El contraste entre la luz y la oscuridad es fantástico. Allí, en el interior de la cueva, esta sensación se transforma en algo que es difícil explicar. La creencia de que el lenguaje es un arma que puede con todo, es una idea que tiene algo de falaz : existen muchos modos de lenguajes, y ninguno agota al otro, y ninguno lo expresa todo, y además de ello, el silencio también llega a ser a veces un modo altamente expresivo de «lenguaje» : ese lenguaje mudo que puede llegar a decir mucho más que muchas palabras. Pero el mejor modo de lenguaje que tienen las grandes grutas, es su silencio. Su silencio, todos callados, puede escucharse. Y si suena una gota que cae sin que se la pueda ver desde una estalactita, aún más perfecto se nos hace así el silencio… ( : ¡Qué curioso es esto! ).
En esa fotografía, que podría mejorarse con buenas cámaras (y, como es obvio, la vista y la oportuna toma de un buen fotógrafo, lo que no es mi caso), presenta de todos modos lo que aquí quería ahora comentar : la luz, frente a la oscuridad. Los contrastes. Ese juego de opuestos que parece eterno : el juego de los binomios, donde apenas si se le da opción a un tercero. ¿Es acaso ese tercero lo que llaman en Mística la noche oscura del alma?
Si lo fuera, ese «tercero siempre en discordia» sería de suma importancia. Entre el ruido y el silencio, está la música, que no es silencio por más que invite al atento silencio del que la escucha, y, desde luego, si es música, no es ruido. Y hablo ahora no sólo de la música a la que podamos acudir con gusto a escuchar, sino a esa música interior (es un modo de hablar, pero es) que tienen las noches, un amanecer o una puesta de sol, vistos desde un lugar apartado y adonde sólo el sonido del campo, como mucho, sea lo que nos llegue. O que podamos a veces tener uno mismo : igual que dicen que la tiene el Universo, y la llaman música de las estrellas. Pero vayamos a otra cosa, que nada de esto creo saber.
«La luz lo malo que tiene, es que no viene de ti /…/ Quiero más tu oscuridad», decía Pedro Salinas en uno de sus más conocidos y bellos poemas de amor : La voz a ti debida. Que en poesía el ser humano establezca un modo de decir las cosas donde todo quede subordinado a un cierto modo de sentir, es algo que se acepta sin dificultades. El lenguaje se nos torna un ser metafórico, una entidad maleable, a nuestras propias fuerzas entregado, y las cosas se dicen con las mismas palabras…, pero que, (¡Oh, maravilla!), ya son otras. Son las mismas de siempre, pero dicen cosas nuevas, inéditas, nunca dichas antes. La cuestión ahora es : ¿por qué?
Un gran poema puede emocionar tanto como una bella ecuación, o un muy especial modo de combinar sonidos. Un gran descubrimiento siempre lleva consigo ese tipo de novedad que nos hace sentirnos como recién nacidos a un mundo nuevo. En eso, la música, la mística, la poesía y la ciencia se ponen de acuerdo y no hay ahí nada que objetar. Es como si se hubiera cuadrado el círculo. O es como si nos sintiéramos acompasados con el mundo de una manera tan nueva e íntima, tan interior y plena de armonía, que fuéramos una misma cosa con la luz y con la oscuridad, con el amor y con el olvido, con la vida y con la muerte…
¿Acaso no tienen una plácida expresión Stefan Zweig y su esposa, ya fallecidos en su propio lecho, abrazados, y como «despiertos a otro modo de luz», (ésta, quizá, ya del todo infinita), porque así lo decidieron un 22 de febrero de 1942? La tienen. Lo mismo que su obra póstuma, esa autobiografía que tituló Stefan «El mundo de ayer» y se publicó en 1944 está llena de luz, también, y es un elogio de la cultura europea.
Tenemos que saberlo : la luz no es infinita. Ni lo es la vida. Ni lo es la Muerte. Nada es infinito porque «Nada» es una noción quimérica : Todo y Nada pueden ser intercambiables, y también lo pueden ser Luz y Oscuridad : de hecho, lo son a diario. Pero mejor será que digamos todo lo que ahora queremos decir con un poema ( es un soneto ) de Juan Eduardo Cirlot, que se titula :
Árbol Agónico :
«El árbol que en mis ojos sufre y crece / espera tus palomas deslumbradas. / Sin frutas, con las hojas desoladas /extático se eleva. No florece.
Sin la sangre celeste. Permanece / siempre estéril; las ramas desgarradas / como arterias sin flor, deshabitadas: / vestigio de otro mundo que perece.
Vestigio de mi horror cristalizado / en lamentos sin voz; duros fulgores / metálicos, que cubren la tortura
Eterna de este monstruo maniatado / que extiende ya reseca su locura, / bajo un cielo sin luz y sin clamores.»
En notas a pie de página se explica que para Cirlot, según su «Diccionario de los Símbolos», el árbol representa la vida del Cosmos y equivale a la «realidad absoluta». Y que la paloma, como todo animal alado, es símbolo de espiritualidad.
Me queda por añadir que este texto, de manera excepcional, quisiera dedicarlo a la obra y la vida de Stefan Zweig, así como a su compañera en vida y fin de vida bajo esta luz, nunca infinita. Gracias.
Precioso artículo. Me ha encantado Manolo. Esta todo dicho, bien estructurado y lleno de silencios para el pensamiento.
Muchas gracias por tus palabras y sobre todo por haberlo leído. Somos solamente «Infinitos» cuando nos salimos del tiempo, y eso ocurre pocas veces.
Mucha suerte en todas tus cosas.
Al hilo de tu emocional ante y silenciosa reflexión, me atrevo a recomendarte ‘Un tiempo para callar’, del viajero (excelente) británico Patrick Leigh Fermor, un viaje en los años 40/50 por monasterios europeos. Es uno de los grandes escritores de viajes. Un abrazo fuerte
Gracias, Alfonso. Siempre con tus indicaciones das nuevas vías a quienes por los caminos de la cultura seamos andar. No conocía a Patrick Leigh Fermor.
Nota .- En anterior comentario, donde dice «seamos», debe decir «deseamos».
Visite hoy de nuevo la Cueva. El cuidado que se hace de ella es mínimo. El público que la visita tiene más bien trazas de ser personas educadas y que respetan lo que están viendo, pero la mayoría no acaba de entender qué es lo que hay que ver, qué es en realidad visitar una cueva de esas características.
Algo habrá que hacer.
Hoy, a 19 de julio del 2017, vuelvo a poner este texto que está también como «inspirado» en esa misma Cueva : la Cueva del Tesoro, a la que acudo con frecuencia.