SIGNOS

17 Ago

Es una de esas palabras que por su origen y sus valores significativos posibles forman parte de lo que podríamos llamar «léxico abierto», queriendo con ello decir que por sus posibles sentidos, a partir de un origen indistinto, pasan a valer por muy diversas cosas. Piensen, por ejemplo, que en el Diccionario de la RAE, «signo», en una de sus acepciones puede valer por «sino», esto es, «hado, destino», (por lo que no debemos confundirla, a esta palabra, con el término lingüístico que equivale a «pero» : mas, pero, sino aunque, que son conjunciones y carecen de valor significativo «fuera de la lengua». Estas cosas gramaticales ahora no son el tema).

Aclaro, antes de seguir, que la expresión de «léxico abierto» es algo que en cierto modo improviso sobre la marcha, y paso a explicar muy brevemente : una palabra como la que estamos usando, que procede del latín /signum/ y vale por «señal, indicio, sino o hado, entre otros significados, estaría dentro de lo que llamo ahora «léxico abierto» : sus valores cambian según se trate de un signo lingüístico, o matemático, o notarial…etc. Y según los contextos en que se use. En cambio otras palabras sólo portan por lo común un significado, como por ejemplo los nombres de árboles, en su mayoría, ( : abeto, higuera, cerezo, abedul – o betula -, etc. ). Decimos «en su mayoría» porque a veces hay palabras que son nombres de árboles pero además han adquirido otros significados : castaño es tanto un nombre de árbol frutal como de un color. Cuando nos topamos con estos términos adscritos a un único sentido, estamos en lo que se podría llamar «léxico cerrado».

Pero vayamos al tema : es claro que los signos nacen a la par que el lenguaje, pues la misma palabra «significar», que es compuesta de «signum» y «ficare / facere», ambos de origen latino, ya nos dice que «hacer que algo sea signo de algo» implica un proceso que podemos considerar, en su base, lingüístico. Otra cuestión es la de si los signos que llamamos «lingüísticos» tienen en su origen conexión con los signos que consideramos «naturales» : cuando decimos que «el humo es signo de fuego», estamos usando palabras y a la vez nos estamos refiriendo a cosas que existen con entidad propia, se llamen como se llamen.

¿Nos lleva esto a aquella que ha sido tanto tiempo una cuestión tan debatida de la Teoría del Arte, la del «Ut pictura poesis», que nos llega a través de las elucubraciones del poeta latino Horacio pero que son anteriores a él, pues ya lo propuso en el siglo V a. de C. Simonides de Ceas? En cierto modo, sí nos conecta con esa idea, pero a la vez nos podemos dar cuenta de que adquiere todo una mayor dimensión en cuanto reparamos en una serie de cosas como son el origen de la pintura, su posible valor simbólico, la «invención» del arte que llamamos «abstracto»… Porque, ¿qué ven ustedes en esa imagen que precede a este texto? ¿Un cuadro de H. Michaux? ¿Un esquema arbitrario que nos podría parecer salido del test de Rorschach? ¿Nada que tenga sentido?

Como muchos saben sin duda el famoso test de Rorschach se basa en unas «estudiadas» manchas de tintas y se publicó por vez primera en 1921, formando parte de una técnica psicodiagnóstica. Hay una serie de cuadros, como no pocos del extraordinario poeta y pintor belga Henri Michaux, (Namur, 1899 – París, 1984) que se parecen a esas manchas del test de Hermann Rorschach, (nacido en Zurich en 1884 y que falleció en 1922). Aficionado a la pintura, curiosamente, el psiquiatra suizo ideó su famoso «test proyectivo» para tratar de revelar aspectos de la personalidad de los pacientes de psiquiatría de acuerdo con las interpretaciones que cada uno hiciera de esas manchas abstractas de tinta,  – hasta un total de diez – , y logró descubrir que la percepción visual se halla influida por la parte más íntima o interior de la personalidad.

Y ahora vamos a la pregunta final, que en un venidero texto vamos a tratar de continuar, no sólo analizando obras de arte literario, novelas y relatos actuales, sino además intentando solapar dos cuestiones que en apariencia están separadas pero que tal vez no sean del todo separables : los signos como palabras, y los signos como pinturas : ¿Son algunas pinturas rupestres susceptibles de análisis similares a los que se hacen actualmente en algunas escuelas de psiquiatría y psicología? ¿De qué son SIGNOS esas pinturas de las cavernas? Ahora nos referimos tanto a los bisontes y caballos como a los «signos primeros» que estudia Genevieve Von Petzinger en su reciente obra «The First Signs : Unlocking the Mysteries of the World´s Oldest Symbols.» La obra ha sido publicada en inglés en mayo del 2016, y aún no se ha traducido a otras lenguas, que yo sepa. G. von Petzinger localiza hasta 32 símbolos de carácter geométrico (pero, para nuestro coleto, abstractos).

Nos volveremos, pues, a ese «Ut Pictura Poesis» que, desde los tiempos de los griegos clásicos del siglo V a. de C.,  y del latino Horacio ( : en su «Epistola ad Pisones») hasta la actualidad, ronda la Teoría de la Literatura y el Arte, y en nuestros días analiza la doctora Ana Lía Gabrieloni, entre otros autores que tendremos ocasión de citar y analizar aun cuando sea muy de pasada.

 

3 respuestas a «SIGNOS»

  1. Nos hacemos ahora una pregunta : ¿es posible plantear en una sola pregunta varias cuestiones sin que ninguna de ellas quede cercenada? Por ejemplo, preguntarnos por el origen de la pintura, del signo abstracto, y del número o la forma geométrica.
    Si es posible hacerlo, y yo creo que lo es, entonces no será descabellado tratar de ver en los significados de las cosas no sólo lo que creemos que puedan ser, sino también lo que podrían ser aunque nos cueste trabajo creerlo. Imaginar, por ejemplo, que los seres humanos de hace 30.000 ó 40.000 años no sólo ya poseían lenguajes articulados y controlaban el fuego y eran capaces de fabricar formas de «tintas» con pigmentos de plantas para pintar en las paredes de las rocas, sino que ponían nombres a las cosas y esos nombres, que ellos pronunciaban y emitían con su voz, podían también representarlos con figuras abstractas, o sea, con signos. En suma : sabían (algunos) una elemental escritura…

  2. El libro que se ha citado en el texto, el de la doctora Genevieve Von Petzinger, en definitiva, lo que hace, entre otras muchas y muy valiosas cosas, es identificar hasta 32 signos que se originaron en la prehistoria, se grabaron en piedras y grutas y se extendieron por gran parte de Europa, y son coetáneos de las pinturas rupestres. ¿No es esto haber logrado identificar una muy antigua escritura con signos? Piénsenlo, y de paso no dejen de lado que, apenas hace menos de 200 años, el «civilizado» hombre moderno creía que el hombre de las cavernas era una especie de simple «animal bípedo» que era capaz de manejar piedras y pegarse con palos de madera endurecida al fuego… ¡Qué lejos se estaba de la realidad, cuando se pensaba eso!

  3. Es posible que para quienes mantengan una visión del «homo sapiens» anclada en lo que se ha venido creyendo de nuestros ancestros de la prehistoria, estas ideas parezcan descabelladas. Es cuestión de tiempo, y de no mucho tiempo, que se modifiquen los conceptos e ideas que tenemos aún de los hombres de la Edad del Hielo, como se les llama en algunos ámbitos : los estudios avanzan, los medios de análisis también se perfeccionan, y es sólo cuestión de tiempo que sepamos muchos más de quienes nos precedieron.

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