¿Existen los viajes sin destino? Tendríamos que empezar por ahí : porque una cosa es que uno se plantee un viaje y, por esas cosas que son el condimento inevitable de ese plato que nos ponen por delante al nacer y llamamos «vida», y el tal propósito de viajar se trunque. No hay viaje.
Y otra cosa muy diferente es que, nos guste o no, vengan quienes nos dicen que si después de la vida no hay nada, que si al morir nos obligan a visitar unos lugares como los infiernos (que al decir de no sé quiénes, son muy divertidos) o la gloria (que es eterna, también de acuerdo con muchos expertos en esas especulaciones), sin que falte, como siempre, el tropel de los «tibios», una cosa que llaman «purgatorio»…Cosas todas estas que aparte haber dado de sí una extraordinaria obra literaria cuyo autor se llama Dante, y era italiano casi al filo ya del Renacimiento en Europa, han llenado sermones y hasta han sido especulación de ilustres literatos.
Cosas dignas de una «Enciclopedia del otro mundo», como si el otro mundo fuera en su imposible algo «enciclopediable» -permitan ustedes ese arrebato mío con la palabra- o pudiera haber un Jorge Luis Borges del tema del que llaman «el otro mundo».
Pero…, ¿y si no hay «otro mundo»? ¿Y si el que llaman el «otro mundo» está justamente en este mundo? Cuenta Blas de Otero en uno de sus poemas que en una estación de tren oyó decir a una señora de pueblo, ya mayor, decirle a otra :
– «…Sí, sí. Pero el cielo y el infierno está aquí». Y añade Blas de Otero aquello de «Y lo clavó con la /n/ que faltaba». O sea : el otro mundo es el infierno y el infierno «…está aquí!».
Arriba ven una imagen de mi idea de lo que llaman «el otro mundo» : una fotografía de algo que se nos queda en un modo de sombra indefinida e indefinible. Sólo una duda me queda : ¿cabremos todos ahí?
Seguiré con esto, pero ya en otro tono que me suele ser más habitual. Bromas aparte, hablaremos de Blake y de otros muchos. Y también de los Vampiros. Pero de los vampiros anteriores a Drácula, que sólo es un «Vampiro literario».
Morirse y no ir a ningún sitio, ¿No es un viaje a ninguna parte, un «viaje sin destino?
Hagamos un juego : vivir es viajar. Aunque se viva como Funes el memorioso, ese fantástico ser borgiano, quien vive, ya está viajando. Y más aún: hay seres que sin moverse de un único lugar, viviendo siempre en el mismo territorio, viajan más que muchos trotamundos. Suelen esos seres llamarse árboles. Y en otro orden de cosas, ya volviendo al género de seres que nos llamamos «humanos», sin apenas salir de la misma ciudad, han viajado más que muchos otros. ¿Les suena el nombre de Emmanuel Kant?
Pero lo que nos traía hoy era esa extraña (y hasta puede que terrorífica) «cosa» que debe ser viajar sin destino, ahora en el sentido de «viajar a ningún lugar. Vivos. Sin pérdida de memoria…» : A ver si concluyo: no sé ni qué hago aquí no sé qué, quién soy, mucho menos quiero ir a lugar alguno, y viajo… ¿Adónde? –
-«Eso, señor, se lo dirán cuando llegue», me dijo alguien cuya cara no pude ver.
Es lógico que algún lector estime que este texto se queda corto. Así es, y eso se irá remediando en venideros textos.
Gracias.
Nada más que decir sobre esto, salvo que los llamados «viajes al Hades» tendrá que darnos mucho juego.
Funes él memorioso», ese relato fantástico de Jorge Luis Borges, sería capaz de recordar las formas de las nubes a la hora que llamaban los latinos de la Roma Clásica «hora sexta», -palabra ésta, «sexta», que nuestra lengua convierte pronto en «siesta», y durante siglos se puso tan manos a la obra y «se echaba una siesta», que acabó convirtiendo ese uso en algo propio de su país.
Conque a poco los españoles acabaremos siendo «siesteros», como los que madrugan se hacen mañaneros y los que trasnochan se llamaban «nocherniegos», hoy palabra en desuso vencida tal vez por «trasnochador».
Eso, por sólo decir un ejemplo de las hazañas memoriosas (que Borges convierte en memorables), que se podrían poner muchos.
…»él memorioso», NO. Es «…el memorioso. Son esas cosas que nos pasan con estos a veces no tan fieles que son los móviles con ordenadores insertos en ello.
Cuando hablemos de casos de «viajes al Hades» o «descenso a los infiernos», habrá que echar mano de autores clásicos muy de fiar y, alguno, de desconfiar…
Me dijo :
– Hay otro mundo. Lo sé : porque a veces sueño que yo vengo de otro mundo.
– ¿Se siente usted alienígena?
– No. Siento a casi todos vosotros seres del pasado. Es como si mi mundo tuviera un tiempo distinto.
– ¿A casi todos dijo? ¿Y a mí, me incluye en esa categoría?
– Claro que sí : usted existió antes pero no lo sabe, y se adapta al hoy como si no hubiera ni un mañana ni un ayer…
– Me asombra usted…
– No tiene nada de extraño. A mí me ocurre igual. ¿Sabe? Yo vivo a veces como si viajara constantemente. Me acuesto y no sé dónde amaneceré al día siguiente… ¡O al siglo siguiente!
– ¿Es usted vampiro, por un casual?
– May be…
Los viajes son en realidad una ficción : hay quien desde su sofá en un humilde rincón viaja a mundos indecibles y quien se pasa la vida pilotando aviones y nunca sale de ellos. Va de la cabina del avión al hotel de turno y, salvo medio mes o algo más de vacaciones, no conoce cómo viajero otro mundo que las pistas de despegue y aterrizaje, y las nubes, las indomables nubes. ¿Qué es, entonces, viajar? Esa es la cuestión que abordaremos : desde Herodoto o Ánibal, Jenofonte o Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, quien recorrió a pie desde la Florida a California, o casi. ¿Les suena Marco Polo o el capitán Cook? ¿Y Juan Sebastián Elcano o Cristóbal Colón?
Italo Calvino visitó ciudades inexistentes que, gracias a su imaginación literaria, se hicieron más reales que muchas que sí existen. Y conoció a jóvenes aristócratas de singular modo de estar locos : ¿quién viaja y ve más mundo, un escritor ciego como Borges, o un «arrebatado» e insaciable emperador como llegó a ser Napoleón?
Los viajes son desplazamientos en el espacio o en el tiempo. Depende. Hay mil maneras de viajar, como veremos.
Nada se dirá ahora de ese tipo de «viaje interior» donde ya ni el tiempo ni el espacio cuentan para nada. Por ahora, lógicamente. Porque hay otros «espacios» y muchos modos de «tiempos», en los que no sabemos cómo se viaja. Pero se viaja, por ejemplo en las palabras : esas que son como trenes, o como barcos o aviones.
Casi la inmensa mayoría de los siete mil millones de seres humanos de este planeta sabe qué es eso que llaman la muerte. Y digo «casi» porque muchos niños y algunos otros que no son niños pero sí descerebrados, no saben qué sea eso de morirse uno.
Y me pregunto si eso, la muerte, es o no es un viaje, y si es o no es un destino. Ahí quede eso…
El viaje en esta vida nos limita a pelear para comer, a mirar con envidia a nuestros hermanos por una mejor suerte en el camino, realmente somos seres de luz secuestrados por nuestra necesidad animal, independientemente si existe el más allá, necesitamos un mundo sin competencia donde puedan brillar nuestros sentimientos más puros, muy interesante todo el texto, me quedo con la frase «para los tibios existe el purgatorio» también los dejo con otra que dice «No permitas que tu mente le diga a tu corazón qué hacer, ya que la mente se rinde fácilmente» fuente: http://bebesporsiempre.com/frases-de-viajes-divertidas.html
En buena parte estoy de acuerdo contigo, pero rectificaría algunas cosas. Así, podemos evitar la envidia. Es un procedimiento mental lo que nos puede llevar a eliminar en gran medida la envidia a otros. Con respecto al más allá, creo que existe, pero muy en el interior de cada uno de nosotros : San Agustín algo debió entrever de esto. Y es verdad que no debemos poner razón o mente frente a corazón o sentimientos, sobre todo porque son «entidades humanas» que operan en ámbitos distintos.
Paul, muchas gracias por tu comentario.