Frutos míticos : la manzana

4 Abr

Frutos míticos hay muchos, pero con la carga emocional que tiene la manzana, ya no son tantos. Se diría que junto con las espigas de trigo y el arroz, con el fruto del olivo, y el de la vid, es uno de las más significativos en muchos sentidos. Se supone con cierta certeza que el árbol, el manzano, fue domesticado por el ser humano hace más de 15.000 años : junto al Cáucaso. Y siglos después lo trajeron a Occidente las legiones romanas. Y desde esos miles de años antes dichos hasta el cuento infantil de la manzana de Blancanieves, hay un muy largo recorrido lleno de historias, unas verídicas, las menos, y otras basadas en hechos reales, o al menos en hechos que la historia relata como sucedidos.

Las manzanas cobran relevancia desde los orígenes de muchas civilizaciones : en el Edén, una es la que conduce a la caída del ser humano en la desgracia de la pérdida de la inocencia; en el mito griego una manzana causó la discordia entre quienes competían por coronarse como la mujer más bella : “El juicio de Paris”, causante de la guerra de Troya, y que plasmó en lienzo Pedro Pablo Rubens. Belga también, como Magritte.

Pero lo que ahora queremos tratar de razonar es otra cuestión muy concreta : ¿por qué René Magritte, que es el autor de ese cuadro donde se ve una manzana encerrada, como suele decirse, entre cuatro paredes, la pinta extrañamente atractiva, manzana circular, esférica, con ese verde tan propio del prolífico genio belga, por qué la pinta encerrada en un espacio cuadrangular?

El nombre que René Magritte le dio a la obra pictórica, “La cámara de escucha” (1958), – también llamada “La habitación para escuchar”-, acaso valga para invitar a que el espectador de la obra medite, piense, escuche. No veo que sea descabellado admitir tal idea como posibilidad.

Pero…, ¿en qué se ha de pensar? Y, ¿”lo qué” hay que escuchar? ¿Acaso hemos de demorarnos en el ruido vano de miles de seres perdidos en las muchedumbres de las grandes ciudades? ¿O por el contrario debemos retirarnos a nuestro más “íntimo cubil”, que es el hondón donde habita la (¡a veces!) fiera de nuestro pensamiento, y ahí adentro, entre “las cuatro paredes” de nuestro cráneo, pensar o escuchar?

Por ahí pueden ir los caminos : tratemos de orientarnos en ese “bosque de símbolos” (Baudelaire : en el poema “Correspondencias”, de su obra “Las flores del mal”) que es el mundo. Y miremos, miremos el mundo, pues que en él vivimos.

La manzana es un poderoso símbolo. Es el fruto del Árbol del Conocimiento, es el fruto prohibido, simboliza el impulso primero de la tentación, y de la caída del hombre en ella, con su expulsión del Paraíso : el Mito está servido. Y de nuevo la manzana está en el centro de una gran discordia : ahora, no entre humanos sólo, sino entre el Creador y su Criatura. Hay toda una simbología bíblica en torno a la manzana, el Fruto Prohibido, como en torno a la Caída.

Pero aparte estas cosas, uno se puede preguntar :  ¿qué mayor despropósito puede darse que, en un habitáculo estrecho, donde apenas se logra entrever un mínimo trozo de “azul-aire-libre”, ahí, en un espacio cuadrangular donde apenas cabe algo de aire, en tal lugar, se “encierre” un fruto en todo sus esplendor? ¿Cabe responder que el pintor belga, surrealista y rebelde, magnífico en su aparente sencillez, esconde en lo que se ve algo que sólo es pensable y, por lo tanto, no es visible? Por lo que se dice, según muchos, era muy propio de René Magritte tratar de lograr que ante objetos y hechos el hombre se detenga a pensar y trate de llegar al fondo del ser de cada cosa, mirándola. Mirándola : con visión interior. (¿Es Magritte el Heidegger de la pintura del siglo XX? No : creo que es más que Martin Heidegger).

¿Qué esconde tras de esas, en apariencia, tan simples formas? ¿Esconde algo esta manzana “así puesta” : en este atroz encierro de una fruta plena, con ese verde y esa suavidad al tacto que se diría es capaz de acariciar la vista? Si Magritte quiere que, a la vista de este “horrendo acto de encierro”, quienes miren el cuadro piensen o se planteen algo, ¿en qué consistiría ese algo, cuál podría ser ese pensamiento?

En realidad la obra pictórica de René Magritte es una constante invitación pensar, a buscar el sentido más veraz y profundo de las cosas, y en esto es muy posible que el pintor belga, que estuvo y no estuvo ( : ambas cosas a la vez ) vinculado al movimiento surrealista, coincida en algo con los primeros pintores de la Historia de la humanidad : los de las cavernas.

Lo sé : es una afirmación muy arriesgada, pero como es mi propósito razonarla, y dedicarle un amplio texto, ahí se aparca por ahora, recalcando que la historia de la pintura comienza en la prehistoria de la humanidad y que lo que se pinta es muy anterior a lo que se comenzó a escribir… A escribir…, ¡muchos siglos después de Lascaux, de Altamira! ¿O había ya en las cavernas pinturas, signos, marcas que eran a la vez “relatos”, indicaciones, “palabras”?

Ahí lo dejo por ahora, no sin antes decir que los sentidos de aquellas manos humanas impresas en la pared de una caverna, como los significados posibles de una manzana cubriendo el rostro de un hombre, son coincidentes, por lo pronto, en su ambigüedad : en ambos casos se nos transmiten “textos visibles” que por más que lo miremos y veamos con nítida claridad, no dejan de ser enigmáticos. En un caso, manzanas cubriendo una cara humana, o esa que vemos inserta en un espacio cuadrangular; y en el otro, aquellas “muchedumbres de manos” impresas en una pared de cueva, como escondidas, ocultas… Y lo uno y lo otro, la manzana “merecedora de encierro”, por una parte, y las manos anónimas y en tropel en la pared de la gruta, ¿qué quieren decirnos, qué podrían significar?  Volveremos sobre todo esto.

4 respuestas a «Frutos míticos : la manzana»

  1. Debo insistir en dejar algo en claro : el primer síntoma que los seres humanos de la prehistoria dieron de su propia esencia humana fueron dos cosas : la una, sus pinturas. La otra, sus enterramientos.
    Como es lógico aquí nos ocupamos de lo que se hace para que sea visto : las pinturas.
    Sólo que…¿pintaban los hombres de las cavernas con los mismos propósitos que los artistas de los tiempos históricos? Lo dudo.

  2. En los escritos de Magritte hay explícitas referencias a los pintores de la prehistoria, pintores de las cavernas y cuevas, o de abrigos en lugares de difícil acceso.
    Y lo mismo que Picasso, Magritte sintió admiración por ese inicio primordial del arte que le apasionó : la pintura como modo de ver y mirar lo real, el mundo de afuera desde la propia visión. Veremos esas cosas en próximos textos.

  3. Así como la poesía está condicionada por el lenguaje en que se exprese (inglés o español o francés…) y depende mucho de los sonidos “capaces” de producirse en tal o cual lengua, ya sea latín clásico o griego o árabe o hebreo o chino, la vista humana como muy certeramente señaló René Magritte, es “universal”. De modo que “la poesía de un cuadro” no es “traducible” y ya su “dependencia” estará conectada con la educación estética del que mira el cuadro.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *