Contra la obligatoriedad

26 Ago

Hay prohibiciones cuestionables. En el pasado mes de julio se ha implantado en España el carnet de conducir por puntos. La experiencia positiva de otros países era un aval valioso. Todos los indicadores muestran que la iniciativa ha sido estupenda también para nosotros. Se ha reducido significativamente el número de accidentes y de víctimas mortales. Se respetan mejor las normas y ha disminuido la velocidad en la conducción. En definitiva, se han salvado vidas.
Las causas por las que se pierden puntos son de diferente naturaleza e importancia. No es igual conducir borracho que aparcar en un lugar prohibido. No es lo mismo adelantar indebidamente que no llevar puesto el cinturón. Hay infracciones que provocan riesgos y daños a terceros. Y otras que no originan daño alguno a nadie, salvo al propio conductor. Una de ellas es el uso del cinturón de seguridad. ¿A quién perjudica no llevarlo puesto? Hipotéticamente, sólo al conductor.
Estoy a favor del uso del cinturón de seguridad en el coche, pero en contra de su obligatoriedad y, por consiguiente, en contra de que se multe al conductor y se le quiten puntos por no llevarlo adecuadamente colocado.
La razón primera de mi postura es que, en caso de que un conductor quede atrapado dentro del coche por llevar puesto el cinturón y, como consecuencia, muera o quede lesionado, la responsabilidad es del legislador. La obligatoriedad de ponerse el cinturón ha sido un auténtico homicidio. Se me dirá que nunca se podrá probar a ciencia cierta que la persona se hubiera salvado de no haber llevado puesto el cinturón. En ese caso, no se podrá decir a ciencia cierta que el cinturón ha evitado la muerte.
La segunda razón es que el no llevar puesto el cinturón, como decía, no perjudica a otros conductores o a peatón alguno. Se me dirá que perjudica a la ciudadanía el porcentaje más elevado de muertos que se produce (según cuentan las estadísticas) en caso de no llevar el cinturón. Los costes de las indemnizaciones y de los tratamientos se reparten entre todos los contribuyentes. En ese caso se está anteponiendo el interés económico a la salvación de la vida del conductor que ha quedado atrapado en el vehículo por llevar el cinturón bien colocado.
¿Qué hacer? A mi juicio la solución estaría en informar veraz y adecuadamente a los conductores sobre los riesgos que se corre cuando no se utiliza el cinturón. Explicarle que estadísticamente (sólo estadísticamente) es más probable morir o quedar gravemente lesionado cuando no se lleva. Y está en la libertad y responsabilidad de cada persona asumir o rechazar los riesgos. ¿Se multa acaso a quien con una úlcera de estómago tiene a bien comerse una fabada? ¿Se multa al diabético que desea comerse un buen trozo de tarta? ¿Se multa a quien en un bar bebe hasta emborracharse porque está arruinando su vida?
Siguiendo los argumentos oficiales (salvar vidas por obligación) se podría obligar a poner rejas en las puertas de las ventanas de los pisos altos para evitar que los individuos tengan la tentación de lanzarse al vacío. Parece ridículo. Pues bien, en este caso podría haber daños de terceros si el suicida cae sobre algún transeúnte.
La cuestión clave está en el daño a terceros. Hablar por el teléfono móvil, sobrepasar la velocidad, saltarse un stop, conducir bajo el efecto del alcohol son hechos que pueden provocar accidentes que implican a quienes conducen legalmente o caminan de forma adecuada.
Mezclar las razones por las que se sanciona o se quitan puntos lleva a considerarlas a todas de una misma naturaleza aunque de distinta gravedad. No es así.
La buena educación vial llevará al conductor a conocer la normativa y a cumplirla. le llevará también;en a ser prudente en la delicada tarea de llevar un vehículo. Pero no se puede obligar a una persona a hacer o a evitar algo que sólo a él le atañe
Si el Estado está celoso por la vida o la salud de los ciudadanos, yo podría apuntar muchos caminos eficaces. Claro que son caminos que cuestan mucho dinero. Sin embargo, a través de las multas es el estado el que se enriquece.
En cierta ocasión me detuvo la policía de tráfico por no llevar puesto el cinturón. El agente me preguntó:
– Vd sabe por qué hay que llevar puesto el cinturón.
– Sí, porque si no se lleva puesto, el Estado esquilma al ciudadano. Vd. mismo me lo va a confirmar con toda claridad.
No voy a utilizar como argumento el caso de las personas que sufren la sensación de asfixia al ir atados al vehículo, ni la incomodidad de las mujeres, ni la necesidad de gastar un dinero (por cierto, ¿por qué no los regalan?
Añadiré, para terminar, dos breves reflexiones. Una referida al lenguaje. Se habla de cinturón de seguridad. El lenguaje llega a configurar la realidad. Debería decirse cinturones de posible seguridad. ¿Ha sido cinturón de seguridad para quien ha perdido la vida por llevarlo puesto? La otra tiene que ver con la cada vez más potente sensación de ser súbditos, de ser individuos tutelados, que serán más felices en la medida que sepan obedecer mejor.
Hay que usar el cinturón. Todas las investigaciones son coincidentes. Existe un mayor riesgo de perder la vida cuando no se usa. Esto lo tiene que saber todo conductor. Y él, en el uso de su libertad, deberá hacer lo que considere oportuno. Si es inteligente y sensato, se lo pondrá.

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