Estamos ante una novela de realismo social aunque la historia sea bien distinta. Un relato que forma parte de una trilogía napolitana, donde Elena y Lina son nuestras protagonistas, y será la propia Elena quien nos cuente la infancia y adolescencia de dos niñas-mujeres que buscan por encontrar su sitio en el mundo, en su sociedad y en su interior.
Nápoles, y un barrio del extrarradio es la paleta de pinturas en claroscuro donde las niñas y su pandilla nos irán disgregando los diversos caracteres, problemas y circunstancias que rodean a todas las familias que se apelotonan en ese suburbio.
Quizá sea aquí donde encontré la reminiscencia de La colmena de Cela. O quizá fue en la cantidad y calidad de matices, que te sugieren tantas historias entrelazadas. Sin duda, la descripción de la autora es fundamental para llegar a un tipo de sutileza que pertrechará un relato impecable.
Las crías van creciendo y empiezan a separarse sus vidas en una tormentosa relación de amistad que tras la pre-pubertad se asentará definitivamente. Atrás han dejado los sueños de niñas y en su nubilidad comienzan a hablar de amor, sexo, economía, religión, destacando mentalmente por encima de sus congéneres. El lector se da cuenta de que tienen posibilidades sociales, que bien podrían salir de allí, que sus sueños se pueden convertir realidad y que su coeficiente intelectual destaca en un Nápoles desgastado, viejo y con hambruna.
Pero en ese mismo Nápoles, la mujer es lo que es, y ocupa el lugar que ocupa. Mientras nuestra protagonista sigue luchando por cambiar, la otra amiga, que en el fondo era la más rebelde y la más innovadora estratega de las dos, claudica, y se convierte en una mujer más de las de su barrio. El desenlace ofrece una visión del mundo femenino truncado, donde los proyectos imaginados topan con la realidad, y donde ésta demuestra que no sólo la voluntad puede cambiar el destino, sino que habitualmente se requieren también otras circunstancias para evolucionar y crecer en un mundo cerrado. Aún así el final queda tan abierto como susceptible de cambio pueda ser una vida de 16 años.
Por eso les invito a que lean este libro porque a pesar de esa extraña melancolía que lo envuelve, el mensaje es esperanzador, como corroboran sus diez primeras hojas, en una analepsis o flashback que reconoceremos en seguida y cuyo significado no entenderemos hasta el final.
La inseguridad que se vive en la novela a través de Elena me hizo recordar también al libro de Elsa Morante, Mentira y sortilegio, y la zozobra de áquella protagonista. Dicen de la autora, que es la nueva Elsa italiana, yo lo único que sé es que su forma de apresar la realidad y la catarsis interna es casi vaporosa. Muy recomendable para todas las mujeres, especialmente para aquellas que se tienen en baja autoestima.