Mundos

11 Nov
Calle SKARNU, en RIGA.

Ahí, en esa calle de Riga, – corría el mes de diciembre del pasado año 2018, que ahora me parece un siglo atrás, y todo por esta obsesionante pandemia que se nos hace huésped indeseable que se irá un día…- casi vemos ( ¡físicamente! ) tanto el silencio como la soledad. Casi los vemos, los podemos palpar con los ojos como si los ojos pudieran funcionar como dedos, ( que a las veces lo hacen : hay miradas que tocan; tocan, y a veces agradan, a veces repelen ), recuerdo que anoté una idea que recordé haber leído, y la anoté en mi memoria. El nombre del autor no lo recordé al pronto, pues como saben, la memoria es un cuaderno virtual del que algunas veces se pierden páginas, y otras aparecen, como de la nada, impensadas hojas escritas, y hasta bien paginadas, quién sabe si por ese Brujo que juega muy en serio con las vidas y las cosas nuestras y al que llamamos, por algo propio decir de él, Tiempo. Brujo burlón y también birlón, pues que nos birla recuerdos, palabras, incluso sensaciones algunas veces.

Pasando, como decía, por esa calle, -iela Skarnu se llama-, pensé que era verdad que “hay en este mundo muchos mundos”. En ese momento, lo recuerdo también ahora que escribo estas palabras, se me había escondido en algún recoveco de la memoria el nombre del francés que dijo lo de los otros mundos que hay en este mundo, y al llegar de vuelta al hotel donde nos hospedábamos, busqué el dato y ya sí lo recordé : era el Paul Éluard saltimbanqui o acróbata : del dadaísmo al surrealismo, y al comunismo, y a sus íntimos conflictos, y sobre todo, a la poesía y al saber del amor y del dolor como si la vida le hubiera destinado a vivir entre guerras afuera de él, y adentro también. En su poema “Liberté”, de 1942, pone sobre el tapiz del mundo del pensamiento el núcleo de las luchas de su momento histórico. Y es sobre todo a raíz de ese momento y año cuando tiene que empezar a rondar la clandestinidad.

Pero vámonos a la “iela”, que es como se dice en letón “calle”; vámonos a la iela Skarnu : mírenla ahí arriba en uno de su extremos finales. Vean al mendigo, o tal vez mendiga, que sale de la iglesia; y a la figura, posiblemente una mujer, que se aleja con su bolsa. Miren los adoquines, que ya van faltando de nuestras calles y avenidas, y los ladrillos rojizos y piedras de canteras, que conforman los muros de la derecha. Y los faroles. Y la nieve, que aún a aquella hora del mediodía pleno espera ya la noche. Mírenlo todo y recuerden otros planos de lo que está y no está ahí : poemas de Antonio Machado, textos de Borges, y los mundos que hay en este mundo. Y noten el silencio que la calle parece desprender incluso en la fotografía, y degusten la intimidad que se puede adivinar p intuir hasta en la misma imagen de “iela Skarnu”, esa intimidad, que en su Diccionario, la Real Academia describe como “zona espiritual íntima”, en magnífica metáfora, como dice Emilio Lledó en una extraordinaria colección de ensayos que publicó en 1998, en un volumen titulado “Imágenes y palabras.

Y pensaba en cosas como el tiempo y las palabras que nos va dejando ese gran brujo cuyo nombre tiene tal vez un sonido de tambor lúgubre y lento: TEMPUS. La palabra a veces me obsesionaba. Sabía que procede de una raíz que en griego se dice “temno”, que significa “cortar, separar, dividir con un corte”, y eso permite relacionarla a la palabra latina tempus con la también latina “templum”, pues en sí un templum era el espacio delimitado, o sea, separado del resto de terreno circundante, y luego consagrado. Y con el “tempus” que significa “sienes”; o rostro, cara. Y por esos devaneos llegaba yo a intuir que “El Pensador” de Rodin estaba metido de lleno en un modo de Tiempo que, antes o menos antes, a todos nos lleva a apoyar el mentón en las manos. “Tu infancia en mentón”, que escribió Lorca. ¿Acaso no se ha especulado con la idea de que Augusto Rodin, en su “Pensador”, tantas veces reproducido en tantas ciudades, representa la Poesía?

Pero vámonos de nuevo a la calle de Riga, ahora en esa otra imagen tomada unos instantes después de la primera vez, y veamos que ahora ya la figura de la mujer con sus compras gira bajo el arco de ladrillos rojizos y se marcha hacia su derecha, y ya la mendiga se ha apoyado del todo en su bastón y parece que extiende una mano, y ahora volvamos al tiempo que se nos secciona en fugacidades inasibles y volvámonos al recuerdo, el hoy y el ahora de los mil y un ayeres que todos vamos teniendo a medida que caminamos nuestras vidas en tanto que “horae et dies et menses et anni cadunt”. Sin caer en lo de tempus fugit : que al cabo, el conjunto son las vidas de cada uno, y estas, las vidas, de sí mismas nunca huyen. NI huyen ni cesan, sino que son. Y esto, porque cada uno de nosotros somos como mundos internos, e indestructibles, en este gran mundo común que llamamos Mundo.

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Una respuesta a «Mundos»

  1. Cuando el viaje a Riga todavía no había salido a la luz el libro de José María de Loma “El mago de Riga”, que se publicó al año siguiente y al que debo un comentario que espero poder organizar “comme il faut”, y a no mucho tardar. El libro de José María de Loma contiene una serie de reflexiones sobre temas que nos interesan a una mayoría de lectores y personas que gusten de reflexionar sobe la literatura y la poesía y la creación a través de la palabra, y eso pienso que debe considerarse de manera muy ponderada. Pero como lo que se promete es sagrado, en tal tarea siempre estaré atento, así que en su momento en este mismo foro podré poner en palabras escritas lo mucho que sugiere “El mago de Riga”. Eso, sin contar que es el ajedrez una constante en algunos de mis ratos de ocio.
    Basten estas palabras que leemos en la citada novela de J.M. de Loma : “No puedes dejar crecer a los personajes porque te comen al protagonista” (pág. 119).

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