Los ríos

2 Abr

Los ríos están necesariamente ligados a la historia del hombre por muchas razones. Razones que han ido cambiando en buena parte con el tiempo, pero que nunca han dejado de ser poderosas. En muchos sentidos, la vida humana está íntimamente ligada a los ríos como los grandes viajes lo están a los mares. Las grandes ciudades nacieron junto a ellos, son ribereñas de ríos importantes, o de mares que podemos considerar “civilizadores”.

El mar Negro, antiguamente llamado “Ponto Euxino”, estaba muy poblado de pequeñas ciudades en sus riberas, y es de ahí de donde tomaba su nombre de “Euxino”, que es palabra griega que vale por “Bien” (: Eu-) “Poblado” (Xeinos, Xinos). “Ponto” es “mar”, en griego. En la actualidad, y desde los tiempos de las civilizaciones de Fenicia, Cartago, Grecia, Roma…, el Mediterráneo es otro ejemplo de “mar civilizador”. (Aunque hoy es un mar para morir : ¡esos miles de náufragos, fugitivos del hambre y de la explotación!).

Piensen en el Tíber, en el Sena, o en el Ebro, para no salirnos de unos límites que, de ser sobrepasados nos llevarían por toda Europa, para hablar del Danubio, del Moldava, del Rin, del Elba, del Ámstel… Y de una gran cantidad de pueblos y ciudades crecidas junto a ellos. Vamos a quedarnos esta vez junto a una muy “especial ribera” : la de la propia palabra ( : “río”) el nombre que lo individualiza entre otros tipos de cosas, y a la vez lo generaliza entre todos los ríos del mundo, ya sean el Escalda, el Mosa, el Dniéster, el Dniéper, el Weser, el Elba.

Ahí, en este río, el Elba, (junto con el Rin), se situaron los límites del Imperio de Roma, a raíz de la derrota de Varo y sus legiones en Teotoburgo, a manos de Arminio, en tiempos del emperador Augusto : los grandes imperios vislumbran sus abismos en las cúspides de sus cimas. Se cuenta de este emperador que en su vejez, ya casi enloquecido, gritaba a solas : “Quintili Vare, legiones redde!” (: ¡Quintilio Varo, devuélveme mis legiones!).

Por no hablar de los grandes ríos “míticos” : el Nilo, por ejemplo, o el Jordán. O el río Ganges, en la India, tan sacralizado por la cultura hindú. O piensen en Tartessos, un río que nos lleva a la Prehistoria casi seguro, y a la Edad del Bronce, sin casi. Y a una todavía misteriosa cultura por desentrañar completamente : la Tarsis de que hablan textos bíblicos, rica en metales, y puede que aún más en misterios : La Tarsis de Argantonio, y la de Gárgoris y Habidis.

Pero decía que nos íbamos a quedar junto a una muy especial ribera, y es la que se marca con el nombre mismo : río. La palabra nos viene del latín, “rivus”, que coexiste con ese otro vocablo también latino que nombra al mismo tipo de “cosa” : flumen. Para los romanos clásicos de la antigua Roma, un río propiamente dicho era “flumen”, mientras que el “rivus” era más bien un riachuelo, como nos deja bien claramente una expresión de Ovidio : “E rivo flumen facere” ( = “Hacer de un arroyo un río”, en el sentido de ponderar algo demasiado, de exagerar algo). Pero sigamos sin salirnos del río :

Los ríos unen y separan. En su origen latino, la palabra “rivus” suma significados metafóricos, como “rivales, rivalidad”, nombres que en principio significaban sólo “ribereños”, esto es, los que viven junto a las “riparia” ( de “riparia”, viene “ribera”). Los rivales eran los que por vivir junto a los ríos o arroyos tenían derecho a las aguas de los mismos. Y de ese derecho, que alguno quizá quería para sí solamente, se origina la noción de “rival” en el sentido final, – ya no deportivo, en absoluto -, de “enemigo”.

Los ríos nos llevan con suma facilidad a los mitos y a las metáforas : unos, como don Jorge Manrique, los veía como símbolos de las vidas humanas : “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir”…, decía el poeta castellano. Otros, para exagerar algo, hablan a veces de “ríos de tinta”, cuando de algo se ha escrito mucho, o “ríos de sangre”, cuando ha habido algunos muy dolorosos y largos enfrentamientos con violencia extrema. Algún historiador llegó a decir que de América nos vinieron “ríos de oro”.

Y en algunos relatos no exentos de fuerte carga escatológica, hay ríos como el Aqueronte (que como tal río, es real, y está situado en el Epiro, al Norte de Grecia) que es uno de esos ríos – míticos, claro es –  del submundo donde un barquero, Caronte, previo pago de un óbolo, cruza en su barca a las almas de los difuntos al Hades. Platón, en su obra el diálogo llamado “Fedón”, decía que el Aqueronte era el segundo río más grande del mundo, sólo superado por el Océano (el cual era considerado como un río que rodeaba a todas las tierras, no como un mar).

Lo que arriba ilustra este texto es un canal del río Amstel en Amsterdam, esa ciudad hasta hace tan poco muy, muy grata de visitar. Y digo esto porque en la última visita empezaba la típica Ámsterdam amable y llena de cortesía y buenos comercios a estar frecuentada por foráneos que nos recordaron a cierto tipo de chusmerío nada grato de tratar. Pero esto es otra historia. Y más : pronto Ámsterdam volverá por sus fueros.

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7 respuestas a «Los ríos»

  1. Que las personas que habitan una ciudad, e incluso los que eventualmente las visitan, pueden hacer de ella un lugar mejor o peor, es algo que cualquier viajero podrá comprobar si quiere. Y sin viajar, en la ciudad propia, puede uno darse cuenta de que según las afluencias de visitantes, la ciudad cambia.
    En Ámsterdam, en las primeras visitas que hicimos, había un ambiente tranquilo, elegante, agradable. En la última visita, hará un año, esto parece que ha cambiado : son otros los que llevan los tradicionales comercios y tiendas en su mayoría, y hasta el tipo de público que deambula por sus calles céntricas es también ” de otro pelaje “…

  2. Con todo, Àmsterdam sigue siendo una ciudad agradable de visitar y se sigue disfrutando en ella de lugares que tienen ese sabor de “cosa europea y culta” que no en todas partes encontramos.

  3. Cuando digo que Tarsis o Tartessos es río estoy pensando no en la cultura tartésica ni en la posible ciudad que se cita en la Biblia, cuando se habla de “las naves de Tarsis”, sino que pienso en el río del mismo nombre, cosa no rara : rios y pueblos o entidades equis con un mismo nombre, como Ebro/Iberos, o Tíber/tiberio/tiberinos.

  4. La pequeña isla de Saltés, que ya casi ha dejado de ser isla como lo era en tiempos de Estrabón, y que está en la desembocadura de los ríos Tinto y Odiel, puede ser un resto de una evolución de palabras “tarsís/saltés”, fenómeno de evolución lingüística que no es raro documentar. Quiero decir que ese tipo de cambio morfo-fonético no es raro en la historia de las lenguas.

  5. Otro tema que en su momento deberemos tratar es el de las vivencias que nos proporcionan los ríos. Si se paran ustedes a pensar, ciudades que tengan grandes ríos, ríos de la categoría del Moldava o del Neva, pueden compensar en un momento dado que no tengamos el mar a la vista.

  6. Lo que tienen ustedes a la vista en ese texto es lo que en holandés se llama Grachtengordel, -si no he escrito mal la palabra -, que significa “anillo de canales” : Ámsterdam está rodeada por un verdadero anillo de canales que forman en torno al centro de la Ciudad de los Tulipanes una serie de canales con sus puentes que le dan un cierto encanto a la urbe.

  7. Es mi intención en un próximo texto hablar de nuevo de cosas que tienen que ver con las más antiguas historias que conoce la humanidad, a la vez que el sentido “mágico” que puede adquirir el término “río”.

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