Separar a René Magritte y, por lo tanto a su obra pictórica, de su «íntimo trato» con la idea del misterio, es una de las muchas maneras que se nos pueden presentar como un obstáculo. Y obstáculo tal que nos impediría acceder a algunos aspectos de su tarea como artista, y entender algo más de sus obras ( : si no de todas, sí de las más notables ) y, desde luego, nos alejaría del conocimiento de su propia idea sobre el mundo e incluso la vida. Para razonar esto, por ahora creo que será suficiente que leamos un breve texto suyo. Es este :
«Una imagen no es tangible : no oculta nada que sea visible (ni, evidentemente, invisible, pues este último aspecto no se puede ocultar, simplemente es conocido o desconocido). Querer interpretar una imagen de la semejanza con el objetivo de ejercer quién sabe qué libertad es ignorarla o sustituirla por una interpretación gratuita que, a su vez, puede ser objeto a su vez de una serie sin fin de interpretaciones indiferentes.
Una imagen de la semejanza no deriva de la ilustración de un «sujeto» , ni de un «tema» , ni de un símbolo. Una imagen de la semejanza es una imagen de sí misma, y sólo el misterio no le es extraño.« (Pág. 402 de «ESCRITOS» de René Magritte).
En el texto citado antes del gran pintor belga hemos subrayado las siete últimas palabras, lo de «...sólo el misterio no le es extraño», y esto lo hemos hecho con la idea de tratar de poner más nítidamente ante la mente del lector la importancia que esa idea, la de que existe algo que nos conecta con el misterio a la vez que nos lo esconde, la importancia (decía) que tiene en la obra de R. Magritte. (Aclaro aquí que los subrayados son míos).
Para el pintor belga el misterio está en el mundo, forma parte del mundo, y por ese motivo la importancia del mismo debe ser subrayada. Veamos lo que escribe en «Un arte poético» :
«…la aparición imprevisible de una imagen poética es celebrada por la inteligencia amiga de la luz enigmática y maravillosa que viene del mundo.»
Aquí no dice «luz misteriosa», sino «enigmática», pero si nos paramos a considerar los sentidos de «misterio» y de «enigma», estaremos de acuerdo en que, sin necesidad de que se trate de palabras sinónimas, con idénticos significados, sí que desde luego están dentro de la misma «familia conceptual» de cosas cuya comprensión se nos hace, por lo menos dura, si no imposible. Y «cosas» a las que sólo el misterio no les es extraño…
Pensemos esto : si a propósito de su cuadro famoso, donde escribió «Esto no es una pipa», algún crítico hubiera argumentado que Magritte «bromeaba» y lo que nos quería decir es, por ejemplo, : «este cuadro mío es la imagen (o la pintura…,etc.) de una pipa, pero no es una pipa : es una pintura», o algo por el estilo, ¿qué podríamos objetar en contra de tal opinión o comentario? Y más : ¿podríamos llegar a pensar que, cuando dijo lo de «no es una pipa», se refería a «la imagen de la semejanza» de su pipa en el cuadro con una pipa real, – lo cual evidentemente no es lo que hay pintado en el cuadro? ¿Se podría objetar algo a tal idea?
Poco o nada se podría objetar, pero esto no nos resuelve el problema de qué sea lo que Magritte «intuye» o «pretende ver o intuir» en el misterio. ¿Tal vez que cada cosa es cada cosa y no otra, y en ello radica su misterio? Pudiera ser, porque si algo que es una imagen sólo es imagen de sí misma «y sólo el misterio no le es extraño», nos acude al pensamiento que el misterio reside en buena parte en que cada cosa es lo que es y nosotros no podemos ir más allá de ese «ser esto lo que esto es», cosa en la que, por otra parte, podría radicar la naturaleza sorprendente del mundo.
Sea esto como fuere, no olvidemos que al final de una conferencia que pronunció Magritte en 1938 y que tituló «La línea de la vida», dijo : «… estas cosas ignoradas que llegan a la luz me hacen creer que nuestra felicidad depende, también, de un enigma unido al hombre y que nuestro único deber es intentar conocerlo.»
Mucho habrá que bregar con esto. Es posible que algo tenga que ver con el misterio de que habla René Magritte eso que dice cuando se refiere a lo que no puede ser buscado, aunque se busque, sino que «tiene que aparecer» :
«Estos dos cuadros tienen un contenido que ha «venido» tras un largo período de búsquedas, sin duda, pero el momento de la aparición del contenido no puede ser buscado, ha «aparecido«…» (Pág. 299. «Un arte poético», en su obra antes citada : «Escritos», al inicio, en la inicial reproducción de sus palabras. Y digamos que los cuadros a que se refiere son «La lámpara de Aladino» y «La verdad en su bouquet de jazmines»). Pero no pasemos por alto lo que es clave en muchas ocasiones, y es lo siguiente : lo que hay en un cuadro es algo que sólo existe en dos dimensiones, pero lo que los cuadros representan, salvo, quizá alguna excepción, son cosas, seres, objetos…, que existen en tres dimensiones. (Mal que le pese a la perspectiva…).
Pero ahora volvamos a lo que aparece ahora arriba como ilustración de este texto : son palabras de Magritte que se refieren a las pinturas de las cavernas y a los primeros pintores de la Historia de la humanidad.
Porque hace unas afirmaciones que, sobre ser sorprendentes, nos permiten asegurar dos cosas, al menos : la una, que Magritte trató de familiarizarse con este tipo de los primeros comienzos del arte de la pintura; y la otra, que ya suponía en aquellos tan lejanos antepasados una gran «fuerza mental», y una gran osadía. Eso, sin contar con que concebía en un principio aquellas prácticas de pintar en las cavernas como «subversivas» para las comunidades de tan lejanas épocas. (¿Por qué esto último?)
Sobre estas cuestiones volveremos de una manera mucho más detenida para tratar de ver qué hay en esas palabras que nos valgan o nos puedan valer para saber más de quien las dejó escritas : René Magritte. Está, (o al menos lo parece), bastante claro que René Magritte vio en los pintores de las cavernas unos «revolucionarios» en ciernes que con sus «pinturas inicialmente prohibidas» se jugaban la vida, o casi. Esta visión de ese gran hecho histórico de la cultura humana universal, hoy, sería puesta en duda. ¿O tal vez, en algunos casos al menos, tendría razón Magritte? ¿Explicaría tal cosa, – que tenía el pintor belga razón -, el hecho de que las pinturas rupestres suelan estar, sobre todo, en lugares muy escondidos e inaccesibles? Deberemos volver sobre estas cuestiones con más detenimiento.
Nota.- Ha sido un descuido mío no poner las palabras de René Magritte sobre los pintores de las cavernas. Trataré de remediarlo en el próximo texto, que vendrá en próximas publicaciones. Gracias.
En resumen, Magritte pensó en los pintores de las cavernas como artistas que subvertían el orden de la tribu o el clan, seres osados que rompían con sus pinturas el «sistema» y arriesgaban así sus vidas. Eran también unos «iluminados»…
En «El verdadero arte de la pintura» escribe Magritte que «los primeros pintores de las cavernas tuvieron la suficiente fuerza mental para concebir lo que pintaron y la osadía de pintar, pese a que se enfrentaban así a un sistema (según R.M.) que lo prohibía.
Las cualidades que Magritte intuye en los pintores prehistóricos tienen mucho más sentido que las elucubraciones de muchos «expertos» en el tema que siguen viendo en realidad en aquellos pintores unos «hombres primitivos» y carentes de finura espiritual : están en un grave error. En un horroroso error.
Entre algunos grandes pintores de la primera mitad del XX el descubrimiento del arte de las pinturas prehistóricas fue un hecho que les interesó, sin duda. Cuando Picasso sale de Altamira y exclama aquello de «No hemos descubierto nada», aludiendo a que los pintores de las cuevas ya habían descubierto el arte en muchas de sus formas, deja en claro ese hecho que antes he expresado.