Puntos infinitos : el arte rupestre

14 Ago

Desde otra perspectiva en la que se enfocaban otros tres puntos que no es el que aquí se ve, y donde además también se veía ese «punto corrido» que casi forma una especie de incierta raya, (o, quizá, donde puede uno imaginar que el que tal cosa dejó plasmada en la roca quiso representar el paso de un cometa por el cielo), desde otro ángulo esta imagen ya la hemos comentado en un texto anterior. Ahora, a propósito de ella pero también entrándonos en otros derroteros mentales, yendo hacia otros campos de la imaginación, por un lado, pero a la vez de la realidad también, queremos volver sobre el misterio de las pinturas rupestres. Para ello, hemos compuesto este relato :

«Imagínenselo : se adentra el hombre en una gruta, por una estrecha galería; sin luz. No la necesita durante su más o menos largo trecho de camino, pues tiene en su mente, como grabada, toda la galería de la Cueva, -en realidad, tiene en su mente la totalidad ya por él conocida y explorada de la Cueva-, y la puede recorrer a oscuras totalmente, incluso llevando una de sus manos cargadas con algunos útiles. Lleva instrumentos muy básicos que le pueden servir para encender un modo de fuego que le dé la luz precisa, y algunos otros que le permitan pintar, dibujar algo, diseñar o marcar (¿qué) en techos o paredes de  la gruta.

Y lo que va a pintar, (así que encuentre la pared o zona del techo de la cueva que le pueda servir como lienzo), es algo que lleva consigo en su memoria. Algo que vio o soñó o tal vez sólo imaginó un día, y algo que ya en su mente está sin que se le vaya de allá adentro, por lo que, a veces, lo revive o lo recuerda o lo sueña incluso, como si esas imágenes interiores que le acompañan fueran ya a vivir con él para siempre. Aún no sabe si acabará pintando una cabra, un bisonte, un caballo, o quien sabe si algún grupo de figuras que parecen como si flotaran en el vacío, aun estando bien vivas sobre la blanca caliza de la pared de la cueva. Tal vez componga un grupo de figuras esquemáticas de seres como él mismo, solo que bailando algún tipo de danza, quien sabe si festiva o si cargada de silenciosos dolores que nunca se van a traducir en palabras.

Puede que se trate de algún tipo de composición que nada o muy poco tiene que envidiarle a un gran cuadro de un museo moderno : la escena del pozo de Lascaux, que muchos han llamado «El sueño del chamán», es de ese tipo de pintura sobre roca que podemos considerar magistral. Casi nos habla desde el fondo de siglos muy atrás, muy atrás pero, al mismo tiempo, ¡qué cercanos en nuestro interior inconsciente!

Otros como él, sean o no sean chamanes, lo que pintan en las paredes de estas grutas donde celebran rituales y hasta habitan durante largos periodos de los fríos inviernos son figuras geométricas, ya cuadrados, o círculos, o líneas en paralelo, o simplemente puntos. Puntos rojos, y nada más. ¿Qué son esas formas? Quiero decir, ¿qué tratan de comunicar o qué tipo de mensaje o de significado llevan en sí?»

Estamos ahí ante uno de los misterios de las pinturas rupestres. Y estamos tratando de imaginar cuáles serían sus acciones previas al acto mismo de pintar, una vez encontrada la pared de galería de gruta que busca, o el techo de la cueva que ha elegido para esa tarea que no siquiera sabemos si él se la impone o si le viene impuesta por una tradición de la que ni sabe, ni quiere, ni de querer podría escapar. De momento lo seguimos en su caminar a oscuras, con pasos lentos y a veces tanteando con la mano libre de carga ya en la pared aledaña, ya alzándola hasta el techo en las partes de su camino donde calcula (sin error : conoce la cueva tan bien como su yacija) que el techo está próximo a su cabeza.

¿Cómo se va a iluminar, así que estime que llegó a su meta mental, ya prevista de antemano? Hemos de imaginar algún tipo de aceite o grasa que, en un adecuado recipiente de cerámica, arda con leve llama y le dé la luz que precisa para su tarea, ya que al fin y al cabo no necesita de excesiva iluminación, pues sus imágenes son mentales. Una llama que no dé mucho humo, el absolutamente indispensable en cualquier modo de fuego iluminador : la galería debe permanecer libre de molesta humareda.

Que estas cosas han podido ser así hace miles de años es algo que tengo por seguro, pues como veremos en sucesivos textos que van a completar este de ahora, vivencias personales tengo desde hace décadas, cuando acudía con mi padre a la Cueva de que vengo hablando, allá por la década de los años 60 y antes, muy a finales de los 50. Y en tanto él trabajaba en sus investigaciones con el grupo de amigos que voluntariamente acudían a la Cueva del Suizo ( como se llamó antes de ser denominada «del Tesoro», como lo es hoy), yo me entraba a solas en la cueva con un aparato de carburo y un botijo para proveer de agua al grupo. Queden por ahora estas otras cosas en espera.

 

Una respuesta a «Puntos infinitos : el arte rupestre»

  1. Que mi propia persona entre en estos comentarios en relación con cosas vistas y vividas en la Cueva, tiene su lógica : en algunos casos, además de haber sido testigo de dichas cosas, las viví junto con otras personas, algunas de las cuales aún pueden dar fe de lo que lean aquí, pues fueron también testigos directos de algunas de estas cosas. En otros casos, fue mi propio padre, en el «Diario de Excavaciones» que en su momento se citará y que conservo como oro en paño, quien relató muchas de las experiencias que tendrán su momento en estos textos. Gracias, lectores.

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