Aporofobia

13 Abr

–Mira, chica, si sigues dándoles algo a todos los pobres que se acercan a la mesa, ya no voy a salir más contigo ¿es que no ves que si le das a uno vienen todos los otros detrás?

–Oigan, señoras, es que tengo tres hijos y llevo mucho tiempo parado ¿me comprarían este cenicero artesano? Los hago yo.

–Fíjate, Pitita, es muy bonito. Lo ha hecho con una lata de Fanta.

–Sí, una auténtica monada. Así le hace compañía a los cuatro mecheros que has comprado, a la pulsera de conchas marinas y a las varitas de pachuli. Esta mesa se va pareciendo ya a un bazar.

–Gracias, señoras, tengan buena tarde.

Pitita enciende muy nerviosa un cigarrillo y yo le ofrezco el cenicero de la Fanta.

–Bueno, espero que ésta sea tu última adquisición de la tarde ¿pero tú no te das cuenta que con este trasiego no nos dejan ni hablar? ¡menudos pesados! Y te digo yo una cosa, que te están engañando. Dicen que piden para comer y no es eso. En este país hay comedores sociales y a nadie se le niega un bocadillo ni tampoco una cama en los albergues…

–Y si es así, ¿por qué tantas personas duermen en los cajeros?

–Pues…porque son muchos, demasiados, vienen de sus países, muertos de hambre, y se creen que esto es Jauja. Y no, aquí no podemos acoger a todos los pobres del mundo.

–Bueno, Pitita, la crisis mundial ha creado a muchos mendigos. Era gente que llevaba una vida normal y, por las circunstancias, se han convertido en marginales. No es justo que el capitalismo cree lacras de las que luego reniega.

–¿Y ahora me vas a venir con un discursillo comunista? Desde luego, chica, tú me quieres dar la tarde…

–Pero es que la aporofobia…

–¿La aporofobia?

–Sí, precisamente, ahora me voy a Archidona a presentar un libro de Javier Rodríguez Barranco, que trata de la aporofobia.

–¿De Barranco? ¿ Ese chico no es un poquito hippy?

–¿Hippy? Es escritor, editor, ensayista…

–Y hippy, no me digas que no, he sabido que cata paellas de conejo en comunas de esas, eso suena regular, pero, en fin, tú eres muy libre de escoger tus amistades, luego no te quejes…

No me quejo. Hoy voy a presentar la novela “Nunca he sido la musa de nadie” de Barranco que indaga sobre la condición de los marginales, de los que viven con angustia la diferencia en una sociedad desquiciada que no admite crítica alguna. La aporofobia es una estrategia para dar cabida a otros temas, pero ya, en sí mismo, es complejo como tema.

Leo reportajes sobre la aporofobia y me paralizo de horror. Hoy día llegar al extremo de la mendicidad no es tan difícil. Los despidos exprés, el impago de las abusivas hipotecas, los contratos basura, las pensiones raquíticas, los desahucios…pueden llevar a un ciudadano medio a dar con sus huesos en la intemperie.

Así se convierte de la noche a la mañana en un maldito, en una criatura incómoda, en un blanco fácil para la crueldad de los que no tienen principios ni empatía.

Aquellos valores morales que nos transmitió la educación religiosa, con sus pros y sus contras, no han sido sustituidos por nada; la sabiduría podría haber sido un magnífico suplente, pero no se ha contemplado como alternativa. Los contenidos bajan hasta lo ínfimo; fuera las lenguas clásicas y la filosofía, fuera todo…

Chicos, amparados en la ignorancia y la amoralidad, sin ningunos escrúpulos se dedican a atormentar a estos mendigos con suficiencia psicópata. El ritual de humillar y agredir a un indigente forma parte de la diversión. Salen de las discotecas y, como broche, aporrean a un mendigo o incendian un cajero donde duermen transeúntes, que se rinden al pánico, redoblado por la claustrofobia.

Si el mendigo es mujer, la oferta de diversión, se multiplica. Muchas han sido agredidas sexualmente, forzadas y violadas.

Menores adolescentes, veinteañeros ¿en qué engaño viven? ¿Cuánto les va a durar esa supuesta superioridad? Sin formación, sin un escudo que no es más que la sobreprotección de padres irresponsables y leyes equívocas, a los treinta también podrían ser carne de calle. Gente que sufrirá las mismas humillaciones y agresiones que infligen. Los minijobs, los nulos recursos aprendidos, su incapacidad para defenderse por sí mismos los puede arrastrar a igual intemperie.

Pero esos otros, muchachos de familias pudientes, no creen que tengan nada que temer. Tendrán el aval de sus privilegios y, encumbrados por sus prebendas, no verán un ser humano en quien vive en la miseria. Pueden patear la cabeza de un mendigo, violar a la mujer que duerme cubierta por cartones y, a la vez, quién sabe si algunos son capillitas, ya ni siquiera eso se ve incompatible.

He estudiado en un colegio religioso donde se proclamaba la igualdad del ser humano, el respeto a todos nuestros congéneres y, en la universidad, aprendí la misma lección de Rousseau y de Voltaire. Con Dios y sin Dios, este fascismo troglodita es intolerable.

Un chico de diez años golpea a su profesor porque es menor e impune, cuando tiene trece golpea a otro chico de su edad por gusto, pues es menor y tampoco ello será penado y, cuando alcance los veinte ya estará lo bastante endiosado como para arremeter contra lo que considera escoria de la sociedad ¿Por qué se permite que esto ocurra?

A estas alturas- es una expresión- es poco decir que estamos regresando a los tiempos del primer franquismo, el segundo, con el dictador fuera de juego, casi era ya democrático. Esto, en fin, me parece más propio de la esvástica hitleriana. Qué bajón.

4 respuestas a «Aporofobia»

  1. Enrocados en su bucle mercenario marchan los agentes sociales
    y españoles, que ahora toman las calles solidarios con los violentos
    del norte y con los revolucionarios supremacistas catalanes
    dejando por los suelos siglos de evolución y de sentimientos morales,
    que son teorías sobre la corrupción del carácter y del pensamiento
    cuando se admiran pudientes y se odian los pobres desiguales
    tomando por sabia aquella solución, que se dio por definitiva
    milagrosa, instantánea y transversal revolución desde arriba.
    Arrinconar el saber fomentando el miedo lo toman en serio
    los pobres de vida, que son los más ricos de los cementerios…

  2. Cuando se habla de la pobreza, de la persona sin hogar, habitualmente se desvía el tema hacia personas que han venido de otros paises, cuando la realidad es que la inmensa mayoría son personas que han nacido en España y que viven estas situaciones porque han tenido un grave problema que no han apodido abordar adecuadamente por la negación de unos mínimos recursos. Por ejemplo un desahucio, una separación, una patología mental, etc. Acostumbramos a ver lo lejano, lo que viene de afuera y no logramos ver lo que tenemos al lado de casa –el llamado cuarto mundo–. Yo a veces me pregunto si esta actitud es interesada y he llegado a la conclusión de que nos negamos a ver lo propio, porque así también nos desentendemos del problema. La reaalidad sin embargo es bien diferente: tu, yo o el vecino de al lado podemos caer en esa situación. Luego esta el hecho de criminalilzar, culpabilizar e incluso invisibilizar estas situaciones, porque cuanto menos las veamos menos nos va a herir. Muchas de las situaciones sin hogar nacen en la propia familia a veces por algo tan simple como el robo de una herencia entre hermanos, cosas así.

    • Completamente, de acuerdo, ya he dicho en el artículo que el azar de las leyes abusivas, entre otras cosas, puede llevar a cualquiera a esta situación de desamparo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.