considero que es muy extresante vivir bajo un clima de desconfianza, pero cualquier cosa mala que sucede se anuncia en los medios de comunicación de manera estrepitosa, sin embargo también a diario hay personas honestas, serviciales, caritativas, etcétera, que hacen de nuestra vida algo mas llevadero, sin embargo eso nadie lo anuncia,
Saludos desde México
¡Por favor! ¿usted le confiaría su hija a un desconocido?, por ejemplo. El hombre es capaz de lo peor y de lo mejor y yo prefiero ser cauto y no lamentarme después. ¿Ha visto crueldad en los animales? En los hombres sí la hay, a veces más de la que podemos soportar. Ahí tenemos una reciente matanza en Georgia ¿Civilización?
En medicina, en gestión de trafico, en riesgos laborales, etc., etc., está súper demostrado que la prevención es el mejor sistema para no enfermar, o para no tener un accidente de circulación o laboral.
Se intenta siempre evitar que el hecho causal se produzca, antes que tener que arreglar los daños causados a posteriori.
Al señor Santos quizás le moleste la duda del hotelero hacia su persona por pedirle una tarjeta que garantice la prevención de un posible daño económico. Pero peor era antes, en tiempos de la dictadura y en la transición, cuando el filtro lo hacían en función de la mala o buena pinta que tuviera el futuro cliente. A que si sr. Santos ¿Lo recuerda? Cuantas sorpresas han dado señores perfectamente trajeados y con “muy buena pinta”, y cuantas injusticias se han realizados con jóvenes de pelo largo y pendiente, al que el empleado de turno (recepcionista, policía, funcionario) le veía “muy mala pinta”.
Las normas de prevención son exitosas cuando son extensivas a todo el mundo, sin distinguir sobre impresiones subjetivas. Inclusive hacia a aquel que dice: “Usted no sabe quien soy yo”, o “Usted no sabe con quien está hablando”, más propio de otras épocas pero que todavía se dan.
Sin acritud.
¡Maravilloso artículo!
Muchas gracias.
Divide y vencerás.
Esta era supuestamente una de las máximas de Cesar, y conquisto casi toda Europa, y parte de Asia. Al mantenernos desconfiados, nos dividen, y al mantenernos divididos, nos vencen. ¿Quiénes? Los medios de comunicación, como mencionaron antes, se encargan de propagar a los cuatro vientos las malas noticias. ¿De qué viven ellos? de las publicidades que hacen. Publicidades que nos incitan a consumir productos. Debemos consumirlos como si fuéramos individuos en relación a la comunidad, al país y al mundo en que vivimos. Con individuos me refiero a que no tenemos relación con nuestros semejantes, y por lo tanto no debería molestarnos que podamos comprarnos un jet para viajar a desayunar a Paris, mientras que en África hay millones que no tienen para comer nada en varios días. Obviamente se benefician las empresas que venden jet, combustible y desayunos en Paris. Y todas ellas al final son las que pagan la publicidad en los medios. Si pudiéramos dejar de lado un día nuestra individualidad, y sentirnos como parte de una sociedad («parte» no es el tipo al que todos envidian y como el que quisieran ser), nuestra desconfianza automáticamente disminuiría. Con todo esto no quiero decir que no se debe ser previsor. Uno debe cuidar su salud, evitar los riesgos innecesarios, asegurar el auto etc. pero esto no significa que toda la ayuda que voy a dar a alguien que grita auxilio en la calle es llamar al 911. Personalmente siempre pongo en una balanza que tanto sacrificio para mí significa el beneficio que traerá mi ayuda a un semejante, y si la relación supera el 3 contra 1, le pongo el hombro. Es obvio que el que yo deje de comprar un jet y viajar a Paris a desayunar no quitara el hambre del África, pero si todos comenzamos a actuar más como una sociedad (global), dispondremos de más recursos para buscar soluciones para que todos los miembros de nuestra comunidad estén bien. Si bien no es obligatorio que todos viajen a París a desayunar, si lo debería ser que todos tengan alimentación y educación básica. Además no hay que olvidar que si soy de los que está en condiciones de comprar un jet y volar a Paris, probablemente también tengo uno que otro interés en los medios de comunicación. Si no fuera yo tan individualista, destinaria parte de mis ganancias a ayudar a mis semejantes y me quedaría a desayunar en casa a cambio (téngase en cuenta la balanza). Puede que mi desayuno en Paris sea importante. Imagínese cuanto más importante será su des-ayuno para cualquier persona que no ha comido en días.
Roberto Weiss
Asuncion – Paraguay
Tenía yo alrededor de doce años, o quizás menos cuando se me ocurrió una máxima, una frase que surgió en mí por pura observación de lo que me rodeaba y creo que por ese mismo sentimiento que le ha movido a Ud. a escribir su artículo. La frase que hice fué: «Prefiero morir apuñalado por la espalda que vivir desconfiando». No está mal para un chaval. Ahora que paso del medio siglo, reviso y mantengo aquella juvenil postura ante la vida. Gracias profesor.
que buen punto