¿A qué hora empezaré a morirme?

19 May

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A fuerza de dar importancia y protagonismo a las fechorías de los sinvergüenzas, pasan inadvertidos los comportamientos más nobles y hermosos de los seres humanos. De personas que, sin afán ninguno de notoriedad, siembran este mundo de maravillosas muestras de generosidad. Estoy convencido de que son casi infinitos los actos de voluntaria ayuda que cada día hacen este planeta más habitable. En ese pulso entre el bien y el mal se produce la lucha por la dignidad.
Pienso que esa lucha tiene un balance positivo. Acciones heroicas de individuos, grupos y naciones han conseguido acabar en buena medida con la esclavitud, con el infanticidio, con el apartheid, con la discriminación sexual… Sé que todavía queda mucho camino por recorrer, pero la situación en la que nos encontramos es mucho mejor en su conjunto que la de hace varios años y, no digamos, que la de hace varios siglos.

Muchas de esas acciones silenciosas nunca serán conocidas, muchas de esas humildes personas nunca saltarán a la fama. No aparecerán jamás en la televisión ni en la prensa. Pero están ahí y contribuyen a que nuestra especie gane cotas más altas de bondad, justicia y bienestar.
No quiero minusvalorar la importancia de las acciones de estrategia, de los avances conseguidos por la pasión de líderes y por el comportamiento heroico de grupos que han pagado con la vida el atrevimiento de romper situaciones injustas. Muchos de ellos quizás ni vieron el fruto de sus esfuerzos o de sus vidas. Las viudas de los trabajadores del transporte que, en Nueva York, fueron aplastados por los camiones que pasaron sobre sus cuerpos en una de las primeras huelgas de la historia, no vieron fructificar la sangre de sus maridos, pero otros nos hemos beneficiado de aquel sufrimiento. Nadie puede imaginar a un esclavo de los que trabajaron en la construcción de las pirámides pidiendo su mes de vacaciones. ¿Cómo se ha llegado desde aquellas condiciones a la situación. actual? No ha sido por la magnanimidad de los dioses o por las casualidades del azar. Ha sido por la acción valiente de muchas personas y de algunos grupos.
Hoy me quiero detener en la importancia de las humildes acciones de personas anónimas que se podrían convertir en paradigmas del comportamiento generoso. Haré alusión a tres hechos.
El primer tiene lugar en un Hospital de Stanford en el que está hospitalizada una niña llamada Liz que sufre una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse es una transfusión de sangre de su hermano de cinco años, quien había sobrevivido casi milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla.
El médico explica la situación al hermano de la niña y le pregunta si está dispuesto a dar su sangre a su hermana. Después de dudar un instante antes de dar un suspiro, dijo que sí, si eso salvaba la vida de Liz. Mientras se hace la transfusión, él está acostado en una cama al lado de la de su hermana y permanece sonriente mientras ve retornar el color a las mejillas de la niña. Entonces la cara del niño se ensombrece y su sonrisa desaparece de la cara. Mira al médico y le pregunta con voz temblorosa:
– Doctor, ¿a qué hora empezaré a morirme?
El segundo caso es el de cinco jóvenes hermanas de Madrid. A una de ellas se le detecta un cáncer de pronóstico muy grave. Los efectos de la quimio y de la radioterapia hacen que la enferma pierda todo su cabello. Las otras hermanas deciden raparse la cabeza para que la enferma no se sienta más hundida en una edad en la que la imagen resulta un factor decisivo de equilibrio emocional.
El tercero es el de un niño gitano que pide con su hermano pequeño algo de comer en una casa. Les ofrecen un gran cuenco de leche. El mayor propone que la vayan tomando dando sorbos de forma alternativa. Cuando le toca a él, cierra la boca y simula que ha bebido. El pequeño, cuando llega su turno, bebe con avidez. Se van turnando hasta que el recipiente queda vacío. El pequeño consume toda la leche sin sentirse avergonzado. El mayor le cede su parte sin hacerlo notar.
Alejandro Spiegel ha escrito un hermoso libro titulado “Héroes invisibles”. El subtítulo aclara sus pretensiones didácticas: “Historias de la vida cotidiana para educar en valores”. Me ha gustado la idea de Spiegel. Porque en la selección de personajes que hoy hacen algunos medios de comunicación no es fácil encontrar motivos para la esperanza, la utopía y el aprendizaje de valores. El escaparate está lleno de personajes poco ejemplares. Muchos famosos no se caracterizan precisamente por sus gestos altruistas, por sus actitudes respetuosas y por su forma de pensar inteligente. Son personas zafias, que se insultan, que mienten, que gritan, que tratan de enriquecerse de forma rápida y fácil, que se agreden sin consideración alguna. Existe un inquietante mecanismo de hipertrofia de la maldad y de la estupidez.
Los héroes que cautivan a los jóvenes son seres de ficción o bien personajes reales que han participado en acciones bélicas. Muchos de ellos pertenecen al pasado. Plantea Spiegel una pedagogía de los héroes invisibles. De esas personas que hoy, en la vida cotidiana, nos encontramos por las calles, en las casas y en los cines, en las instituciones. Propone la búsqueda, presentación y análisis de personajes de la vida cotidiana que han tenido el coraje de tomar una iniciativa cargada de generosidad y de valentía. No tienen un monumento, ni el nombre de un calle, ni acaparan titulares en los medios de comunicación. Pero están ahí. Tienen un gran potencial educativo Forman parte del desafío, un tanto utópico, de construir una sociedad mejor.
Estos héroes son visibles para algunos en determinadas circunstancias. Están vivos, en movimiento, hacen actos heroicos y muchos otros que no lo son. Esas personas de la vida cotidiana no buscan la fama, no quieren dinero, no persiguen recompensa alguna. Les lleva en volandas la generosidad. A todos debería arrastarnos su ejemplo. Lo decía Concepción Arenal: “El mejor homenaje que puede tributarse a las personas buenas es imitarlas”.

4 respuestas a «¿A qué hora empezaré a morirme?»

  1. Que los homenajes que hacemos a las personas buenas, no sean póstumos.
    Tenemos siempre alrededor nuestro personas maravillosas que hacen con sus vidas de este un mundo mejor. Hagámosles saber que placentero es que se encuentren en el camino de nuestras vidas. Digamos gracias con más frecuencia. Sepamos capaces de admirar, sin envidias, de alabar desde el corazón. El amor tiene en si mismo su propia recompensa. Quién hace de esto su estilo de vida no espera, ni quiere ni necesita fatuas alabanzas. y porqué no, hagamos la prueba. Animemosnos a amar con libertad, sin miedos, con generosidad. Buscando hacer para nosotros y para los que tenemos más cerca, un vida más bella. Quizás esto tenga alguna vez un efecto multiplicador y esta tierra sea un verdadero paraíso.
    Y claro que el amor no tiene prensa…

  2. En realidad, estamos influidos por miles de pequeños actos de amor y entrega invisibles: desde nuestros padres hasta personas anónimas que hacen de nuestra existencia algo más feliz. Pero esto no vende, no está en nuestros valores culturales; hoy se \

  3. Más que comentario quisiera poder contactarme con usted, su servidor es subdirector académico de la Escuela Normal Rural \

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