Charlaine Harris es la autora de una saga de crimen y misterio en la que esta novela ocupa la séptima posición. Reconozco que no había leído nada de esta autora anteriormente así que estaba dispuesta a sorprenderme. Y lo cierto es que lo ha conseguido en parte.
Nuestra protagonista es una bibliotecaria que recientemente se ha quedado viuda, y que tiene la extraña habilidad de resolver casos detectivescos desde su condición de amateur. En estos momentos difíciles que está pasando sólo busca la quietud y dejar pasar la vida. Pero todo se pone patas arriba cuando llega un equipo de rodaje a su localidad para grabar un caso que resolvió ella hace años. Lo que empieza siendo una pequeña molestia ocasional en su rutina se convierte es un auténtica revolución que le cambiará su forma de ver actualmente las cosas y le ayudará a salir de su bloqueo mental. Su alter ego masculino, Robin, un buen amigo suyo de años anteriores le ayudará a recomponer su vida.
La lectura de la novela es facilísima, ágil y con buenas dosis de sarcasmo e ironía. Las páginas se llenan de naturalidad y cotidianidad según el comportamiento del personaje. A la par que se va desarrollando la trama, nada complicada en cuanto a elucubración del asesinato que se produce, llega un momento en que quizá la fuerza de la psicología de la protagonista prima por encima del caso a resolver. Eso sí, quizá me hubiera gustado una resolución final más elaborada porque todo se resuelve en las últimas páginas y de forma rápida. Aunque no deja ningún fleco suelto –máxime si va a seguir con la colección- lo cierto es que pasa tan veloz como su lectura porque es un libro muy rápido de leer y su construcción se presta a ello.
Es un buen libro para leer entre otros, y si gustan del misterio, con más motivo. Siempre es bueno conocer nuevas líneas y formas dentro de un género y en este caso, confluyen las dos. Un estilo diferente y fresco.