Quienes conozcan y gusten de Trinidad Ramalho da Costa seguro que ya tienen entre sus previsiones leer la nueva novela de Alejandro M. Gallo. Quienes por el contrario, desconozcan a este inspector de Vallecas, y gusten del género negro nacional, al que siempre intento reinvindicar desde este rincón, es su momento y es la historia.
Trini, antiguo boxeador, es un detective peculiar, con pinta de duro, pero de corazón blando y cercano sobre todo al padecimiento y sufrimiento de las víctimas, un tipo real cuya mejor definición la encontrarán en el mismo relato cuando Ojo Clínico, un personaje secundario ciego, de ahí el apodo, habla sobre los protagonistas del género negro excluyéndolo de estas palabras: “la evolución de los héroes del género negro ha pasado del detective racionalista, al detective cínico y duro del hard-boiled, y ahora nos encontramos ante los detectives posmodernos, los gominolos (…). Todo en ellos son dolencias, lágrimas y más capas que una cebolla. En resumen: siesos, llorones y canallas.(…)Usted se nos presenta como el héroe trágico que se mantiene firme ante lo que le rodea, avanzando con fe y constancia contra un destino, pese a que lo crea inevitable. Un irreductible.”. Y nada más cierto, irreductible y casi incombustible porque roza la muerte y el peligro, y permanece, dolorido, al pie del cañón.
Trini está de baja, si es que un detective puede estar de baja, con tan mala suerte que le asesinan a un vecino, un sacerdote para más señas, simpatizante de la Teología de la Liberación y muy cercano a las clases obreras y a los problemas de un entorno como es el barrio de Vallecas. Por supuesto, todos son sospechosos, incluso Trini, pero se llevan preso al Poeta, otro de los vecinos del detective quien confía en su inocencia. A pesar de tener un supuesto caso asignado que deberá afrontar en cuanto reciba el alta, se vuelca en la aclaración de este misterio que afecta a toda su comunidad de vecinos.
El escenario que nos presenta Alejandro es fantástico. Desde un costumbrismo moderno y actual, podemos dibujar Vallecas en nuestra mente, con sus etnias, sus miserias, sus tascas, sus plazas y la sensación que emana de un territorio ajeno a sus ‘fronteras’.
Los personajes secundarios, están excepcionalmente trabajados como en el caso del Coronel, cuya perfección es un hecho. Un abuelo, maqui, con un sentido del humor inteligente e irónico que nos transmite a través de sus comentarios auténticos juegos de palabras, tipo greguerías de Ramón Gómez de la Serna. O Marie, una señora mayor francesa que arrastra las ‘r’ de forma imposible, o el Flechas, un señor de derechas venido a poco en un entorno de okupas, árabes y viejos republicanos. La gracia y el encanto es que todos los personajes son absolutamente normales, no son arquetipos, y el lenguaje de Alejandro, tomando el argot y las germanías propias de los grupos que refleja, es la forma coloquial que habitualmente escuchamos y hablamos. Y se agradece, porque la cercanía del lenguaje, con sus bromas, ironías y verdades, es lo que hace aún más cercana la novela.
El desarrollo del relato es muy ameno, no en vano todo el argumento viene a producirse en una unidad de tiempo marcada: una semana. El hilo conductivo principal se mezcla con otros dos menores que tomarán cuerpo y completarán el principal, veremos pasar no sólo al Vaticano y a la Teoría de la Liberación, sino también a grupos editoriales y su relación con los escritores, y el día a día de un Valle del Kas que sorprende por su color.
Recomendada para los amantes del género negro, en especial a los que gusten del género nacional con novelas como ésta que aportan un grado de humor e ironía de forma natural, sin forzar la estructura y sin provocar situaciones extravagantes y para todos aquellos que gusten del lenguaje y sus guiños como complemento a una buena estructura y desenlace.