Esta estatua ecuestre que ahí ven se encuentra en el Pasaje Lucerna de la Plaza de Wenceslao, en Praga. Es obra del escultor checo David Cerny, que nació en Praga un 25 de diciembre de 1967. Su obra está recorrida, en gran parte de su extensión, de una muy especial atmósfera onírica muy deliberadamente controlada por el autor, arquitecto, diseñador y escultor. Se diría que David Cerny está tan atento a las cosas que ocurren en la vida de vigilia, como en las realidades oníricas de los seres humanos. Porque, como veremos más adelante, comentando a Robert Graves y su temprana ( ¡y tan lúcida! ) obra “El sentido de los sueños, no podemos decir, así sin más, que los sueños carecen de realidad. Pero ya llegaremos a esto.
Decía que el artista checo seguía muy de cerca los acontecimientos más notables de sus diversos momentos vitales durante el siglo XX : la guerra fría, los juegos olímpicos, la conformación de la Unión Europea… El hecho de que una de sus obras (el Viselec, palabra que significa “colgado”) represente a Sigmund Freud, colgado de un brazo de una gran viga mientras tiene la otra mano en un bolsillo, nos puede servir de ratificación, o al menos de indicio, de que el tema de las cuestiones oníricas estaban muy presentes en la mente de este fantástico y singular creador artístico. Que el genial creador soñara o no aspectos de lo que luego convertía en obra “visible, tangible, para todos los demás seres humanos, es algo que sólo él sabrá. Pero que en buena parte de sus creaciones hay un algo que parece apuntar al mundo de los sueños, es algo que parece sustancial.
Para mí no resulta ahora en absoluto aventurado expresar esta idea : creo que muchas de las obras creadas por Cerny, aun estando centradas en acontecimientos y personas que forman parte de la realidad existencial común a todos nosotros, ya se trate de temas políticos o culturales, lúdicos o lamentables, están también muy hondamente conectadas con ese otro mundo, también real (sólo que a su modo) y también existente, en el que ingresamos cuando, durmiendo, tenemos ensoñaciones, esto es, soñamos cosas. Cosas amables unas veces, otras veces auténticas y terribles pesadillas; y otras muchas veces, cosas que diríamos absurdas, carentes de sentido lógico : para el propio soñador, apenas despierta y recuerda lo soñado. Cosas, entonces, “surrealistas”.Recordemos, a este respecto, la conexión tan íntima entre el valor y la extremada atención que los creadores del Surrealismo dieron a los sueños.
Pasamos ahora a otro aspecto que debe ser tenido presente. Ocurre que algunas de ellas cosas, por su naturaleza digamos “conflictiva”, pueden ser cosas, en suma, que tal vez llegan a crear, en determinadas personas, estados anímicos que las impulsan a acudir a psiquiatras, o a psicoanalistas. Esto, lógicamente, a partir del momento en que comienzan a resultar problemáticos algunos “extraños”, tal vez amenazantes, tipos de sueños. Y pasamos ahora a otra cuestión, para ya acabar por hoy :
Este edificio que ahí ven, es real. Tan real, que ha sido fotografiado por mí mismo no hace mucho tiempo. Tan real, que en ese tercer piso que ahí ven coronando el conjunto de este nº 68 de la actual calle Carretería, durante años y años, estuvo mi familia ahí viviendo, mi padre dando sus clases de Latín y Griego, mi madre, dada a la costura y el cuidado de la casa en gran medida, y una patulea de niñas y niños ( : dos, Francisco Javier, y este que esto escribe ) dando la tabarra a los vecinos del segundo con sus carreras, con sus gritos, con sus saltos…
Ahora bien : en ese edificio real que un día dejará de existir igual que ha dejado de existir la Alcazaba “real” de la Málaga musulmana, ya que la actual, como sin duda muchos de ustedes saben mejor que yo, es en gran medida obra de la labor conservadora de don Juan Temboury, en esa casa hoy de patente y constatable “realidad física”, tenían lugar otros tipos de cosas que muchos aún consideran “fuera de la realidad” : los que ahí vivíamos, al dormir, teníamos sueños. Sueños de todo tipo, y sueños que ( ¡atentos al dato! ) son también reales, tienen también su modalidad de ser “algo real”.
De momento, sólo daré este dato que reproduzco de una obra, ya varias veces citada en anteriores textos y también en el de hoy. Me refiero al libro “El sentido de los sueños” de Robert Graves, del que cito lo que se lee en la página 82 :
“… ¿qué determina que algo sea real? El pensamiento, ¿es irreal? La fe y el conocimiento, ¿son irreales? Sin embargo, en la vida onírica sí concurren pensamientos, creencias y conocimientos que responden a una forma de elaboración nueva y constructiva y no son una mera amalgama confusa de experiencias ocurridas en la vida despierta del ayer. Salvo, pues, que la única cosa real en este mundo humano sea la actividad de la vida despierta, mera actividad inconsciente aparte de cualesquiera juicios que formulemos sobre ella, los sueños nunca podrán ser acusados de ser irreales.”
Preciosa reflexión, querido Manolo. Vida y sueño unidos para siempre, como una sola existencia. Y bellísima casa la de tu infancia. Un abrazo grande
Gracias, muchas gracias, Alfonso. Otro gran abrazo para ti y que en todas tus empresas reine la alegría y ese modo sereno de ver las cosas. Siempre.