Creo que la imagen, ( : tridimensional en la realidad ), de esa cabeza de toro o vaca está bastante clara. Tiene el ojo representado por un agujero natural en la formación pétrea de la totalidad de la gran figura, y en torno al mismo se pueden observar unas marcas en negro, al igual que unos trazos rojizos, ya algo más borrosos. Hay también en el hocico un par de puntos, que al igual que todos los otros puntos o marcas sobre la silueta del animal son obra de una acción humana no casual, sino deliberada : Fueron pintados hace miles de siglos.
Esta imagen se ve en la actualmente llamada Sala del Águila, en el techo, no en la pared, como es el caso del Águila, la cual sí sale o está como echándose a volar desde la pared. Y de las «rayas», chamánicas o no, pero rayados deliberados y muy, muy antiguos, como ya han remarcado diversos estudiosos. Estas cosas las baso en observaciones propias, y también según leo en «La Mente en la Caverna», de David Lewis-Williams, y en otros estudios que ahora no es cosa de citar uno por uno.
Veamos unas palabras que escribió Marc Groenen en su «Sombra y luz en el arte paleolítico» :
«… La pared, con su juego natural de anfractuosidades, se impone al artista, el cual le ha sacado partido de manera admirable, para dar vida a las representaciones, a través de modos operativos apropiados. /…/ «Este arte es esencialmente un arte tridimensional. O, en otros términos, este arte fue el objeto de una verdadera puesta en forma.» (Pág. 82). Y más adelante, en la página 84, leemos que :
«Las formas de las rocas han servido frecuentemente para la presentación de determinados motivos animalísticos.»
Algún rasgo principal, como el ojo en este caso, está representado porque se aprovecha la existencia de un agujero natural en la gran roca del techo. La considerable masa rocosa que cruza el techo, con-forma esa figura de un gran toro. Y se pueden ver algunas otras leves actuaciones hechas sobre las rocas. Por ejemplo, se contornean las figuras con puntos de color, o con leves raspaduras, en otros casos; éstas, muchos más raras en la cavidad que ahora estudiamos.
Y aún hay más : En primer lugar, estas conformaciones naturales de las rocas que han sido aprovechadas por artistas de la Prehistoria, las encontramos en un lugar de la Cueva, en una gran sala o domo, donde hallamos otras series de cosas de gran interés. Cosas que ya hemos comentado con anterioridad en otros textos (como aquellas «rayas», chamánicas o no, pero desde luego deliberadas y semiocultas en un rincón de la sala) y cosas sobre las que volveremos en su momento : con datos nuevos y con nuevas perspectivas, ya que no sólo merecen nuestra atención, sino que conecta esta gran Cueva del Tesoro con otros yacimientos bastante bien estudiados.
Y hay más aún : tal lugar, dicha Sala del Águila donde se encuentran, es zona de paso obligado entre dos partes muy notables de esta Cueva : la Zona de las Pinturas Rupestres que descubrió el abate Henri Breuil, y la Sala de Noctiluca, – esa divinidad lunar que recibió culto en el viejo Mediterráneo, desde Fenicia hasta Cádiz – , y que mi propio padre re-descubrió en su día y en varias publicaciones suyas la dio a conocer. Tal cosa, estar como en lugar de paso, es algo también notable para muchos estudiosos. Pero esto también es ahora otro tema, del que no les hablaré yo, sino que transcribiré las palabras que sobre el tema escribió mi padre en su día, y se publicaron en una edición que hizo el Ayuntamiento de Rincón de la Victoria con Airón Ediciones, y que prologó José A. Garriga Vela en el 2005.
Se pueden apreciar mejor «in situ» las operaciones que el artista prehistórico realizó sobre las formas («vivas, espirituales» : para él), que veía en el techo o en las paredes de la caverna. Operaciones como disponer puntos de color, por lo general negro o rojo, como arriba podemos ver, en torno al ojo, en la zona del hocico del animal, o en sus contornos (: aquí, en la fotografía de esta parte del techo no se lleva a ver con nítida claridad esos puntos). O también pintaban leves rayas, igualmente de color. O se le daba a la figura una especie de «sombreado», tal y como haría un artista de nuestros días. Entre otras posibles actuaciones encaminadas a «moldear las formas», por así decirlo.
Ahora bien, estas cosas que ahora volvemos a comentar, como ya hicimos en un texto anterior, ¿adónde deberían llevarnos? Esa es una de las cuestiones sobre las que menos se ha profundizado en algunos de los sentidos que cabría imaginar, como trataré de razonar. No en este escrito de hoy, que sólo anuncia cosas entremediadas con las que se dicen, pero sí en próximos textos.
¿Qué puede uno pensar cuando ve, en cuadros del siglo XX, manchas negras y formas y figuras deliberadamente dispuestas por el artista, y puede uno constatar que tales «manchas» y tales (o muy parecidas) «figuras» están ( ¡estaban!) también en una cueva junto con rastros de pinturas paleolíticas? ¿Estamos tal vez ante una cuestión que sobrepasa lo estrictamente formal del arte paleolítico y entra en realidad en ámbitos más propios de la neurología, del funcionamiento de la mente humana?
Porque el simple hecho de ver pinturas modernas que a grandes rasgos coinciden con otras que nos encontramos en cuevas y se datan en muchos miles de años atrás, es algo que debe hacernos reflexionar : El simple hecho de encontrar que un artista como Henri Michaux realiza, como quien dice ayer mismo, unas pinturas negras que están ya «con-formadas», con un parecido que asombra, en cuevas prehistóricas, ¿puede dejarnos callados sin más ante la magnitud de un fenómeno tal?
Creo que no, y creo que existen razones de base suficiente para explicar estas coincidencias, estas semejanzas, y estos fenómenos que a veces nos encontramos en el mundo de las acciones humanas, sean cuales fueren las fechas de dichas producciones : la mente humana, desde el momento en que ya es plenamente humana, tiene un «tempo interior» : lo cual es algo que nunca debemos pasar por alto o dejar de lado : hacerlo, dejar nuestro «tiempo mental» fuera de juego, sería como cortar a cercén un muy importante «espacio vivencial» del ser humano.
Las explicaciones obviamente las daremos, citando lo que será procedente citar para que estas cosas que aquí decimos tengan una validez objetiva y no se puedan considerar, únicamente, como la visión personalizada de un fenómeno clave de la cultura humana : la conexión entre la mente, materia no visible, y el entorno, el mundo. El mundo en tanto materia sí que bien visible, en algunas de sus manifestaciones, y no directamente visible en otras.
Henri Michaux es en algunas de sus producciones tan audaz y tan osado como lo fueron los artistas prehistóricos hace miles de años. Esto último, a juicio de René Magritte, cuando evalúa, como muy de pasada, el arte de los prehistóricos (de hace unos dieciocho o veinte mil años, según actuales estimaciones). Me refiero ahora a sus iniciales palabras en su escrito titulado «El verdadero arte de la pintura», que en otro texto anterior también citábamos.
¿Realmente son distintas las conexiones neurológicas de un hombre de hace 20.000 años que de uno de hace 2.000, o de uno de La actualidad?
La cuestión (creo) no es cosa menor.
Si alguna producción artística de Michaux estuviera realmente condicionada por su consumo de sustancias alucinógenas, ¿podría esto explicar algún posible parecido con producciones del hombre prehistórico?
A veces me planteo si el «tempo» de ciertos modos artísticos tienen una «cronología» comparable a la que puedan tener los hábitos de comer o de vestir, e incluso otras muchas. No es lo mismo la Pintura que el Arte de la poesía : el lenguaje de una y otra forma de arte es «di-fe-ren-te». Muy diferente.
Siempre pensé que lo posterior superaba a lo anterior, pero claro!!, eso sólo ocurre en mi mente.La verdad es que sorprende mucho el ver qué quizá, sólo fuera una falta de medios…
.ahí dejo eso…
El toro o vaca impone, tuvo que ser una poderosa presencia en la cueva .Y desde luego, la conexión entre el arte de nuestros días y el prehistórico debe hacernos reflexionar. También Tapies está muy influenciado por el arte de ‘sus antepasados’ , en esa búsqueda de la simplificación y el simbolismo.
Seguiré leyéndote con atención, disculpa algunos silencios, paro poco en el ordenador últimamente.
Un abrazo
Alfonso
Gracias, Alfonso, por tu comentario. Siempre es cosa grata comprobar que las ideas se comparten y eso, en el tiempo, es una manera de aliento para seguir mirando lo que nos rodea y tratando de entender lo que «se mueve en la noche», que diría Michaux…
Un cordial abrazo y mucho ánimo a ti, que eres un gran escritor de hoy y de todo tiempo : la historia lo dirá con sus propios medios, que siempre superan los de uno solo…
Para algunos eso de «miles de siglos» es una barbaridad. En realidad se podría explicar como una manera de decir «hace muchísimo tiempo», pero no : es un simple lapsus, como del propio texto se deduce cuando se alude a que la prehistoria que estamos estudiando pese a las diferencias de criterios entre los expertos, puede oscilar entre los 18.000 y los 20.000 años, sin contar con que no faltan los que la retro-traen hasta los 15.000 y los que la alejan a más de 70.000 años : depende de criterios y también de qué parte del mundo se estudie, de «qué prehistoria» estemos estudiando.
Aquí miles de siglos pueden tomarlo como les parezca mejor. Es un lapsus : donde digo «siglos», pongan «años».