La otra mecanógrafa

21 Ene

La otra mecanógrafa
La otra mecanógrafa

¿Quién es Odalie?

Manhattan. Año 1922. La ley seca arde en las gargantas de los neoyorquinos. Se escucha un foxtrot tras una tienda de pelucas, simple tapadera de una puerta hacia  el tugurio de moda donde el juego y el alcohol es moneda de cambio para cualquier trato…

Esta es la mínima ambientación que podréis encontrar en el libro. Un psico-thriller que como bien dice Alice LaPlante en la contraportada “mejor no empezar esta novela antes de acostarse… te arriesgas a pasar la noche en blanco”. Lo cierto es que cuando leí estas palabras pensé para mis adentros qué exagerados que eran en el New York Times, pero la verdad es que estuve a punto de quedarme sin dormir, porque esta novela engancha y mucho.

Rose es nuestra protagonista. Un ejemplo de mujer hecha a sí misma porque es huérfana y fue educada en un orfanato religioso, entre monjas, que han hecho de ella una señorita, honrada y sobre todo emancipada, ya que la historia recoge la incorporación de la mujer al mercado laboral en aquella época donde ser oficinista y este caso mecanógrafa era absolutamente normal. Pero Rose no es una mecanógrafa cualquiera, es una de las mecanógrafas de una comisaría del Lower East Side de Nueva York y entre sus tareas cotidianas se incluye escuchar y reproducir fielmente las palabras de los delincuentes que cada día pasan por las oficinas policiales.

Oír y reproducir sobornos, robos, asesinatos y otros delitos de sangre hacen de Rose una mujer dura, de escasa sensibilidad, gris, fría y poco impresionable, algo de lo que por otro lado se jacta. Hasta que aparece Odalie. Odalie es una nueva mecanógrafa, guapa, risueña, que gusta de vivir la vida, cuyo nivel económico no se corresponde con el de una mecanógrafa y que tiene todo lo que le falta a Rose, encanto. A pesar de un principio de rechazo por parte de Rose se harán íntimas y se irán a vivir juntas, aunque Rose reconoce que Odalie es todo aquello que desprecia en una mujer por no seguir una senda marcada y más o menos recta.

Una de las cosas de la novela que más me ha impresionado han sido los decorados, descripciones y el ambiente sugerido hasta el milímetro de la época y del entorno. Excepcional maestría de la autora en este aspecto. Conforme avanza el relato nos vamos dando cuenta de que Rose nos cuenta la historia desde algún sitio que no es común, hace continuas menciones a su médico y eso añade a la intriga un plus de incertidumbre. Si en un principio las mujeres son antagónicas la conversión de Rose hacia Odalie, a raíz de irse a vivir con ella, llegará a una fusión máxima en el momento álgido de la historia. Lo que viene después, nada más que os lo puede descubrir la novela.

Suzanne Rindell se introduce en la psiquis humana para confundir al lector de forma continuada y le añadirá amor lésbico para darle un punto morboso. Todo tiene doble sentido. Nada es sólo lo que parece. Con una buena prosa, nada aburrida, donde los elementos más fuertes son las descripciones y los perfiles trazados en las protagonistas os recomiendo su lectura como novela de abstracción entre otras más densas y por supuesto para todos los amantes de aquellos años locos americanos y secos…muy secos.

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