El pasado jueves se celebró el Día Internacional contra la Violencia hacia la Mujer. Violencia que produce víctimas cada instante. Se trata de un terrorismo que no siempre da la cara, que anida en las casas bajo la apariencia de la normalidad y hasta de la ejemplaridad. Un peculiar terrorismo que se ejerce en nombre del amor (yo te quiero), de la protección (es por tu bien), de los hijos e hijas (tienes que estar aquí y ser así)… Un terrorismo que, como tal, echa sus raíces en las amenazas burdas o sutiles (te vas a enterar), en el autoritarismo despótico (tú te callas), en el horror de los golpes (la próxima vez te mato), en las exigencias sexuales faltas de respeto (es tu obligación satisfacerme), en el amor como posesión (o eres mía o no serás de nadie), en los celos patológicos (ni se te ocurra mirar a otro), en la tradición coercitiva (tú a la casa, que es lo tuyo)… La realidad está ahí como si de una maldición inexorable se tratase. La realidad es sangrante y cada día nos sobrecoge con casos que saltan del silencio a la palabra, de la sombra a la luz, del terror a la rebeldía, del terreno privado a la esfera pública.
Se trata de luchar contra la violencia que sufren muchas mujeres. Violencia que llega, en algunos casos, a la muerte física. En otros, la muerte es esencialmente psicológica. El problema es que los cadáveres psicológicos no huelen, se mueven, hablan y hasta se ríen. No sólo existe el dolor físico, hay dolores de otra naturaleza, no menos terribles, no menos insoportables. He tomado el título de la excelente exposición de fotografía que está presentándose estos días en la Sala Moreno Villa con la colaboración de la Plataforma de la Lucha contra los Malos Tratos ‘Violencia cero’.
En esta exposición de 45 fotografías en blanco y negro se recoge la visión de la fotógrafa Paloma Palencia sobre la problemática de los malos tratos. Una visión que recorre siete fases secuenciadas: inocencia, enamoramiento, maltrato psicológico, maltrato físico, respuesta de la sociedad, liberalización y normalización.
¿Hay hoy día más casos de maltrato que antes? Creo que no. Lo que pasa es que algunas mujeres han aprendido a decir: “Basta, no, se acabó, no más horror, no más humillación”. Lo dicen, muchas veces, aterrorizadas por las consecuencias. Lo dicen bajando la cabeza por haber aceptado la humillación. Y, muchas veces, con escasa esperanza de escapar de quien las persigue en nombre, a veces, del amor. Y con pocas garantías de que la justicia (si no hay pruebas fehacientes) se ponga del lado de la víctima.
Está claro que una sociedad democrática, asentada en valores tiene que ser sensible ante este terrorismo doméstico. Que tiene que denunciarlo. La sociedad tiene que dar respuesta a estas mujeres que sufren. Es urgente. Porque esto no es un ensayo general, esto es la vida. Si fuera un ensayo, se podría mejorar en el siguiente intento. Pero quien echa a perder la vida, no tendrá otra nueva para hacerlo mejor. Para ser feliz. Por eso me preocupan, sobre todo, las causas de estas situaciones. El origen de estos males que a todos nos destruyen un poco. Y creo que están en la cultura y en la educación todavía cargadas de sexismo, de androcentrismo, de discriminación.
“No está en los genes” es el lapidario título del libro de Rose y Levontin. No está en los genes. Está en la cultura, está en la forma de asumir los papeles de hombre y de mujer en la cultura. Está en la educación, en la forma en que aprendemos los patrones de comportamiento de qué es ser hombre y mujer en la cultura hegemónica. Mientras la mujer siga viéndose y aceptándose como un objeto de placer, como un ser con menos derechos, con menos oportunidades…, seguirá el abuso, la dominación, el maltrato, la opresión.. Hay que ir a las raíces del mal. Hay que saber qué pasa por la mente y el corazón del maltratador y de las maltratadas. Y de esas otras víctimas que son los testigos (muchas veces los hijos) que aprenden eficazmente el miedo y el horror.
También las mujeres aprenden a ejercer su papel. Aprenden a someterse, a perder, a ceder. Entran en la perversa trama de la tiranía de la sumisión, de la belleza, de la imagen, de la atracción. Cuando la mujer asume los criterios y las actitudes de la cultura sexista, tiene difícil la liberación. No hay mayor opresión que aquella en la que el oprimido mete en su cabeza los esquemas del opresor.
Nos hacen asimilar los patrones sexistas que impregnan la cultura muchos fenómenos de naturaleza, algunas veces, muy sutil.
El lenguaje sigue siendo sexista. No en vano las gramáticas y los diccionarios han sido hechos por hombres. Lo que se dice sobre la mujer y sobre el hombre y lo que se permite decir a las mujeres y a los hombres es diferente.
La moral, aplica criterios diferentes para los mismos comportamientos de hombres y mujeres. Si ella comete adulterio es una puta.
Las religiones (la católica entre otras), que tiene una estructura y una visión androcéntrica de la realidad. Es significativo el eslogan de las feministas norteamericanas: “Dios es negra”.
La educación exige un tipo de comportamiento diferente a niños y niñas. Se dice que los hombres no lloran, que las mujeres tienen que ser delicadas, que los varones tienen que mostrarse de forma valiente…
El trabajo se distribuye, se desarrolla y se remunera de manera diferente según el género.
La sexualidad se aprende de manera todavía muy discriminatoria. Mientras más relaciones tiene un hombres es más ‘machote’, mientras más experiencias tiene una chica es más frívola.
El poder, que se ejerce por los hombres desde una óptica marcada por la dureza, la ambición y el autoritarismo. Se entiende que esas son características innatas de los hombres.
Las relaciones se dimensionan desde patrones diferentes. Ellas no deben anticiparse en la declaración de amor. Ellos tienen que mostrarse insaciables en el sexo.
Todo ello hace a los hombres insensibles a e inconscientes. Aunque eso no quiere decir que el maltratador sea un loco a quien no se le puedan pedir responsabilidades. Todo ello convierte a las mujeres en víctimas que desempeñan el papel de triunfantes perdedoras. Permítame el lector una ingeniosa y cruel ironía. Un psiquiatra psicoanaliza a una mujer y le dice: “Por lo que veo, su problema está en el inconsciente”. Tendremos que analizarlo. A lo que ella responde: “Pues mire usted, doctor, no creo que mi marido quiera venir”.
La coeducación, como un aprendizaje basado en el respeto, en la justicia y en la igualdad de oportunidades ha de estar en la base de la soluciones. Pero en la coeducación no está sólo la escuela. Si en ella se trabajan principios, actitudes y prácticas coeducativas, y en la familia se siguen manteniendo patrones sexistas (niña, haz la cama, quita la mesa, barre el salón, plancha las camisas…), se ha avanzado parcialmente. Si en la familia y en la escuela se camina en la dirección adecuada pero en la sociedad las mujeres siguen siendo preguntadas cuando van a buscar trabajo si se van a casar, si van a tener hijos…, tampoco se podrá alcanzar el objetivo de la igualdad. Todos a una. Por la igualdad. Por la justicia.
No sólo duelen los golpes
27
Nov
hola soy la autora de NO SOLO DUELEN LOS GOLPES GRACIAS POR HABLAR DE MI EXPO!!! Y TOODO LO QUE PLANTEAS EN ESTE ARTICULOOOO!
MIL GRACIAS
Me parece muy bien su descripcion del maltrato que sufrimos muchas mujeres. Pero de verdad lo que buscamos mas que la descripcion de lo que estamos viviendo, es una idea, una pista, algo que nos ayude a superar tales vivencias. y deslastrarnos del maltratador. gracias
ola soy lorena tengo 16 años y he tenido la suerte de que en mi instituto se expusieran las fotos de pamela la verad esque nos dejaron a todos con la boca abierta y nos llego muy dentro todo lo que pamela nos contó, hasta se quedo con nosotras una hora para darnos algunos consejos y resolver la sdudas que teniamos…
Desde aquí le quiero dar las gracias por habernos abierto los ojos y por todo lo que esta haciendo.
Aunque a veces te entren ganas de dejarlo no lo hagas nunca porque la sociedad lo necesita, necesita que haya gente como tu, personas que se preocupen por los demas sin pedir nada a cambio…
Gracias por todo y espero que te vaya muy bien que seas muy feliz y que consigas todas tus metas…
Los alumnos del I.E.S. Salvador Dalí te apoyamos e intentaremos que tus obras sean muy conocidas para que toda la gente pueda ver tu trabajo y pueda sentir todo lo que nosotros sentimos al verlo. Un beso y suerte.
Hola! soy Maria tengo 16 años y tuve, como Lorena, la suerte hace poco de que en mi instituto expusieran las fotos de Pamela y de que ella misma nos explicase todas y cada una de las situaciones que se viven cuando sufres el maltrato machista.
Tuve, también, la suerte de hacerla una entrevista para el periódico del tuto, que con un poco de suerte verá la luz pronto.
En nombre de todas a las que nos ayudaste a comprender un poquito mejor esta lacra, 10000 besos y sigue adelante.
Maria