Una de las formas de la sensibilidad humana está sin duda, (sin duda, para quien esto escribe), o se nos entra en el alma, sea lo que sea lo que llamamos «alma», a través del Tiempo : en el sentido de que nuestra percepción del tiempo cambia a la vez que moldea nuestra manera de sentirlo. ¿Qué es el «Tiempo», sin materia pensante alguna que lo perciba, sin alma alguna sintiente que en sí lo viva? Hay mucha filosofía nacida de estas cuestiones, son muchas las respuestas dadas a ese tipo de preguntas sobre el Tiempo, y ahora no entraremos en ninguna de ellas, aun cuando cada lector podrá percibir en nuestro texto un cierto atisbo de nuestra propia idea al respecto. Y aclaro esto : la imagen que ahí ven representa una parte de una pared de cueva donde se conserva arena de playa de mar…, ¿cuánto tiempo ha pasado desde que esa pared de cueva surgió del fondo del mar llevando consigo esas amarronadas arenas y estando ahora en una Cueva que se halla sobre un monte calizo, elevado metros y metros sobre el mar, y alejado aún más metros de sus orillas? Eones de tiempo, para lo que duramos los humanos y nuestras generaciones.
Acaso «eso» que llamamos Tiempo cobre su ser a partir de la percepción que se tenga de él. O sea, a partir de los seres que somos los que, vivos, podemos considerarnos «materia pensante», como ahí arriba acabo de escribir. Quiero decir esto de otra manera más breve : Tiempo y Sensibilidad (humana) son cosas que se entrelazan de alguna manera. En nosotros los seres vivos que pensamos y sentimos el tiempo (sea lo que sea) se nos hace realidad. Algún modo de cambiante realidad, para más tratar de atinar en lo que queremos decir. estamos con esto ante un universo interior a veces insondable.
Así, cuando paseamos por las afueras de un pequeño pueblo que se ha conservado casi como era hace algunos siglos, pongamos que desde un milenio atrás, o desde casi dos, como es el caso de Carcasona, y nos enteramos que tal localidad existe desde ochocientos años antes de la Era que llamamos «de Cristo», y que se nos ha conservado casi como era ya en la Edad Media, o sea, hace unos mil años atrás, ¿no puede ocurrir que sea el Tiempo lo que nos inunde de alguna manera el alma, -ya dije : sea lo que sea el alma-, y desde esos adentros tan vivos nuestros nos cambie el instante, nos modifique el sentir, vivamos ese tiempo de nuestra mirada de la pequeña ciudad amurallada con una especial sensibilidad? Puede ocurrir, y de hecho resulta que ocurre.
Demos ahora un salto en el tiempo y vámonos de Carcassonne a unos breves versos de las «Tristia» (puede traducirse por «Tristezas», o por «Noches tristes») del poeta clásico latino que era Ovidio. Estos son los versos :
«Cum subit illius tristissima noctis imago, qua mihi supremum tempus in Urbe fuit, cum repeto noctem, qua tot mihi cara reliqui, labitur ex oculis nunc quoque gutta meis.»
(Son los cuatro versos primeros de las «Tristia» I, 3.) Ahora, daré una traducción lo más fiel posible de estos singulares versos; pero incluso respetando totalmente el sentido del texto poético latino, la traducción que de estos versos haga procuraré que sea algo «libre» : a fin de adaptarlo más a la propia sensibilidad del lector actual. Debo aclarar que algunos latinistas leen : «… quae mihi supremum tempus in Urbe fuit», y no lo que hemos escrito antes : «…qua mihi etc.» Ese /quae/ en lugar de /qua/ modifica algo el sentido, pero sólo afecta ello a la sintaxis, no a la semántica del texto. Eso quiere decir que para nuestro propósito ahora es indiferente que escribiera /quae/ o que escribiera /qua/. Pero vamos ya a la versión en español :
«Cuando me viene la tristísima imagen de aquella noche, que significó para mí mis últimos momentos en la Ciudad, cuando revivo la noche, en la que dejé tantas cosas para mí queridas, incluso ahora se desliza una lágrima de mis ojos.»
En el Diccionario Latino Español de Agustín Blánquez Fraile (uso la edición de 1946, que fue de mi padre) se traduce parte de este fragmento citado, que vamos a ver pues merece la pena este breve inciso :
Después de haber citado una frase de Virgilio ( : «subiit cari genitoris imago» : «Representósele la imagen de su amado padre»), cita a Ovidio en estos versos : «Cum subit illius tristissima noctis imago», que traduce así el señor Blánquez Fraile : «Cuando acude a mi mente la imagen de aquella tristísima noche…» y ahí estamos ante el significado clave del verbo latino subeo – is – ire… : «presentarse una cosa a la mente, recordar, venir al pensamiento». Otro valor que tiene este verbo en Ovidio es el de «penetrar furtivamente», y son muchos otros los posibles sentidos. Y con ello presente, hagamos ahora dos reflexiones : una, la que nos lleva a valorar las posibles traducciones de una lengua a otra, y sus dificultades; y la otra, el modo como cada lengua acomoda a su léxico la sensibilidad del pueblo en cuestión que use tal o cual idioma.
Y pensemos : hay expresiones que son de muy difícil traslado ( es decir, traducción ) de una a otra lengua. Fijemonos en que el latín es una lengua muy próxima a nuestro castellano o español, y sin embargo algunas de sus palabras, sobre todo los verbos y algunos nombres (ya sean adjetivos, ya sustantivos, que a ambos ahora los consideramos «nombres») tienen una tal variedad de posibles sentidos que traducirlos acaba siendo un todo un arte. De ahí que las lenguas tengan cada una su propia personalidad, intraducible a veces a otras lenguas, y que para leer literatura adecuadamente sea lo ideal hacerlo en su lengua matriz. No olvidemos que hay textos literarios imposibles de traducir, sobre todo la poesía.
Sigamos : con el paso del tiempo, las lenguas cambian. Incluso sin salirnos de un mismo idioma, el tiempo modela las palabras en sus sentidos de acuerdo con diferentes sensibilidades. Pensemos ahora en el castellano del siglo XVI, y el actual : hay en juego dos sensibilidades ya diferentes, ya con matices que poco a poco se acentúan o se pierden y dan lugar a que aparezcan otros. La sensibilidad humana, pues, posee su propio tiempo, y dejar eso de lado es negarnos a comprender cabalmente los modos de ver y sentir el mundo que el pasado nos ha entregado en textos, algunos de ellos auténticas obras de arte. Y acabemos por ahora con esta pregunta : ¿no creen ustedes que igual que las sensibilidades ante las palabras hay también otras ante las pinturas, ante la música y otras artes? Un mundo muy amplio se abre ante nosotros, y ahora lo dejo ahí estar, que tiempo tendré de tomar de nuevo esta misma cuestión y razonarla desde otros ángulos : las perspectivas a veces cambian mucho las cosas.
En una mismo siglo se puedan dar, y de hecho se dan, en el seno de una misma lengua y pueblo y cultura, diversas sensibilidades. Pensemos en el tiempo que va del año 1900 en este país, España, al año 2000. O vámonos al siglo que llamamos «de Oro», y pasemos por la Historia de nuestra tierra desde la época de los Reyes Católicos, cuando aún estaban en fase de unión los reinos de Castilla y de Aragón, y sigamos hasta finales de la dinastía de reyes que siguió a los Trastamaras, la de los Austrias, con Carlos I de España (y V de Alemania) y «la saga» de los Felipes ( Felipe II, Felipe III, Felipe IV) y el desdichado de Carlos II, al que llama la Historia «El Hechizado». ¿Qué veremos? Pues entre otras muchas cosas, esta clave : una ascensión del poder y al gloria, con al Conquista de todo un Imperio, y una caída estrepitosa en ese abismo de decadencia y derrotas. Y ahora esta pregunta : ¿ante qué estamos? Pues estamos ante un tiempo y unas sensibilidades muy dispares.
Estimado amigo Manuel, no creo que este escrito sea para publicarlo te lo ruego, los tiempos que vivimos, los tiempos de nuestros entornos,
los tiempos pasados, los tiempios de la naturaleza, los tiempos políticos, en verdad sin darno cuenta el tema es tan extenso que pones en duda cual escoger, empecemos poe esa arena milenaria de nuestra cueva del tesoro, que tipo de mundo nos podemos imaginar, escribo donde
posiblemente tendría 30 metros de agua encima, por mucho que desarrollemo nuestra mente, a mi entender todo sería fábula o de una imaginación portentosa, creo que no vale la pena preocuparse por aquellos tiempos, vivamos el tiempo que tengamos reservado, en pocos
días nos diran si el tiempo era hacia adelante o hacia atras.
La arena prensada por los siglos, elevada del lecho marino a la cueva que corona el monte, preciosa metáfora viva del tempus fugit, como preciosa es tu traducción de los versos tristes de Ovidio.Un fuerte abrazo
De nuevo gracias por tu comentario, Alfonso. Y una nota para tu propio pensar sobre tus escritos y tu estilo : ¿no notas cómo está cada día más impregnado de sabor clásico y con un sabor musical o poético en la andadura de tus palabras tan sabiamente ordenadas en tu escrito?
Un fuerte y cordial abrazo, Alfonso. Y más aún a ti, que pones todavía más en el «mapa culto» del mundo a esta ciudad, Málaga, con tus escritos de prensa (¡Esas estupendas «Crónicas de la Ciudad»! No dudo de que estás haciendo historia, algo muy, muy clásico como sabes, desde aquellos textos del «Ab Urbe Condita», de Tito Livio), y también en el literario : con tu obra, que crece y crece y aún más crecerá en todos los ámbitos.
Gracias de nuevo por tus palabras.