La escuela ha de ser un verdadero taller de ciudadanía. En un taller no sólo se hacen disquisiciones teóricas sino que se trabaja manualmente una obra. Sé que introducir en el currículum la asignatura de ‘Educación para la ciudadanía’ no es suficiente. Pero resulta absolutamente necesario para el aprendizaje de los rudimentos de la convivencia y de la democracia. ¿Qué otra tarea es más importante en la escuela?
Aprender a convivir, a ser solidarios, a respetar a los otros, a entender la diversidad, a compadecerse de los que sufren, a crear una sociedad más justa y más habitable es, a mi juicio, el principal objetivo de la institución escolar. Si aprendiésemos en la escuela muchas cosas y las utilizásemos luego para extorsionar, engañar y explotar a los otros, creo que nos traería más cuenta ser ignorantes. ¿A qué llamamos éxito del sistema educativo?
Cuando veo comportamientos políticos como los que han ocurrido en Marbella me echo a temblar. ¿Para qué les ha servido pasar por la escuela, por el Instituto o por la Universidad a estos personajes corruptos? ¿Para qué les ha servido lo que saben si lo han utilizado para burlarse de los electores, para enriquecerse a su costa y para reírse de su confianza y de su ingenuidad? ¿Para qué les sirvió la educación? Son personas de comportamientos interesados, egoístas, abusivos. Son individuos capaces de entrar después de ti por una puerta giratoria y salir antes.
Resulta increíble que quienes hoy se manifiestan en Madrid, entre otros motivos, contra la inclusión de la asignatura de ‘Educación para la ciudadanía’, sean acérrimos partidarios de la presencia de la asignatura de religión en las escuelas. (Por cierto, qué afición le han cogido a la calle con lo que habían criticado a quienes se manifestaban contra la guerra detrás de las pancartas. Están en su derecho. Nadie se opone a que griten en las calles. Para eso y por eso está la democracia).
Muchos manifestantes que se concentran hoy en Madrid van a defender “su derecho a elegir centro” (y el de todos los que piensan como ellos), “su derecho a elegir la religión católica en la escuela para sus hijos” (y el de los que creen lo que ellos), “su derecho a casarse como quieren” (y el de todos los que piensan como ellos…).
Pero no defienden el derecho a casarse como quieren, y a tomar la postura que desean ante la religión, y a elegir el centro mejor para aquellos que tienen una opinión contraria a la suya. Es decir, son gentes que van a lo suyo.
Es bueno analizar los eslóganes de las pancartas que llevan, fijarse en los contenidos de sus gritos, observar los gestos de agresividad y de desprecio a los que gobiernan. Como si quienes gobiernan no estuvieran ahí gracias a unos votos que tienen igual valor que los suyos… Votos de personas tan inteligentes, tan honradas, tan bondadosas, tan justas y tan conscientes (por lo menos) como ellas.
Dicen que ‘Educación para la ciudadanía’ es una asignatura sectaria a través de la cual el Gobierno impondrá su ideología. ¡Ellos que defienden la presencia de las clases de religión en las escuelas! No es sectaria una asignatura que impone dogmas, pero sí otra que dice que hay que respetar a los creyentes que abrazan cualquier credo. No es sectaria una asignatura que dice que es pecado dudar y lo es otra que invita a practicar la crítica. No es sectaria una asignatura que excluye a las mujeres del poder y lo es otra que defiende la igualdad de género. Y así hasta el infinito.
Dicen también que esta asignatura es similar a la denostada FEN (Formación del Espíritu Nacional) que tuvimos que soportar en la dictadura. Yo creía que estábamos avanzando en la democracia. Y que de lo que se trataba hoy era de profundizar en los fundamento de la convivencia respetuosa y de la solidaridad acendrada.
Creo que la rechazan porque no saben ni de qué se trata, ni cuáles son sus fines ni qué fundamentos. la sostienen. Claro que la explicación puede ser más simple: la rechazan sencilla y llanamente porque la impone un Gobierno que no es de su color. Y cualquier ocasión y motivo es bueno para ir contra el Gobierno. Todo vale para ir contra el Gobierno. Todo puede convertirse en una piedra para lanzar al enemigo: una palabra, una idea, una ley, una asignatura…
Me duelen los oídos de oír argumentaciones falaces, insultos gratuitos y descalificaciones interesadas. Me duele el alma de ver posturas discriminatorias y elitistas. He oído decir a un comentarista de radio cuya cadena no es necesario nombrar que si un inmigrante llega a un colegio concertado sin saber ni palabra de español, ese Colegio tiene que tener libertad para negarle la admisión. Qué bonito. ¿Dónde tiene que ir? Qué interesante. ¿Y si todos hacen lo mismo? Qué aleccionador. ¿Y si se tratase de su propio hijo? Una vez que ese Centro se quede con ‘los mejores’ se pondrá la etiqueta de ‘centro de calidad’.
Dice Adela Cortina en su libro ‘Ética para la sociedad civil’, que podemos consensuar un código de valores que estén en la base de la convivencia. Creyentes y no creyentes podemos aceptar que son valores la solidaridad, el respeto, la dignidad, la libertad, la igualdad, la justicia, la responsabilidad… ¿No es esa la base de la convivencia en una democracia? La lucha por la conquista de la dignidad de las personas sería el objetivo prioritario de la democracia. La dignidad que es consustancial a la condición de ser persona. El libro de José Antonio Marina y María de la Válgoma ‘La lucha por la dignidad’ debería ser de obligada lectura en las escuelas.
Juan Bautista Martínez, profesor de la Universidad de Granada, acaba de escribir un hermoso libro titulado ‘Educación para la ciudadanía’. Comienza el autor diciendo: “Esta publicación se propone convertir la vida del centro en un laboratorio práctico e indispensable de ciudadanía, lejos del listado de contenidos para el tratamiento curricular y conceptual del tema”. Habla con acierto y pasión de la importancia de la comunidad, del diálogo, de los derechos civiles y sociales, de la participación, de la igualdad y de la negociación. Y de cómo pueden trabajarse todos estos conceptos en la escuela. ¿Es esto sectarismo? No. Es educación para la democracia.
Hace unos años fui a ver la película ‘Un lugar en el mundo’, del director argentino Adolfo Aristaráin. En esa película hay una escuela y un maestro. Cuando los alumnos terminan la escolaridad, los reúne y les dice: “Más preocupado que de los conocimientos que tenéis en la cabeza, lo estoy por saber si aquí habéis aprendido a pensar y a convivir”. Esa es la tarea de la escuela. Y a esa tarea debe contribuir significativamente la nueva asignatura ‘Educación para la ciudadanía’.
Taller de ciudadanía
1
Abr