Lo que arriba se ve, es una de las más características pinturas rupestres de la Cueva del Tesoro. Se encuentra en la galería que llamamos «de las Pinturas», al final de un estrecho paso entre paredes de roca viva y estalactitas, todo lo que hace que el acceso a dicha zona de la cueva sea dificultosa, y no apta para todos. Eso, en cierta manera, preserva a la pintura del deterioro que el exceso de visitantes causa en este tipo de cuevas, que se nos han conservado durante siglos, entregando un auténtico tesoro al hombre de la actualidad, y que necesitan, con urgencia, que tal cosa, su preservación, sea defendida contra viento y marea.
¿Qué representa esta pintura? Ya su propio primer descubridor, el abate Breuil, que estuvo en la gruta en 1918 junto con su entonces propietario, el farmacéutico don Enrique Laza Herrera, vio en esas formas una cabeza de liebre o conejo, y así se ha explicado por lo general. Hoy, nosotros, no vamos a entrar en disquisiciones acerca de esas llamativas formas dibujadas con ocre sobre la pared caliza de la galería que partiendo de la llamada «entrada del pozo del Suizo» se alarga bajo tierra, en sentido oblicuo, como si buscara llegar al mar. Ahora lo que nos vamos a plantear es otra cosa, que creemos está en relación con las pinturas y su simbolismo. Tal cosa es el origen de la escritura.
Si aún las mismas pinturas parietales de las cuevas, las conocidas y tan famosas pinturas rupestres en general, suscitan no sólo interés, -lo que es lógico-, sino sobre todo varias teorías interpretativas de su sentido último, de su posible intencionalidad, y es abundante la bibliografía existente sobre este asunto, ¿qué podemos decir de su no descartable conexión con el origen de la escritura? Ahí, en ese concreto asunto, en esa (que podría parecer) tan simple pregunta, se esconde una cuestión primordial. Al menos a nuestro entender, lo es. Y lo es por varias razones : la primera, que los que primeramente pintaron estas imágenes en cuevas, -y en sitios poco accesibles de estas cuevas-, eran de la especie de hombres originarios del Valle del Neander, esto es, neandertales dada la antigüedad que debemos atribuirles a estas primeras muestras del arte rupestre : más de 25 ó 30.000 años, como mínimo, en las costas del sur de la península. Y nos quedamos algo cortos : estas pinturas podrían perfectamente tener sus 40.000 años y más. ¿Razones de ello? Una, elemental : en esta misma cueva hay ciertos «signos no arbitrarios» en una de sus salas cuya antigüedad se remonta sin lugar a dudas a esa fecha, como mínimo. Esos «signos no arbitrarios» a que aludo fueron en su momento estudiados y considerados por un ilustres teórico e investigador : David Lewis Williams, en su «La Mente en la Caverna». Lo veremos en otros textos.
La otra razón : creo que los creadores del arte parietal fueron también ya poseedores de un modo de lenguaje escrito, y si no crearon ellos mismos la primera escritura en estos ámbitos del Mediterráneo occidental, desde luego la poseían. La escritura tal y como la conocemos puede que tenga su origen en Sumeria y entre los ríos Tigris y Éufrates, en Babilonia, en el extremo oriental del mundo entonces conocido y con conexiones entre sus pueblos; pero la escritura en términos amplios y generales no ha sido inventada por la humanidad una sola vez : diferentes pueblos y en diferentes momentos históricos han desarrollado sistemas de escrituras varios. Para poner un ejemplo que nos sea válido : a su llegada al llamado Nuevo Mundo, Hernán Cortés encontró entre los indios de la zona aledaña al México de Moctezuma un sistema de escritura que describe él en sus Cartas, así como también lo describe uno de los más eximios cronistas de la Conquista de Méjico : Bernal Díaz del Castillo. Tal sistema consistía en una cuerdecillas con nudos dispuestos de manera que «se leían con los dedos», esto es, que podrían leerse en la oscuridad.
Volviendo a nuestra actual intención, esto es lo que básicamente debo ahora decir : creo que los primeros pintores de la humanidad en estos lares que digo, el sur de la Península Ibérica, eran ya dueños de sistemas de escrituras que sin duda serán un día descubiertos y desentrañados. Escribían con signos aún no alfabéticos, pero sí representativos de ideas. Podemos considerarlos como unos modos de proto-escritura, (es decir, de pre-escritura), que en sus desarrollos posteriores sí darían lugar a los signos ya del todo concebibles como alfabéticos.
Esta idea, la de atribuir a aquellos lejanos pintores del alba de la humanidad un sistema de escritura dado, no es descabellada : por necesidad, tendrían que dejar a su paso por lugares comunes, señales o «un algo sígnico» que les advirtiera de cosas importantes para su vida. Y ese «algo sígnico» tendría, por lógica, una correspondencia fónica, sería algo que debería poder ser enunciado, pronunciado, «fonetizado» (si se me permite la palabra). ¿Cómo, si no, algún miembro del clan que viera el signo pintado en una pared o una roca, iba a transmitir su sentido al resto sin necesidad de llevarlos a ver lo «pintado / escrito»?
Como es de esperar, estas ideas que ahora acabo de exponer deberán ser desarrolladas en otros textos. Por ahora me limitaré a citar una muy simple nota : la arqueóloga Denise Schmandt – Besserat afirmó hace no mucho que fue en el Paleolítico Superior cuando se crea ya un sistema de escritura. Sobre todas estas cosas, volveremos.
Esta idea de que la pintura y la escritura no debieron estar muy distantes en el tiempo, y en cierto modo nacen casi de un modo conjunto, se apoya en la base que ahora explicito o aclaro, y que más adelante trataré de desarrollar : ambas remiten a un tipo de pensamiento simbólico, ambas suponen un «trabajo mental» muy específico, y si pensamos que unos seres humanos capaces de hablar y de pintar con la maestría que se les ha reconocido con justeza no sabían servirse de signos que representaran ideas/palabras, la verdad es que les negamos un tipo de capacidad mental que sin duda debían tener.
Pero esto lo razonaremos con más detenimiento
Cuando se habla de origen de la escritura hay que separar el nacimiento de los números y sus aplicaciones prácticas, del de la escritura propiamente dicha. Enumerar no es escribir, lo mismo que narrar no es contar en plan 1,2,3,4…etc.
La escritura nace de la necesidad de fijar relatos e historias, ya sean o no mitos, y así transmitir un saber a la posteridad.