El niño trofeo

1 Dic

d24f1.jpg

Hace unas semanas dediqué esta sección a reflexionar sobre la importancia de las profecías de autocumplimiento (Véase “El apellido Contreras”). Hoy me quiero ocupar de la otra cara de la moneda. De una moneda falsa que circula por la educación. Se trata de la exigencia desmedida que obliga a una persona a realizar un sueño imposible.El sueño de otro que se le impone como una condena. Hablo del niño trofeo, del terrible “síndrome del niño prodigio”. Un niño que se convierte en el protagonista involuntario de una pesadilla.

Me ha conducido a esta espinosa cuestión la extraordinaria novela del escritor extremeño Luis Landero. Su título es ‘Hoy, Júpiter’. Delicioso título, por cierto. El autor lo explica, ya avanzada la obra, de la siguiente manera: “…entonces me acordé de una cosa que me había contado mi socio René allá en la cárcel, y fue que una vez estuvo en Santiago de Chile y que, en una placita, vio una noche a un viejo vestido pobremente que tenía instalado un telescopio de latón, aún más viejo y pobre que él, y un cartelito de cartón al lado donde ponía con mala letra “Hoy, Júpiter”. Cobraba sólo la voluntad, y cada algunas noches, según las órbitas o a saber qué, cambiaba de astro. Según René, apenas se veía un resplandor difuso, pero el viejo, muy serio, decía: “Ese es Júpiter”, o “Esa es la Hidra”¨, o “Esa es Tucán”, o “Ese es Venus” y el que quería se lo creía y el que no, no”.
Coincidí con Luis Landero hace unos años en un bar de Almendralejo, su pueblo natal, después de haber leído su novela “El guitarrista”, también excelente, pero no tanto como ésta. Le felicité por su trabajo y hoy, si pudiera hacerlo, lo haría de forma aún más efusiva. Excelente narración, extraordinario dominio del lenguaje. Y dos historias que confluyen al final.
No voy a reventar al lector la trama del libro como hizo aquel acomodador de cine que, molesto por la escasa propina que un rezagado espectador le entregó, se acercó a su butaca y, al oído, le dijo con recochineo: “El asesino es el sheriff”.
Haré referencia, sucintamente, a un personaje de la novela, cuya vida queda tan condicionada por las expectativas que sobre él forja otra persona que le convierte en el protagonista de un drama. La expectativa desmedida de otra persona le obliga a ir de mentira en mentira, de fracaso en fracaso, de desastre en desastre. El proyecto de su vida no lo hace el interesado sino otra persona que pone en él tantas esperanzas, tantas ilusiones, tantas exigencias, tanto orgullo, tantos sueños imposibles que convierte la vida del otro en un triste fiasco, en la sombra maldita de sus sueños inalcanzados.
Las causas de esta demanda, de esta exigencia, de esta expectativa exagerada es, quizá, una frustración sobre la propia vida. (Ya que yo no he podido llegar a nada, quiero que mi hijo, mi amigo, mi alumno, llegue a donde yo no he podido llegar). Otra posible causa es un mal diagnóstico, un diagnóstico equivocado que se cuelga del cuello del niño o del joven obligándole a acomodarse a lo que otros han pensado que puede y debe alcanzar. Una tercera causa puede estar en la pretendida satisfacción que genera en los padres, por ejemplo, el hecho de tener en casa un genio. Hay quien se cree a pie juntillas aquel engañoso dicho: “de tal palo, tal astilla”.
Pienso en esas deportistas a las que se ha roto la vida porque los padres pretendían que batiesen todos los records habidos y por haber, o en esos estudiantes que han sido en su momento brillantes y están condenados a serlo de por vida. “Parece mentira que tú, precisamente tú, vengas a casa con esas notas tan mediocres. Para ti un notable es como para otros un suspenso”. Y ese tipo de exigencias hace que las personas estén obsesivamente a la caza de una matrícula, de un primer puesto. porque ser segundo ya es un fracaso. Y todo para ser queridos, aunque el amor sea gratuito.
El temor a defraudar puede conducir a todo tipo de desastres. A mentir cuando el que exige no puede comprobar que son ciertos los éxitos, a conseguir por malas artes lo que no se ha podido alcanzar por medios legítimos, a dejar la piel en la consecución de logros que, de otro modo, serían inalcanzables.
Si ante las profecías de autocumplimiento hay que tener el valor de decir no, también hay que plantarse ante estas demandas desmedidas, que exigen esfuerzos sobrehumanos. El peligro es entrar en el juego. Aceptar las primeras exigencias como una demanda normal, lógica, coherente, incluso aduladora. Después será muy difícil salir de la estela de lo extraordinario.
Está bien que se exija a cada uno en la medida de lo que pueda conseguir, pero hay que ser extremadamente cuidadosos con lo que se exige. En primer lugar porque los diagnósticos son relativos, no absolutos. En segundo lugar porque las personas atraviesan fases de una enorme variabilidad. Cuando se coloca a un niño la etiqueta de “superdotado” se está creando un estereotipo peligroso.
Por eso la educación es una tarea de gran dificultad y a la vez de gran responsabilidad y de gran riesgo. Los diagnósticos son como fotos que se obtienen en un momento determinado. Pudiste salir con la boca torcida o con un gesto sublime que no se corresponde con la realidad de la cara. Convertir esa foto en un destino que condiciona toda la vida del individuo es un error que mucha gente ha pagado muy caro.
El personaje de Luis Landero es un prototipo de esta maldición educativa. Una persona hace de su vida un estrepitoso fracaso porque los sueños erráticos de un personaje frustrado crean un mito que debería conseguir éxitos prodigiosos cuando no es capaz de alcanzar lo que la mayoría pude conseguir.
Si se comete un error y la evidencia nos convence de la equivocación, lo sensato es rectificar y corregirlo cuanto antes. Lo que pasa es que algunos errores se mantienen de forma espectacular y dramática durante toda la vida. Lo terrible de esta situación es que la víctima se ha jugado la vida (y la perdido) en una ruleta en la que no había jugado.

14 respuestas a «El niño trofeo»

  1. Lo que comenta en su artículo es un fenómeno similar a los llamados ‘niños indigo’, a los que sus padres les descubren unas virtudes especiales (intución certera, imaginación desbordante) capaces de desvirtuarlo todo, incluida la educación y la propia vida del niño. Nuestra competitiva sociedad no limita esa actitud beligerante ni siquiera a la propia visión que los padres tienen de sus hijos. Tienen que ser excepcionales, porque eso es un reflejo de la excepcionalidad, atribuida o frustrada, de sus progenitores. No sé se dónde viene tanta obsesión por ‘ser especial’, como si de alguna manera no lo fuéramos ya todos de por sí. Gracias.

  2. Rozas el gran problema de la escuela capitalista moderna, fundada en la DISTINCIÓN del individuo y en su autonomía (todo ello, por la necesidad de distinguir distintas capas de trabajadores según su cualificación). El gran problema es que la distinción es una ficción, y que no existe el “individuo-genio” sino como un miembro de la colectividad. Paradójicamente, cuanto más se prima el individualismo, menos productivos son los “individuos” (por cuanto pretenden separarse de la potencia de una acción colectiva).

  3. Educar (educere) significa “conducir”. También el título de un libro suyo (“La evaluación: un proceso de diálogo, comprensión y mejora”) alude a la comprensión precisamente en el proceso de diagnóstico del educando.

    Y creo que usted y yo el término “comprender” lo entendemos en una doble vertiente: por una parte, la relativa a la actividad cognoscitiva proyectada, en este caso, en el discente; y, por otra, la que dimana de la empatía, de la capacidad de ponerse de verdad en el lugar del otro.

    Por ello, estoy absolutamente de acuerdo en que comprender al alumno/a implica no ejercer sobre él o ella una presión -fundada o no- que le sustraiga su derecho a la felicidad.

    Muchas gracias por conducir y por hacer crecer.

  4. Ayer nos comimos las galletas de una caja juntos en Cabra. Me marché rápido y no me despedí, ni pude darle las gracias porque estaba rodeado de los organizadores. Yo tenía prisa, mi hija me esperaba con nerviosismo, tenía que preguntarle todo lo que había estudiado para el “control” del día siguiente.
    Le conté mi sueño de esta tarde,(que era el sueño de un profesor del mundo), le di la caja de cartón para que la guarde en su corazón y la llene de galletas para repartirlas. Ella me dijo: Debería hablar con mis profesores y me gustaría estudiar con él.
    Muchas gracias y en Cabra tiene unos amigos, la familia Calvillo Castro.

  5. Me alegra leerte lo que nos dices de los superdotados, porque yo, en toda mi vida profesional no me he encontrado ninguno. A lo mejor ha sido porque mis estrategias de clase no han sido políticamente correctas y haciendo barridos de preguntas que cuestionan muchas informaciones, te das cuenta de que los “super” son angelitos que patinan a la hora de pensar. Lo que pasa es que se confunde la excelencia con la habilidad (que es fruto del aprendizaje). Cuando en los barridos de clase el personal descubre (eso sí: con todo respeto) que los “listos” también tienen sus equivocaciones y los que no lo parecen tienen sus aciertos, se están
    echando las bases de que todos son necesarios y que pueden ayudarse y colaborar. Que un memorión no es un superdotado ya lo sabíamos de antes, lo que pasa es que ahora se está forzando otra vez la máquina para clasificar. Hasta la publicidad se aprovecha de que un campeón consume tal producto, pero no se dan cuenta de que hay millones que lo consumen y nada de nada.
    Gracias, Miguel Ángel, por avisar del daño que se puede hacer a los super y a todos.

  6. Hola!!!! Mi querido Miguel Angel, cuánto tiempo maestro, la verdad leyendo recién ahora mientras uno hace un balance del año y cerrando acciones tu bello escrito.Pienso y sostengo que el docente desde su función de enseñar, cuando es trasmito con amor, con ternura, con respeto solo resta esperar y tener PACIENCIA en los tiempos del alumnos y no en los nuestros. Te quiero mucho, estás en mi corazón!!!

    Sonia( LA Rioja)

  7. “Mi hijo el doctor” …A veces, tantas veces, muchas veces, los padres sentimos que nos continúa la vida en nuestros hijos y queremos que ellos hagan lo que nos hubiera gustado y no pudimos, porque no tuvimos la posibilidad, la oportunidad o el dinero para hacerlo. Y Los mandamos a aprender patin artístico o piano o pintura… O queremos que sean tan cultos e inteligentes como pensamos que somos y les exigimos un nivel que les lleva todas las energías poder lograrlo…
    Sería increíble si fueramos capaces solo de pedirles que fueran buenas personas, dignas, respetuosas de los otros, capaces de amar y de valorar las cosas buenas de la vida. Y que hicieran con sus capacidades intelectuales aquello que más les gustase.
    Claro que podemos mostrar, aconsejar, sugerir, pero siempre respetando los deseos y las capacidades de nuestros niños.
    Vivimos en un mundo con un alto grado de exigencia, solo los mejores, los más capaces, los más preparados son los que triunfan. Ese es el mensaje con el cual nos bombardean todo el día, todos los días todos los medios de comunicación, y nos dejamos arrastrar Y exigimos… Y triunfar es sinónimo de poseer dinero…
    Sería mágico si pudieramos vivir sabiendo que las mejores cosas de la vida no se compran con dinero. No valemos por lo que tenemos, valemos por lo que somos…

  8. Soy hija única, de padres que depositaron expectativas desmedidas y por mucho tiempo intenté responder al pie de la letra el mandato recibido, pero al llegar a la adolescencia aparecieron las rebeldías comunes a la edad. No es bueno que los padres y educadores planteen tantas exigencias a los demás a veces terminan generando un perfeccionismo desmedido en el otro que desencadena a su vez una constante insatisfacción personal, la perfección absoluta no se puede alcanzar y junto a ello aparece también la inseguridad. Me sentí muy identificada con su artículo sin ser una “superdotada“.

  9. Todos los padres y madres quieren,queremos para nuestros hijos/as lo mejor, todos esperamos de ellos que sean todo lo que no fuimos nosotros, que pena! es verdad, muchos cometemos esos errores de pedirles más de lo que pueden dar.
    Mi experiencia como educadora infantil en este aspecto ha sido un poco dura. He oido de todo en relación a los conocimientos “académicos” de niños/as entre 3 meses y 6 años.
    La gente ha llegado a darme mucha pena. ¿Qué esperan de sus hijos/as? Les aseguro que esperan barbaridades.

    Lo último que tuve que oir, fue:

    >, Señores/as, estoy hablando de dos niños de 3 años cada uno.
    o >, la niña tenía 2 años y medio, y sí, se le había ayudado a colocar bien el algodón de la barba del Papa Noel, lo demás lo hizo ella sola, con su tempera y con toda la ilusión del mundo para su mamá. Me estoy emocionando al recordar esto porque esta niña al año de aquello sufrió una enfermedad y ya núnca volvío a ser la misma, hoy está necesitada de ayuda continuada y está en un Centro especializado. Lo que más le costó a su madre fue darse cuenta de que las expectativas que tenía se truncaron para siempre, el primer objetivo ahora era que tragase sola los alimentos, sin aquella sonda.

    Miguel Angel, que injusto es todo, que difícil lo tienen algunos y que culpa tenemos muchos.

    Un beso

  10. El caso del niño prodigio o el niño trofeo, es algo muy similar con lo que yo personalmente llamo el niño o la niña desastre, o al contrario.Hay padres y madres que piensan o tienen la falsa creencia de que recordando constantemente los defectos o fallos de sus hijos o hijas, luchan más por ellos mismos. Pero de lo que no se dan cuenta es de que realmente lo que crean es un complejo de inferioridad e inseguridad en sí mismos tan grande, que muchos niños y niñas no consiguen superar jamás y que les crea una frustración tremenda, que suele derivar en violencia, o problemas con el alcohol y otras drogas, por no saber enfrentarse ala realidad que sus padres le han mostrado. Frases como “eres un inutil” “no sirves para nada”…pueden ser el comienzo de un futuro debastador lleno de fracasos.
    Pero esto no sólo ocurre entre el ámbito familiar, sino que entre los mismos maestros y maestras creamos los patrones de nuestro alumnado y los clasificamos de tal manera que jamás consiguen despojarse de la etiqueta que sele colocado en un momento determinado.
    ¿Significa esto que el ser humano por naturaleza piensa que las personas no son capaces de cambiar? Es decir¿Es necesariamente un niño con dificultades de aprendizaje un niño torpe? o hablando el terminos ya de la nueva LOE en vigor ¿el individuo “competente” (en términos de la adquisición de las competencias básicas)competente por naturaleza, o se hace? Aquí entraríamos en el debate de la controversia entre lo innato o genético y lo aprendido. Pero sin entrar en ese debate, sólo quiero dar a reflexionar sole la labor del maestro o maestra. Yo, como maestra, tengo la obligación y el deber de crear individuos competentes y capaces para la vida actual, y esto supone el esfuerzo por una parte del maestro o maestra,de su contexto social y familiar por supuesto, y de su propio esfuerzo personal, y esto último precisamente depende el grado de motivación que se tenga para crearse así mismo como competente y autoformarse. Si comparamos al niño o la niña con un muelle de una maquinaria, en la que la maquinaria es la sociedad en la que va a vivir, debemos dar movimiento a ese muelle para que funcione con la suficiente rapidez y ejerza su función correspondiente, ya que de lo contrario se oxidaría y la maquinaria dejaría de funcionar. Sin embargo si lo forzamos demasiado tenemos elriesgo de que el muelle se venza o se parta y entonces dejará de realizar su función correspondientes.

  11. Estimado M.Angel:
    En el comentario nº9 no salieron las anécdotas a las que hago referencia, por tanto, vuelvo a enviarlas.

    1).- Una mamá le dice a su hijo de 3 años que si no tiene amor propio, pues su amigo tal de la misma edad, ya escribe su nombre solo y él aún no es capaz.
    lo de “amor propio” y “capaz”, me llegó al alma.
    2).- Una mamá le dice a su niñita, que estaba super ilusionada con su Papa Noel, que eso no lo ha dibujado ni pintado ella ni de coña, esas palabras justas, y que eso lo habrán hecho las profesoras.
    imagine la cara que se le quedó a la pobrecita.
    claro, que la que se me quedó a mí fue casí peor.

    Pedimos demasiado a nuestros niños/as y el principal objetivo debería ser su felicidad.

    Gracias

    Loly

  12. Me gustaría que la imagen que los padres esperan de sus hijos para el día de mañana no fuese intelectual, sino humana. Me gustaría que mi hijo fuese una persona sencilla, responsable, sincera, servicial…
    y los educaran para ello. Lo demás vendrá solo.

    Gracias. Un saludo.

    M. Carmen.

  13. Me gustaría que el deseo de los padres para sus hijos en el futuro, no fuese intelectual ni material, sino personal.
    Me gustaría que mi hijo fuese una persona sencilla, honrada, sincera, servicial….. y los educasen para ello.
    Lo demás vendrá solo.

    Gracias.

    M. Carmen

  14. Estimados compañeros, me encantan las reflexiones de Miguel Angel. Me gustaría saber dónde puedo encontrar un cuento de M.A. donde habla de una carta que le deja una niña a sus padres diciéndoles lo que piensa hacer y con quien. Al final es una broma y los padres se replantean la visión que tienen de su hija.
    Gracias.
    Por favor, mandádme la referencia a mi correo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.