Jazz para el asesino del hacha

17 Feb

Jazz para el asesino del hacha
Jazz para el asesino del hacha

Ray Celestin nos ha versionado en Jazz para el asesino del hacha (Alianza) una historia real, la del asesino del hacha de Nueva Orleans, que delinquió entre mayo de 1918 y octubre de 1919. Un asesino en serie, que nunca fue descubierto y que asesinaba a sus víctimas con hachas de la propiedad de éstas, asaltando sus casas de noche, sin forzar la puerta y a las que no robaba.

La mayoría de sus víctimas eran italianos o italo-americanos, por lo que se planteó no sólo el motivo racial, sino de las propias implicaciones de la mafia. También hubo investigaciones que apuntaban sólo hacia el sadismo o la simple promoción del jazz.

Sí, se sorprenderán: el asesino escribió una carta, publicada en los periódicos locales, donde afirmaba que volvería a matar excepto en aquellos sitios donde estuviera sonando música de jazz.

Y aquí es donde comienza nuestra novela. Ray ha sabido no sólo llevarnos al ambiente de aquella Nueva Orleans donde la música inundaba las calles por la celebración de un entierro o salía de un tugurio donde el bourbon, la absenta o el opio eran las drogas de evasión. Donde el pan nuestro de cada día era el racismo entre blancos y negros, la prostitución vivía marginada en arrabales tras su prohibición, el vudú y el tarot seguía siendo parte de la religión, y la extorsión y la violencia eran el lema de vida de muchos. Como fondo The Big Easy, excitante y festiva, maloliente y adicta, con su río Mississippi de fondo, a punto de desbordarse, como la propia ciudad.

Para comprender este ambiente Ray ha trabajado de forma espectacular a los personajes. Tenemos nada menos que cuatro detectives. Todos absolutamente necesarios. Michael Talbott, el policía incorrupto, que sigue los cauces legales y las investigaciones más rutinarias sobre el asesino. Repudiado por todos sus compañeros policías, tendrá en un joven policía novato el apoyo para animarse en la investigación, pues su entorno laboral no le es nada favorable. Luca D’Andrea, antiguo compañero de Talbott, policía corrupto, que acaba de salir de la cárcel de Angola. Fue encarcelado por el chivatazo de su entonces aprendiz Talbott, pero no le guarda rencor. Tiene relaciones con la Mafia y será ésta quien le pida que busque al asesino del hacha porque está ensuciando el nombre de la organización. Ida, es una negra con sólo un octavo de sangre negra en sus venas, por lo cual, su tez es más blanca que la mayoría de las chicas. Vive en el límite del racismo. Los negros puros no la quieren, la miran mal, y los blancos sólo la quieren como una flor rara y para la prostitución –este tipo de piel era el más demandado por los hombres blancos–. Pero ella ha estudiado y se siente detective. Ávida lectora de Sherlock Holmes, trabaja de secretaria en una agencia de investigadores. Se lanzará a la caza del asesino del hacha de la mano de su mejor amigo, Lil’ Lewis Armstrong, un músico trompetista que promete ser una figura y que sobrevive tocando en tugurios.

No me dirán que la novela no promete… aún a pesar de que la historia del asesino del hacha pueda ser muy simple, las imbricaciones que relaciona Ray Celestin son estupendas, ya que gracias a las distintas perspectivas de sus personajes, tendremos una visión global de lo que sucedió y podremos sacar nuestras propias conclusiones.

En esta historia de más de 450 páginas vamos a leer novela negra, muy negra, donde no sobrará ni una coma, ni nos faltará ningún diálogo o apunte para cerrar la historia, pero sobre todo disfrutaremos de pasear por Nueva Orleans, a veces, la mayoría, con miedo. Escucharemos no sólo música de jazz de fondo y de forma continuada, sino obras como Oh Dindn’t He ramble,y el río será testigo de la tempestad que se avecina mientras la humedad nos calará en más de una página donde la mafia y los lugares más sórdidos se nos hacen presente.

Recomendada para los amantes de Nueva Orleans, el jazz, el soul, historias de la mafia, políticos corruptos y sobre todo para los amantes de novela negra clásica. No olviden ponerse jazz de fondo y un copita de bourbon al lado. Disfruten.

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