Palabras son amores

19 Jul

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 «Obras son amores y no buenas razones», dice nuestro refranero en un alarde de pragmatismo Creo que las palabras también son amores. La desmedida percepción pragmática de la realidad sólo da importancia a los hechos mientras desprecia sin justificación el valor de las palabras. En esa misma onda se mueve la afirmación «las palabras se las lleva el viento». Por eso algunos son reacios a las expresiones de amor, a lo que llaman despectivamente palabrería.
– Nunca me dices que me quieres, demanda la esposa con frustración.
– Eso ya te lo dije hace tres años en La Coruña, responde el cicatero marido.
‘Las palabras que curan’ es el título de un reciente libro de Alex Rovira. «Gracias a las palabras», dice el autor, «percibimos las diferencias, los contrastes y nos acercamos al mundo. Con ellas creamos y exploramos universos reales e imaginarios. Son puente y camino para conocer y reconocer al ser próximo, descubrir sus matices, su humanidad y, cómo no, son también el vehículo para llegar hasta nosotros mismos».
Existen palabras que consuelan, que guían, que explican, que acarician, que motivan, que fortalecen, que iluminan, que persuaden, que llevan a la paz a través del diálogo y de la negociación.

Hay personas locuaces y personas silenciosas. Hay quien sufre para hablar y hay quien sufre para callar. Nos cuesta, muchas veces, entender cómo puede haber personas que disfrutan con lo que a nosotros nos hace sufrir. La explicación es que somos muy diferentes unos a otros. Tenemos diferente constitución orgánica, diferente psicología, diferente experiencia, diferente educación. diferente capacidad…
He oído decir a alguno de mis alumnos, especialmente locuaz:
– Yo hablo demasiado. Me voy a callar para que otros puedan hablar.
Le he sugerido, quizás porque yo comparta su tendencia al uso de la palabra:
– No. Tú habla lo que quieras, o lo que puedas. Quien desee intervenir debe aprender a reivindicar su derecho a la palabra. Debe decir: Yo también tengo derecho a expresar mi opinión. Exijo mi tiempo. Y para que yo lo tenga, tú debes callarte.
A unos les resulta difícil hablar, a otros lo que les parece imposible es estar callados. Hace algunos años, en el Ateneo de Madrid, se celebraban debates sobre temas polémicos. Uno de ellos versó sobre el espinoso tema de la existencia de Dios. Las intervenciones se sucedían con inusitada rapidez y violencia. Como el debate se prolongaba sin llegar, como es lógico, a ninguna conclusión, el moderador dijo:
– Último turno de intervenciones. Levanten la mano quienes deseen participar en esta última ronda.
Levantaron la mano seis personas. Y el moderador, con sano propósito de distribuir equitativamente las últimas opiniones, preguntó quiénes, de esos seis demandantes, estaba en contra de la existencia de Dios. Levantaron la mano cuatro personas. Una de ellas, temerosa de que no pudiera intervenir, solicitó impacientemente:
– Bueno, a mí, ponme en el otro bando.
Es decir, que a esa persona le daba igual estar a favor que en contra de la existencia de Dios. Lo importante para ella era hablar, era expresarse.
No sabemos por qué motivos se callan las personas. Después de un debate celebrado en el aula, pregunté a mis alumnos que, de forma anónima, dijeran por qué no habían intervenido (si había sido su caso) en la discusión. Encontré respuestas esperadas: no me he atrevido, soy muy lento, estaba cansado. no me interesaba el asunto, estaba distraído, tengo miedo a que se rían de mí, no sabía qué decir… Alguien dio una explicación que jamás se me hubiera ocurrido:
– Yo no he intervenido porque lo que yo iba a decir ya lo sé y lo que quiero es aprender.
Es decir que alguien se calla por avaricia intelectual. Porque si habla pierde el tiempo ya que conoce el contenido de su hipotética intervención.
Conviene saber expresarse, aprender a decir lo que se quiere decir (y a callar lo que se desea callar) y tener el coraje para decirlo. Para expresarse con precisión es necesario utilizar las palabras adecuadas. Decía Mark Twain: «La diferencia entre la palabra adecuada y la casi correcta es la misma que entre el rayo y la luciérnaga».
No siempre se dice aquello que se debería decir. Pensaba Voltaire que una palabra mal colocada estropea el más bello pensamiento. También hay que estar prevenido sobre el mal uso que se puede hacer de las palabras. Con la palabra se insulta, se calumnia, se engaña y se miente. No se trata de hablar por hablar y, mucho menos, de hablar para ofender, sino de poner la palabra al servicio de la comunicación, de la verdad y del bien.
De la misma manera que defiendo las maravillas de la palabra, subrayo el valor del silencio que, muchas veces, es más elocuente que el mejor discurso. Recuérdese aquel sabio proverbio árabe: No abras los labios si no estás seguro de que lo que vas a decir es más hermoso que el silencio.
Hay una propensión exagerada al parloteo incesante, a la cháchara intrascendente e, incluso, dañina. Se habla sin ton ni son. Basta ver algunos programas de televisión y escuchar algunos espacios de la radio para certificar lo que digo. Claro que, como decía Montaigne «las palabras son mitad de quien las pronuncia y mitad de quien las escucha». ¿Cómo es posible que se persiga con un micrófono a quien no tiene nada sustancial que decir? ¿Por qué no está, por ejemplo, la puerta de Emilio Lledó abarrotada de periodistas micrófono en ristre? Decía Konrad Adenauer que todos los órganos humanos se cansan alguna vez, salvo la lengua. Sabia precisión.

14 respuestas a «Palabras son amores»

  1. «Me gustan las palabras. Por favor, no crea nunca a los fumadores que dicen abominar del tabaco, ni a los habitantes de la gran urbe que escribieron su menosprecio de corte y alabanza de aldea, ni a los vivos que confiesan anhelar la muerte. Las palabras siguen siendo valiosas.
    En el principio era, y sigue siendo, la palabra. Hermosamente escribió san Ignacio de Antioquia: «El Padre dice relación al Hijo como el silencio a la palabra». Tal afirmación no expresa en el favor del Padre ninguna prioridad, sino tan sólo un comentario de orden místico, ese vivir del Hijo en el seno del Padre, la palabra envuelta en el silencio y nutrida de silencio, palabra cargada de sentido e interioridad. El Padre no es anterior al Hijo. Tampoco la idea es anterior a la palabra. Esta vez con mayúscula: «En el principio era la Palabra».
    Palabra y pensamiento, cuerpo y alma, tanto monta, monta tanto; ¿quién podrá disociarlos? El hombre no tiene cuerpo, es cuerpo a la vez que alma. ¿Quién podrá separar la idea de la palabra? (¿Quién podrá llamar a la amapola de otra manera, con otro nombre? La palabra amapola, ¿no es casi una amapola? Palabrería suena igual que pajarería. La palabra paja, ¿no raspa igual la garganta que una brizna de paja? Decimos enjuto, y decimos una palabra que es austera y fuerte, toda ella músculo. La s es silbante, y, cuando decimos silbar, empezamos de hecho silbando). Cuerpo y alma, alma y cuerpo, el alma transparece en el cuerpo, el cuerpo se ahonda y adelgaza hasta llegar a hacerse alma. Lumen de lumine. Palabras y cosas, cosas y palabras, poseen la misma espiritual, carnal sustancia. (Los fonólogos han comprobado cómo el grupo ang produce una sensación de estrechamiento y congoja. Observemos qué real y adecuada resulta esta sensación en las palabras angosto, angustia, angina).
    El lenguaje, por supuesto, es un mecano para armar mil modelos, un depósito de ladrillos para construir casas y más casas. Pero es también un duplicado del mundo; un saco de semillas; un inmenso espejo; la espelunca de Platón; el arca de Noé y el agua alrededor; género masculino, femenino y neutro; un orbe simétrico; una piscifactoría al lado del río; un atlas a escala natural.
    Un atlas, efectivamente.
    Disponer del mapa de un territorio significa abarcar éste, comprenderlo, dominarlo, una cierta manera de poseerlo. Así, también los nombres de las cosas nos confieren sobre ellas cierto poder, pues en algún modo las hacen asequibles.
    Cuando el hombre primitivo fue poniendo nombres a los objetos que le rodeaban, los hacía suyos, entraba en posesión de ellos. En el principio era la palabra, aquella forma primera, la más incipiente, de incorporarse las cosas del mundo, de hacer familiares las cosas más extrañas.»
    José María Cabodevilla

  2. Escuché, una vez, decir al Dr. Puigvert, eminente urólogo, que «el hombre se pierde por dos cosas y las dos tienen frenillo». Es la palabra la que nos delata, pero es también la falta de palabra la que nos traiciona. De todos modos sabemos que debemos tener en cuenta que la palabra es el diálogo, que la palabra siempre está en falta, está necesitada de otra palabra, que nadie es propietario de la última palabra, aunque nos tememos que esta cuestión no la hemos acabado de entender y mucho menos de sentir. Es verdad que los hombres (sin neutro) son reticentes al expresar los sentimientos y quizá sea por machismo y porque todavía le funcionan los prejuicios de la hombría. Sería bueno una buena dosis de feminidad, de expresividad, de libertad sana que no caiga en el atrevimiento, para consagrar la dignidad de la palabra y de la verdad, que están tan lejos de la imagen, que deja a todos boquiabiertos y sin palabras, porque casi siempre es cerrada y completa.
    Gracias por tus palabras. ¡Palabra!

  3. Una sola palabra GRACIAS , Ahhh! Feliz dìa del amigo, porque te considero asì, Miguelito….Hasta la pròxima semana….

  4. EN EL DÍA DEL AMIGO, ¡FELIZ DÍA, MAESTRO!

    Me has puesto a pensar en las palabras. A veces hablo hasta por los codos, a veces sólo escucho y hablo para adentro. Mi padre, desceniente de árabes, solía repetirme: Habla poco y lo preciso. Sin embargo ¡aprendí tanto de él a través de las palabras! Los argentinos decimos:-Por la boca muere el pez- Yo creo que es cierto, aunque por la boca también VIVE el pez.
    Yo amo a las palabras, me gusta encontrarles colores, formas, sonidos, qué buenos los sonidos de las palabras, las tintineantes, las estruendosas, las cadenciosas, las acunadas, las cascabeleras,las tibias, las refrescantes, las confortantes,las dulces y las avinagradas,las fuertes y cortantes, las secas y las guturales, las hirientes… cuántas clases de palabras! Sirven par desatar tempestades de lágrimas y para enjugar mares de llanto, cruzan océanos llevando y trayendo amor, eso es lo que experimento últimamente, desde que mi hijo está en España y yo espero su regreso en Argentina, cruzamos el océano gracias a la magia de las palabras todo el tiempo, yendo y viniendo, viniendo y yendo. En mi fantasía, gracias al internet y los celulares, las palabras viajan por el aire,con todas sus letritas sin separarse, como bandadas de garcillas, sin chocarse, sin rozarse, el aire está lleno de palabras y mensajes alrededor del planeta…¿No las ves?
    ESTAS PALABRAS TE DAN UN FUERTE ABRAZO…¿SENTÍS EL APRETÓN Y EL CALORCITO?
    Desde Marull, Córdoba, Argentina- Nancy Mansur

    http://con-los-ojos-del-alma.blogspot.com/

  5. Felicidades Amigo!!! pues eres nuestro amigo, siempre pues quien escribe tantas cosas bellas solo puede ser nuestro grande amigo.
    Con el tema de hoy, si deveriamos pensar mucho tod@s antes de hablar pues toda palavra dita, no se borra jamas, tanto las de amor como las de dolor…
    Para eso Dios nos dio 2 orejas y una boca, ecucha mas e hable menos solo el necesario para quedar gravado en la eternidad.
    Yo sigo recordando siempre el sabio proverbio árabe: No abras los labios si no estás seguro de que lo que vas a decir es más hermoso que el silencio.
    Pero a quien le gusta hablar mucho que siga hablando pues este siempre hablará por los demas… rsrsrsr
    como nosotros, pero muy bien hablado y pensado de ante mano..
    Milhones de besos querido amigo Miguel Angel…
    Dayce Aviles de Rute.

  6. Me gustan las palabras pero para mí son solo el vehículo a través del cual se inician los procesos. Iniciar los procesos de acercamiento entre las personas, iniciar el proceso de intercambio cultural, iniciar un debate de ideas que llevará a la investigación, iniciar rencillas y rencores, iniciar guerras, iniciar el amor…..Pero cuidado si llevan a la negociación como dices en un ejemplo, no serán nada si no se cumplen los términos de los acuerdos alcanzados. Si dicen «te quiero» no serán nada si lo que sigue es la indiferencia ¿De que le sirven las bonitas palabras de los políticos a las personas que se mueren de hambre?

    Las palabras solo son una cara de la moneda, pero sin los hechos a la moneda le faltará una cara, y las monedas como todos sabemos tienen dos caras, si no, es una moneda falsa.

  7. Se me acaba de ocurrir otro comentario sobre esto de las palabras.

    Las palabras son arbitrarias. Quiero decir que solo son etiquetas para cosas, ideas, sentimientos, emociones, etc. Pero muy podría haberse elegido otra etiqueta para ese objeto. De hecho a diferentes idiomas diferentes etiquetas. Cuchara en francés es cuillère o spoon en inglés. En cambio la cuchara es la misma en todos los países. Y los actos son los mismos en todos los países. Una sonrisa significa lo mismo sea donde sea….lo mismo que un abrazo o un azote.

  8. Yo también he leído el libro de Álex Rovira «Las palabras curan» y es un libro muy ameno y que da mucho que pensar. Tendríamos que hacer más caso a los proverbios para que el mundo fuera mejor.
    Animo a todos aquellos que no lo hayan leído a que lo hagan, pues os sentiréis mejor y podréis hacer sentir mejor a los que os rodean.
    Un saludo Miguel Ángel
    Laia

  9. Ciertamente, hay mucha gente que habla por hablar…es un ‘hábito’ que detesto, sinceramente…y se nota, porque cuando esto se produce se dicen cosas insustanciales, huecas muchas veces…
    Hay personas que temen el silencio…y por ello hacen uso del hábito al que me estoy refiriendo…cuando el silencio es necesario…hay que saber moverse en él también…
    Un saludo Miguel Ángel. Desde que tuve la oportunidad de conocerte en una ponencia del master que he cursado me he ‘abonado’ a este espacio tuyo, a tus reflexiones…ya te había conocido a través de tus libros, y de tú a tú no desmereces en absoluto.

  10. Las palabras se deslizan, navegan, acarician, acompañan, alientan, también las palabras como el silencio destruyen, como prescindir de ellas, como dejar que no fluyan, como permanecer callados, salvo cuando lo que vamos a expresar nos desborda el Alma, ahí las palabras dejan paso al silencio, por que ellas no pueden decirnos nada…Gracias…

  11. Miguel Angel, querido amigo y colega: tu comentario sobre el libro de Ken Bain «Lo que hacen los mejores profesores universitarios» en UNA CENA CON LOS AMIGOS me ayudó a hilvanar algunos conceptos.

    El tema de la calidad (¿calidez?)humana del encuentro entre el profesor y los estudiantes, esto es «el conjunto de los que aprenden», admite varios enfoques y puntos de interés.

    En muchos centros de nuestro sistema educativo hay que demoler prejuicios estereotipados que componen un círculo vicioso infernal. Uno de ellos es creer y sentir que el trabajo del profesor es frustrante y agotador, mal remunerado. Ser docente es aceptar el sacrificio…sin esperanzas de felicidad. Lo complementario lo aporta la población estudiantil: ser estudiante es aceptar el sometimiento a una carga larga y engorrosa, a veces penosa (¡otra vez el sacrificio!) como un impuesto obligatorio sólo compensado al final con un grado o título.

    Siendo que aprender es la posibilidad de experimentar la maravillosa sensación íntima que ocurre cuando pasamos del desorden inestructurado (el caos)al ordenamiento inteligente (el logos) de cualquier tema mediante el estudio que permita una comprensión inteligente. En donde se creía ver esfuerzo gravoso hay en realidad una oportunidad de felicidad.

    La vivencia estructurante que se alcanza en el momento de aprender inteligentemente es personalmente integradora, y generadora de nuevas energías.

    Naturalmente hay que desenmascarar aquel rasgo de la cultura productivista/consumista que nos hace creer que el esfuerzo de aprender está siempre dirigido a un fin que lo trasciende: un producto mensurable externo («los objetivos»). La íntima satisfacción integradora ocurre en y durante la experiencia de realización de la obra (el aprender), y esa es su verdadera «utilidad».

    ¿Y por parte de los profesores? ¿Qué es lo más valioso que puede hacer alguien? ¿Ganar mucho dinero? ¿tener más poder? ¿ser muy famoso? ¿Disfrutar muchos bienes que se compran? ¿ganar premios importantes?
    Propongo otra cosa: lo más valioso y más ético que puede hacer una persona es contribuir a que otros puedan ser cada vez más humanos. Pocas profesiones como la de educador brindan la oportunidad de trabajar para que otros sean cada dia más humanos, y de esa manera humanizarse uno, y entre todos enriquecerse con la herencia histórico cultural de la humanidad al tiempo que se le hace algún aporte.
    Pido disculpas si me extendí demasiado. Un abrazo fuerte y fraternal, Solidario Romero-PARANA-Argentina

  12. Enviarte un cálido saludo, a ti, Miguel, que no te conozco. Ya ves…. buscando por la red esos pensamientos que algunos convierten en palabra escrita he dado con tu reflexión.

    Me ha hecho pensar… y claro esta, eso provocará que mis pensamientos se conviertan en palabras y mis palabras se convientan en pensamientos de la gente con la que yo quiero comunicarme.

    Unas cálidas palabras para abrazar a tus palabras, N

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