Las piedras, la historia.

7 Oct

Esta piedra que ahí ven, y que un día se recogió en una playa y luego pude conservar, no tiene más valor que el que le confiere su forma : así solemos representar, cuando lo hacemos en sólo dos dimensiones, el corazón humano. Como piedra (caliza, en general) que es, nos remite a la historia misma de la vida y de este planeta; y como forma corazonada que presenta, nos conecta a la historia del ser humano aquí, en la Tierra. Al menos es así como voy a plantear ahora, en estas palabras y a propósito de esa simple imagen, una serie de hechos que si por una parte podemos considerar meramente anecdóticos, por otra nos abren caminos a la reflexión de las cosas, tanto las que nos ocurren como las que hacemos o pensamos.

La historia del ser humano está muy íntimamente ligada a las piedras. El inicio de nuestra andadura por la Tierra se conoce como «Edad de la Piedra», y la llamamos de dos modos básicamente, según los seres que en esas edades dejaron rastros de sí mismos, tallaran y trabajaran las piedras. Así, el Paleolítico es «la época de las piedras antiguas», y el Neolítico es «la edad de las piedras nuevas». Pero aunque la Ciencia que los estudia los clasifique y divida en etapas y especies, corazonadamente son una sola realidad : la realidad del ser humano que tiene sentimientos. El corazón es el otro polo, la antítesis de la piedra, de ahí que la expresión «tener un corazón de piedra» valga por «carecer de sentimientos», es decir, no ser propiamente humano. Así que esa piedra, tallada como corazón y que estaba en una playa del sur, tal vez quiera fundir en una sola esas dos realidades que en el vivir común se contraponen. Poner corazón incluso en las piedras.

Antes de lo que llamamos «paleolítico», esto es, «paleo» (antiguo) y «lítico», de litos (: «piedra»), no tenemos nada más que un período de larga duración, de miles de millones de años, donde se va fraguando la evolución de los seres vivos hasta llegar a los homínidos y, de estos, surgirán los «homo», como el neandertal, -que es el primer homo sapiens conocido-, o como el llamado sapiens-sapiens, que es primero «cromañón» y luego es el «moderno», nuestro ancestro más antiguo y directo. Esto, por no entrar en mayores detalles de tipos humanos, como los «denisovanos», de una región de Siberia ( la cueva Denisova, en los montes Altai, del sur de Siberia) que serían como una especie de «puente» entre los neandertales y los sapiens modernos. Estos avatares ahora no nos deben desviar del tema, por interesantes que sean.

Las piedras, pues, marcan desde el principio lo que llamamos historia…, ¿no es curioso? ¿No llama la atención que el ser humano se haya vinculado hasta ese extremo a ese tipo de materia, el que constituye la parte sólida de nuestro mundo? Incluso en uno de los Evangelios, el de Mateo, se nos relata que Jesús dijo aquello de «…y yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta «piedra» edificaré mi iglesia». En la «prehistoria» de la religión católica, las Leyes de Dios se tallan sobre unas tablas de piedra, y ya en la historia más concreta de la misma religión, se depositan en el hombre cuyo nombre se muda de Simón Bar Joná a Pedro, esto es, de Simón, a «Piedra».

¿Qué pasa a lo largo de los siglos? ¿No se va organizando el ser humano, finalmente, en grandes «casas de piedra» o castillos, fortalezas, bajo cuya protección se sitúan las aldeas? Y, ¿acaso no son grandes esculturas de piedra, desde los megalitos de los tiempos prehistóricos hasta las grandes construcciones-símbolo, como la Estatua de la Libertad las que nos siguen representando? Desde la Gran Muralla china hasta las acumulaciones de piedras entre las traviesas de los raíles del ferrocarril, las piedras nos representan.

Tanto nos da ahora que sean las aún misteriosas Pirámides de Egipto o las del Nuevo Mundo : en ladrillos, sustitutos de las piedras, se inscriben los orígenes de la palabra escrita, de la escritura, allá en Sumer. Antes de ello, en las cavernas y en los altos riscos a cielo abierto, el ser humano da razón de sí : graba cosas, pinta seres, imprime manos de manera ingeniosa, traza líneas que sugieran formas geométricas…, en suma : a la vez que se habla a sí mismo, nos habla a los hombres del futuro. ¿Qué sentido tienen estas cosas?

El sentido de estas cosas entiendo que es múltiple. No podemos, o al menos no deberíamos  reducirlo a un único relato, ya sea el Génesis o ya el Poema de Gilgamesh, o los textos de las Pirámides o los que sean, como esas cuerdas con nudos que Cortés encontró en su aventura de conquista hacia México, y contenían en realidad información, información «verbalizable» para quienes conocieran el sentido de aquella insólita manera de «escritura».

El relato de la totalidad de estas cosas es tan amplio como lo es el mismo ancho mundo donde han nacido y en el que se modelaron, y tanto da que sean estatuas pétreas en islas del Pacífico ( La Isla de Pascua, los moais) como el Moisés de Miguel Ángel : todas esas piedras son como el dedo índice de un ser humano que está por encima del tiempo y que viene a decir, entre otras mil cosas posibles, «yo estoy aquí» : porque esas piedras, verdaderamente, nos señalan.

Aquello de «Pulvis es et in pulverum reverteris» ( : «Eres polvo y a ser polvo volverás») es tan válido para el polvo, o el barro, o la fina arena de los mares, como la piedra y las altas montañas que la nieve cubre : La Tierra es todos sus seres, y ese algo más que le dan la piedra, el agua, el fuego…, y nosotros, su sueño efímero.

 

 

5 respuestas a «Las piedras, la historia.»

  1. El libro de Yves Coppens «Últimas noticias de la prehistoria. Del ADN de los dinosaurios a las pinturas de Lascaux», que editó Tusquets en junio del 2012, traduciendo la edición francesa del 2010, contiene datos de gran interés. Por ejemplo nos habla de una piedra con incisiones cuadriculadas que se halló en Blombos, Sudáfrica, y que tiene 75.000 años de antigüedad. Las incisiones son las que tienen esos 75.000 años, obvio. La piedra…, ¿qué edad puede tener una piedra?
    Tenga la que tenga, sean los eones que sean, lo que importa ahora es que esas incisiones en la roca, en una piedra exenta, implican la emergencia de una conciencia. Porque sólo seres con percepción de las formas, pueden adquirir una determinada conciencia emergente que les permita pintar, rayar, modelar…
    Dado que los hombres descubren el uso del fuego y su relativo dominio hace unos casi 500.000 años, debemos conjeturar que los hombres, ya en su forma de neandertales, o ya en su variante denisovanos o cromañones o nosotros mismos hace 20.000 años en una Cueva del Sur o de la Cornisa Cantábrica, llevamos en la tierra apenas un suspiro de tiempo… ¿Se descubrirá algún día que somos mucho más «viejos» de lo que creemos?
    Entiéndase ahora por «viejo» esto otro : seres vivos en este planeta.

  2. Cuando digo esto último de que algún día tal vez se descubra que somos mucho más “viejos” de lo que creemos me quiero referir a que en temas de paleontología y también de prehistoria las fechas están aún sobre terrenos movedizos : porque nos falta mucho por descubrir y saber, y carecemos de una gran cantidad de datos. Cuando los tengamos , entonces podremos entender muchas cosas y, de fijo, nos sorprenderemos por otras muchas más.

  3. Un texto tan antiguo como el que se conoce con el nombre de I Ching, (o “Libro de las Mutaciones”) y al que se le calculan no menos de 5.000 años de antigüedad, ¿no tiene textos que le antecedan? ¿Esa sabiduría combinatoria de los 64 hexagramas, surge de pronto sin más?
    Ni es lógico esto que planteo del I Ching, ni tampoco lo es que el primer poema épico de la humanidad, el de Gilgamesh, al que también se le conceden más de 4.500 años, puede que como el libro chino antes dicho otros 5.000, carezca de antecedentes literarios escritos.
    Eso significa que tanto los textos como las escrituras donde se nos han transmitido, deben sin duda ser mucho más antiguos en su génesis en el tiempo : el hombre inventó la escritura mucho antes de lo que hoy se cree.

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