¿Cuántos amigos tienes?

2 Abr

Albert Camus define la amistad como “la ciencia de las personas libres”. Ciencia y arte a la vez. Decía Aristóteles que la amistad es un alma que habita en dos cuerpos y un corazón que habita en dos almas. Y así es. Siempre he pensado que la amistad es una de las columnas que sostienen el mundo.
El lenguaje nos juega muchas veces malas pasadas. Una de ellas es la de utilizar la misma palabra para designar realidades muy diferentes. Algunos llaman amigo a un simple compañero de trabajo o de partido o de clase, a un aprovechado colega, a dicharachero acompañante,. a un ocasional aliado, a un camuflado contrincante, a un adulador interesado, a un bromista entretenido, a un jefe cercano, a un profesor condescendiente, a un padre campechano… No. Esos no son amigos, son meros sucedáneos. Por otra parte, decir un “buen amigo”, un auténtico amigo”, un “verdadero amigo” es utilizar adjetivos innecesarios porque un amigo es, per se, bueno, auténtico y verdadero. Decir “buen amigo” es una tautología. Decía Epicuro: “La amistad recorre el mundo cada mañana despertando a las personas de manera que puedan hacerse felices”. ¿Cómo sería este mundo sin el sentimiento y la experiencia de la amistad?
Un amigo es una persona que, a pesar de conocerte muy bien, te sigue queriendo. Es una persona que comprende, que perdona, que no tiene que ser llamado en la adversidad, que no se aprovecha de la prosperidad o el éxito, que te dice la verdad, que no te abandona, que está disponible a cualquier hora. Alguien ha dicho que un amigo es un hermano que se elige. En efecto, el azar nos da los parientes, pero nosotros elegimos a los amigos. La amistad minimiza los defectos, disculpa los errores y perdona los descuidos. Como decía Joseh Joubert: “Cuando mis amigos son tuertos, los miro de reojo”.
Hago estas reflexiones ante el asombro y la tristeza que me producen muchas relaciones que veo en los medios de comunicación y en la vida. Traiciones, insolidaridad, puñaladas traperas, insultos, agresiones, deslealtades, trampas, acusaciones brutales, superficialidad, falsedades, mentiras, utilización aprovechada de la intimidad compartida, egoísmo… Eran amigos, pero un mezquino interés acabó con la amistad. ¿Qué amistad era esa? Eran amigos, pero la envidia más ruin provoca un ataque despiadado que hace saltar por los aires muchos años de relación. Una amistad que termina de esta manera, nunca había comenzado. Dice un proverbio chico que las buenas fuentes se conocen en las grandes sequías y los buenos amigos en las épocas desgraciadas.
Javier Cercas, escritor cacereño que alcanzó un éxito extraordinario con la novela “Soldados de Salamina”, obra de la que se hicieron más de cuarenta ediciones, que fue traducida a más de veinte idiomas y que dio lugar a la película del mismo nombre, acaba de publicar otra novela espléndida. Se titula “La velocidad de la luz” y es la historia de una amistad. Una amistad entre un escritor novel que viaja como becario desde Cataluña a la Universidad americana de Urbana y un compañero de despacho, también profesor en esa Universidad y antiguo combatiente en la guerra de Vietnam.
La novela de Cercas, que es una magnífica lección sobre el arte de narrar, está escrita con un lenguaje preciso y elegante, tiene una rigurosa estructura y una cadencia de creciente palpitación. Se sumerge en las aguas turbias de la culpa y explora sus más recónditos escondites. Contiene, además, una intensa reflexión sobre la guerra, sobre el éxito y sobre la literatura, filtradas a través del sentimiento de amistad que atraviesa todas las páginas. La naturaleza humana toca techos de éxtasis y fondos de desesperación que llevan a los protagonistas a rezar con Heminguey: “Nada nuestro que estás en la nada, nada es tu nombre, tu reino nada, tú serás nada en la nada como en la nada”.
Lo más alejado del burdo interés, de la competitividad desleal, de la indecencia relacional, de la obsesión por la eficacia y del relativismo moral que hoy nos invaden es la amistad. Para un mundo dominado por el individualismo y por la ley del “todo vale”, no hay mejor terapia que el florecimiento de la amistad.
Alguien me contó hace tiempo esta interesante historia sobre la amistad que quiero compartir ahora con el lector. Un hijo le pregunta a su padre:
– ¿Cuántos amigos tienes?
– Uno sólo, hijo.
– ¿Uno sólo, padre? Has perdido la vida. Con lo importantes que son los amigos. Yo tengo cientos de amigos extraordinarios.
– ¿Y sabes si son realmente amigos tuyos?
– Claro que lo sé. Me lo han dicho muchas veces.
El padre le propone que someta a prueba esa amistad. Y le dice:
– Mira, vas a matar una oveja. La metes en un saco, de manera que se vea la sangre. Y con el saco a cuestas vas a llamar a la casa de tus amigos y a pedirles ayuda. A ver cómo reaccionan. Así lo hace el hijo. Llega a casa del primero de sus amigos, el que cree que de ninguna manera le va a fallar.
– Mira, le dice mostrando el saco. He matado a una persona. Por favor, ayúdame.
– ¿Has matado a una persona? ¿Qué me dices? Tú eres un asesino. ¿Qué quieres, que me impliquen a mí en el asesinato? ¿Por qué has venido? Díselo a otro. Vete, no quiero volver a verte nunca más.
Se va desconcertado y entristecido. Llega a la casa de otro de sus amigos con el mismo mensaje e idéntica petición.. Y la respuesta le duele aún más:
– Yo no quiero tener como amigo a un monstruo. Me has defraudado. No pensé que fueras así. Jamás me imaginé que pudieras hacer algo semejante. Me avergüenzo de ti. Aléjate pronto de aquí, porque eres un maldito indeseable. ¿Cómo he podido ser amigo tuyo?
Así le va sucediendo con todos los que creía sus amigos. Y entonces piensa en el amigo de su padre. ¿Cómo reaccionará? Llega a su puerta, se presenta como hijo de su amigo. Le cuenta exactamente lo mismo que a sus pretendidos amigos, le pide idéntica ayuda y oye, emocionado y atónito, esta respuesta.
– Pasa, pasa pronto. Vamos a enterrarlo en el jardín. Y, por favor, a tu padre no le digas ni media palabra de lo que aquí ha sucedido.
Creo que es importante hacer amigos. Pero es más importante mantenerlos, saber cuidarlos, saber ser fieles a esa hermosa relación. Qué hermosa y certera la recomendación del proverbio chino: recorre frecuentemente el camino que lleva al huerto del amigo, de lo contrario crecerá la hierba y no podrás encontrarlo fácilmente.

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