Obras de agudeza

7 Dic

La imagen que ven es la portada de un libro que hace unos días sacó, en Ediciones ALGORFA, el periodista y escritor Jose María de Loma. Antes de iniciar lo que va a ser nuestro texto de hoy, remito al lector directamente a la obra : cuanto aquí pueda decir ahora, queda tamañico (tamañico : como diría Santa Teresa de Jesús, esa fundadora que dijo aquello de «La imaginación es la loca de la casa», y que el autor de este singular libro cita directamente en uno de sus aforismos) junto a lo que esta obra, poética e irónica, creativa y desenfadada, singular y muy de estimar, en sí contiene. Insisto en ello porque es el tipo de libros para llevar y releer, lo que se agradece siempre.

Ramón Gómez de la Serna, Carlos Edmundo de Ory, y otros autores del siglo XX como veremos, escribieron breves textos que solían estar concebidos como colección de breves frases que eran a la vez agudos dardos. Dardos ya de ingenio, ya de crítica, o bien de condensada agudeza. Escribían pues «obras de agudeza». No hará ni dos semanas que Jose María de Loma ha sacado a la luz pública su «Dolor de rareza», donde ya en el mismo título anticipa el autor la esencia del contenido de esta obra suya, y nos va mostrando de qué manera renueva y pone de actualidad ese tipo de creación literaria que es el aforismo. Sobre esto tendré ocasión de extenderme más adelante.

El tipo de actividad creativa que aquí ensaya y desarrolla el autor es muy singular. Se diría  que su ingenio se lanza a un modo de trato con el lenguaje que a veces parece prestidigitación léxica y semántica : donde se imaginaría uno «cabeza», el acto creativo prestidigitador pone «rareza», y la frase común, la frase que todo el mundo usa y conoce cobra de pronto un aire nuevo, se nos hace otra y nos nace de nuevo, pero transformada : y ahí tenemos ese «dolor de rareza».

El método, (por así llamarlo ahora), ya estaba vigoroso desde algunos textos de la Biblia. Antonio Machado en algún caso escribe versos que por su estructura y brevedad parecen  aforismos. «Proverbios y cantares» titula Machado lo que escribió en sus «Nuevas Canciones». Y en el libro de Juan Eduardo Cirlot que se titula «80 sueños» ocurre algo similar : pocas palabras para condensar intensas visiones del vivir y sentir de los seres humanos.

Con estos sencillos datos lo que pretendo es simple : José María de Loma se aventura en un modo de texto literario que tiene sus antecedentes, y es consciente de ello. Plenamente consciente. Y es tal la consciencia que de lo dicho tiene el autor que se puede de ese modo permitir la creación de «modalidades» propias, personales. O, si se prefiere, se lanza a «ensayar novedades» en un muy particular modo de creación literaria. ¿En qué consisten estas novedades? Vamos a ver algunas de ellas :

Las permutas, por ejemplo : donde podría uno haber pensado «dolor de cabeza», cambia cabeza por rareza y no modifica en nada el resto, con lo que tenemos ese «dolor de rareza» que va a elegir como título de su obra de «aforías», o greforismos, que así las llama ya desde el inicio de su obra, como verán en la página 7 de la misma. O logra ese rotundo acierto de «Cibeles no conduzcas», (pág. 51) donde no es que le hable a la famosa  diosa, tan de Madrid centro, sino que ahora ha permutado el «si bebes…» por Cibeles. Y con este, otros muchos logros lingüísticos a los que sólo aludimos ahora, pues lo preciso es que cada lector se auto-engolfe en la lectura de esta obra.

Aclararé de paso algo : uso aquí el «engolfarse» en el sentido clásico que tenía ese verbo en el Siglo de Oro de nuestra Literatura; como ejemplo, aquel verso de don Francisco de Quevedo : «En crespa tempestad del oro undoso // nada golfos de luz ardiente y pura // mi corazón, sediento de hermosura, // si el cabello deslazas generoso»… (Es la primera estrofa, un cuarteto, del famoso soneto de Quevedo).

La elección del título del libro, ¿es casual, es aleatoria? Creo que no, que en absoluto lo es. Me atrevo a decir que es del todo intencionada, y que al elegirla como título ya la está usando el autor como antesala de uno de los métodos de creación de aforismos que más  le puedan haber estado «acechando» a medida que iba escribiendo el conjunto. Porque para mí tengo que en no pocos casos las palabras y los giros, las metáforas y un gran conjunto de imágenes posibles a través del lenguaje, «acechan al escritor».

Algo en el lenguaje hay que está como a la espera, y de pronto asalta la mente del que habla o escribe con intención creativa, le atrapan su sentido del gusto, se le imponen. El autor podrá elegir tema, estilo, género…, pero en no pocos casos -pienso para mí- hay términos y juegos de palabras, o de sonidos, etc., que se le imponen. Incluso acudiendo a la rebelión se le imponen, como le ocurrió a don Miguel de Unamuno en una de sus novelas ( o mejor : nivolas ) donde el personaje principal se le encara y enfrenta al propio autor, como hizo en «Niebla» ese fantástico ente de ficción que es Augusto Pérez, que increpa al combativo rector de la Universidad de Salamanca, Unamuno, porque no se resignaba a morir al final de la obra.

Digo esto de rebelión, hablo de esas famosas «sublevaciones», porque todo gran escritor acaba por ver, más pronto o más tarde, que tiene entre manos e «in pectore et in mente» un brioso corcel en el instrumento con que tiene que lidiar : el lenguaje. Todo escritor lo sabe : su problema, por así llamarlo, no es al cabo el tema o la trama de lo que vaya a escribir, que eso acaba por ir ya bien adentro de uno. Su gran problema es le lenguaje con que tenga que expresar lo que fuere, una secuencia de novela, una escena de obra dramática, teatral, un poema, un verso… O un aforismo. Y la razón de esa dificultad en este tipo de creaciones literarias entiendo que es sobre todo el hecho de que un libro de aforismos es sobre todo un ensayo, una «obra de agudezas».

En una próxima selección de estos iluminadores aforismos de «Dolor de rareza», de José María de Loma, sacaremos punta a algunas de las cosas que el autor propone al lector, como quien nada hace, y trataremos de ver con mayor perspectiva este cultivo del difícil género literario que es el de las breves sentencias plenas de ingenio y agilidad de mente que la humanidad ha cultivado desde los inicios mismos de nuestra cultura, y en los que han ensayado sus pensamientos creadores que van desde Freud, o Einstein hasta Lao Tsé, o Maquiavelo. Por lo pronto acabaremos el texto de hoy señalando esto : en el libro de Jose María de Loma late un especial modo de encarar la vida que nos hace pensar en una postura ágil y optimista con respecto al género humano, (lo que le distingue de otros muy anteriores autores que se dejaron llevar a posturas pesimistas, y que ahora no vienen al caso), y eso ya le confiere al libro que comentamos una notable cualidad : la de poder con justeza aspirar a hacerse un día «clásico». Clásico, porque es muy propio de ellos, de los clásicos, rehuir el tono quejumbroso con elegancia, y entrarse en las entrañas pensantes de los lectores de maneras bien humoradas, que el humor, el sano humor, es un muy gran don que la vida puede regalarnos. Hasta el próximo texto, pues.

 

 

 

Sin categoría

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *