Convergencias

18 Sep

La naturaleza de la piedra posiblemente nunca llegó a fascinar al ser humano como, por ejemplo, lo ha debido de hacer la del fuego. Quiero decir que «la cosa piedra» sería para el hombre primitivo algo tan familiar como lo llegó a ser «el agente fuego», pero nunca creo que llegara a sentir ante las piedras y sus posibilidades lo que el «divino y feroz amigo fuego» le debió transmitir desde tiempos muy lejanos, allá en los inicios de la historia. Y más aún : es muy posible que en su mente estuvieran, tal vez de una manera subliminal, escondida en el subconsciente, la piedra y el fuego íntimamente unidos pues, ¿acaso no era chocando dos piedras -el pedernal- como ellos solían hacer saltar la chispa que luego prendía la maleza dispuesta para iniciar la fogata? ¿Y no eran los volcanes como grandes bocas de la tierra que arrojaban a veces de sí rocas incandescentes, fuego que acababa petrificándose? Piedra y fuego unidas por un misterioso vínculo que sus mentes percibían de manera aún no explicable. Y a ambos, la piedra y el fuego, habrá que unir la madera : eran leños los que servían de alimento al fuego que les reunía así a la tribu o el clan en torno a la hoguera. En algunas culturas este elemento, la madera, están junto a los cuatro básicos : el agua, el aire, la tierra, el fuego.

En las cuevas donde se guarecían cuando era preciso, las paredes de piedra se convertían de pronto en modos de lienzos donde ellos pintaban animales, seres diversos, o figuras cuyo sentido aún nos es una incógnita que deberemos descifrar. Algunos estudiosos de la prehistoria han razonado de forma convincente que para ellos las paredes de roca de la caverna eran la linde entre el mundo de los vivos, «el más acá» donde estaban los que pintaban en estas paredes, y al otro lado, al lado invisible e inalcanzable, «el más allá», el mundo de los muertos. ¿Es por eso que en algunos casos realizaban un tipo de pintura o de rayas hechas con pedernal? Si repasa el lector los textos anteriores que sobre estos tiempos he venido publicando en este blog, hallará uno titulado «Las rayas chamánicas», donde se comentan unas, muy curiosas, hechas en un recóndito rincón de la Cueva, y cuyo sentido y posible significado algún día abordaremos, pero siempre desde la atalaya de la hipótesis, pues no tenemos hoy por hoy modo alguno de ratificar lo que tratemos de explicar.

La imagen que ven al inicio de este texto de hoy es una piedra que presenta sobre todo las particularidades que en ella pueden ver : es redondeada, y tiene cinco líneas entre sí paralelas que están curiosamente dispuestas como si fueran barras que parecen talladas sobre el canto rodado. Están sólo en una de las caras de la piedra, y el conjunto debemos considerarlo como algo que la propia Naturaleza ha forjado : no es esta piedra obra humana, sino producto de la naturaleza, y por ello se ha sugerido este título : Convergencias.

Porque real y verdaderamente, si nos detenemos a observar muchos elementos del mundo natural, no tardamos en hallar en él elementos que coinciden con obras realizadas en su día por seres humanos, desde rayas y formas geométricas que algún mensaje deben sin duda contener, pero que nosotros, hoy, no somos aún capaces de captar. Del mismo modo que el mundo natural enseñó al hombre en sus principios unas leyes inapelables, así también nosotros algún día captaremos del todo el callado mensaje que los primeros humanos nos transmiten con sus obras : incluso sin habérselo propuesto ellos de un modo lúcido y deliberado, sino como si nos hablaran desde un estado de sueño-lúcido. Tipo de sueño que tal vez practicaron e incluso descubrieron a través del uso de plantas e hierbas por ellos utilizadas : los enteógenos. Sin ir más lejos, la «salvia divinorum», que hasta hace unos años era lícito adquirir en herboristerías, es una planta que induce al sueño lúcido. Hoy, la salvia divinorum sólo está permitida a profesionales cualificados y su venta libre está prohibida; pero como digo, durante mucho tiempo esto no ha sido así. Que a veces las leyes también convergen para cerrar caminos que durante siglos estuvieron abiertos.

 

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