En este día de Reyes, monárquicos y republicanos se preguntan indistintamente: qué les han pedido, qué les han traído, qué les han echado los Reyes. Especialmente los niños y las niñas han vivido en este día un amanecer deslumbrante. Desde la cama, han acudido presurosos al lugar donde ayer por la noche dejaron sus zapatos. A la espera de la magnanimidad real.
Nací en un pueblecito de León llamado Grajal de Campos. Un pueblo con un magnífico castillo árabe del siglo XVI, con estupendo un palacio renacentista y con una torre parroquial de 36 metros que tiene una curiosa planta: tiene cinco esquinas y, si se le añadiera una más, sólo tendría cuatro (dejo al lector el descubrimiento del enigma). Un pueblo que ha sufrido los estragos de la emigración agraria y que se está quedando tristemente despoblado. Recuerdo ahora con emoción la noche del día cinco de enero, la víspera de Reyes. Los niños bajábamos al convento de las monjas carmelitas descalzas. Una persona se subía al tejado del convento y con un farol que pretendía servir de faro a los Reyes, iba señalando el camino a sus majestades. Cuando el improvisado farero “veía” la comitiva real, gritaba:
– ¡Ya vienen, ya vienen!
Los niños corríamos entonces hacia nuestras casas, sabedores de que si nos veían o los veíamos nos quedaríamos sin regalos. Luego dejábamos bebida para los camellos y para los Reyes, colocábamos nuestros zapatos bien limpios al lado del balcón o la ventana más accesible y nos íbamos a dormir con el corazón acelerado.
Esa ilusión colectiva, esa hermosa fantasía ha llenado de emociones sin cuento la infancia de muchos niños y las navidades de muchos padres. Claro que no todo es tan sencillo, ingenuo y emocionante. Por eso quiero hacer algunas sugerencias que den más sentido y calado a esta ilusión:
1. No podemos olvidar a tantos niños y niñas del mundo que no sólo no van a vivir la ilusión de esta noche sino que, un día más, van a vivir la pesadilla del hambre, de la miseria, de la ignorancia, de la explotación y, quizás de la muerte. Ni adultos ni menores de una sociedad opulenta podemos cerrar los ojos a esa realidad cruel que se perpetúa inexplicable, injusta y cruelmente.
2. Según anunciaba una reciente estadística aparecida en la prensa, hoy son los niños y niñas quienes, en la mayoría de los casos, eligen los juguetes y regalos. No era así antes. Los padres y las madres eran quienes (por criterios pedagógicos o simplemente económicos) decidían lo que se compraba. Este hecho introduce un factor preocupante, ya que los niños no tienen criterios maduros para la decisión y se dejan llevar fácilmente por la publicidad, por la moda, por el capricho, por la competitividad con los otros, por la influencia de amigos…
3. La publicidad, tantas veces engañosa, opera por la vía de la seducción persuadiendo a los niños y a las niñas de la bondad de un determinado juguete cuya realidad nada tiene que ver con aquel que muestra la pantalla. Ni en tamaño ni en prestaciones. Hay que ayudar a los niños y a las niñas a descubrir las trampas de la publicidad. Y hay que persuadirlos, por la vía de la argumentación, de que no todo lo que se anuncia es bueno y deseable.
4. Es importante que los niños y niñas tengan juguetes que les permitan compartir, jugar con otros niños y niñas. Existe hoy el peligro de llegar a ser lo que alguna vez he llamado “ermitaños del siglo XXI”, es decir niños que se aíslan en el convento de ordenador o de su play station y se cierran a cualquier interacción con otros niños.
5. No es cierto que mientras más les compremos más les demostramos cuánto les queremos. Atiborrarles de cosas no significa que les queremos mucho. A veces, en esa profusión de objetos, se esconde un complejo de culpa cuyo mecanismo sería el siguiente: “puesto que les negamos lo principal, compensémosles con lo accesorio”. Los niños tienen que saber que el dinero no cae del cielo y que es costoso adquirirlo. Deben saber que los padres y las madres tienen que conseguir el dinero con su esfuerzo y que no se puede derrochar sin ton ni son.
6. Es muy perniciosa, a mi juicio, la competitividad entre familias por ver quién compra a su hijo el juguete más de moda o el aparato más sofisticado. Suele suceder en estas fechas que algunos juguetes se ponen de moda y se agotan (al parecer, eso ha sucedido este año con una para mí horrorosa muñeca que trataba de imitar el rostro de la princesa Leonor). Los padres emprenden una carrera ansiosa por encontrar un ejemplar del codiciado trofeo. Recorren todos los centros comerciales y mientras más noticias tienen de que el objeto se ha agotado, más empeño ponen en conseguirlo.
7. No creo una cuestión baladí la preocupación por evitar los juguetes sexistas y los juguetes bélicos. Ya sé que esas características no están en los objetos, pero sí pueden estar en su uso. Ya sé también que por no comprar una pistola a un niño no va a dejar de mostrar agresividad. Le bastará colocar el dedo pulgar y el índice de mano derecha en posición adecuada, apuntar a otro y decir insistentemente “piung, piung, piung…”.
8. Vivimos en la era de la distracción. No somos capaces de mantener la atención durante mucho tiempo en una misma cosa. Por eso los niños y las niñas prestan tan poca atención a un juguete. Enseguida buscan otro e inmediatamente otro. No son capaces de mantener la atención en uno. La avalancha de objetos es tan grande que pasan de uno a otro sin prestar la mínima atención.
9- Los padres tienen que aprovechar el juego y los juguetes de los niños no para deshacerse de ellos sino para compartir con ellos el tiempo de ocio. El juego les brindará a los padres una excelente ocasión para observarlos, para ver cómo reaccionan, para ver lo que dicen, lo que piensan y cómo se comportan.
10. Y, después de jugar, existe un momento educativo de suma importancia que es el de la recogida. Los padres no son los esclavos ni los criados de sus hijos. Los niños y las niñas tienen que saber que hay que dejar las cosas ordenadas. Tienen que aprender que si quedan esparcidas por el suelo, al día siguiente las van a encontrar así.
La pena es que en la sociedad neoliberal en la que vivimos cada vez es más difícil construir sueños sin dinero. O pensar que esto es así. Se puede llegar a pensar que quien más dinero tiene, más sueños fabrica. Craso error. No es cierto que el mayor consumo produzca mayor felicidad. Acabo de ver en la televisión una terrible experiencia. A una familia le han regalado seis mil euros con la condición de gastarlos en un sólo día. Qué horror. Recuerdo con nostalgia aquellos juguetes que construíamos con nuestras manos y un poquito de imaginación. Recuerdo aquel balón confeccionado con una camiseta vieja y rodeado con cuerdas para iniciar un improvisado partido de fútbol. Las porterías eran dos jerseys separados con medida más que precisa. “Queremos jugar gratis”, le dijo un niño al pedagogo italiano Francesco Tonucci, cuando éste le preguntó cómo le gustaría que fuera su ciudad.
El termómetro por el que se mide la temperatura moral de una sociedad es el cuidado que muestra por los niños. Me sobrecogen las noticias sobre pornografía infantil, sobre maltrato, sobre abandono, sobre explotación, sobre desamor… Este día de Reyes es un hermoso regalo de la sociedad a los niños. Alguien ha dicho que toda persona tiene un momento único en la vida. Yo les deseo a los niños y a las niñas del mundo entero que los tengan a montones.
Un montón de momentos únicos
6
Ene
Tratando de imaginar el farol de su pueblo, en el tejado del convento, he llegado hasta el mio, cercano al suyo, y he sentido todas aquellas emociones, con la cara pegada al cristal helado de la ventana, desde la que intentaba ver algún paje, algún camello, quizá un rey, hasta que me vencía el sueño y me iba a dormir, nervioso. Ahora hago de rey mago, feliz, durante la noche del 5 y la mañana del 6, pero asqueado los días anteriores por el exceso de consumismo y la locura que nos empuja de tienda en tienda, de un centro comercial a otro, durante días, para superar carencias o complejos a golpe de tarjeta de crédito. Deberíamos moderarnos.
Cada 6 de enero me recuerdo niña esperando, al igual que Uds, a los reyes y sus camellos. Unos cuantos años más tarde rescato todo lo otro que hacia ten especial ese momento, esa llegada … Mis abuelos señalándome el cielo por donde iban a venir, las carreras con primos y hermanos hasta el arbolito y y las explicaciones de mis padres de por que lo que nos habian traido los Reyes era lo mejor, lo que más necesitábamos … Me siento identificada con los puntos que uds. destaca. Me sorprendo cada fin de año evitando regalar el 24 ( a papa noel no lo tengo en el corazón) para seguir haciendo protagonistas a estos enviados del oriente que tan feliz me hicieron en mi infancia.
Por favor me podria decir a quien pertenecen los reyes a caballo que ilustran su artículo?Le unvitamos cordialmente a visitar a Puerto Rico durnte la fiesta nacional de los Reyes Magos.
a mi me paresio muy creativo y muy bonito y mi consejo seria que siga adelante y no rinda