Lo que en esta toma fotográfica se puede ver en un primer plano es una roca caliza, sobre la que hay unas marcas rojizas hechas sin duda con los dedos, y que se corresponden con el tipo de pinturas más arcaicas que se localizan en la Cueva del Tesoro. La perspectiva de la roca caliza tiene el aspecto de un hocico de animal, hocico algo alargado como el de algunos tipos de perros o de lobos, y en su punta final hay unas especies de dos puntos, del mismo tono rojizo de la parte más alta de la roca, y que se corresponderían con la nariz del animal.
En suma, podemos imaginar parte de la cabeza de un perro o de un lobo, donde se han representado los ojos y el hocico. ¿Es esto algo real, o es algo que únicamente podemos imaginar? Respondería que hay de ambas cosas : realidad, la hay. No tenemos más que mirar ese primer plano de la roca, cuya sombra se proyecta al fondo.
Y también hay que poner un cierto grado de imaginación para acabar de ver lo que se ha descrito como lobo o tal vez perro-lobo. La cuestión ahora es muy simple : ¿son las pinturas rupestres sólo algo imaginativo, o son reproducciones realistas de lo que en la vida cotidiana encontraba el hombre primitivo de las cavernas?
Un hecho muy curioso y que no debe dejar de sorprendernos cuando nos enfrentamos con la visión de pinturas rupestres es que la representación de los animales suele ser muy fiel en sus formas a lo que en el mundo real existía, mientras que las de seres humanos no es tan fiel : éstos, los seres humanos, suelen representarse mayormente de manera muy estilizada. ¿Por qué? No lo sabemos.
Salvo partes de la anatomía humana, por ejemplo las manos, que sí que se representan con gran fidelidad llegando al extremo de que se inventa un modo de plasmarlas sobre las paredes de las grutas con entera fidelidad, (utilizando el método de soplar sobre la mano polvos de color que dejaban impresa la mano en la pared de roca), salvo esos casos, los seres humanos sólo parecen estar presentes en la pinturas, o bien disfrazados de animales, o bien en formas muy estilizadas, como por ejemplo ese «chamán durmiente» de Lascaux, que ya tuvimos ocasión de ver en un texto anterior, y sobre el que volveremos en otra ocasión. O están cubiertos con máscaras, que al fin y al cabo es un modo de disfraz.
¿Significa algo ese modo de ausencia de la figura «realista» de un ser humano en las pinturas rupestres? Eso tampoco lo podemos asegurar. Es posible que rehuyeran la representación fiel de la figura humana del mismo modo que muchos primitivos actuales son reacios a dejarse fotografiar, tal vez por el temor de que sobre su representación fidedigna se pudiera hacer algún tipo de magia negra o de hechicería.
Estas cosas que estamos ahora como desgranando son parte de los muchos enigmas que nos plantean las primitivas pinturas de las cavernas prehistóricas, pero hay una sobre la que en otro texto, y ya con entera dedicación, queremos plantear : Es una doble pregunta, que dejo ya dicha aquí : primero, si el ser que pintó en Altamira o en Lascaux o en Cueva del Tesoro…, etc., tenía o no tenía algún tipo de idea del más allá, fuera esta idea religiosa o no; y segundo, si lo que en otros textos he llamado «factor onírico» tuvo o no tuvo algún tipo de papel en el desarrollo mental de aquellos antepasados tan misteriosos como absolutamente necesarios para nosotros.
Dicho de otro modo : ¿soñaban los pintores y cazadores de las cavernas? Seguro que sí…, pero, ¿lo que soñaban les servía de algo en su día a día con el mundo en el que vivían? Y más : ¿lograban soñar con sus seres próximos ya fallecidos, y tales tipos de sueños les llevó a imaginar una vida más allá de esta vida? Enigmas son, enigmas sobre los que trataré de argumentar con razones plausibles. Gracias, lectores.
El libro que se titula «CROMAÑÓN», y cuyo autor es una de las máximas autoridades sobre estos temas de la Prehistoria que ahora estamos tratando, contiene algunos aspectos que queremos comentar en su momento : por
Queremos comentar tales aspectos porque, como iba a escribir antes, nos producen ciertas dudas : ¿es admisible que el hombre anterior al cromañón, esto es, el neandertal, careciera absolutamente de lenguaje? Esto, nos cuesta trabajo admitirlo; y además, en el propio libro del autor de «Cromañón» se ofrecen datos que invitan a pensar lo contrario : los neandertales hablaban, y su lenguaje no era sólo gestual o ese Hmmmmm, que trata de argumentarse en la obra que comentaremos.
El título completo del libro «Cromañón» es «de cómo la edad de hielo dio paso a los humanos modernos». Su autor es Brian Fagan, y se publicó en Gedisa Editorial en noviembre del 2011. La edición original en inglés es del año anterior, 2010. Es una obra de sumo interés aunque no tengamos ahora más remedio que apostillar algo a algún aspecto de las tesis que mantiene el autor.
Los estudios de Karl von Frisch sobre las abejas arrojan tantos datos sobre el tipo de lenguaje de estos «socializados» insectos como los que el autor de Cromañón atribuye a los Neanderthales. O casi tantos.
Karl von Frisch compartió el Nobel de Medicina de 1973 con otros dos ilustres estudiosos, como Konrad Lorenz, por ejemplo. Por aquellos años los estudios del comportamiento animal cobraron notable importancia, y se alcanzaron logros increíbles.