La imagen que ahí pueden ver se encuentra en una zona de difícil acceso de la Cueva de Lascaux. No es la primera vez que comento esta “escena del pozo de Lascaux”, como se la ha llamado en más de una ocasión por los estudiosos. La cueva donde se encuentra se halló de manera casual en 1940 por unos muchachos, y es después de terminada la II Guerra Mundial cuando la Ciencia pudo conocer y estudiar estas impresionantes pinturas rupestres.
Se calcula que tiene entre 17.000 y 15.000 años, es posible que incluso más. Es una muy famosa pintura rupestre que ha sido objeto de numerosas interpretaciones. Horst Kirchner “propuso en 1952 que la escena ahí pintada representa un ritual chamanístico análogo al que algunos pueblos de Siberia.” (He entrecomillado la parte de este texto que acaban de leer al tratarse de una cita literal que hago de un resumen sobre el tema publicado por Julián González Gómez).
Otros estudiosos no contemplan la idea del chamanismo en las pinturas rupestres y tratan de explicarlas desde otros enfoques, e incluso niegan la posibilidad del chamanismo en sí. Pero ahora nosotros no vamos a ocuparnos de esta cuestión, que tiene indudable interés y también tiene, además, un largo recorrido en la historia del tema mismo, o sea, en la historia de la valoración del significado de las pinturas de los hombres de las cavernas, de nuestros antepasados prehistóricos. Lo que queremos ahora enfocar en este escrito de hoy es esto : ¿son las pinturas un modo de relatar hechos, son de alguna manera un “relato de algo”?
En mi opinión, luego de haberme familiarizado cuanto me ha sido hacedero – y posible, por lo tanto -, con estos asuntos, en mi opinión (repito) estimo que en ocasiones nada raras las pinturas sí cuentan, sí relatan hechos. Cuál sea la naturaleza de estos hechos vertidos en pinturas que nos llegan en paredes y techos de cavernas es ahora un tema que tampoco podemos abordar; ya lo haremos en otra ocasión, pero ahora la cuestión mollar es la que abordamos :
Los artistas de la prehistoria solían decir cosas con sus pinturas. Y no sólo con sus pinturas : con los signos dejaban marcados en techos y paredes, también “decían algo”. ¿Qué? Esa es una de las cuestiones más debatidas de estos temas, y también una sobre las que se seguirá discutiendo. Habría que encontrar una clave exenta de dudas posibles para dilucidar el asunto. Pero no tenemos una “piedra Rosetta” que pueda desentrañar estos temas. Y ahora repito lo escrito al inicio de este párrafo :
Los artistas de la prehistoria solían decir cosas con sus pinturas.
Ya se trate de cosas reales ocurridas, o bien de cosas que la mente humana imagina o sueña o idea de alguna manera, con o sin alucinógenos, ( : en los casos de determinados rituales propios de pueblos primitivos), pero siempre con esto que he de decir : el artista pintor de aquellas fascinantes escenas ya tenía en su mente, bastante ideada, la “cosa” que iba a pintar. En la mayoría de los casos, desde luego que tenía que ser así.
(Por otra parte, casi seguramente implica que las pinturas rupestres no eran, nunca fueron, pinturas decorativas. Su función era sin lugar a dudas otra muy diferente. Y en aquellos lejanos tiempos pintar, haciendo de las paredes y hasta de los techos de cuevas lienzos, no era un acto lúdico. Pero ya llegaremos a ello).
Que esto tenía que ser así es algo que nadie, – o casi nadie, digámoslo así por mera precaución -, pondrá en duda. Es “algo” posible (aunque lo estimo “poco posible”) que el chamán tendido en la Escena de Lascaux, así como su bastón de mano con un ave tallada en el mango, podamos considerarlos “presentes” en el momento en que se hace la pintura en la pared. Pero el bisonte herido, así como el otro gran mamífero (¿un rinoceronte?) que no suele considerarse como “miembro de la escena” pintada, esos fueron pintados “imaginativamente”.
Quiero decir que el pintor no los puede tener a la vista cuando los representa en su pintura, sino que donde los tiene es en su mente, en la “memoria viva” que conserva de dichos seres. Los tiene “a la vista mental de su recuerdo”, y a ninguna otra manera de “vista”. De su recuerdo…, o quién sabe si de su imaginación.
Pero llegados aquí, hay que dar un paso más : el que nos llevará a explicar eso que se ha escrito como título de este texto : La Pintura como Relato. Por lo pronto, quede esta afirmación inicial : muchas pinturas, desde el comienzo mismo del arte de pintar, contienen o son relatos de hechos. Desde la ya citada “Escena de Lascaux” hasta el “Guernica” de Picasso.