El primero de la clase

30 Sep

El triunfador
Vivimos en una época en la que nada se entiende sin que la competitividad lo atraviese de parte a parte. Hay que competir en el deporte. Es decir, hay que ganar. Hay que competir en el comercio. Es decir, hay que ganar más que el otro. Hay que competir en la educación. Es decir, hay que saber más que los otros.
Recuerde el lector aquella curiosa competición por tener el mejor de los bares que se abrían en la calle. ‘El mejor bar de la ciudad’, puso el dueño en el cartel. ‘El mejor bar de España’, escribió el segundo en el rótulo anunciador. ‘El mejor bar del mundo’, tituló un tercero. El cuarto propietario escribió: ‘El mejor bar de la calle’.
La finalidad es ganar. Ser mejor que el otro. No se trata de ser el mejor de uno mismo sino de conseguir desbancar a los demás. La televisión está llena de concursos y competiciones de este tipo: ‘Gran hermano’, ‘Operación Triunfo’, ‘La isla de los famosos’, ‘Gran Prix’, ‘La casa de no se quién’… El eje de todos ellos es que hay que competir y ganar. Y ahora, lo que faltaba. Acaba de presentarse en la primera cadena de televisión española, cadena que sufragamos entre todos, un programa nocturno que termina a las 00.30 horas y que se hace con niños y supuestamente para niños. Consiste en que ocho chicos y chicas compiten por llegar a ser el primero. El programa, para que no haya dudas, se titula ‘El primero de la clase’. ¿Y el que no sea primero, aunque se haya esforzado al máximo? ¿Y el que no consiga ser el primero aunque sea una persona trabajadora e inteligente? ¿Y el que no sea primero en contestar esas preguntas de opción múltiple que parece que tienen una única respuesta válida e indiscutible, aunque sea bueno pensando, bailando, pintando, escribiendo, relacionándose y ayudando? Y si una chica gana y es primera, ¿seguirá llamándose primero? El programa tiene algunas facetas interesantes, como la consideración de la vida emocional, pero el eje competitivo sobre el que gira no me gusta.
Las muestras de júbilo cuando el niño acierta o cuando el presentador proclama las puntuaciones y dice quién va primero son impresionantes. Ganar, ganar, ganar a los otros. Llegar a ser el primero. Conquistar esa beca soñada desbancando a los demás. No importa el proceso, importa el resultado. No importan las condiciones de partida, importa el tiempo de llegada. Importa ocupar el primer lugar en el ranking. No en un grupo sino individualmente.
No sé si conoce el lector un hermoso relato de Carlos Joaquín Durán titulado ‘Virtudes Choique’. Virtudes era una docente que trabajaba en una escuela situada al pie de un cerro. Era la única docente del lugar y se encargaba de tocar la campana, de hacer la limpieza, de trabajar la parcela. Era robusta, morena y tenía a su cargo 56 niños. Dice Joaquín Durán que “estaba llena de inventos, de cuentos y de expediciones”. Los chicos no se perdían ni un solo día de clase: además de jugar con ellos les escuchaba sus historias.
Un día, uno de los niños, Apolinario Sosa, llegó a su casa con una notita de la maestra que aseguraba a los padres que su hijo era el mejor alumno de la clase. Al día siguiente, otro niño llevó a su casa una nota parecida, y así otro niño y otro más, hasta que los 56 niños llevaron a su casa el mismo mensaje de la maestra que aseguraba a los padres que su hijo era el mejor alumno.
Y no habría pasado nada si al recibir la notita, el boticario hubiera reaccionado como los otros padres. Contrariamente a los demás, éste decidió hacer una gran fiesta y procedió a escribir una carta a la señorita Virtudes en la que la invitaba, y también a todos los niños y a sus familias para el sábado siguiente. Se armó un buen revuelo. Cada niño lo comentó en su casa y, como ocurre siempre con la gente sencilla, nadie faltó a la fiesta y todos estuvieron dispuestos a divertirse.
En medio de la reunión, el boticario pidió silencio para anunciar la razón del festejo: los había reunido para comunicarles que su hijo había sido nombrado por la maestra el mejor alumno de la clase. Y los invitó a todos a brindar por su hijo que había honrado a su padre, al apellido y al país.
Nadie levantó el vaso; en contra de lo esperado, nadie aplaudió. Los padres empezaron a mirarse unos a otros bastante serios; el primero en contestar fue el padre de Apolinario Sosa que dijo que no brindaba, porque el ‘único mejor’ era su hijo. Inmediatamente el padre de una niña ya casi se le acercaba para pegar al señor Sosa diciéndole que la ‘única mejor’ era su hija.
Comenzaron los gritos, los insultos, las peleas. Lo peor fue que empezaron a acusar a la maestra como la culpable de aquel conflicto. Un padre dijo: Aquí la responsable de todo es la señorita Virtudes Choique, que ha mentido; nos ha dicho a todos los padres lo mismo: que nuestro hijo es el mejor alumno.
Y Virtudes, que hasta ese momento había permanecido callada, tomó la palabra y dijo: Yo no les he mentido y voy a darles ejemplo de que lo que digo es verdad: cuando digo que Apolinario Sosa es el mejor alumno no miento, porque si bien es desordenado, es el más dispuesto a ayudar en lo que sea. Tampoco miento cuando digo que aquel es el mejor en matemáticas, pero no es precisamente muy servicial. Y aquella que es una peleadora de primera es la mejor escribiendo poesías. Y aquel, que es poco hábil para la Educación Física, es el mejor alumno en Dibujo. ¿Debo seguir explicándolo? ¿No lo entienden? Soy la maestra de todos y debo construir el mundo con estos chicos. Pues entonces, ¿con qué levantaré la sociedad, con lo mejor o con lo peor?
Poco a poco cada padre fue buscando a su hijo. Los mayores estaban muy serios, en cambio los chicos estaban todos contentos. Poco a poco cada padre fue mirando a su hijo con ojos nuevos, porque hasta ahora habían visto sobre todo el defecto. Los padres fueron comprendiendo que cada defecto tiene su virtud que le hace contrapeso y que es necesario destacar, subrayar y valorar. El boticario, que era el organizador de la fiesta rompió el silencio y dijo: Bueno, la comida ya está preparada y debemos multiplicar este festejo por 56.
No me gusta la obsesión por la competitividad. Si conseguimos que cada niño se sienta el mejor de su escuela, el mejor de sí mismo en la escuela y en la familia, habremos avanzado un gran trecho. Suscribo con entusiasmo el pensamiento de Ernesto Sabato: “La búsqueda de una vida más humana debe comenzar por la educación”.

6 respuestas a «El primero de la clase»

  1. me parece muy bien que se hayan eston espacios en donde se defienda al ser humano en su esencia y se dejen en el pasado aquellas mentalidades discriminadoras porque no terminan ayudando a mejorar las relaciones entre la sociedad existente y solo hace causar daño a muchas personas, la educacion es la base y no debemos de tolerar discriminar a nadie porque nadie puede decir que es mejor que nadie ya que todos tenemos diferentes capacidades para poder asumir muchos roles importantes en nuestra sociedad, me agrado mucho leer este articulo HAY QUE SEGUIR DIFUNDIENDO ESTO…Y YO ME SUMO A HACERLO EN LA UNIVERSIDAD DON ESTUDIO …

  2. Este cuento de Vistudes Choique lo utilice para comenzar una charla sobre alfabetización.. realmente es muy bello..

    Pero da pena saber que aún quedan docentes que no trabajan destacando las virtudes de cada chico. si todos fueramos un poquito Virtudes, las aulas serian distintas.

  3. Estuve 16 años en 1º realmente mucho trabajo. Si se trabajara como una Virtudes choique desde las Virtudes de cada niño el resultado sria distinto..

  4. Magnifica lectura que nos hace refleccionar sobre muchas cosas como padres y como docentes que muchas solo vemos lo externo y no lo interior.

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